Está es una de mis películas favoritas; y la valoro tanto porque permaneces hipnotizado desde al primer al último minuto.
Será por la banda sonora de Nyman, que es una obra de arte; será por la fotografía espectacular de Idziak; será por el argumento que te mantiene constantemente atrapado; será por los actores, el director o que se yo... pero me emociono cada vez que la veo.

La película nos muestra una historia de superación, de un grito a la igualdad de oportunidades, de un sueño imposible... nos habla de algo a donde no puede llegar la genética, ni la naturaleza predestinada... hablamos de la fuerza de voluntad; eso que no se puede comprar, ni manipular; ni se puede conseguir a través de la biogenética y de la búsqueda de la perfección absoluta.

Hablamos de valentía, coraje, tesón, perseverancia; y porque no de amor y sentimiento; porque de eso se trata... de sentirlo... de no reservarte nada para la vuelta...

“Solo recuerda que fui tan bueno como cualquiera y mejor que la mayoría”.

Película que nos muestra, que en determinadas ocasiones hay que hacer "lo que haga falta" para salir adelante.
Pero a la vez nos enseña, que "lo que haga falta" ha de ser honrado y honesto; aunque requiera un mayor esfuerzo. Sino... no funcionará... se volverá contra nosotros.

Y todo esto, es contado de una forma sencilla; sumergiéndonos en las relaciones humanas, en la que surgen lealtades y vínculos entre los más inverosímiles personajes. El desencantado abogado Mike Flaherty, que en su tiempo libre es entrenador de un equipo escolar de lucha libre, descubre a una promesa de este deporte al tiempo que se involucra en un cuestionable negocio para poder mantener a su familia. Precisamente cuando parece que va a conseguir duplicar sus honorarios, aparece la madre del chico, recién salida de rehabilitación y completamente arruinada, amenazando con frustrarlo todo.