Carros de fuego
7.0
32,330
14 de septiembre de 2020
14 de septiembre de 2020
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Quizá la reciente muerte de Ben Cross en el pasado mes de agosto sea la espoleta adecuada para escribir esta crítica a la que fue su mejor y más memorable película. Y más aún cuando esta comienza con una misa funeral, coincidencia luctuosa, por el personaje que el actor interpreta en pantalla, el atleta británico Harold Abrahams. Se debe decir que la carrera cinematográfica posterior a Carros de fuego de Ben Cross es bastante mediocre y olvidable, en la cual uno apenas puede recordarle en pantalla haciendo del malo de El primer caballero, aquella fallida recreación artúrica para mayor gloria de Richard Gere.
Creo que es justo además, cuando con proximidad se cumplirá el cuarenta aniversario de su estreno, realizar una alabanza abierta y sincera de esta película, me temo que abandonada por muchos de manera cruel en el baúl del olvido. Ahora que, debido al parón por el coronavirus, se están reestrenando grandes películas míticas de la historia del cine Carros de fuego no ha sido siquiera tenido en cuenta. Seguramente apenas cuatro amantes del buen cine hubieran ido a verla. La ley del dinero. Ni siquiera la revista Cinemanía, en su reciente y más que irrisoria lista de las mejores 300 películas de la historia, la encuentra un hueco para tener la oportunidad de codearse entre grandes hitos inmortales como ¿Quién engañó a Roger Rabbit?, Aterriza como puedas o Moulin Rouge...
Con la celebérrima escena inicial (no es en absoluto una boutade afirmar que es una de las mejores escenas de la historia del cine) en la cual aparecen corriendo sobre la arena los atletas bajo la música imperecedera de Vangelis ya se sabe que se va a ver algo glorioso. Casi dan ganas de levantarse en ese momento y dejar de ver la película sabiendo que es imposible que esta ofrezca algún momento más culmen. Solo después de ver Forrest Gump uno siente las mismas ganas de salir corriendo libre y jubiloso con el viento golpeándole a uno el rostro. Para quien no la conozca, recomiendo ver en youtube la referencia cómica que sobre esta escena realizó Mr. Bean con ocasión de la ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos de Londres en 2012.
La película es una recreación precisa de una época lejana, los años 20, es una loa de la juventud, de la superación, de la mejora, de la fraternidad, de la persecución y conquista de unos ideales. Y es, junto con Hoosiers, la mejor película sobre deporte de todos los tiempos. No una película en la cual el deporte aparezca de manera tangencial o arbitraria sino una película en la cual el deporte es motor y centro de la misma. Una película que ennoblece el deporte mostrando que más allá de la pura actividad deportiva y competitiva, puede llegar a ser algo que sea sentido mismo de la vida, trascendente y espiritual.
Hasta siempre Ben Cross.
Creo que es justo además, cuando con proximidad se cumplirá el cuarenta aniversario de su estreno, realizar una alabanza abierta y sincera de esta película, me temo que abandonada por muchos de manera cruel en el baúl del olvido. Ahora que, debido al parón por el coronavirus, se están reestrenando grandes películas míticas de la historia del cine Carros de fuego no ha sido siquiera tenido en cuenta. Seguramente apenas cuatro amantes del buen cine hubieran ido a verla. La ley del dinero. Ni siquiera la revista Cinemanía, en su reciente y más que irrisoria lista de las mejores 300 películas de la historia, la encuentra un hueco para tener la oportunidad de codearse entre grandes hitos inmortales como ¿Quién engañó a Roger Rabbit?, Aterriza como puedas o Moulin Rouge...
Con la celebérrima escena inicial (no es en absoluto una boutade afirmar que es una de las mejores escenas de la historia del cine) en la cual aparecen corriendo sobre la arena los atletas bajo la música imperecedera de Vangelis ya se sabe que se va a ver algo glorioso. Casi dan ganas de levantarse en ese momento y dejar de ver la película sabiendo que es imposible que esta ofrezca algún momento más culmen. Solo después de ver Forrest Gump uno siente las mismas ganas de salir corriendo libre y jubiloso con el viento golpeándole a uno el rostro. Para quien no la conozca, recomiendo ver en youtube la referencia cómica que sobre esta escena realizó Mr. Bean con ocasión de la ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos de Londres en 2012.
La película es una recreación precisa de una época lejana, los años 20, es una loa de la juventud, de la superación, de la mejora, de la fraternidad, de la persecución y conquista de unos ideales. Y es, junto con Hoosiers, la mejor película sobre deporte de todos los tiempos. No una película en la cual el deporte aparezca de manera tangencial o arbitraria sino una película en la cual el deporte es motor y centro de la misma. Una película que ennoblece el deporte mostrando que más allá de la pura actividad deportiva y competitiva, puede llegar a ser algo que sea sentido mismo de la vida, trascendente y espiritual.
Hasta siempre Ben Cross.
22 de febrero de 2022
22 de febrero de 2022
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Opera prima de Hugh Hudson, director cuyas obras parecen pinturas naturalistas, siempre con una fotografía sin luces, triste, la propia del Reino Unido, una isla sin la luz mediterránea. Con un magnífico guión, lleno de detalles sobre la época que describe, Hudson nos invita a trasladarnos en el tiempo, como si fuese "Dowton Abbey" a una Gran Bretaña anglosajona e imperial que ya no existe y por la que muchos parecen suspirar. Una época de caballeros, contención, ambición y modales. Eso, claro, si eras de la clase dirigente, política y/o económica. Veremos que en eso del atletismo solo compiten, al menos en Inglaterra como tal , los caballeros universitarios o dicho de otro modo, los niños-bien. Sin embargo, también hay sitio para gente más modesta, como el misionero escocés. Y es que asistiremos a un duelo no solo deportivo, sino también de valores: así el inglés de origen judío Abrahams, aprovechará su poder económico para contratar a un entrenador profesional en una época amateur, con el único fin de conseguir la victoria; frente a él, además de los rivales norteamericanos, tendrá a una persona de fuertes valores religiosos, Liddell, que será capaz de anteponer sus creencias a su deseo de competir y vencer, algo por lo que se ha estado preparando durante años.
Famosa banda sonora, ganadora de un óscar, aunque su tema principal apenas lo oiremos y hoy en día queda un tanto rara con unas imágenes tan preciosistas y de época. Hudson trataba mucho la fotografía, como Ridley Scott. pero sus películas siempre son tristes, ya que subordina la acción y el espectáculo al ser humano y sus reacciones, que se erigen como auténticos protagonistas. Paradójicamente, aunque los personajes tengan gran peso, sus filmes siempre tuvieron un punto deprimente y frío, sin alma, como en Greystoke o Revolution. Aquí las carreras, desenlace, en teoría, de las historias de los personajes, apenas son anécdotas. Son carreras ralentizadas, cuyo objetivo se centra en la expresión de los rostros más que en la carrera en sí. El valor del esfuerzo. ¿Son épicas sus carreras? Pienso que sí. No busca virguerías con la cámara a lo Michael Bay, sino que se centra en el interior de los atletas y en su esfuerzo, y para ello, nada mejor que la BSO de Vangelis, que te desconecta de la realidad y te parece ver un documental. En efecto, los filmes de Hudson tienen mucho de documental, sobre la vida de sus protagonistas. Pero poco sentimiento. No empatiza, no , al menos, en el sentido mediterráneo de la vida. Todo en él es muy contenido, muy british, como el filme.
La película se disfruta, pero no como espectáculo. O quizás sí, como espectáculo de la vida.
Famosa banda sonora, ganadora de un óscar, aunque su tema principal apenas lo oiremos y hoy en día queda un tanto rara con unas imágenes tan preciosistas y de época. Hudson trataba mucho la fotografía, como Ridley Scott. pero sus películas siempre son tristes, ya que subordina la acción y el espectáculo al ser humano y sus reacciones, que se erigen como auténticos protagonistas. Paradójicamente, aunque los personajes tengan gran peso, sus filmes siempre tuvieron un punto deprimente y frío, sin alma, como en Greystoke o Revolution. Aquí las carreras, desenlace, en teoría, de las historias de los personajes, apenas son anécdotas. Son carreras ralentizadas, cuyo objetivo se centra en la expresión de los rostros más que en la carrera en sí. El valor del esfuerzo. ¿Son épicas sus carreras? Pienso que sí. No busca virguerías con la cámara a lo Michael Bay, sino que se centra en el interior de los atletas y en su esfuerzo, y para ello, nada mejor que la BSO de Vangelis, que te desconecta de la realidad y te parece ver un documental. En efecto, los filmes de Hudson tienen mucho de documental, sobre la vida de sus protagonistas. Pero poco sentimiento. No empatiza, no , al menos, en el sentido mediterráneo de la vida. Todo en él es muy contenido, muy british, como el filme.
La película se disfruta, pero no como espectáculo. O quizás sí, como espectáculo de la vida.
14 de julio de 2008
14 de julio de 2008
18 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si cambiamos la música por otra sería un telefilm; le pongo un 3 siendo generoso; por la música, por la historia, que siendo basada en hechos reales es de interés, y otro punto por la recreación de la época que es fantástica. Ahora bien, está tan mal realizada, que el director quiere meter con calzador escena tras escena, ya sólo al empezar hay dos flash-backs sin ningún tipo de sentido; y además la religión inunda la pantalla llegando a dar asco (que no digo que ocurriera así, pero aplatana al más pintado, cuándo llevaba 1 hora de película me entró tal bajón que le di al pause y me eché una siesta de otra hora para después acabar de verla), y como diría uno de los personajes: "Dios ha querido que escribiera esta crítica".
Me ha decepcionado tanto que he buscado las nominaciones de los Oscar a mejor película del año 1981: Atlantic city, Rojos, Carros de fuego, En el estanque dorado y En busca del arca perdida. Sólo he visto la última y le da mil vueltas, ya estoy buscando las otras tres porqué son mejores seguro.
Doctor Hackenbush.
Me ha decepcionado tanto que he buscado las nominaciones de los Oscar a mejor película del año 1981: Atlantic city, Rojos, Carros de fuego, En el estanque dorado y En busca del arca perdida. Sólo he visto la última y le da mil vueltas, ya estoy buscando las otras tres porqué son mejores seguro.
Doctor Hackenbush.
29 de agosto de 2011
29 de agosto de 2011
12 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo mejor de la película sucede claramente nada más empezar. Esas imágenes acompañadas de esa banda sonora son realmente buenas, incluso te pone los vellos de punta.
A partir de ahí preparense para un truño de entidad mayúscula. Es aburrida, insulsa, con poca emoción para lo que podría dar de si un argumento olímpico como éste y sin personajes carismáticos.
A partir de ahí preparense para un truño de entidad mayúscula. Es aburrida, insulsa, con poca emoción para lo que podría dar de si un argumento olímpico como éste y sin personajes carismáticos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Básicamente la película trata de 2 corredores británicos (escoceses creo) que son atletas por diferentes razones y cuyos nombres son Harold Abrahams y Eric Lidell. Ambos personajes están penosamente interpretados o penosamente dirigidos (no sabría decir que es, o igual son ambas).
Cuando se le intenta dar importancia a la "historia de amor" resulta patético, ya que el guión (penoso) no da para una historia de amor, y tampoco para ahondar en el tema religioso (uno de los protagonistas no quiere correr el domingo por su religión...) que tanto significa en la vida de Eric Lidell y cuyo desarrollo no enternece ni emociona.
No se pierden nada a menos que la vean. En ese caso perderán dos horas de vida.
Cuando se le intenta dar importancia a la "historia de amor" resulta patético, ya que el guión (penoso) no da para una historia de amor, y tampoco para ahondar en el tema religioso (uno de los protagonistas no quiere correr el domingo por su religión...) que tanto significa en la vida de Eric Lidell y cuyo desarrollo no enternece ni emociona.
No se pierden nada a menos que la vean. En ese caso perderán dos horas de vida.
30 de diciembre de 2010
30 de diciembre de 2010
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando la baza más grande de una película es su BSO -y encima no es un musical-, mal vamos.
Película que cuenta una historia completamente peregrina, la de dos atletas que, según dice en la edición de DVD, descubren que la dignidad es más importante que obtener el oro: un escocés católico y un inglés judío. El problema es que uno no ve en ningún momento cómo o por qué han de perder la dignidad, quizá más en el caso del católico que del judío (ver spoiler), pero aún así... son unos conflictos con tan poca fuerza, que uno se queda con la impresión de que realmente ni siquiera es una historia digna de que se le haga una película...
Película que cuenta una historia completamente peregrina, la de dos atletas que, según dice en la edición de DVD, descubren que la dignidad es más importante que obtener el oro: un escocés católico y un inglés judío. El problema es que uno no ve en ningún momento cómo o por qué han de perder la dignidad, quizá más en el caso del católico que del judío (ver spoiler), pero aún así... son unos conflictos con tan poca fuerza, que uno se queda con la impresión de que realmente ni siquiera es una historia digna de que se le haga una película...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
El judío dice correr para sentirse integrado y luchar contra el antisemitismo. Pero en ningún momento de la película vemos que nadie lo rechace por judío. Luego surge una pequeña controversia entre los rectores de Cambridge y él porque usa un entrenador profesional, que además no es de origen inglés. Todo se solventa con un "usted verá lo que hace".
Por su parte, el católico se niega a correr en domingo, a pesar de que el príncipe de Inglaterra intenta convencerlo de que lo haga. Todo se arregla con suma facilidad: otro atleta propone que él corra en su prueba, que se disputa en martes, y asunto resuelto. Vemos que algunos periódicos publican el suceso, pero tampoco nadie sale ofreciendo rechazo a su acción públicamente.
Y, finalmente, los dos ganan el oro.
Por su parte, el católico se niega a correr en domingo, a pesar de que el príncipe de Inglaterra intenta convencerlo de que lo haga. Todo se arregla con suma facilidad: otro atleta propone que él corra en su prueba, que se disputa en martes, y asunto resuelto. Vemos que algunos periódicos publican el suceso, pero tampoco nadie sale ofreciendo rechazo a su acción públicamente.
Y, finalmente, los dos ganan el oro.
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