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El santo

Thriller. Acción. Aventuras. Romance Simon se educó en un durísimo orfanato y allí tuvo que aprender muchos trucos. Años después, era el más famoso ladrón del mundo, a punto de completar cincuenta millones de dólares en su cuenta. Los mismos empresarios rusos a los que robó un valioso microchip, le contratan para una difícil misión: arrebatar a una bella científica el secreto de la fusión nuclear. (FILMAFFINITY)
Críticas 23
Críticas ordenadas por utilidad
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6
10 de mayo de 2016 3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Simon Templar es un ladrón de guante blanco, maestro del disfraz, que utiliza como tapadera nombres de santos y que jamás mata a nadie.
Le interpreta Val Kilmer, en una época en la que el actor todavía estaba delgado y no se había sumido en una filmografía llena de bodrios de la que actualmente ya no hay quien le saque.
La película no es un derroche de acción y tiroteos. Más bien va de robos y de intriga en plan “Misión imposible” (aun siendo bastante diferente). Aunque tiene peleas y persecuciones, son en pequeñas dosis y en realidad no es demasiado frenética.
Y es que este santo es un romántico empedernido. Gran parte de la primera mitad de la película se la pasa conociendo y llevándose al huerto a la doctora encarnada por Elizabeth Shue, una empollona que por suerte para él está soltera (una casualidad que le viene sospechosamente bien al argumento) y trabaja en un revolucionario proyecto energético.
A pesar de gastar mucho tiempo en ello, la película no es empalagosa ni solamente apta para ver en San Valentín. Tal vez sea un poco pesada en ese tramo, pero no tanto como para ser un “pasteleo”. De hecho, justo cuando empieza a cansar el tema, da un vuelco y se vuelve a poner interesante, con toda la historia de la mafia rusa y los robos.
El protagonista, aún siendo un ladrón internacional, es demasiado bonachón. Con esos enemigos tan malvados, no resulta demasiado creíble que pueda salirle todo bien sin tener que matar a una sola persona, ni aunque sea de rebote.
No conozco la serie de Roger Moore para poder compararla con ella, así que en ese sentido no sé si la adapta bien o no. Supongo que al ser una producción tan antigua, esta versión la superará al menos en las escenas de acción.
La película es bastante entretenida a pesar de ser muy tranquila. Creo que han equilibrado más o menos bien su parte romántica con el resto de la trama. Eso sí, Kilmer nunca me ha encajado como héroe. Prefiero a los otros actores: Shue y Rade “apellido impronunciable”, ese eterno secundario que casi siempre hace de ruso.
6
11 de enero de 2014
4 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Primero que nada tengo que decirle a algunos usuarios, claramente de sexo masculino, que critican la poca credibilidad que tiene Elisabeth Shue en el papel de superdotada científica, que esos comentarios son disparatados. No sé qué imagen tendrán ellos de las mujeres inteligentes o bien de las mujeres bellas, pero sea lo que sea, asusta bastante. Parece mentira que andemos con esas tonterías, y más aún en el Cine.

«El santo» es una muy entretenida cinta de espías y aventuras con la Rusia post comunista como marco de acción. El protagonista es un ladrón muy caballero de pasado trágico que conocerá el amor de su vida al inmiscuirse en un trabajo para un político y mafioso ruso. Dicho así, parece una pelotera, pero lo cierto es que el guión, que tiene regusto a cómic, está bien montado para que nadie se pierda y todo tenga sentido. La acción que hay interesa, y hasta logra que una simple carrera a pie nos ponga nerviosos.

Sin embargo, si hay algo que de verdad gusta de esta historia es la parejita de Emma y Simón, Shue y Kilmer, quienes por muy malos actores que fuesen, que no lo son, seguirían encantándonos. Ese es el privilegio de algunos. Hay que reconocer que ella se arrastra un poquito ante su galán, supongo que porque es tan sensible que se da cuenta enseguida de que es un cielo de hombre a pesar de sus disfraces, que no son más que máscaras para no ser él mismo. En favor de la tontura de Emma, diremos que a él le pasa lo mismo, y con motivo, así que demuestran que son tal para cual. Por cierto, mucho más atractivo sin disfraz de Moro de por medio, ¿eh?

Si parece imposible mezclar los milagros con la fusión nuclear, y la fusión nuclear con la magia, «El santo» demuestra lo contrario. Que más se va a pedir.
6
7 de enero de 2014 3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
El santo es un personaje salido de la mente del escritor inglés Leslie Charteris, allá por 1928. Desde esa fecha hasta el presente nuestro héroe ha deambulado por una amplia lista de libros, novelas gráficas, varias series de televisión, tiras cómicas, hasta dramas de radio, y por supuesto, numerosas películas, al menos 17. Todo esto indica la popularidad del esquivo Simon Templar, ladrón caballeresco e ingenioso, al estilo de Robin Hood, pero especialmente dotado por el disfraz. Dicho esto, revelo que sólo lo conocía de oídas y alguna otra imagen de Roger Moore en este papel, al que se le aparecía al final, una corona ficticia sobre la cabeza.

Así con este bagaje llega Phillip Noyce con la que es hoy la penúltima adaptación a la gran pantalla, que pese a ciertas críticas negativas, funcionó bien en taquilla con más de 169 millones de dólares recaudados por 68 invertidos. ¿El truco? Pues que es un thriller de espionaje y acción en el continente europeo con una trama algo sencilla pero rica en sucesos. Es un pelín disparatada en algún momento mas las diversas aventuras, bastante realistas pese a todo, su correcta factura, la historia de amor o su hermosa banda sonora, tapan sus errores. Además, tenemos el carisma de Val Kilmer y de Elisabeth Shue, encantadora como científica.
4
3 de septiembre de 2022 2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Tariro tariro", amén de ser un programa de televisión ochentero del grupo catalán La Trinca (véase spoiler 1), también fueron los acordes de una serie televisiva británica de comienzos de los 60 titulada "El santo".

Los más veteranos del lugar, y aquí señalo a aquellos con próstatas melocotines o almejas grises, recordarán aquel trabajo protagonizado por Roger Moore. Un Moore previo a su época Bond que interpretaba a un tipo, Simon Templar, quien, bordeando la ley, robaba a los malandrines y defendía a los desvalidos. La Wikipedia lo describe como una mezcla entre un Robin Hood, un aventurero, un ladrón, un justiciero, un detective, un seductor y un genio siempre por delante de todos.

Treinta años después, en 1997, y de la mano de un Val Kilmer encantado de haberse conocido, decidieron recuperar al personaje para una película ligeramente basada en la serie. Una en donde Kilmer diese vida al personaje, aunque ahora con un espíritu de la justicia quizás no tan excelso (véase spoiler 2). A Val se lo acompañó de Elisabeth Shue, en una decisión con la que pretendieron que dos guapos se enamorasen mientras corrían por sus vidas. El resultado, no obstante, fue una tontería. Una de esas que empeoran con los años.

Kilmer, de primeras, interpreta a un ladrón de guante blanco especializado en disfrazarse y maquillarse a la velocidad del rayo, exhibiendo acentos impostados para evitar ser descubierto. La realidad es más bien que la mayoría de sus caracterizaciones son tan dudosas y torpes que, honestamente, solo un ciego no lo identificaría. Ello por no citar que su estrategia es de lo más necia (véase spoiler 3). Val, además, hace un trabajo actoral bastante discutible. Uno que solo se le puede perdonar si se baja mucho el listón.

Junto a él, la citada Elisabeth Shue, en el que es uno de los roles más tontorrones e inverosímiles que esta mujer haya interpretado. Porque pocas veces un personaje femenino ha combinado tanta brillantez científica con semejante tontura extrema. Una pava fácil de embaucar e infantil en sus relaciones con terceros, que se dejará atrapar por el rollete romántico que Kilmer le propone. Ello nos brindará situaciones de las que causan vergüenza en el espectador, con diálogos risibles y momentos empalagosos que bien pudieran haber sido sacados del libreto de algún culebrón.

Otro problema de la película es su parcial apoyo en la tecnología del momento, con ordenadores, conexiones a Internet, criptografía y demás parafernalia digital. Entiendo que en 1997 aquello pudiera ser rompedor y el público ignorante lo aceptase con naturalidad, pero el paso del tiempo ha dejado en ridículo los dispositivos y sus interfaces simplistas. Un hecho que se ve potenciado por el descarado emplazamiento publicitario del teléfono Nokia 9000 (véase spoiler 4). Puede que todo esto sea inevitable, pero no deja de ser un defecto.

La historia que se cuenta, además, es simple de marras. Por ahí tenemos a unos rusos de pacotilla, de caracterización discutible, que parecen perseguir una especie de revolución con la que devolver a la madre Rusia su esplendor. Todos carentes de credibilidad, con unas personalidades navegando por aguas someras, y poniendo siempre caras de malotes. Decir que los némesis de Templar son infantiles, no sería faltar a la verdad, máxime cuando hay científicos nucleares con el pelo teñido de gris montando laboratorios de fusión en el salón de una mansión. Lo normal, vaya.

Y si esto no fuera suficiente, encima la película tiene las santas narices de usar como excusa la solución a la fusión fría. Quimera que ya vivió su momento ridículo en el 89, y que aquí está en manos de una sola persona, unas poquitas fórmulas escritas en post-it, y en un mecanismo de seguridad pechuguil. En serio, qué mal retratan a los científicos y su ciencia en este tipo de producciones, ¿eh?

El resto de la cinta son persecuciones, esbirros con la puntería de un bizco miope con cataratas, facinerosos con olfato perruno para localizar a los perseguidos, protagonistas que escapan por arte de birlibirloque, personajes secundarios que entran en escena para ayudar a los protagonistas sin ninguna razón (véase spoiler 5), y majaderías por el estilo.

En resumen, una película burda pensada para espectadores que no quieran pensar. Su abultado presupuesto ($90 millones) impidió a su taquilla ($169.4 millones) salvar la inversión, resultando en un fracaso.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
1º) Uno de cuyos integrantes, Josep Maria Mainat, ahora proclama su odio a España, aun cuando no le hizo ascos al dinero de la televisión pública nacional en el pasado.

2º) En la película se da a entender que no le importa robar a quien haga falta, pero que en su último trabajo sufre de problemas de conciencia. Porque sí, porque la chorva a la que debe engatusar se la ha puesto bien dura. Cuesta imaginar cómo ha durado tanto en su profesión.

3º) Simon Templar (aka, Kilmer) se inventa personalidades para escapar de la justicia y sus perseguidores. Para ello opta por usar siempre nombres de santos. Una idiotez, porque el primer paso para ocultarse es evitar seguir cualquier patrón distintivo.

De hecho, esto se explota en la película, pues Elisabeth Shue se lo tiene que explicar a la policía de Scotland Yard, quien se queda con cara de tonta al no haber caído en la cuenta. Muy verosímil.

4º) Teléfono móvil que, por entonces, parecía la repanocha, con su teclado QWERTY integrado, su cierre tipo concha, y su funcionamiento dual (plegado o abierto). Eran los tiempos en los que las antenas fractales aún no existían en el mercado (apenas se habían inventado en el 95), por lo que el cacharrito lucía una de aquellas feísimas antenas negras. Pero, eh, era el 97. Los móviles eran sinónimo de ladrillos.

5º) E incluso muriendo por ellos. Pero poco importa, porque nada quebranta la voluntad de estos samaritanos para ayudar a dos desconocidos perseguidos por asesinos. Sin embargo, es lo de la traficante de arte en las alcantarillas lo que ya supone reírse del espectador mientras se le arroja una tarta de crema en la cara.

Aparición repentina, compadreo, displicencia a ayudar gracias a conocimientos expertos, negociación estúpida (de $10 millones a un reloj de lujo)... Pero lo peor es su caracterización, en lo que fue un plagio de la portada del videojuego "Command and Conquer: Red Alert" (1996). Ni siquiera próximo el final la cinta tiene compasión con el espectador.
5
15 de febrero de 2014 1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ni la película es tan mala como cabría pensar, ni es lo que se vendió en su estreno.

En primer lugar, la película pretende ser una especia de James Bond camaleónico: un espía con la capacidad de mutar su apariencia, carismático y torturado.

En cuanto al guión, si bien la película es entretenida, (dentro del género en el que se mueve) hay ciertas partes que rozan el ridículo: en primer lugar, la doctora, encarnada por una Elisabeth Shue recién salida de "Leaving Las Vegas", pero que aquí tiene cara de cinco duros, pues no se termina de creer su propio personaje. No es que ella sea una gran actriz, eso ya lo damos por sentado, si no que el propio personaje es anodino e insufrible.

Luego está Val Kilmer, que aquí vuelve a plagiar su interpretación de Jim Morrison, sólo que mucho peor, ya que ni el personaje da más de si ni ese pretendido aura de ser torturado, pero a la vez mujeriego y carismático no pega ni con cola.

La escena del vino, o la del monumento Shelly es de una simpleza que de no ser porque la película no es una comedia, acabarías riéndote de lo mal planteadas que están algunas escenas.

Lo mejor es Rade Serbedzija. Haciendo de villano cachondo. Es al único que te crees en su papel, como capo de la mafia rusa en la era Yeltsin.

La banda sonora no está mal, pero tampoco pasará a la historia como algo destacable. Se te queda ese pequeño compás a piano como leitmotiv que ayuda a dotar de cierta elegancia escenas atroces. Pero nada más, el resto de temas, pues lo típico: el Six Underground de los esporádicos Sneakers Pimps y Underworld.

Veredicto: inofensivo producto de entretenimiento.
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