Vacaciones en Roma
7.9
35,038
Comedia. Romance
Durante una visita a Roma, Ana, la joven princesa de un pequeño país centroeuropeo, trata de eludir el protocolo y las obligaciones que implica, escapándose de palacio para visitar la ciudad de incógnito. Así conoce a Joe, un periodista americano que busca una exclusiva y finge desconocer la identidad de la princesa. La pareja vivirá unas jornadas inolvidables recorriendo la ciudad. (FILMAFFINITY)
23 de enero de 2009
23 de enero de 2009
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al fin una pelicula de Audrey Hepburn que veo hecha en exteriores. Una gozada ver los monumentos de Roma, sus gentes, su vida... y como siempre a esa diosa delicada y elegante que a tantos nos ha fascinado. La primera pelicula de éxito de Audrey, el primer peldaño hacia el estrellato. Y eso que ya tenia 24 años.
A diferencia de otras peliculas que he visto de ella - Sabrina, My Fair Lady,etc- esta es una obra redonda, eso si, con un final triste y melancólico, pero igual de hermosa que su protagonista. Gregory Peck si da la talla como galán -sólo tenia 13 años mas que ella- y está soberbio y divertido. Eddie Albert, su colega fotógrafo, esta perfecto en su papel. Y como siempre Audrey está perfecta.
Una alegoría brillante sobre las ganas de vivir; una cinta para soñar y sentirse bien. Una obra recomendable así pasen los años.
A diferencia de otras peliculas que he visto de ella - Sabrina, My Fair Lady,etc- esta es una obra redonda, eso si, con un final triste y melancólico, pero igual de hermosa que su protagonista. Gregory Peck si da la talla como galán -sólo tenia 13 años mas que ella- y está soberbio y divertido. Eddie Albert, su colega fotógrafo, esta perfecto en su papel. Y como siempre Audrey está perfecta.
Una alegoría brillante sobre las ganas de vivir; una cinta para soñar y sentirse bien. Una obra recomendable así pasen los años.
15 de diciembre de 2021
15 de diciembre de 2021
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Voy a intentar no hiperbolizar con exaltaciones dignas de los nacionalistas más arraigados a su patria este engrandecimiento de la divinidad fílmica. Pero hay que ponerse en situación, estamos hablando de uno de los mayores logros cinematográficos de la historia, obra magna donde las haya. Con uno de los mayores contrastes dicotómicos (realidad, sueño) expuestos en el cine, gracias a un pulso narrativo y una caligrafía en la dirección tan salvajemente exquisitas que convierten a ese final en uno de los más conmovedores que yo he podido ver. Este contraste no se produce en un sentido lírico ni puede que elíptico, sino en uno realista y ambicioso, la lucha entre el querer y el deber.
Empezamos por la versatilidad que tiene el director para presentarnos a la princesa Anne (Audrey Hepburn), donde define al personaje a la perfección. Se nos introduce en un enorme palacio donde están presentando a la princesa a otros aristócratas. Wyler introduce un primer plano de ella donde muestra una expresión incómoda y forzosa, acto seguido cambia a un plano detalle por debajo de su vestido donde se puede ver que se le ha caído el zapato e intenta volver a ponerselo, todo mediante el efecto Kuleshov. Cuando ya ha acabado de saludar llega el momento de sentarse en el trono, donde su vestido destapa su zapato, cuando los acompañantes reales se percatan de tal ordinariez intentan solucionarlo cuanto antes de la forma más discreta. Esta introducción de personaje es apabullante, donde ya de primeras se muestra la dimensionalidad del mismo, la primera contradicción de la caracterización (es una princesa respetable y responsable con su trabajo) con la personalidad (es inquieta, no tan sofisticada como debería y realmente no le divierte la vida que lleva). Aparte, la escena en sí, es bastante simbólica ya que debajo de tantas joyas y grandilocuentes vestidos se esconde una chica sencilla y nada extravagante. Los acompañantes de la princesa y su monumental estilo de vida conforman su conflicto extrapersonal, esto se ve en detalles como la dramatización que hacen cuando ven el zapato en el suelo o cuando le impiden sentarse antes de tiempo ya que debe saludar primero. Y todo esto en simplemente 5 minutos sin un diálogo más haya de unos pocos saludos y monosílabos.
Una vez se da el "incidente incitador de dos acontecimientos (el cual es la escapada de Anne del castillo (montaje) y el posterior encuentro con Joe Bradley (Gregory Peck) (resultado), se nos presentará al siguiente protagonista ya nombrado. La película claramente cuenta con protagonista plural ya que se benefician y perjudican a la par. Su introducción es engañosa con el espectador, pues al principio parece una persona amable que deja que una chica "ebria" la cual no conoce de nada se quede a dormir en su casa. Eso es lo que nos hace creer hasta que, por la mañana, descubre que es la princesa y decide utilizarla con engaños para escribir un artículo sobre ella (pues ejerce de periodista). Característicamente es humilde y no cuenta con un gran sueldo y su personalidad es tramposa y hará cualquier cosa para conseguir un buen titular, eso hasta que al final de la película muestre su verdadera personalidad con una decisión demasiado conmovedora para el espectador.
Apartir de aquí, todo el segundo acto será desde la perspectiva de Bradley, donde seguiremos a la princesa por una nueva vida llena de descubrimientos. En cierto modo, es como si volviésemos a nacer puesto que cada acción que hace por primera vez nos emociona igual que se emociona ella, desde algo tan sencillo como fumar hasta recorrer Roma con una Vespa. En este transcurso también se irá matizando el arco romántico de Joe, esto se puede observar en escenas como la de "La boca de la verdad" donde Joe gastará una broma a Anne aún después de haber sacado la foto para el titular que tenían pensado hacer. Esto demuestra que, cuantos más acontecimientos van viviendo juntos, él se va enamorando más de ella. En este segundo acto es donde, en la columna vertebral de la historia, empezará la lucha de deseos de Bradley, su deseo consciente de conseguir la primera plana con su inconsciente de conseguir el amor de la princesa siendo esté el motor que impulsa por completo la historia (en términos de guión el inconsciente siempre tiene más fuerza que el consciente). Por último, mencionar al personaje secundario que afecta en gran parte a las motivaciones de Joe, estoy hablando de Irving Radovich, personaje el cual impulsa su deseo consciente puesto que tanto Joe como él comparten una personalidad muy similar.
La escena del baile es el momento mas importante. Esto se debe a que ahí es donde ocurre el punto de inflexión en Bradley, con un primer plano que se mueve a la par que ellos bailando vemos en Joe una expresión de felicidad y de amor. Después de bailar durante unos pocos segundos, se miran a los ojos y se dicen "hola", representando así, un nuevo encuentro ya que todo lo que pasará después será real y sin farsas. Hasta al final del plano parece que se van a besar pero resulta en un simple símbolo de cariño, el apoya la cabeza en la suya. El clímax de la secuencia (la pelea en el muelle) está grabado de una forma puramente clásica, planos fijos y generales con un ritmo interno bastante fluido, cuenta con una coreografía dispersa y verosímil lo cual dota de cierto realismo a la escena. La secuencia concluye con ellos dos debajo de un puente después de haber escapado de las autoridades y, de una forma tan paralelística con la escena del baile, ocurre lo que debería haber ocurrido ahí, el beso que simbolizará el amor puro. La escena en sí misma, es como una continuación directa de aquel primer plano en el que estuvieron a punto de besarse, esto se representa mediante la música ya que suena exactamente la misma que sonaba en aquel momento pero esta vez de forma extradiegética y mucho más leve; también se puede ver en que aquella vez se miraron a los ojos a la par durante unos segundos al igual que esta vez.
Empezamos por la versatilidad que tiene el director para presentarnos a la princesa Anne (Audrey Hepburn), donde define al personaje a la perfección. Se nos introduce en un enorme palacio donde están presentando a la princesa a otros aristócratas. Wyler introduce un primer plano de ella donde muestra una expresión incómoda y forzosa, acto seguido cambia a un plano detalle por debajo de su vestido donde se puede ver que se le ha caído el zapato e intenta volver a ponerselo, todo mediante el efecto Kuleshov. Cuando ya ha acabado de saludar llega el momento de sentarse en el trono, donde su vestido destapa su zapato, cuando los acompañantes reales se percatan de tal ordinariez intentan solucionarlo cuanto antes de la forma más discreta. Esta introducción de personaje es apabullante, donde ya de primeras se muestra la dimensionalidad del mismo, la primera contradicción de la caracterización (es una princesa respetable y responsable con su trabajo) con la personalidad (es inquieta, no tan sofisticada como debería y realmente no le divierte la vida que lleva). Aparte, la escena en sí, es bastante simbólica ya que debajo de tantas joyas y grandilocuentes vestidos se esconde una chica sencilla y nada extravagante. Los acompañantes de la princesa y su monumental estilo de vida conforman su conflicto extrapersonal, esto se ve en detalles como la dramatización que hacen cuando ven el zapato en el suelo o cuando le impiden sentarse antes de tiempo ya que debe saludar primero. Y todo esto en simplemente 5 minutos sin un diálogo más haya de unos pocos saludos y monosílabos.
Una vez se da el "incidente incitador de dos acontecimientos (el cual es la escapada de Anne del castillo (montaje) y el posterior encuentro con Joe Bradley (Gregory Peck) (resultado), se nos presentará al siguiente protagonista ya nombrado. La película claramente cuenta con protagonista plural ya que se benefician y perjudican a la par. Su introducción es engañosa con el espectador, pues al principio parece una persona amable que deja que una chica "ebria" la cual no conoce de nada se quede a dormir en su casa. Eso es lo que nos hace creer hasta que, por la mañana, descubre que es la princesa y decide utilizarla con engaños para escribir un artículo sobre ella (pues ejerce de periodista). Característicamente es humilde y no cuenta con un gran sueldo y su personalidad es tramposa y hará cualquier cosa para conseguir un buen titular, eso hasta que al final de la película muestre su verdadera personalidad con una decisión demasiado conmovedora para el espectador.
Apartir de aquí, todo el segundo acto será desde la perspectiva de Bradley, donde seguiremos a la princesa por una nueva vida llena de descubrimientos. En cierto modo, es como si volviésemos a nacer puesto que cada acción que hace por primera vez nos emociona igual que se emociona ella, desde algo tan sencillo como fumar hasta recorrer Roma con una Vespa. En este transcurso también se irá matizando el arco romántico de Joe, esto se puede observar en escenas como la de "La boca de la verdad" donde Joe gastará una broma a Anne aún después de haber sacado la foto para el titular que tenían pensado hacer. Esto demuestra que, cuantos más acontecimientos van viviendo juntos, él se va enamorando más de ella. En este segundo acto es donde, en la columna vertebral de la historia, empezará la lucha de deseos de Bradley, su deseo consciente de conseguir la primera plana con su inconsciente de conseguir el amor de la princesa siendo esté el motor que impulsa por completo la historia (en términos de guión el inconsciente siempre tiene más fuerza que el consciente). Por último, mencionar al personaje secundario que afecta en gran parte a las motivaciones de Joe, estoy hablando de Irving Radovich, personaje el cual impulsa su deseo consciente puesto que tanto Joe como él comparten una personalidad muy similar.
La escena del baile es el momento mas importante. Esto se debe a que ahí es donde ocurre el punto de inflexión en Bradley, con un primer plano que se mueve a la par que ellos bailando vemos en Joe una expresión de felicidad y de amor. Después de bailar durante unos pocos segundos, se miran a los ojos y se dicen "hola", representando así, un nuevo encuentro ya que todo lo que pasará después será real y sin farsas. Hasta al final del plano parece que se van a besar pero resulta en un simple símbolo de cariño, el apoya la cabeza en la suya. El clímax de la secuencia (la pelea en el muelle) está grabado de una forma puramente clásica, planos fijos y generales con un ritmo interno bastante fluido, cuenta con una coreografía dispersa y verosímil lo cual dota de cierto realismo a la escena. La secuencia concluye con ellos dos debajo de un puente después de haber escapado de las autoridades y, de una forma tan paralelística con la escena del baile, ocurre lo que debería haber ocurrido ahí, el beso que simbolizará el amor puro. La escena en sí misma, es como una continuación directa de aquel primer plano en el que estuvieron a punto de besarse, esto se representa mediante la música ya que suena exactamente la misma que sonaba en aquel momento pero esta vez de forma extradiegética y mucho más leve; también se puede ver en que aquella vez se miraron a los ojos a la par durante unos segundos al igual que esta vez.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Un detalle muy sutil es que ninguno de los dos protagonistas se dicen su verdadero oficio, ni siquiera cuando ya lo saben. Por ejemplo, en la escena de la despedida, donde claramente Anne ya sabe que él conoce su identidad, todo se hace de una forma tan sutil, con diálogos insinuativos, sugerencias y ni un ápice de sobrexplicaciones. Ella le dice "pare en la próxima calle" a lo que dos segundos después se ve un plano abierto donde la gran masa espacial la ocupan las puertas del castillo y ellos dos se encuentran en un coche abajo a la derecha, simbolizando las puertas que separan su amor de la eternidad. Lo siguiente es una sucesión de planos medios de ellos dos, en los que ella le dice hechos obvios como que saldrá del coche y se irá, mientras el responde con monosílabos, y en ningún momento se miran a la cara. Esto concluye de la mejor forma posible, el plano cambia a uno en diagonal, en el que por fin la imagen coge a ellos dos juntos y ella dice "no tengo palabras para despedirme" a lo que el responde "no son necesarias", mientras la música se eleva y ellos dos se besan por última vez. Esa frase de Gregory Peck es esencial, es como si le dijese al espectador que no se requieren muchas palabras para conmover, los actos son los que hacen a una persona, está no ha sido una relación de palabrería sino de hechos, aventuras, incidentes...
La escena final es mágica, algo sorprendente y casi inaccesible su perfección. En ella, se da una conversación interna entre los dos protagonistas, cuando la princesa ve que uno de los representantes de la rueda de prensa es Bradley agacha la cabeza tristemente. Eso hasta que mediante una serie de indirectas él le pide perdón internamente y cuando ella procede a saludar a todos, Irving le entrega todas las fotos. Por qué si, ese último acto que hace Joe de echar todo por la borda aún sabiendo todo el dinero que podría ganar, es el acontecimiento que nos revela la verdadera personalidad de Bradley que, por mucho cinismo que aguarde, es una persona realmente honorable. Después de unos primeros planos preciosos de el rostro lloroso de Bradley y una sesión de fotos, llega el momento ya nombrado, los saludos de la princesa. Este momento tiene un ritmo pausadísimo (aunque toda la escena final en sí lo tiene), es un plano largo y lento sin mucho movimiento interno más allá del andar de Anne. Durante toda esta parte deseamos con antelación que se digan algo, que se vuelvan a besar una vez más, pero solo se saludan. La princesa sube al altar y mira sonriente por última vez a Joe, asienten con la cabeza despidiéndose para siempre, y en un plano general vemos cómo todo el mundo se va menos Bradley que se queda estático un buen rato, esperando... Y ahora llega uno de los planos más largo, triste y desasosegante del cine. En un travelling out, contrapicado y muy abierto Joe camina lentamente por el pasillo del castillo hasta la salida, solo se escuchan sus pasos en el silencio de la enorme sala. Durante todo ese caminar, tanto el espectador como él desean que se vea a la princesa correr hacia él y se abracen, para que vivan felices toda la vida (aún sabiendo que eso no va a suceder). Por último, la música empieza a sonar levemente y la cámara se detiene en la salida, Bradley mira por última vez hacia atrás dándonos un postremo ápice de esperanza pero, antes de que nos demos cuenta, suena el leitmotiv de la banda sonora y Joe sale de plano para dejar paso a los títulos de crédito.
Así es, Wyler sabía que era triste, que no era un final "Made in Hollywood" (como diría Woody Allen), pero era lo correcto. Porque todo poder conlleva una responsabilidad, ella tenía que servir a su país y él lo sabía. Hay una frase de la película que lo define a la perfección: "La vida no es siempre como a uno le gustaría" y tiene razón. La vida son momentos, disfrútalos, sientelos, quierelos, vivelos... porque nunca sabes cuándo pueden acabar. A fin de cuentas, solamente es algo estúpido... llamado amor.
La escena final es mágica, algo sorprendente y casi inaccesible su perfección. En ella, se da una conversación interna entre los dos protagonistas, cuando la princesa ve que uno de los representantes de la rueda de prensa es Bradley agacha la cabeza tristemente. Eso hasta que mediante una serie de indirectas él le pide perdón internamente y cuando ella procede a saludar a todos, Irving le entrega todas las fotos. Por qué si, ese último acto que hace Joe de echar todo por la borda aún sabiendo todo el dinero que podría ganar, es el acontecimiento que nos revela la verdadera personalidad de Bradley que, por mucho cinismo que aguarde, es una persona realmente honorable. Después de unos primeros planos preciosos de el rostro lloroso de Bradley y una sesión de fotos, llega el momento ya nombrado, los saludos de la princesa. Este momento tiene un ritmo pausadísimo (aunque toda la escena final en sí lo tiene), es un plano largo y lento sin mucho movimiento interno más allá del andar de Anne. Durante toda esta parte deseamos con antelación que se digan algo, que se vuelvan a besar una vez más, pero solo se saludan. La princesa sube al altar y mira sonriente por última vez a Joe, asienten con la cabeza despidiéndose para siempre, y en un plano general vemos cómo todo el mundo se va menos Bradley que se queda estático un buen rato, esperando... Y ahora llega uno de los planos más largo, triste y desasosegante del cine. En un travelling out, contrapicado y muy abierto Joe camina lentamente por el pasillo del castillo hasta la salida, solo se escuchan sus pasos en el silencio de la enorme sala. Durante todo ese caminar, tanto el espectador como él desean que se vea a la princesa correr hacia él y se abracen, para que vivan felices toda la vida (aún sabiendo que eso no va a suceder). Por último, la música empieza a sonar levemente y la cámara se detiene en la salida, Bradley mira por última vez hacia atrás dándonos un postremo ápice de esperanza pero, antes de que nos demos cuenta, suena el leitmotiv de la banda sonora y Joe sale de plano para dejar paso a los títulos de crédito.
Así es, Wyler sabía que era triste, que no era un final "Made in Hollywood" (como diría Woody Allen), pero era lo correcto. Porque todo poder conlleva una responsabilidad, ella tenía que servir a su país y él lo sabía. Hay una frase de la película que lo define a la perfección: "La vida no es siempre como a uno le gustaría" y tiene razón. La vida son momentos, disfrútalos, sientelos, quierelos, vivelos... porque nunca sabes cuándo pueden acabar. A fin de cuentas, solamente es algo estúpido... llamado amor.
22 de enero de 2007
22 de enero de 2007
8 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Maravillosa comedia que no podía ser menos contando con tanta estrella: William Wyler, Gregory Peck, Audrey Hepburn y por supuesto la ciudad de Roma que es otro personaje más con su belleza eterna y su encanto incombustible. Todo rezuma glamour y gracia en esta película, lo único que la separa de la perfección es un final que no es coherente con lo que la película propone hasta ese momento y defrauda al espectador por su "realismo inesperado". Aún así memorable.
5 de julio de 2009
5 de julio de 2009
8 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pues no se puede decir que empatice yo demasiado con historias de princesitas. ¿Una película sobre una princesa que consigue romper el protocolo, escapándose de su fortaleza, viviendo aventuras tontas en compañía de un periodista que busca una buena exclusiva que le saque del arroyo? Ummm, que mal suena todo esto. Pero ... esa princesa se llama Audrey Hepburn. ¿Han oido bien? Ohh, bendita Audrey, si es que da igual como te pongan, como te vistan, lo que hagas o lo que no hagas, si tu estás ahí todo es distinto. Ahora tienes sangre azul y te plantan en medio de Roma ... da igual, no hay nada que hacer, sólo mirarte. La belleza eterna en la ciudad eterna. Mano a mano y evidentemente ganas tú. Me lo creo, princesa alocada que vuelve a ser una niña, casi enamorada, bebíendote la vida, con ojos de luna llena, cuarto creciente en la sonrisa, nueva en la carne, menguante en el talle. Vas y vienes y Roma se llena de ti, escultura animada, torrente entre fuentes, latido en el corazón de las ruinas, relámpago en la noche efímera, con la sangre azul ya por los suelos, y aún más princesa, abrazada a un hombre que, como siempre, Audrey ha quedado hechizado, para siempre, por ti.
Porque consigues hacerme reir, emocionarme, querer besarte, llevarte conmigo. Me haces creer que la vida en palacio es tan aburrida ¿Lo es?. Entonces escápate otra vez. Mírame. No tengo nada que darte, sólo un verso inacabado. Lo demás: la agenda, los privilegios, los vestidos y los criados, la hipocresía y el compromiso, el lujo, se difuminan como espejismos de humo.
Te esperaré mientras no se marchite mi poema. Ponerle fin es solo cosa tuya. Puede que otra vez me haya enamorado de ti, Audrey pero las princesas solamente son realmente hermosas cuando dejan de serlo. De eso se trata. Frente a lo opulento del envoltorio me quedo con la desnudez.
Quítate la ropa.
https://corazonesenelprecipicio.blogspot.com
Porque consigues hacerme reir, emocionarme, querer besarte, llevarte conmigo. Me haces creer que la vida en palacio es tan aburrida ¿Lo es?. Entonces escápate otra vez. Mírame. No tengo nada que darte, sólo un verso inacabado. Lo demás: la agenda, los privilegios, los vestidos y los criados, la hipocresía y el compromiso, el lujo, se difuminan como espejismos de humo.
Te esperaré mientras no se marchite mi poema. Ponerle fin es solo cosa tuya. Puede que otra vez me haya enamorado de ti, Audrey pero las princesas solamente son realmente hermosas cuando dejan de serlo. De eso se trata. Frente a lo opulento del envoltorio me quedo con la desnudez.
Quítate la ropa.
https://corazonesenelprecipicio.blogspot.com
30 de marzo de 2014
30 de marzo de 2014
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo mejor de una comedia ligera y romántica como “Vacaciones en Roma” es que podemos considerarla un clásico del cine de amor y lujo cuando su argumento trata precisamente de la huida de la fastuosidad para encontrar la diversión de las pasiones sencillas. La princesa Ana (Audrey Hepburn), no acostumbrada a la caótica vida cotidiana de la calle, tiene la fortuna de encontrarse con un complaciente y encantador periodista (Gregory Peck). La ocasión para el americano de salir del exilio de las crónicas baratas y regresar a casa convertido en un reportero estrella. Estupendo argumento de Dalton Trumbo que perseguido por McCarthy por sus ideas políticas tuvo que buscar un amigo como “tapadera” para que firmara el guión. La intolerancia de un comité en pro de los valores de un americanismo cerril y punitivo.
Película que en principio estaba pensada para Cary Grant y Liz Taylor, el director iba a ser Frank Capra, he de admitir que tampoco era descabellada la idea, la historia se asemeja a las fábulas del italoamericano y los actores tampoco desmerecen. El cine de Hollywood siempre se supo nutrir de las fábulas clásicas, modernizando los cuentos de hadas. En este caso, tras haber convertido en género la historia de Cenicienta, nos encontramos con la trama vuelta al revés. Audrey cambia las sedas por la vestimenta casual, la cuchara de plata por la de palo, y la carroza por una calabaza con aspecto de “vespa”, muy popularizada universalmente desde entonces.
William Wyler se encontraba en pleno apogeo de su creatividad, empleando la magia de su talento para hacer de esta película, un fenómeno inolvidable, con magisterio para mover los resortes de la sensibilidad del espectador, sabía en qué territorio moverse por su experiencia. El sentimentalismo oscuro de la posguerra, “Los mejores años de nuestra vida”, había cambiado, para encontrarse en el resplandeciente optimismo de una década llena de próspera frivolidad, en la que se respiraba, diversión, belleza y romance. Audrey Hepburn se reveló como un ser excepcional, una delgada belleza europea con una simpatía perfectamente accesible. Su figura se convirtió en un símbolo de los años cincuenta, marcado por el esplendor de los grandes modistos.
Encontró en Gregory Peck su pareja ideal con su semblante apacible y humano. La película con su éxito, hizo más por popularizar la ciudad de Roma que cualquier campaña de publicidad, incluso luego se rodarían al socaire de esa fama, películas románticas como, “Creemos en el amor” de Negulesco, con la fontana de Trevi como protagonista. Narra un amor imposible entonces, que ahora podría ser perfectamente posible, sólo hay que remitirse al príncipe Felipe casado con una periodista divorciada. Pero dentro de nuestra memoria, cuando el tiempo es lluvioso y nos invade la melancolía, cuando el presente nos aburra, nada como volver a ver esta película, tal vez echando tres monedas en la Fontana de Trevi, con la esperanza de que se vuelvan hacer obras como esta.
Película que en principio estaba pensada para Cary Grant y Liz Taylor, el director iba a ser Frank Capra, he de admitir que tampoco era descabellada la idea, la historia se asemeja a las fábulas del italoamericano y los actores tampoco desmerecen. El cine de Hollywood siempre se supo nutrir de las fábulas clásicas, modernizando los cuentos de hadas. En este caso, tras haber convertido en género la historia de Cenicienta, nos encontramos con la trama vuelta al revés. Audrey cambia las sedas por la vestimenta casual, la cuchara de plata por la de palo, y la carroza por una calabaza con aspecto de “vespa”, muy popularizada universalmente desde entonces.
William Wyler se encontraba en pleno apogeo de su creatividad, empleando la magia de su talento para hacer de esta película, un fenómeno inolvidable, con magisterio para mover los resortes de la sensibilidad del espectador, sabía en qué territorio moverse por su experiencia. El sentimentalismo oscuro de la posguerra, “Los mejores años de nuestra vida”, había cambiado, para encontrarse en el resplandeciente optimismo de una década llena de próspera frivolidad, en la que se respiraba, diversión, belleza y romance. Audrey Hepburn se reveló como un ser excepcional, una delgada belleza europea con una simpatía perfectamente accesible. Su figura se convirtió en un símbolo de los años cincuenta, marcado por el esplendor de los grandes modistos.
Encontró en Gregory Peck su pareja ideal con su semblante apacible y humano. La película con su éxito, hizo más por popularizar la ciudad de Roma que cualquier campaña de publicidad, incluso luego se rodarían al socaire de esa fama, películas románticas como, “Creemos en el amor” de Negulesco, con la fontana de Trevi como protagonista. Narra un amor imposible entonces, que ahora podría ser perfectamente posible, sólo hay que remitirse al príncipe Felipe casado con una periodista divorciada. Pero dentro de nuestra memoria, cuando el tiempo es lluvioso y nos invade la melancolía, cuando el presente nos aburra, nada como volver a ver esta película, tal vez echando tres monedas en la Fontana de Trevi, con la esperanza de que se vuelvan hacer obras como esta.
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