Añadir a mi grupo de amigos/usuarios favoritos
Puedes añadirle por nombre de usuario o por email (si él/ella ha accedido a ser encontrado por correo)
También puedes añadir usuarios favoritos desde su perfil o desde sus críticas
Nombre de grupo
Crear nuevo grupo
Crear nuevo grupo
Modificar información del grupo
Aviso
Aviso
Aviso
Aviso
El siguiente(s) usuario(s):
Group actions
You must be a loged user to know your affinity with TOM REGAN
- Recomendaciones
- Estadísticas
- Sus votaciones a categorías
- Críticas favoritas elegidas por TOM REGAN
- Contacto
-
Compartir su perfil
Voto de TOM REGAN:
7
Voto de TOM REGAN:
7
7.2
17,434
Comedia. Drama. Romance
En el Dublín de 1980, la recesión económica hace que Conor cambie la comodidad de la escuela privada en la que estudiaba por un centro público donde el clima es más tenso. Encontrará un rayo de esperanza en la misteriosa Raphina y, con el objetivo de conquistarla, la invitará a ser la estrella en los videoclips de la banda que quiere formar. Ella accede, y ahora Conor debe cumplir su palabra. (FILMAFFINITY)
6 de enero de 2017
6 de enero de 2017
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
259/27(25/12/16) Sugestiva dramedia musical del irlandés John Carney, una deliciosa inmersión nostálgica para aquellos que hayamos vivido en los 80, el realizador vuelve a su temática preferida, mezclar naturalismo social de su tierra con la fuerza motor que supone la música como válvula de escape o guía a nuestro espíritu. Carney formó parte de una banda en la década de los noventa (era el bajista del grupo The Frames), siendo además el realizador de sus videoclips, y ha trasladado sus experiencias a este film, como a sus dos anteriores, Once (2006), historia de una pareja en Irlanda, que se une y complementa a través de sus composiciones, tocando fibras, consiguiendo un Oscar a la mejor canción original, y “Begin Again” (2013), sigue teniendo la música como eje central en medio de las relaciones humanas. Por tanto esta “Sing St,” tiene trazos autobiográficos, paseándonos por un Dublín vintage de la década convulsa de los 80, un relato del despertar a la madurez, sobre el primer amor, sobre los sueños, y como telón de fondo la música como arma para combatir las desilusiones y lanzarse hacia las esperanzas, es una visión cariñosa a la época en que se forma la personalidad, la adolescencia, un tiempo efervescente donde las hormonas bullen, donde los choques paterno-filiales son constantes, donde se hacen los verdaderos amigos para toda la vida, donde la inocencia deja de ser excusa, es el crecimiento personal, sazonándolo con humor refrescante y chispeante, el director hace que todo esto gire en torno a la música y el amor, donde las canciones dan un sentido orgánico que hace fluir el argumento con soltura. Una delicia para melómanos, aunque con algunos elementos forzados y algo edulcorados que restan algo de poder penetrante.
Estamos en 1985 en la ciudad de Dublín, el protagonista es Conor lalor(Ferdia Walsh-Peelo), un introvertido chico, sus padres Robert Lalor (Aidan Gillen) y Penny Lalor (Maria Doyle Kennedy), sufren un revés económico, y deben sacarle del colegio de pago y meterlo en uno público, el Syng Street CBS, dirigido por el tiránico rector Br. Baxter (Don Wycherley), en el centro es acosado por el matón de turno, Barry (Ian Kenny). Un día conoce en los alrededores del colegio a la enigmática y bella Raphina (Lucy Boynton), tras lo que decide formar un grupo musical para impresionarla, pidiéndole que forme parte de sus videoclips. El grupo formado por alumnos de la escuela se llamará Sing St., el manager del mismo será Darren (Ben Carolan), y el socio de Conor para escribir temas será el multi-instrumentista Eamon (Marcos McKenna). Para Conor tendrán mucha importancia los consejos tanto musicales como de amor que le dará su hermano mayor Brendan (Jack Reynor).
Es un film vitalista que hace brotar la ternura, la emotividad, la nostalgia, ello sin caer en sentimentalismos baratos, ello un viaje al centro de los recuerdos que nos transmite la odisea iniciática del protagonista, sus constantes cambios de look, o su primer amor, aunque por supuesto es la música el alma del relato, el elemento que nos mece armónicamente, canalizador inteligente de las emociones de la narración, en la que se nos habla de la formación del carácter, de la gestación de la personalidad, de las relaciones tanto de amistad como de amor, del bullyng escolar, del abuso del poder, y subliminalmente de la pederastia de los sacerdotes, y frente a ello la rebeldía reflejada en la música, y la imagen que sus cantantes proyectaban en los 80, una época conservadora en la sociedad irlandesa, donde la música es la lanza y recurso catalizador, de catarsis frente a un mundo que nos oprime, y con ello se irá delineando la identidad personal, con alegrías, desilusiones, luchas, frustraciones, mini-revoluciones, una batalla por alcanzar nuestros sueños, aunque nos quedemos por el camino. La música es el recurso ágil para expresar todo tipo de sensaciones y aquí vale para dar sentido a la marea de emociones que vive Conor, haciendo que las palabras resuenen con más hondura en canciones, en lo que eso sí, es un clásico viaje de chico encuentra chica, chico pierde chica, ...
La cinta posee un arranque atrayente, con una ágil presentación de personajes y de planteamiento de historia, con el cataclismo para Conor de tener que cambiar de colegio, y en este como es presionado el rector, y vejado por el skinhead matón del lugar, ello escuchando a Motörhead, 'Stay Clean', con un tema alegórico a la complicada situación del protagonista, asistiremos a las primeras reflexiones del hermano mayor sobre los videoclips (muy en boga entonces), ello regado con sabrosas dosis de humor, como el modo caótico en que reclutan a gente para la banda (tremendo lo del chico negro), o los diferentes cambios de imagen de Conor (Peinados exóticos, vestidos extravagantes y maquillaje masculino, reflejo de la cambiante que es la adolescencia en gustos) y sobre todo el primer encuentro entre Conor y su musa Raphina.
Estamos en 1985 en la ciudad de Dublín, el protagonista es Conor lalor(Ferdia Walsh-Peelo), un introvertido chico, sus padres Robert Lalor (Aidan Gillen) y Penny Lalor (Maria Doyle Kennedy), sufren un revés económico, y deben sacarle del colegio de pago y meterlo en uno público, el Syng Street CBS, dirigido por el tiránico rector Br. Baxter (Don Wycherley), en el centro es acosado por el matón de turno, Barry (Ian Kenny). Un día conoce en los alrededores del colegio a la enigmática y bella Raphina (Lucy Boynton), tras lo que decide formar un grupo musical para impresionarla, pidiéndole que forme parte de sus videoclips. El grupo formado por alumnos de la escuela se llamará Sing St., el manager del mismo será Darren (Ben Carolan), y el socio de Conor para escribir temas será el multi-instrumentista Eamon (Marcos McKenna). Para Conor tendrán mucha importancia los consejos tanto musicales como de amor que le dará su hermano mayor Brendan (Jack Reynor).
Es un film vitalista que hace brotar la ternura, la emotividad, la nostalgia, ello sin caer en sentimentalismos baratos, ello un viaje al centro de los recuerdos que nos transmite la odisea iniciática del protagonista, sus constantes cambios de look, o su primer amor, aunque por supuesto es la música el alma del relato, el elemento que nos mece armónicamente, canalizador inteligente de las emociones de la narración, en la que se nos habla de la formación del carácter, de la gestación de la personalidad, de las relaciones tanto de amistad como de amor, del bullyng escolar, del abuso del poder, y subliminalmente de la pederastia de los sacerdotes, y frente a ello la rebeldía reflejada en la música, y la imagen que sus cantantes proyectaban en los 80, una época conservadora en la sociedad irlandesa, donde la música es la lanza y recurso catalizador, de catarsis frente a un mundo que nos oprime, y con ello se irá delineando la identidad personal, con alegrías, desilusiones, luchas, frustraciones, mini-revoluciones, una batalla por alcanzar nuestros sueños, aunque nos quedemos por el camino. La música es el recurso ágil para expresar todo tipo de sensaciones y aquí vale para dar sentido a la marea de emociones que vive Conor, haciendo que las palabras resuenen con más hondura en canciones, en lo que eso sí, es un clásico viaje de chico encuentra chica, chico pierde chica, ...
La cinta posee un arranque atrayente, con una ágil presentación de personajes y de planteamiento de historia, con el cataclismo para Conor de tener que cambiar de colegio, y en este como es presionado el rector, y vejado por el skinhead matón del lugar, ello escuchando a Motörhead, 'Stay Clean', con un tema alegórico a la complicada situación del protagonista, asistiremos a las primeras reflexiones del hermano mayor sobre los videoclips (muy en boga entonces), ello regado con sabrosas dosis de humor, como el modo caótico en que reclutan a gente para la banda (tremendo lo del chico negro), o los diferentes cambios de imagen de Conor (Peinados exóticos, vestidos extravagantes y maquillaje masculino, reflejo de la cambiante que es la adolescencia en gustos) y sobre todo el primer encuentro entre Conor y su musa Raphina.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Taras: Los protagonistas quedan bien delineados, pero adolece de dar fondo a los secundarios, que apuntan maneras pero en su devenir se difuminan, Conor no tiene relación alguna con sus padres, nada sabremos de ellos, como el amigo Eamon con el que escribe canciones, como no sabremos nada del manager, o de cómo fue a parar una familia de color a Dublín, meros esbozos que apuntaban mucho a los que se debería haber dado alma para otorgar más dimensión al film; El arranque en que se forma una banda sin que ninguno, excepto Eamon tengan idea de música es gracioso, pero que de buenas a primeras, y sin que nos expliquen cómo han sido alumbrados, ya tocan como veteranos, así como saben montar videoclips como expertos, una licencia que me chirría y anula la frescura; No me ha gustado su final demasiado edulcorado, de cuento infantil, resta trascendencia, y da sensación de poca valentía por parte del realizador.
La cinta toca de soslayo temas de índole sociopolítica, como la crisis económica (siempre la ha habido como algo cíclico), el despotismo en los colegios religiosos por parte de los docentes curas, los hogares disfuncionales donde los padres se separan, pero esto es tocado como algo tangencial, sin subrayados sórdidos, aquí lo nuclear es la música como elemento canalizador hacia tus sueños, en este caso uno encadenado al otro, primero Raphina, la idealización del primer amor, y por ello entra de lleno en la música, en la que halla el vehículo de expresión para sus pensamientos y anhelos.
La puesta en escena dota de un gran realismo el relato, haciendo que el espectador haga una inmersión nostálgica en los 80, paseándonos por un Dublín anclado en el tiempo, con un esmerado diseño de producción de Alan MacDonald (“The Queen” o “Philomena”), con sus viviendas estilo georgiano, sus barrios obreros, rodándose en la escuela del mismo nombre, Synge Calle CBS, esto filtrado por la fotografía de Yaron Orbach (“La familia Jones” o “Begin again”), con un patinado de naturalismo, en tonalidades apagadas, grisáceas y fría, que nos retrotraen un tiempo pasado. Lo que sobresale es su impresionante galería de temas ochenteros, oyéndose temas de clásicos como Duran Duran, A-Ha, David Bowie, The Cure, Culture Club, Spandau Ballet, Depeche Mode, The Jam, Motörhead, Starship, The Clash, Hall & Oates, Joe Jackson, entre otros, sumados a los deliciosos compuestos por propio realizador John Carney para la banda sonora, junto con Gary Clark (integrante de la banda Danny Wilson), Glenn Hansard (que ya trabajó en "Once") o Adam Levine (líder de la banda Maroon Five, ya trabajó con Carney en "Begin Again"), envolviendo a la cinta en un claro sentido nostálgico-melancólico.
Ferdia Walsh-Peelo está muy bien en su rol de adolescente de mentalidad inocente, voluble y moldeable, despliega encanto y frescura vital, con una gradual y creíble arco de desarrollo, teniendo que enfrentarse al mundo, a sus problemas familiares, su colegio, y su primer amor y todo con la música como válvula de escape emocional, irradiando de ternura sus canciones. Lucy Boynton deslumbra con su belleza natural, chica de apariencia de dura, pero dejando traslucir las grietas de su inseguridad, teniendo una dulce química con Ferdia. Jack Reynor deja un buen sabor como el hermano guía, tanto en la música, como en el amor mezclados en una frase de sabiduría con la que alienta “ninguna chica se enamora de alguien que escuche a Génesis”.
Spoiler:
El mejor momento del film es un ensayo de la banda en el colegio en que Conor idealiza lo que quisiera que ocurriese, precioso con el tema de fondo vemos los sueños cumplirse de Conor.
Una buena cinta que gustará a los que precien relatos de iniciación a la madurez, en miscelánea con un viaje a los 80 (sobre todo en el plano musical). Fuerza y honor!!!
La cinta toca de soslayo temas de índole sociopolítica, como la crisis económica (siempre la ha habido como algo cíclico), el despotismo en los colegios religiosos por parte de los docentes curas, los hogares disfuncionales donde los padres se separan, pero esto es tocado como algo tangencial, sin subrayados sórdidos, aquí lo nuclear es la música como elemento canalizador hacia tus sueños, en este caso uno encadenado al otro, primero Raphina, la idealización del primer amor, y por ello entra de lleno en la música, en la que halla el vehículo de expresión para sus pensamientos y anhelos.
La puesta en escena dota de un gran realismo el relato, haciendo que el espectador haga una inmersión nostálgica en los 80, paseándonos por un Dublín anclado en el tiempo, con un esmerado diseño de producción de Alan MacDonald (“The Queen” o “Philomena”), con sus viviendas estilo georgiano, sus barrios obreros, rodándose en la escuela del mismo nombre, Synge Calle CBS, esto filtrado por la fotografía de Yaron Orbach (“La familia Jones” o “Begin again”), con un patinado de naturalismo, en tonalidades apagadas, grisáceas y fría, que nos retrotraen un tiempo pasado. Lo que sobresale es su impresionante galería de temas ochenteros, oyéndose temas de clásicos como Duran Duran, A-Ha, David Bowie, The Cure, Culture Club, Spandau Ballet, Depeche Mode, The Jam, Motörhead, Starship, The Clash, Hall & Oates, Joe Jackson, entre otros, sumados a los deliciosos compuestos por propio realizador John Carney para la banda sonora, junto con Gary Clark (integrante de la banda Danny Wilson), Glenn Hansard (que ya trabajó en "Once") o Adam Levine (líder de la banda Maroon Five, ya trabajó con Carney en "Begin Again"), envolviendo a la cinta en un claro sentido nostálgico-melancólico.
Ferdia Walsh-Peelo está muy bien en su rol de adolescente de mentalidad inocente, voluble y moldeable, despliega encanto y frescura vital, con una gradual y creíble arco de desarrollo, teniendo que enfrentarse al mundo, a sus problemas familiares, su colegio, y su primer amor y todo con la música como válvula de escape emocional, irradiando de ternura sus canciones. Lucy Boynton deslumbra con su belleza natural, chica de apariencia de dura, pero dejando traslucir las grietas de su inseguridad, teniendo una dulce química con Ferdia. Jack Reynor deja un buen sabor como el hermano guía, tanto en la música, como en el amor mezclados en una frase de sabiduría con la que alienta “ninguna chica se enamora de alguien que escuche a Génesis”.
Spoiler:
El mejor momento del film es un ensayo de la banda en el colegio en que Conor idealiza lo que quisiera que ocurriese, precioso con el tema de fondo vemos los sueños cumplirse de Conor.
Una buena cinta que gustará a los que precien relatos de iniciación a la madurez, en miscelánea con un viaje a los 80 (sobre todo en el plano musical). Fuerza y honor!!!