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Tiempos modernos

Comedia Extenuado por el frenético ritmo de la cadena de montaje, un obrero metalúrgico acaba perdiendo la razón. Después de recuperarse en un hospital, sale y es encarcelado por participar en una manifestación en la que se encontraba por casualidad. En la cárcel, también sin pretenderlo, ayuda a controlar un motín, gracias a lo cual queda en libertad. Una vez fuera, reemprende la lucha por la supervivencia en compañía de una joven huérfana a ... [+]
Críticas 185
Críticas ordenadas por utilidad
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10
29 de mayo de 2011
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Durante el s. XIX hasta mediados del s. XX, las pequeñas y espontáneas manchas que poblaban la faz de la tierra empezaron a despertar y a crecer como si de organismos vivos se tratase, robando así terreno a la naturaleza y alimentándose de ella; se llamaron metrópolis.

Éstas instauraron un nuevo ritmo en su interior, uno que iba al compás de los pistones y los engranajes de la máquina. Se convirtieron en los nuevos polos de atracción, donde sin duda una vida diferente esperaba latente en el corazón de un orden frío y deshumanizado.

Tiempos Modernos es la visión crítica de las dificultades que se encontraron las personas -que se trasladaron del campo a la ciudad- para adaptarse al sistema capitalista, tiempos donde los valores humanos entraron en crisis y donde la felicidad material estaba empezando a dar sus primeros pinitos, eso sí, con un humor fulgurante que no deja indiferente y que ya quisiéramos tener muchos de nosotros.

Las primeras escenas nos muestran el contexto en el que tuvieron que desenvolverse los nuevos obreros.
Aparece un reloj acaparador: la herramienta que mide y reparte el tiempo del que nadie se escapa y todo trabajador debe ceñirse sin rechistar.
Tan controlados están, que ni siquiera pueden escapar a fumarse un cigarrillo, y en el momento en que el propio Charlot lo hace, una pantalla gigante llama su atención devolviéndolo de nuevo a su monótona tarea.
La masa, como un rebaño de ovejas, se dirige a su puesto de trabajo: la imponente fábrica, que es el lugar donde las personas se despojan de su identidad para pasar a ser unos autómatas.
Allí permanecen hasta que el sol se pone.
Nuestra vista se fija en la oveja negra que circula entre las demás, nuestro Charlot, la figura romántica y esperanzadora que da humanidad y que hace que ese contexto hostil sea un poco más ameno.

En este punto, la película es comparable con Amanecer de Murnau, donde el amor que une a la pareja protagonista es arrollador y capaz de desafiar a los infortunios que la desconocida y temida ciudad pueda provocar sobre ellos.

El amor es lo único que conocen estos personajes y lo único que los ilumina y les da esperanza, lo demás es secundario. Charlot y su pareja – la huérfana vagabunda que se cruza en su camino- están unidos y con ello hacen frente a cualquier adversidad. Un claro ejemplo que demuestra que los valores humanos están por encima de cualquier sistema y que triunfan y triunfarán siempre.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La última escena de la película, expresa de manera explícita este mensaje.

El paisaje. A lo lejos vemos unas sinuosas montañas: la naturaleza, lo conocido, el individuo. De cerca las infraestructuras de la ciudad han empezado a marcar el territorio, vemos el trazado de una carretera, las líneas de la luz eléctrica alrededor… Suponemos que estamos en las afueras de la metrópolis. Detrás: lo desconocido.

Los personajes. La pareja unida se aleja de la urbe por los nuevos senderos y se dirige hacia esas montañas sinuosas y lejanas, de la mano. Se mueven sobre la fina línea que existe entre la dualidad “ciudad-campo”, presente en nuestras vidas. Y esque esta línea es... arriesgada y verdadera.
10
2 de julio de 2009
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ese don especial es la capacidad que tiene para hacer que sus películas no envejezcan, y que siempre puedas partirte la caja con las pequeñas aventuras de este cómico que a pesar de no ser de mi generación, me encanta, y no tengo ningún problema en decirlo, cada vez que veo "Tiempos modernos" me echo reír, pero lo hago yo solo porque a nadie de mi familia le gusta Chaplin expecto a mí. Me compré la edición especial de esta y de "El gran dictador" y las ví yo solo, y realmente me encantan... son dos obras maestras de un cómico que ya quisieran muchos "cómicos" de ahora parecerse un poquito a Sir. Charles Chaplin, que en paz descanse.

Además esta película tiene algo extraño y muy peculiar, y es que mezcla cine mudo y cine con sonido. Cuando hablan los personajes aparecen rótulos, pero los sonidos de los objetos, la calle, etc. tienen sonido. Y de hecho en la escena del restaurante cuando Chaplin canta una canción, se le oye a él su voz.

Y es así el cine de Chaplin, a veces dramático, a veces desternillante. Y como cineasta y como cómico siempre será recordado por muchos. Y para aquellas personas que piensen que los jóvenes como nosotros no valoramos a este tipo de cómicos y cineastas... aquí tenéis a uno que sí.
10
9 de abril de 2006
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Años 30, años de la gran crisis capitalista, épocas del mal llamado "fordismo", alienación obrera, métodos de trabajo agobiantes, todo esto retratado de manera sublime por uno de los grandes genios del siglo XX, Charles Chaplin. Una película formidable que encierra, dentro de todo ese rigor histórico que tiene (por la manera en que describe los procesos de trabajo de la gran industria de los 30), una entrañable historia de amor entre dos seres marginados que se cruzan de manera azarosa. El tono de comedia característico de el Gran Charles sin perder ni un ápice de valor social y contestatario hacia esa sociedad capitalista que hacía (y hace) todo para incrementar ganancias a costa de todo y de todos.
10
27 de enero de 2010 5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Recuerdo cuando era pequeño que las películas de Chaplin, el más grande actor y director de la historia del cine, me hacían gracia lo cual creo que es normal. No es tan normal sin embargo que vistas hoy en su mayoría me sigan pareciendo graciosas, puesto que podemos ver como comedias de la época han quedado claramente martilleadas por el tiempo y obsoletas haciendo ya poco o nada de gracia.
Una de las cosas que me acuerdo que solía decir un profesor en el colegio es que el cine de "Charlot" no era sólo para reírse sino que también había detrás una feroz crítica social…y vaya que si la hay.
Precisamente creo que pocas películas son tan atemporales y modernas como "Tiempos modernos" para reflejar la relación del hombre/trabajador con la máquina y además hacerlo con la chispa y la gracia que sólo los grandes como Chaplin le saben aplicar para que en resumen tengamos una obra maestra.
Inolvidable la escena de la máquina de comer para evitar los descansos de los almuerzos en la fábrica, todo un ejemplo de marketing…con el que es inevitable "descojonarse vivo".
8
28 de febrero de 2010 5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Muchos artistas se anticiparon a este hecho, a esta enajenación del hombre a manos del progreso industrial, a manos de la crisis económica, a manos de unos pocos que, mediante muchos seres anónimos, forjan destinos que nos dejan afuera de ese progreso del que tanto se habla. Chaplin, desde su postura cuasi metafísica de sujeto desfazado, expone sus ideas...tuvieron que pasar casi veinte años para el reconocimiento de esta obra: ¿De qué progreso nos hablan?

Es que aquel proletario alienado; ajustando tuercas donde ya no las hay; perdiéndose en los engranajes de una maquinaria vampírica; encabezando una revuelta sin saberlo; conociendo la cárcel: ese mundo de marginados por excelencia; conociendo a una mendiga y enamorándose...
Ese hombre no es de este mundo, y paradójicamente todos somos un poco él, todos tenemos algo de él. Quizás su resignación no del todo cómoda, siempre rebelde pero tácita. Su rebeldía no sólo por su condición de hombre/máquina sino también por tener que ceder su mutismo genial para pronunciar palabras que el consideraba innecesarias, frente a ese cine hablado que también lo desplazaba.

La estructura de la peli es interesante, mas no redonda. Algunas secuencias se asemejan demasiado a otras y terminan por ser redundantes desde su sentido. Por otro lado, la escena de la cárcel y la cocaína en el medio sólo funciona como gag pasajero: es fácil de anular, por lo que no enriquece a la trama.

Pero en última instancia son detalles: lo más valioso de esta peli es ese Chaplin junto con su enamorada vagabunda y todo lo que ello implica: Charlot no sólo se enamora de una mujer, sino de una condición social en la que se siente inmerso, tanto como persona como también en tanto escudo de defensa que tal vez no durará demasiado a nivel material, pero que se ganará la inmortalidad en su función de símbolo.
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