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España España · . ¯\_(ツ)_/¯ .
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Voto de Jose_Lopez_5:
4
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4
Thriller. Acción. Aventuras. Romance Simon se educó en un durísimo orfanato y allí tuvo que aprender muchos trucos. Años después, era el más famoso ladrón del mundo, a punto de completar cincuenta millones de dólares en su cuenta. Los mismos empresarios rusos a los que robó un valioso microchip, le contratan para una difícil misión: arrebatar a una bella científica el secreto de la fusión nuclear. (FILMAFFINITY)
3 de septiembre de 2022 2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Tariro tariro", amén de ser un programa de televisión ochentero del grupo catalán La Trinca (véase spoiler 1), también fueron los acordes de una serie televisiva británica de comienzos de los 60 titulada "El santo".

Los más veteranos del lugar, y aquí señalo a aquellos con próstatas melocotines o almejas grises, recordarán aquel trabajo protagonizado por Roger Moore. Un Moore previo a su época Bond que interpretaba a un tipo, Simon Templar, quien, bordeando la ley, robaba a los malandrines y defendía a los desvalidos. La Wikipedia lo describe como una mezcla entre un Robin Hood, un aventurero, un ladrón, un justiciero, un detective, un seductor y un genio siempre por delante de todos.

Treinta años después, en 1997, y de la mano de un Val Kilmer encantado de haberse conocido, decidieron recuperar al personaje para una película ligeramente basada en la serie. Una en donde Kilmer diese vida al personaje, aunque ahora con un espíritu de la justicia quizás no tan excelso (véase spoiler 2). A Val se lo acompañó de Elisabeth Shue, en una decisión con la que pretendieron que dos guapos se enamorasen mientras corrían por sus vidas. El resultado, no obstante, fue una tontería. Una de esas que empeoran con los años.

Kilmer, de primeras, interpreta a un ladrón de guante blanco especializado en disfrazarse y maquillarse a la velocidad del rayo, exhibiendo acentos impostados para evitar ser descubierto. La realidad es más bien que la mayoría de sus caracterizaciones son tan dudosas y torpes que, honestamente, solo un ciego no lo identificaría. Ello por no citar que su estrategia es de lo más necia (véase spoiler 3). Val, además, hace un trabajo actoral bastante discutible. Uno que solo se le puede perdonar si se baja mucho el listón.

Junto a él, la citada Elisabeth Shue, en el que es uno de los roles más tontorrones e inverosímiles que esta mujer haya interpretado. Porque pocas veces un personaje femenino ha combinado tanta brillantez científica con semejante tontura extrema. Una pava fácil de embaucar e infantil en sus relaciones con terceros, que se dejará atrapar por el rollete romántico que Kilmer le propone. Ello nos brindará situaciones de las que causan vergüenza en el espectador, con diálogos risibles y momentos empalagosos que bien pudieran haber sido sacados del libreto de algún culebrón.

Otro problema de la película es su parcial apoyo en la tecnología del momento, con ordenadores, conexiones a Internet, criptografía y demás parafernalia digital. Entiendo que en 1997 aquello pudiera ser rompedor y el público ignorante lo aceptase con naturalidad, pero el paso del tiempo ha dejado en ridículo los dispositivos y sus interfaces simplistas. Un hecho que se ve potenciado por el descarado emplazamiento publicitario del teléfono Nokia 9000 (véase spoiler 4). Puede que todo esto sea inevitable, pero no deja de ser un defecto.

La historia que se cuenta, además, es simple de marras. Por ahí tenemos a unos rusos de pacotilla, de caracterización discutible, que parecen perseguir una especie de revolución con la que devolver a la madre Rusia su esplendor. Todos carentes de credibilidad, con unas personalidades navegando por aguas someras, y poniendo siempre caras de malotes. Decir que los némesis de Templar son infantiles, no sería faltar a la verdad, máxime cuando hay científicos nucleares con el pelo teñido de gris montando laboratorios de fusión en el salón de una mansión. Lo normal, vaya.

Y si esto no fuera suficiente, encima la película tiene las santas narices de usar como excusa la solución a la fusión fría. Quimera que ya vivió su momento ridículo en el 89, y que aquí está en manos de una sola persona, unas poquitas fórmulas escritas en post-it, y en un mecanismo de seguridad pechuguil. En serio, qué mal retratan a los científicos y su ciencia en este tipo de producciones, ¿eh?

El resto de la cinta son persecuciones, esbirros con la puntería de un bizco miope con cataratas, facinerosos con olfato perruno para localizar a los perseguidos, protagonistas que escapan por arte de birlibirloque, personajes secundarios que entran en escena para ayudar a los protagonistas sin ninguna razón (véase spoiler 5), y majaderías por el estilo.

En resumen, una película burda pensada para espectadores que no quieran pensar. Su abultado presupuesto ($90 millones) impidió a su taquilla ($169.4 millones) salvar la inversión, resultando en un fracaso.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
1º) Uno de cuyos integrantes, Josep Maria Mainat, ahora proclama su odio a España, aun cuando no le hizo ascos al dinero de la televisión pública nacional en el pasado.

2º) En la película se da a entender que no le importa robar a quien haga falta, pero que en su último trabajo sufre de problemas de conciencia. Porque sí, porque la chorva a la que debe engatusar se la ha puesto bien dura. Cuesta imaginar cómo ha durado tanto en su profesión.

3º) Simon Templar (aka, Kilmer) se inventa personalidades para escapar de la justicia y sus perseguidores. Para ello opta por usar siempre nombres de santos. Una idiotez, porque el primer paso para ocultarse es evitar seguir cualquier patrón distintivo.

De hecho, esto se explota en la película, pues Elisabeth Shue se lo tiene que explicar a la policía de Scotland Yard, quien se queda con cara de tonta al no haber caído en la cuenta. Muy verosímil.

4º) Teléfono móvil que, por entonces, parecía la repanocha, con su teclado QWERTY integrado, su cierre tipo concha, y su funcionamiento dual (plegado o abierto). Eran los tiempos en los que las antenas fractales aún no existían en el mercado (apenas se habían inventado en el 95), por lo que el cacharrito lucía una de aquellas feísimas antenas negras. Pero, eh, era el 97. Los móviles eran sinónimo de ladrillos.

5º) E incluso muriendo por ellos. Pero poco importa, porque nada quebranta la voluntad de estos samaritanos para ayudar a dos desconocidos perseguidos por asesinos. Sin embargo, es lo de la traficante de arte en las alcantarillas lo que ya supone reírse del espectador mientras se le arroja una tarta de crema en la cara.

Aparición repentina, compadreo, displicencia a ayudar gracias a conocimientos expertos, negociación estúpida (de $10 millones a un reloj de lujo)... Pero lo peor es su caracterización, en lo que fue un plagio de la portada del videojuego "Command and Conquer: Red Alert" (1996). Ni siquiera próximo el final la cinta tiene compasión con el espectador.

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