La dolce vita
1960 

7.7
26,132
Drama. Comedia
Marcello Rubini es un desencantado periodista romano, en busca de celebridades, que se mueve con insatisfacción por las fiestas nocturnas que celebra la burguesía de la época. Merodea por distintos lugares de Roma, siempre rodeado de todo tipo de personajes, especialmente de la élite de la sociedad italiana. En una de sus salidas se entera de que Sylvia, una célebre diva del mundo del cine, llega a Roma, cree que ésta es una gran ... [+]
27 de noviembre de 2006
27 de noviembre de 2006
22 de 34 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las películas son, sobre todo, hijas de su director. Es cierto que en su concepción intervienen factores que podríamos llamar externos, tales como guión, música, fotografía ó incluso la interpretación de los actores. Esto, siempre es cierto. Pero los films de Fellini son inequívocamente hijos suyos.
Federico Fellini nos mueve a su antojo por una Roma que rebosa antigüedad y belleza. Y nos muestra esa Roma para al mismo tiempo mostrarnos otra, la Roma de una clase social ociosa y depravada que busca fantasmas en palacios cerrados, que hace de lo mezquino noticia.
Fellini podrá gustar o no. Pero Fellini es Fellini. No hay otro como él. Lo aceptamos como es o lo dejamos. Y yo lo acepto.
"La dolce vita", al igual que "8 y medio" nos muestra un retablo de vacíos. El vacío existencial y profesional de Guido Anselmi en 8 y medio se transforma aquí en el vacío de una sociedad adinerada que trata de sobrevivir con farsas y fantasmas a su propio declive.
El vacío de la prostituta, el vacío de Marcello, el vacío de Maddalena (Anouk Aimée). Vacíos incluso disfrazados de plenitud como el de Sylvia (Anita Ekberg). Por cierto ¡que magnífica escena la de la Fuente!
Personajes y vacíos que han resistido bien el paso del tiempo. En realidad no se alejan demasiado de los que hoy en día buscan su ser o no ser entre las bambalinas de programas de televisión mediocres, vacíos y adocenados, donde la calidad se supedita a los índices de audiencia. ¡ Así nos va!..
Federico Fellini nos mueve a su antojo por una Roma que rebosa antigüedad y belleza. Y nos muestra esa Roma para al mismo tiempo mostrarnos otra, la Roma de una clase social ociosa y depravada que busca fantasmas en palacios cerrados, que hace de lo mezquino noticia.
Fellini podrá gustar o no. Pero Fellini es Fellini. No hay otro como él. Lo aceptamos como es o lo dejamos. Y yo lo acepto.
"La dolce vita", al igual que "8 y medio" nos muestra un retablo de vacíos. El vacío existencial y profesional de Guido Anselmi en 8 y medio se transforma aquí en el vacío de una sociedad adinerada que trata de sobrevivir con farsas y fantasmas a su propio declive.
El vacío de la prostituta, el vacío de Marcello, el vacío de Maddalena (Anouk Aimée). Vacíos incluso disfrazados de plenitud como el de Sylvia (Anita Ekberg). Por cierto ¡que magnífica escena la de la Fuente!
Personajes y vacíos que han resistido bien el paso del tiempo. En realidad no se alejan demasiado de los que hoy en día buscan su ser o no ser entre las bambalinas de programas de televisión mediocres, vacíos y adocenados, donde la calidad se supedita a los índices de audiencia. ¡ Así nos va!..
6 de junio de 2015
6 de junio de 2015
13 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Después de verla, solo me queda pensar que esta peli sobre lo banal y sobre lo decadente, es a su vez una película banal y decadente, pero sin interés, sin gracia alguna.
Quitando alguna escena concreta, que estéticamente se ha podido quedar pinchada en el corcho de los recuerdos, es una película infantil, ingenua, falsa, y sobre todo larguísma.
Creo que en su época pudo ser escandalosa, hasta cierto punto, "abusando" de mujeres hermosas que aportan carne y el galán de Marcelo, que con cara de ojete y su pitillo en la comisura del labio, pudieron atraer y conquistar. Así es la juventud y la belleza física. Pero el tiempo ha arrancado toda esa pintura, ya vieja.
Personajes de cartón piedra, reflejando una banalidad profunda que finalmente se queda en una vomitona surrealista de trivialidad sin ningún interés.
Respeto la idea, pero como película es irrelevante, en el sentido más estricto y singular de la palabra.
Quitando alguna escena concreta, que estéticamente se ha podido quedar pinchada en el corcho de los recuerdos, es una película infantil, ingenua, falsa, y sobre todo larguísma.
Creo que en su época pudo ser escandalosa, hasta cierto punto, "abusando" de mujeres hermosas que aportan carne y el galán de Marcelo, que con cara de ojete y su pitillo en la comisura del labio, pudieron atraer y conquistar. Así es la juventud y la belleza física. Pero el tiempo ha arrancado toda esa pintura, ya vieja.
Personajes de cartón piedra, reflejando una banalidad profunda que finalmente se queda en una vomitona surrealista de trivialidad sin ningún interés.
Respeto la idea, pero como película es irrelevante, en el sentido más estricto y singular de la palabra.
23 de noviembre de 2006
23 de noviembre de 2006
31 de 53 usuarios han encontrado esta crítica útil
La Dolce Vita es de las pocas películas que tiene un puesto asegurado en mi disco duro. Porque soy capaz de disfrutarla una y otra vez (pongamos una vez al año) sin cansarme y sin dejar de asombrarme. Esta película es como un río caudaloso, cambiante, y misterioso. Un rio profundo a veces, pero siempre inagotable y lleno de episodios dramáticos, cómicos, surrealistas, banales... Estoy pensando también en el elemento acuático presente en toda la película: desde la estatua de Neptuno ante la que se detiene el coche conducido por Mastroiani por la noche, o la melancólica y poética escena final en una playa.
No sé. Siento una fascinación extraña por todo ese mundo romano de finales de los cincuenta en blanco y negro. Con sus decadentes ruinas, sus maravillosas texturas, sus coches, sus edificios, sus terrazas, su incipiente cosmopolitismo. Y los paparazzis siempre revoloteando alrededor de la ultima estrella de Hollywood recalada en los estudios de Cinecittá (icónica Anita Ekberg). Y en medio de todo ese torbellino tenemos al inolvidable y soberbio Marcello Mastroiani, trasunto del propio Fellini, moviéndose con simpática indolencia a través de una pléyade de situaciones y personajes de todo pelaje y condición. Situaciones de las emana, antes que nada, una suerte de hedonista regocijo –no exento de melancolía, incluso hastío en ocasiones– ante el hecho de tomarse la vida como un inmenso y laberíntico juego. Un juego interminable y circular (solo la muerte puede ponerle fin), lleno de sorpresas, decepciones, tragedias, pasiones, alegrías... Como la propia vida.
Y para acabar me gustaría dejar constancia de un dato absolutamente absurdo e inutil, pero que no deja de ser curioso. Fellini filmó la famosa secuencia de la Fontana de Trevi los días 1, 2, y 3 de abril de 1959, y resulta que ese mismo 1 de abril fue también el día que Franco inauguró el faraónico monumento del Valle de los caídos.
No sé. Siento una fascinación extraña por todo ese mundo romano de finales de los cincuenta en blanco y negro. Con sus decadentes ruinas, sus maravillosas texturas, sus coches, sus edificios, sus terrazas, su incipiente cosmopolitismo. Y los paparazzis siempre revoloteando alrededor de la ultima estrella de Hollywood recalada en los estudios de Cinecittá (icónica Anita Ekberg). Y en medio de todo ese torbellino tenemos al inolvidable y soberbio Marcello Mastroiani, trasunto del propio Fellini, moviéndose con simpática indolencia a través de una pléyade de situaciones y personajes de todo pelaje y condición. Situaciones de las emana, antes que nada, una suerte de hedonista regocijo –no exento de melancolía, incluso hastío en ocasiones– ante el hecho de tomarse la vida como un inmenso y laberíntico juego. Un juego interminable y circular (solo la muerte puede ponerle fin), lleno de sorpresas, decepciones, tragedias, pasiones, alegrías... Como la propia vida.
Y para acabar me gustaría dejar constancia de un dato absolutamente absurdo e inutil, pero que no deja de ser curioso. Fellini filmó la famosa secuencia de la Fontana de Trevi los días 1, 2, y 3 de abril de 1959, y resulta que ese mismo 1 de abril fue también el día que Franco inauguró el faraónico monumento del Valle de los caídos.
27 de febrero de 2012
27 de febrero de 2012
13 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Otro clásico que no había visto. Hasta hoy. Y creo que será un clásico que no volveré a ver.
Le reconozco sus méritos: las interpretaciones (magnífico Marcello Mastroiani), la fotografía, ese aire que desprende, mitad moderno, mitad caduco.
Pero hay algo que hace que la película no pase del 5: me ha aburrido enormemente. Será por su duración tan larga (eso no ayuda, desde luego), será porque no hay una línea argumental, será que ha envejecido mal, ...
No sé, pero creo que falla en lo principal de una película: que entretenga, y en mi caso no lo ha conseguido
Le reconozco sus méritos: las interpretaciones (magnífico Marcello Mastroiani), la fotografía, ese aire que desprende, mitad moderno, mitad caduco.
Pero hay algo que hace que la película no pase del 5: me ha aburrido enormemente. Será por su duración tan larga (eso no ayuda, desde luego), será porque no hay una línea argumental, será que ha envejecido mal, ...
No sé, pero creo que falla en lo principal de una película: que entretenga, y en mi caso no lo ha conseguido
13 de mayo de 2016
13 de mayo de 2016
13 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
'La dolce vita' es el reflejo de una deriva en calma.
El relato tiene la estructura de un vagar errático, ensimismado y cansado; la amargura de una recapitulación forzosa, y la tristeza elegíaca de las ensoñaciones que se acaban. La protagonista es Roma, y el dilema es qué hay en ella a que nos podamos aferrar.
...
Los detalles, de un realismo mágico embaucador, llevan al límite el placer de lo que el ojo puede observar. Se me escapan a la enumeración.
. La escurridiza Sylvia, torrencial y hermosa, de la que somos separados a golpes.
. Emma, de quien nos vamos y a quien volvemos, como en un ciclo eterno sellado por el tedio.
. Las excursiones nocturnas; expediciones al alma enterrada de una Roma moribunda y violentada.
. Un payaso sin trompeta. Sus propios globos claudican junto a él, y siguen su serena retirada en séquito.
. Los petimetres de ciudad, los frívolos, el humo del cigarro. El maquillaje para no parecer cansado.
. La textura nocturna de Roma, que parece aullar.
. El desnudo de la recién divorciada; los espectadores congregados, como caníbales ansiosos, en torno a ella.
El relato tiene la estructura de un vagar errático, ensimismado y cansado; la amargura de una recapitulación forzosa, y la tristeza elegíaca de las ensoñaciones que se acaban. La protagonista es Roma, y el dilema es qué hay en ella a que nos podamos aferrar.
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Los detalles, de un realismo mágico embaucador, llevan al límite el placer de lo que el ojo puede observar. Se me escapan a la enumeración.
. La escurridiza Sylvia, torrencial y hermosa, de la que somos separados a golpes.
. Emma, de quien nos vamos y a quien volvemos, como en un ciclo eterno sellado por el tedio.
. Las excursiones nocturnas; expediciones al alma enterrada de una Roma moribunda y violentada.
. Un payaso sin trompeta. Sus propios globos claudican junto a él, y siguen su serena retirada en séquito.
. Los petimetres de ciudad, los frívolos, el humo del cigarro. El maquillaje para no parecer cansado.
. La textura nocturna de Roma, que parece aullar.
. El desnudo de la recién divorciada; los espectadores congregados, como caníbales ansiosos, en torno a ella.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La película se sustenta en el mero placer de la observación de las imágenes y en la atmósfera, sutil y calibrada, de benévolo hastío.
Steiner, padre afable y abnegado, de vida tranquila y comedida, comenta a Marcello que tiene miedo de la tranquilidad; que le parece un espejismo que oculta el infierno. ¿Se es feliz, aventurando no serlo? Hacia el final de la película, Steiner mata a sus dos amados hijos y se suicida, sin que haya un motivo claro. Se lleva dos cálidas y puras luces de la desdichada Roma, que parece condenada a morir de frío.
...
Recordar la bondadosa tranquilidad de los ojos de la bestia marina, y a Marcello admitiendo que es incapaz de oír, para ser, justo después, arrastrado de nuevo a la vorágine de la que no consigue escapar, me provoca un escalofrío. Es Cine tan puro que difícilmente puede describirse.
Gracias.
Steiner, padre afable y abnegado, de vida tranquila y comedida, comenta a Marcello que tiene miedo de la tranquilidad; que le parece un espejismo que oculta el infierno. ¿Se es feliz, aventurando no serlo? Hacia el final de la película, Steiner mata a sus dos amados hijos y se suicida, sin que haya un motivo claro. Se lleva dos cálidas y puras luces de la desdichada Roma, que parece condenada a morir de frío.
...
Recordar la bondadosa tranquilidad de los ojos de la bestia marina, y a Marcello admitiendo que es incapaz de oír, para ser, justo después, arrastrado de nuevo a la vorágine de la que no consigue escapar, me provoca un escalofrío. Es Cine tan puro que difícilmente puede describirse.
Gracias.
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