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6.2
5,229
Comedia. Drama
Mike Flaherty (Giamatti), un abogado sin suerte, dedica su tiempo libre a entrenar a los muchachos de una escuela de lucha libre. De repente, se le presenta la oportunidad de resolver sus problemas económicos defendiendo a un viejo cliente. Cuando el nieto de éste, un deportista muy prometedor, escapa de casa y se va con su abuelo, la vida de Mike da un giro verdaderamente inesperado. (FILMAFFINITY)
9 de agosto de 2011
9 de agosto de 2011
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es una película que te va atrapando y la que te vas encariñando de los personajes. Me encantó mucho los momentos del amigo molón( Bobby Cannavale) y que se rescatase a Burt Young a la gran pantalla.
Mención especial al joven actor que no se su nombre, la verdad es que es bastante auténtica su actuación muy natural, a este chico hay que seguirlo cerca.
En resumen hay que verla.
Mención especial al joven actor que no se su nombre, la verdad es que es bastante auténtica su actuación muy natural, a este chico hay que seguirlo cerca.
En resumen hay que verla.
7 de septiembre de 2011
7 de septiembre de 2011
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Todo son muy buenos. Todo se arrregla facilmente (o no). Se intenta tener unos valores. Todo ya visto. Algunos momentos medio divertidos, por parte de Terry sobre todo, para quitar hierro a la historia y a esperar la segunda parte cuando la esposa se entere del nuevo status del abogado. El bueno de Paulie (el cuñado de Rocky Balboa) está viejito ya, ¿eh?
2 de noviembre de 2011
2 de noviembre de 2011
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
McCarthy falla. A la tercera llega la mediocridad. Y duele, sobre todo proviniendo de una de esas raras avis que con solo dos películas me había convencido de que pertenecía a ese ínfimo grupo de individuos que ansiaban alcanzar la dirección porque algo ardía en su interior y no por simple prestigio o como meros asalariados privilegiados a las órdenes de la miserable y práctica productora de turno, que es la abundancia por doquier.
Queramos aceptarlo o no, seguimos viviendo en un mundo clasista, en contadas ocasiones las motivaciones son diferentes a la obvia persecución de un estatus o a la mundana búsqueda de una garantía de vida. No solemos anteponer el riesgo, actuamos siguiendo la partitura al pie de la letra, arreglada según los cánones marcados por la moral del momento, acomodándonos cada vez con mayor rapidez para satisfacer con la máxima urgencia posible nuestras prefijadas necesidades. Dejamos fenecer demasiado pronto nuestro amagante espíritu de rebeldía, permitiendo el alienante modelado en pos de un estático y cómodo provecho.
Pero este tipo parecía portar aire fresco a este ambiente encorsetado, su pequeña ópera prima "Vías cruzadas" resaltaba con un casi olvidado brillo muy por encima de la media y sorprendía mostrándonos sin tapujos que no toda la mercancía que habemos de consumir ha de contener edulcorantes y colorantes, aun estamos a tiempo de alimentarnos de guiones alejados de un espectáculo banal con la base centrada en redescubrir las afinidades existentes entre muy distintas almas perdidas y de esa manera, curiosamente, lograba que nos identificásemos con esos personajes a la deriva con sorprendente facilidad.
Tras la sorpresa vino la confirmación con su segundo largometraje "The visitor", drama humanista lleno de matices que en sus múltiples profundidades escondía un insolente grito de primaria solidaridad. Madera de roble para un cosmos plagado de aglomerado.
Pero ahora, tras aguardar anhelante su siguiente movimiento, me encuentro con una historia tambaleante, protagonizada por un buen Giamatti pero condimentada con demasiados secundarios estériles, incrustados insólitamente a golpe de maza, carentes de gracia y sentido, cuyo máximo aporte está más cercano al terreno de la frivolidad que al de alguna reflexión de cierta solidez o entereza. Es como si McCarthy hubiese renunciado a sus pautas y hubiese cedido al sempiterno empuje comercial que siempre acecha dispuesto a volcar paladas de sacarina sobre el ya minúsculo regato neuronal que todavía podamos mantener. Por suerte, la bajada de listón no es absoluta, aun se ven resquicios de luz en algunos momentos de la historia, pero, ciertamente, he sentido la clara impresión de que algo ha volado con el viento que sopla en las inmediaciones de este mi apreciado director.
No obstante, sigo confiando.
Queramos aceptarlo o no, seguimos viviendo en un mundo clasista, en contadas ocasiones las motivaciones son diferentes a la obvia persecución de un estatus o a la mundana búsqueda de una garantía de vida. No solemos anteponer el riesgo, actuamos siguiendo la partitura al pie de la letra, arreglada según los cánones marcados por la moral del momento, acomodándonos cada vez con mayor rapidez para satisfacer con la máxima urgencia posible nuestras prefijadas necesidades. Dejamos fenecer demasiado pronto nuestro amagante espíritu de rebeldía, permitiendo el alienante modelado en pos de un estático y cómodo provecho.
Pero este tipo parecía portar aire fresco a este ambiente encorsetado, su pequeña ópera prima "Vías cruzadas" resaltaba con un casi olvidado brillo muy por encima de la media y sorprendía mostrándonos sin tapujos que no toda la mercancía que habemos de consumir ha de contener edulcorantes y colorantes, aun estamos a tiempo de alimentarnos de guiones alejados de un espectáculo banal con la base centrada en redescubrir las afinidades existentes entre muy distintas almas perdidas y de esa manera, curiosamente, lograba que nos identificásemos con esos personajes a la deriva con sorprendente facilidad.
Tras la sorpresa vino la confirmación con su segundo largometraje "The visitor", drama humanista lleno de matices que en sus múltiples profundidades escondía un insolente grito de primaria solidaridad. Madera de roble para un cosmos plagado de aglomerado.
Pero ahora, tras aguardar anhelante su siguiente movimiento, me encuentro con una historia tambaleante, protagonizada por un buen Giamatti pero condimentada con demasiados secundarios estériles, incrustados insólitamente a golpe de maza, carentes de gracia y sentido, cuyo máximo aporte está más cercano al terreno de la frivolidad que al de alguna reflexión de cierta solidez o entereza. Es como si McCarthy hubiese renunciado a sus pautas y hubiese cedido al sempiterno empuje comercial que siempre acecha dispuesto a volcar paladas de sacarina sobre el ya minúsculo regato neuronal que todavía podamos mantener. Por suerte, la bajada de listón no es absoluta, aun se ven resquicios de luz en algunos momentos de la historia, pero, ciertamente, he sentido la clara impresión de que algo ha volado con el viento que sopla en las inmediaciones de este mi apreciado director.
No obstante, sigo confiando.
9 de diciembre de 2011
9 de diciembre de 2011
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película que nos muestra, que en determinadas ocasiones hay que hacer "lo que haga falta" para salir adelante.
Pero a la vez nos enseña, que "lo que haga falta" ha de ser honrado y honesto; aunque requiera un mayor esfuerzo. Sino... no funcionará... se volverá contra nosotros.
Y todo esto, es contado de una forma sencilla; sumergiéndonos en las relaciones humanas, en la que surgen lealtades y vínculos entre los más inverosímiles personajes. El desencantado abogado Mike Flaherty, que en su tiempo libre es entrenador de un equipo escolar de lucha libre, descubre a una promesa de este deporte al tiempo que se involucra en un cuestionable negocio para poder mantener a su familia. Precisamente cuando parece que va a conseguir duplicar sus honorarios, aparece la madre del chico, recién salida de rehabilitación y completamente arruinada, amenazando con frustrarlo todo.
Pero a la vez nos enseña, que "lo que haga falta" ha de ser honrado y honesto; aunque requiera un mayor esfuerzo. Sino... no funcionará... se volverá contra nosotros.
Y todo esto, es contado de una forma sencilla; sumergiéndonos en las relaciones humanas, en la que surgen lealtades y vínculos entre los más inverosímiles personajes. El desencantado abogado Mike Flaherty, que en su tiempo libre es entrenador de un equipo escolar de lucha libre, descubre a una promesa de este deporte al tiempo que se involucra en un cuestionable negocio para poder mantener a su familia. Precisamente cuando parece que va a conseguir duplicar sus honorarios, aparece la madre del chico, recién salida de rehabilitación y completamente arruinada, amenazando con frustrarlo todo.
16 de diciembre de 2015
16 de diciembre de 2015
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película es una "americanada" de principio a fin y de tomo y lomo. En ella están todos los tópicos de la clase media yankee: la familia, la lucha del individuo contra las circunstancias, el dinero, maldito dinero, el amor, la entrega, el deporte (¿qué sin deporte?), los intereses creados, la Justicia y las causas justas... El desarrollo, pues igual: una historia que entre veras y bromas y desde el principio, ataca sin disimulo a nuestra fibra más sensible o, mejor dicho, sensiblera, esa busca y acaba encontrando la lagrimita fácil.
Dicho esto y a pesar de que el esquema es archiconocido y de que el final está cantado desde la mitad de la película (¡hemos visto tantas de estas!), esta historia tiene algo más que la eleva hacia la parte alta del montón. Y no sé muy bien qué es. Quizá las convincentes actuaciones de todos, con mención especial a Giamatti, en lo posistivo, y a Bobby Cannavale en el otro lado; quizás el guión, muy bien escrito, o quizás, esa escena final que nos plantea magníficamente la dicotomía entre la caridad del héroe y el fatalismo del "pringao". Tiene algo. Win Win tiene algo que no la hace imprescindible, pero que no defrauda.
Dicho esto y a pesar de que el esquema es archiconocido y de que el final está cantado desde la mitad de la película (¡hemos visto tantas de estas!), esta historia tiene algo más que la eleva hacia la parte alta del montón. Y no sé muy bien qué es. Quizá las convincentes actuaciones de todos, con mención especial a Giamatti, en lo posistivo, y a Bobby Cannavale en el otro lado; quizás el guión, muy bien escrito, o quizás, esa escena final que nos plantea magníficamente la dicotomía entre la caridad del héroe y el fatalismo del "pringao". Tiene algo. Win Win tiene algo que no la hace imprescindible, pero que no defrauda.
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