El hombre atrapado
7.0
1,479
Thriller
Un cazador inglés que está de vacaciones en Baviera, se adentra en un bosque y desde lo alto de la colina descubre una residencia. Con la mira telescópica divisa casualmente al mismísimo Hitler en una terraza y simula darlo caza, desde ese momento será implacablemente perseguido por agentes de la Gestapo. (FILMAFFINITY)
12 de septiembre de 2016
12 de septiembre de 2016
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vi “Man Hunt” (1941, USA) del mítico director Fritz Lang (el mismo de “Metrópolis”, 1927), con guion de Dudley Nichols basado en una novella de Geoffrey Household. La película narra cómo un cazador inglés, amante de las aventuras, intenta acercarse a Hitler para simular que lo asesina (el interés no está en la presa, sino en la búsqueda). Sin embargo, es detectado por la Gestapo, pasando de ser el perseguidor al perseguido. El cartel de actores es de lujo: Walter Pidgeon, John Carradine y muy especialmente George Sanders quien logra una de sus mejores interpretaciones para la historia del cine. Ahora bien, estamos ante el género de historia-ficción que es de los más difíciles, pues plantear ficción dentro de marcos históricos (incluso los contemporáneos teniendo en cuenta la época de realización del filme) no es nada sencillo; pero Lang, como suele hacerlo, logra un equilibrio dramático que permite el entretenimiento sin generar burla entre los más avezados. Nuevamente caigo en Lang: el maestro. Este director logra imponerse en las escenas colapsando en más de una oportunidad a los propios actores. Por ejemplo, en esta cinta, se da cátedra de manejo de cámaras, encuadres y luces. Son decenas las imágenes memorables que logra el director por medio del juego de sombras y encuadres milimétricamente planeados que dan a entender que hay todo un perfeccionista detrás de la cámara. Y esto acompañado de una música bien escogida para las escenas. Todo redunda en mantener el entretenimiento a la vez que el drama de fondo: la denuncia de la maldad en sí misma, reflejada en la actitud de la destrucción de lo diferente y un sentimiento de júbilo injustificado -pero bien retratado- por parte de los fanáticos. ¿Cuántos radicales en la actualidad no se hubieran vestido con orgullo con las prendas nazis si hubiesen vivido en aquél entonces? Esto es lo que me pregunto luego del filme, al ver los diálogos entre los dos cazadores (el inglés y el policía nazi) (ver "zona spoiler"). Sin embargo, sigue siendo un clásico imperdible para un cinéfilo y del cual, si se hace un buen ejercicio de prolongación en el tiempo de las tesis del mesianismo, encontramos interesantes reflexiones políticas para la actualidad. La irreflexión y la euforia en la política, suelen ser tan perjudiciales como el inactivismo y la apatía, puesto que detrás de todo dictador hay una jauría de idólatras y otra de abúlicos. La recomiendo sin chistar. 12-09-2016.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Pero sigo con mis reflexiones estéticas: todo va de maravilla, hasta el final acelerado que corta con el manejo dramático dado hasta el momento. Ese fin medio previsible y rápido de un hombre que salta en Alemania para terminar su labor, le resta, a mi modo de ver, a un filme tremendo desde otras aristas.
13 de agosto de 2020
13 de agosto de 2020
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si se piensa en Fritz Lang, un nombre tan importante para el cine en las décadas de los años veinte hasta los cincuenta del siglo pasado, es probable que se recuerden largometrajes como Metropolis (1927) o M (1931) en su etapa alemana, o The Woman in the Window (1944) y Scarlet Street (1945) de su etapa estadounidense, esto por mencionar algunas de tantas obras que dejaron huella.
Sin embargo, entre esas poco más de cuarenta películas que filmó durante su carrera, hay títulos que sería bueno redescubrirlos porque puede que hayan quedado cubiertos bajo la sombra de otros con más nombre y reconocimiento. Sin duda, Man Hunt es uno de estos filmes, basado en la novela Rogue Male (1939) del escritor británico Geoffrey Household, con guion de Lamar Trotti y Dudley Nichols.
El filme inicia unas semanas antes del comienzo de la II Guerra Mundial, cuando Thorndike (Walter Pidgeon) un afamado cazador inglés que se encuentra de expedición en los Alpes Bávaros, en medio del bosque observa la residencia de campo de Hitler, se posiciona con su rifle de precisión, lo ve y lo tiene en la mira, justo cuando estaba por apretar el gatillo fue descubierto por un soldado nazi.
Al ser capturado conoce al comandante Quive-Smith (George Sanders), un admirador suyo que le propone la firma de un documento donde confiese que fue enviado por el gobierno inglés para cometer el atentado (para así tener un motivo para iniciar el conflicto bélico), esta es la única posibilidad de salir con vida de todo el problema, Thorndike se niega y lo intentan matar haciendo pasar el hecho por un accidente, sin embargo, este logra sobrevivir e intenta huir a su país natal.
Al día siguiente al no encontrar el cuerpo comienza la cacería en contra de este hombre, que llevará las acciones por distintos lugares y parajes, una particularidad bastante interesante los escenarios (el estudio), que son muy variados y manejan diversos contextos, desde naturaleza, hasta lugares lujosos, otros humildes, e incluso un barco y la zona aledaña al puerto.
El manejo que tiene Lang tanto de estos escenarios y de sus personajes es sobresaliente, hay varios secundarios que acuerpan muy bien el relato. El ritmo del filme también es un punto alto, siempre está sucediendo algo y lo que es más importante, realmente se percibe una sensación de persecución en contra de Thorndike, la resolución es un poco extraña, pero tiene validez dentro de lo que construye.
Finalmente, está claro que esta obra tenía una intención propagandista, aunque los Estados Unidos aún no había entrado al conflicto al momento de su estreno, estaba claro que esto era algo inminente, pero por lo bien manejada que está no se siente tanto su posición, no incómoda ni se siente panfletaria, para nada, incluso hay un “discurso” bastante bueno en contra del régimen nazi. Recomendada.
Sin embargo, entre esas poco más de cuarenta películas que filmó durante su carrera, hay títulos que sería bueno redescubrirlos porque puede que hayan quedado cubiertos bajo la sombra de otros con más nombre y reconocimiento. Sin duda, Man Hunt es uno de estos filmes, basado en la novela Rogue Male (1939) del escritor británico Geoffrey Household, con guion de Lamar Trotti y Dudley Nichols.
El filme inicia unas semanas antes del comienzo de la II Guerra Mundial, cuando Thorndike (Walter Pidgeon) un afamado cazador inglés que se encuentra de expedición en los Alpes Bávaros, en medio del bosque observa la residencia de campo de Hitler, se posiciona con su rifle de precisión, lo ve y lo tiene en la mira, justo cuando estaba por apretar el gatillo fue descubierto por un soldado nazi.
Al ser capturado conoce al comandante Quive-Smith (George Sanders), un admirador suyo que le propone la firma de un documento donde confiese que fue enviado por el gobierno inglés para cometer el atentado (para así tener un motivo para iniciar el conflicto bélico), esta es la única posibilidad de salir con vida de todo el problema, Thorndike se niega y lo intentan matar haciendo pasar el hecho por un accidente, sin embargo, este logra sobrevivir e intenta huir a su país natal.
Al día siguiente al no encontrar el cuerpo comienza la cacería en contra de este hombre, que llevará las acciones por distintos lugares y parajes, una particularidad bastante interesante los escenarios (el estudio), que son muy variados y manejan diversos contextos, desde naturaleza, hasta lugares lujosos, otros humildes, e incluso un barco y la zona aledaña al puerto.
El manejo que tiene Lang tanto de estos escenarios y de sus personajes es sobresaliente, hay varios secundarios que acuerpan muy bien el relato. El ritmo del filme también es un punto alto, siempre está sucediendo algo y lo que es más importante, realmente se percibe una sensación de persecución en contra de Thorndike, la resolución es un poco extraña, pero tiene validez dentro de lo que construye.
Finalmente, está claro que esta obra tenía una intención propagandista, aunque los Estados Unidos aún no había entrado al conflicto al momento de su estreno, estaba claro que esto era algo inminente, pero por lo bien manejada que está no se siente tanto su posición, no incómoda ni se siente panfletaria, para nada, incluso hay un “discurso” bastante bueno en contra del régimen nazi. Recomendada.
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2 de mayo de 2021
2 de mayo de 2021
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Qué hubiera pasado si Hitler hubiera muerto antes de tiempo? Es algo que la humanidad nunca sabrá, pero siempre podemos fantasear con que un mundo mejor podría haber sido. Y eso es, exactamente, lo que se pregunta el maestro vienés Fritz Lang en El hombre atrapado. La turbulenta historia de un apuesto cazador inglés que, habiéndolo cazado todo, viaja a Alemania para saber si es posible cazar el animal más grande de todos: al mismísimo Führer. Eso no es posible, y el apuesto cazador se vuelve una vulnerable presa, perseguida por los dóberman nazis desde el corazón de Alemania hasta el seno de Inglaterra.
Es irónico que Fritz Lang, ese hombre alto y con monóculo nacido en Viena y judío diera a Alemania muchas de sus grandes películas, tales como Metrópolis (1927) o M, el vampiro de Düsseldorf (1931). Y que el pequeño César presuntuoso que la gobernaba fuera su mayor fan. Su huida de Alemania tras las siniestras insinuaciones de Joseph Goebbels no son más que el alma de esta película, su sexto largometraje yanqui, en el que su protagonista, Alan Thorndike (Walter Pidgeon) es el álter ego del realizador, plenamente capacitado y suficientemente hábil para combatir el nazismo desde la silla de uno de los mejores directores de la historia.
El hombre atrapado, aparte de ser un impecable ejemplo de propaganda anti-nazi a lo Contraespionaje (Lance Comfort, Mutz Greenbaum y Victor Hanbury, 1944) es una película tan personal en fondo y mensaje como en sus formas. Sí, el milimétrico estilo de Lang se percibe en cada encuadre, en los que la arquitectura inglesa pareciera esconder, con cierta amenaza, a sus personajes del acoso hacia el hombre perpetrado por fuerzas incontrolables contra las que no puede luchar. El nazismo, en este caso. El mismo nazismo que hizo huir a Lang, para nuestra fortuna, a otros países donde la sociedad no estaba tan deshumanizada como en la Alemania que le dio alas para volar, pero que estaban encadenadas a una esvástica.
Las mujeres en el cine del cíclope de Viena han sido piedras angulares. Femmes fatales que cegaban a nuestros acosados, vulnerables héroes hasta darse de bruces con un destino infame. En El hombre atrapado, Lang reproduce este tópico heredado de La muerte cansada (1921) y que transpondría a otras de sus películas como La venganza de Frank James (1940) o, más explícitamente, esa obra maestra llamada Encubridora (1952). Aquí, esa mujer está encarnada por una encantadora Joan Bennett de la que es imposible no encariñarse, encargada de fraguar un melodrama que, aunque infinitamente más superficial, bien podría acercarse al de Rick Blaine (Humphrey Bogart) e Ilsa Lund (Ingrid Bergman) del hito Casablanca (Michael Curtiz, 1942).
Con un espíritu humanista y pacificador, Lang se prepara para lo peor de la guerra sacando a relucir otro de sus tópicos, la venganza que, aunque implantada aquí in extremis en su fatalista epílogo, deja patente la necesidad por acabar con la epidemia de destrucción y maldad con la que el Tercer Reich contagiaba y corrompía a una sociedad cada vez más desviada de su sentido del deber. Pero Thorndike no presenta combate. Huye, como un cervatillo, escabulléndose entre la niebla que infesta la grandiosa fotografía nocturna de Arthur C. Miller. Numerosos encuadres circulares preceden la cacería del protagonista, simulando miras telescópicas para más tensión del espectador desde los que miramos entre el atrezzo de los escenarios la vulnerabilidad de un hombre que no puede enfrentar a sus circunstancias, totalmente desvalido y vulnerable.
Y el antagonista. Qué antagonista. George Sanders se viste como un dandy, diabólico y sereno, con todo bajo control. Imperturbable en su cacería por las calles de Londres en su interpretación del Mayor Quive Smith, y escoltado por uno de los actores fetiche de Fritz Lang: un John Carradine que aterroriza bajo la oscuridad del metro e inspira temor a la luz del día como si fuera el mismísimo Vampiro de Düsseldorf. Este par de gentlemen son los que propician la tensión del argumento, haciéndonos velar permanentemente por nuestro antihéroe bretón en su trepidante huida, casi aventuresca, por los códigos del noir. Estos códigos permiten a Lang poner sobre la mesa una de sus dudas más recurrentes, prominentes en todo su cine: la duda por el funcionamiento de la justicia. El director establece la conexión de la justicia (Scotland Yard) con la corrupción (el nazismo) para que ni el protagonista, ni nosotros que velamos por él, confiemos en el amparo que promete, una vez más, mostrando al individuo absurdamente vulnerable en una sociedad corrompida.
Resumiendo, El hombre atrapado es una notable carta de presentación de Fritz Lang, firmada con su puño y letra. Fatalista, muy pesimista y muy romántica, esta joya del noir no podría haber sido mejor adaptada a la gran pantalla por otro director. Solo Fritz Lang, combatiente galardonado de la Primera Guerra Mundial y prófugo del nazismo, podría haber plasmado tan cruentamente desde el crimen un mensaje tan marcado por el antibelicismo que, en aquella época, no era más que un sinónimo de antinazismo. (7.5).
Es irónico que Fritz Lang, ese hombre alto y con monóculo nacido en Viena y judío diera a Alemania muchas de sus grandes películas, tales como Metrópolis (1927) o M, el vampiro de Düsseldorf (1931). Y que el pequeño César presuntuoso que la gobernaba fuera su mayor fan. Su huida de Alemania tras las siniestras insinuaciones de Joseph Goebbels no son más que el alma de esta película, su sexto largometraje yanqui, en el que su protagonista, Alan Thorndike (Walter Pidgeon) es el álter ego del realizador, plenamente capacitado y suficientemente hábil para combatir el nazismo desde la silla de uno de los mejores directores de la historia.
El hombre atrapado, aparte de ser un impecable ejemplo de propaganda anti-nazi a lo Contraespionaje (Lance Comfort, Mutz Greenbaum y Victor Hanbury, 1944) es una película tan personal en fondo y mensaje como en sus formas. Sí, el milimétrico estilo de Lang se percibe en cada encuadre, en los que la arquitectura inglesa pareciera esconder, con cierta amenaza, a sus personajes del acoso hacia el hombre perpetrado por fuerzas incontrolables contra las que no puede luchar. El nazismo, en este caso. El mismo nazismo que hizo huir a Lang, para nuestra fortuna, a otros países donde la sociedad no estaba tan deshumanizada como en la Alemania que le dio alas para volar, pero que estaban encadenadas a una esvástica.
Las mujeres en el cine del cíclope de Viena han sido piedras angulares. Femmes fatales que cegaban a nuestros acosados, vulnerables héroes hasta darse de bruces con un destino infame. En El hombre atrapado, Lang reproduce este tópico heredado de La muerte cansada (1921) y que transpondría a otras de sus películas como La venganza de Frank James (1940) o, más explícitamente, esa obra maestra llamada Encubridora (1952). Aquí, esa mujer está encarnada por una encantadora Joan Bennett de la que es imposible no encariñarse, encargada de fraguar un melodrama que, aunque infinitamente más superficial, bien podría acercarse al de Rick Blaine (Humphrey Bogart) e Ilsa Lund (Ingrid Bergman) del hito Casablanca (Michael Curtiz, 1942).
Con un espíritu humanista y pacificador, Lang se prepara para lo peor de la guerra sacando a relucir otro de sus tópicos, la venganza que, aunque implantada aquí in extremis en su fatalista epílogo, deja patente la necesidad por acabar con la epidemia de destrucción y maldad con la que el Tercer Reich contagiaba y corrompía a una sociedad cada vez más desviada de su sentido del deber. Pero Thorndike no presenta combate. Huye, como un cervatillo, escabulléndose entre la niebla que infesta la grandiosa fotografía nocturna de Arthur C. Miller. Numerosos encuadres circulares preceden la cacería del protagonista, simulando miras telescópicas para más tensión del espectador desde los que miramos entre el atrezzo de los escenarios la vulnerabilidad de un hombre que no puede enfrentar a sus circunstancias, totalmente desvalido y vulnerable.
Y el antagonista. Qué antagonista. George Sanders se viste como un dandy, diabólico y sereno, con todo bajo control. Imperturbable en su cacería por las calles de Londres en su interpretación del Mayor Quive Smith, y escoltado por uno de los actores fetiche de Fritz Lang: un John Carradine que aterroriza bajo la oscuridad del metro e inspira temor a la luz del día como si fuera el mismísimo Vampiro de Düsseldorf. Este par de gentlemen son los que propician la tensión del argumento, haciéndonos velar permanentemente por nuestro antihéroe bretón en su trepidante huida, casi aventuresca, por los códigos del noir. Estos códigos permiten a Lang poner sobre la mesa una de sus dudas más recurrentes, prominentes en todo su cine: la duda por el funcionamiento de la justicia. El director establece la conexión de la justicia (Scotland Yard) con la corrupción (el nazismo) para que ni el protagonista, ni nosotros que velamos por él, confiemos en el amparo que promete, una vez más, mostrando al individuo absurdamente vulnerable en una sociedad corrompida.
Resumiendo, El hombre atrapado es una notable carta de presentación de Fritz Lang, firmada con su puño y letra. Fatalista, muy pesimista y muy romántica, esta joya del noir no podría haber sido mejor adaptada a la gran pantalla por otro director. Solo Fritz Lang, combatiente galardonado de la Primera Guerra Mundial y prófugo del nazismo, podría haber plasmado tan cruentamente desde el crimen un mensaje tan marcado por el antibelicismo que, en aquella época, no era más que un sinónimo de antinazismo. (7.5).
5 de octubre de 2009
5 de octubre de 2009
16 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un tipo inglés, cazador en Alemania, que tiene en el punto de mira de su escopeta a Hitler y tontea con la posibilidad de matarlo. De entrada es una propuesta llena de potencial. Sin embargo, poco a poco, la película en blanco y negro, se resbala hacia la mediocridad y encima tiene un final que es casi de teatro de barrio.
30 de septiembre de 2008
30 de septiembre de 2008
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Interesante, aunque poco recordada, película del maestro Lang que pone de manifiesto su capacidad para tratar todos los matices del cine de aventuras, policíaco, negro o thriller (entre otros). Aquí, quizá recuerde al Hitchcock de su etapa inglesa, con trama político / diplomática incluida, todo ello en un clima de propaganda antinazi y ambientada en los días anteriores a la ocupación de Polonia en Septiembre de 1939 (aunque la película fuera rodada en 1941).
La (poco creíble, todo hay que decirlo) historia del cazador que se prueba a sí mismo demostrando que puede llegar a "cazar" a Hitler (aunque nunca tenga intención de disparar, según sus palabras ante la Gestapo), es cogido por la Gestapo, consigue escapar y se convierte en la presa a capturar (Man Hunt, significativo título original), da lugar a una entretenida película de denuncia y persecución resuelta de manera admirable.
Destaca la actuación de Walter Pidgeon, quien tiene el honor de ser perseguido por los siempre impagables John Carradine (su rostro hace que pocas veces deba abrir la boca) y George Sanders (obvio calificativos de admiración, y eso que aquí lleva monóculo), además de encontrar tiempo para enamorar a una "callejera" Joan Bennett.
La (poco creíble, todo hay que decirlo) historia del cazador que se prueba a sí mismo demostrando que puede llegar a "cazar" a Hitler (aunque nunca tenga intención de disparar, según sus palabras ante la Gestapo), es cogido por la Gestapo, consigue escapar y se convierte en la presa a capturar (Man Hunt, significativo título original), da lugar a una entretenida película de denuncia y persecución resuelta de manera admirable.
Destaca la actuación de Walter Pidgeon, quien tiene el honor de ser perseguido por los siempre impagables John Carradine (su rostro hace que pocas veces deba abrir la boca) y George Sanders (obvio calificativos de admiración, y eso que aquí lleva monóculo), además de encontrar tiempo para enamorar a una "callejera" Joan Bennett.
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