AdolescenciaMiniserie
2025 

7.6
20,856
Serie de TV. Drama. Thriller
Miniserie de TV. 4 episodios. El mundo de una familia se pone patas arriba cuando Jamie Miller, de 13 años, es arrestado y acusado de asesinar a una compañera de clase. Los cargos contra su hijo les obliga a enfrentarse a la peor pesadilla de cualquier padre.
30 de marzo de 2025
30 de marzo de 2025
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Adolescencia es de esas series que te remueven. Incómoda, sí, pero también muy necesaria. Habla sin rodeos de lo que significa crecer hoy en día, con toda la presión social, el ruido de las redes y la violencia que a veces aparece donde menos se espera.
Desde el primer capítulo queda claro que no va a ser una historia fácil. La tensión, el silencio, la incomodidad... todo está contado con un estilo visual directo, casi asfixiante, que no te da tregua. No necesita grandes giros ni dramatismos: lo que te atrapa es lo real que se siente todo, lo fácil que es conectar incluso sin entender del todo lo que ha pasado.
A nivel técnico es impecable. Rodada en plano secuencia y en tiempo real, te mete de lleno en cada escena, como si estuvieras ahí, sin respiro. Las interpretaciones —sobre todo la de Owen Cooper, que hace de Jamie— son brutales. Todo lo que siente ese niño lo ves en su cara, en sus gestos. No hay artificio.
El guion va directo al grano y toca temas importantes: bullying, salud mental, masculinidad tóxica, y la influencia de ciertos discursos radicales en internet. Pero lo hace sin dar lecciones ni caer en dramatismos baratos. Todo es sutil, creíble… dolorosamente real.
Lo que más impacta, quizá, es ver cómo los adultos quedan completamente desbordados. Padres, profes, policías... todos tratando de entender algo que ya se les escapó hace tiempo. La serie te deja pensando, sobre todo si convives o trabajas con adolescentes.
Conclusión:
No es una serie ligera. Es dura, pero muy honesta. Si te interesa lo que de verdad está pasando con los jóvenes, Adolescencia es imprescindible. Eso sí, no vayas sin prepararte un poco el corazón.
Desde el primer capítulo queda claro que no va a ser una historia fácil. La tensión, el silencio, la incomodidad... todo está contado con un estilo visual directo, casi asfixiante, que no te da tregua. No necesita grandes giros ni dramatismos: lo que te atrapa es lo real que se siente todo, lo fácil que es conectar incluso sin entender del todo lo que ha pasado.
A nivel técnico es impecable. Rodada en plano secuencia y en tiempo real, te mete de lleno en cada escena, como si estuvieras ahí, sin respiro. Las interpretaciones —sobre todo la de Owen Cooper, que hace de Jamie— son brutales. Todo lo que siente ese niño lo ves en su cara, en sus gestos. No hay artificio.
El guion va directo al grano y toca temas importantes: bullying, salud mental, masculinidad tóxica, y la influencia de ciertos discursos radicales en internet. Pero lo hace sin dar lecciones ni caer en dramatismos baratos. Todo es sutil, creíble… dolorosamente real.
Lo que más impacta, quizá, es ver cómo los adultos quedan completamente desbordados. Padres, profes, policías... todos tratando de entender algo que ya se les escapó hace tiempo. La serie te deja pensando, sobre todo si convives o trabajas con adolescentes.
Conclusión:
No es una serie ligera. Es dura, pero muy honesta. Si te interesa lo que de verdad está pasando con los jóvenes, Adolescencia es imprescindible. Eso sí, no vayas sin prepararte un poco el corazón.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La serie arranca con una escena que te golpea sin previo aviso: un policía recibe una llamada de su hijo diciendo que no se encuentra bien para ir al cole. Una escena cotidiana, casi banal. Minutos después, ese mismo policía forma parte de una redada. Entran a una casa a la fuerza, con fusiles de asalto, y lo que encuentran dentro te deja helado.
Jamie, un niño de 13 años, está en pijama, acurrucado en su colcha, una habitación juvenil, con un oso de peluche, un diploma escolar colgado en la pared, poster de la patrulla canina, un pequeño escritorio con un ordenador y papel pintado con cohetes. Tiene una mancha de orina en el pantalón. Está aterrado, paralizado por el miedo.
Jamie es arrestado por el asesinato de su compañera de clase, Katie. Y en ese momento todo se fractura. No solo para él, también para el espectador, que no sabe si mirar o apartar la vista.
En la comisaría, mientras lo interrogan, los agentes le ofrecen cereales y chocolate caliente con nubes. No hace falta que nadie diga que es solo un niño. Lo ves. Owen Cooper transmite esa mezcla de confusión, desconexión y miedo con una precisión que duele.
La historia se desarrolla en cuatro episodios:
– El primero juega con la tensión sin dar toda la información, lo que lo hace aún más inquietante.
– El segundo se adentra en el contexto escolar de Jamie, el bullying, las presiones. Nada espectacular, pero ahí está la clave.
– En el tercero, una sesión de terapia en prisión nos muestra a un niño que sabe lo que hizo… pero no alcanza a entender el daño, ni cómo llegó hasta ahí.
– El cuarto capítulo muestra a los padres intentando recomponerse en medio del dolor y la exposición mediática. Una familia rota, incapaz de encontrar respuestas.
Y lo más inquietante de todo: Adolescencia se basa en un caso real ocurrido en Liverpool, donde un chico de 14 años mató a una niña de 12. No es una serie que busque el escándalo. Quiere entender. Y en ese intento, lanza una pregunta tan simple como dura:
¿Cómo llegamos a esto?
Jamie, un niño de 13 años, está en pijama, acurrucado en su colcha, una habitación juvenil, con un oso de peluche, un diploma escolar colgado en la pared, poster de la patrulla canina, un pequeño escritorio con un ordenador y papel pintado con cohetes. Tiene una mancha de orina en el pantalón. Está aterrado, paralizado por el miedo.
Jamie es arrestado por el asesinato de su compañera de clase, Katie. Y en ese momento todo se fractura. No solo para él, también para el espectador, que no sabe si mirar o apartar la vista.
En la comisaría, mientras lo interrogan, los agentes le ofrecen cereales y chocolate caliente con nubes. No hace falta que nadie diga que es solo un niño. Lo ves. Owen Cooper transmite esa mezcla de confusión, desconexión y miedo con una precisión que duele.
La historia se desarrolla en cuatro episodios:
– El primero juega con la tensión sin dar toda la información, lo que lo hace aún más inquietante.
– El segundo se adentra en el contexto escolar de Jamie, el bullying, las presiones. Nada espectacular, pero ahí está la clave.
– En el tercero, una sesión de terapia en prisión nos muestra a un niño que sabe lo que hizo… pero no alcanza a entender el daño, ni cómo llegó hasta ahí.
– El cuarto capítulo muestra a los padres intentando recomponerse en medio del dolor y la exposición mediática. Una familia rota, incapaz de encontrar respuestas.
Y lo más inquietante de todo: Adolescencia se basa en un caso real ocurrido en Liverpool, donde un chico de 14 años mató a una niña de 12. No es una serie que busque el escándalo. Quiere entender. Y en ese intento, lanza una pregunta tan simple como dura:
¿Cómo llegamos a esto?
31 de marzo de 2025
31 de marzo de 2025
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una miniserie que ha entrado con mucha fuerza y que, seguro, acabará el año dentro de los acostumbrados listados de destacadas. A estas alturas es un hecho que todo el mundo habla. ¿Y por qué ha pasado esto?. En mi opinión, y más allá del prodigio de sus cuatro planos secuencia, es porque, a partir de unos hechos reales ante los que nos quedamos desconcertados, no se ha querido en ningún momento dar respuestas elementales y consoladoras. Su director, que debe reivindicarse y que mencionaré más adelante, da una visión panorámica —policía, escuela, psicología y familia— sin definir en ningún momento la culpa de forma unívoca y sin caer para nada, por otra parte, en una visión benévola o condescendiente.
"Adolescencia" es un drama intimista y psicologista con la intención de ampliar la visión hacia una mirada sociológica y claramente más abierta y rica. El tono más psicológico –con un tercer episodio realmente magistral a nivel interpretativo del joven Owen Cooper– o familiar se combina perfectamente con un aire más social –con un segundo episodio prodigioso dentro de una institución escolar– que nos regala percepciones diversas y enriquecedoras que superan con creces una visión policial resolutiva pero también incompleta.
Ahora es el momento de coger el lápiz o el teclado del móvil y anotar el nombre de Philip Barantini para seguirlo en un futuro y reivindicar, de paso, la película -la miniserie no la he visto aunque ha entrado en el listado de pendientes- que lleva por título "Boiling point" —también con el impecable protagonismo del actor S. Graham— demuestra su buen oficio en una visión muy interesante de una crisis personal de un cocinero en un restaurante de lujo londinense.
El director y los dos guionistas —el propio S. Graham y Jack Thorne— realizan un trabajo exquisito en la realización de los cuatro episodios. Esto es algo indudable. Ahora bien, lo que agradezco y admiro más de su creación es que respeten y den valor al espectador, entendiendo perfectamente que seremos capaces de dar alguna respuesta —o ninguna, porque hay aspectos que no la tienen— a toda la serie de disyuntivas que nos plantean.
Termino con la reivindicación de la miniserie "The Virtues" (2019), donde participan también S. Graham y el guionista Jack Torne, y donde también veremos de forma bien trenzada un realismo descarnado con el que la complejidad de la naturaleza humana y el entorno social se muestran sin tapujos. (9)
"Adolescencia" es un drama intimista y psicologista con la intención de ampliar la visión hacia una mirada sociológica y claramente más abierta y rica. El tono más psicológico –con un tercer episodio realmente magistral a nivel interpretativo del joven Owen Cooper– o familiar se combina perfectamente con un aire más social –con un segundo episodio prodigioso dentro de una institución escolar– que nos regala percepciones diversas y enriquecedoras que superan con creces una visión policial resolutiva pero también incompleta.
Ahora es el momento de coger el lápiz o el teclado del móvil y anotar el nombre de Philip Barantini para seguirlo en un futuro y reivindicar, de paso, la película -la miniserie no la he visto aunque ha entrado en el listado de pendientes- que lleva por título "Boiling point" —también con el impecable protagonismo del actor S. Graham— demuestra su buen oficio en una visión muy interesante de una crisis personal de un cocinero en un restaurante de lujo londinense.
El director y los dos guionistas —el propio S. Graham y Jack Thorne— realizan un trabajo exquisito en la realización de los cuatro episodios. Esto es algo indudable. Ahora bien, lo que agradezco y admiro más de su creación es que respeten y den valor al espectador, entendiendo perfectamente que seremos capaces de dar alguna respuesta —o ninguna, porque hay aspectos que no la tienen— a toda la serie de disyuntivas que nos plantean.
Termino con la reivindicación de la miniserie "The Virtues" (2019), donde participan también S. Graham y el guionista Jack Torne, y donde también veremos de forma bien trenzada un realismo descarnado con el que la complejidad de la naturaleza humana y el entorno social se muestran sin tapujos. (9)
31 de marzo de 2025
31 de marzo de 2025
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Pues ese chaval parecía majo. Era algo tímido, pero siempre saludaba". Frases como esta son tan habituales en los medios de comunicación cada vez que algún homicidio o asesinato tiñe de negro la tranquila vida de un vecindario o de una pequeña ciudad, tanto, que hasta se han convertido en un meme. Pues precisamente para desmontar ese lugar común -de "aquí nunca había pasado nada", "es inexplicable, todo estaba bien" y demás por el estilo- ha venido esta miniserie británica, que se ha convertido en todo un fenómeno desde su estreno.
Si hay nombre propio que destaca por encima de cualquier otro en Adolescencia es el de Stephen Graham. El de Lancashire lleva siendo un "sospechoso habitual" de la industria audiovisual británica delante de la cámara desde hace más de un cuarto de siglo y ahora vuelve a ponerse a las manos del guión, como hizo ya en Boiling Point. Eso sí, no escribe solo, sino junto a otro veterano como Jack Thorne.
En la dirección encontramos a un socio habitual de Graham, el también Philip Barantini, que por fin encuentra un reto en el que puede demostrar su atrevimiento y valía. Quedan ya para el recuerdo esos planos-secuencia que constituyen en sí mismos la totalidad de cada episodio, y lo que tiene más mérito: sin necesidad de escenario único, con apenas una excepción. Esa unidad de acción eleva progresivamente la tensión y a la vez potencia la intensidad dramática que un relato de estas características pretende. Son cuatro entregas que empiezan nada menos que con una detención, muy temprana y con un gran despliegue policial, en la casa de una urbanización de clase obrera, en una pequeña ciudad inglesa, y de ahí en continuo in crescendo.
Pero, naturalmente, el virtuosismo visual no basta, por sí solo, para sostener una propuesta de este calibre. Además de un Graham soberbio en su rol de cabeza de familia destrozado, el elenco, en su totalidad, está inspiradísimo de principio a fin: pese la excelencia del guión y la factura visual, el reparto es el mayor pilar de esta serie. Destacaría en particular a Christine Tremarco (madre), Ashley Walters (policía), Erin Doherty (psicóloga) y, sobre todo, el gran descubrimiento de esta serie, Owen Cooper. El joven actor no sólo resulta profundamente creíble en una situación tan trágica como en la que se ve metido su personaje, sino que además consigue que no terminemos de empatizar de todo con este, que no acabemos de creérnoslo del todo, lo que resulta crucial es clave en el tono y la intriga que claramente pretenden construir los creadores de la serie.
Un amigo me preguntó qué episodio me había gustado más y le contesté que no sabía decirle, pues todos me habían impactado (en el buen sentido del término). Y sigo sin saber responder, porque entre un arranque que deja sin aliento durante una hora, el thriller escolar del segundo episodio, la claustrofobia del tour de force interpretativo entre Cooper y Doherty (en escenario único) y el colofón de la no-catarsis de la familia en el último me es muy difícil decidirme.
La incomprensión, la brecha generacional y la incomunicación entre padres e hijos, la incapacidad del sistema educativo (y de los demás "poderes fácticos" de la sociedad, por extensión) para atender la salud emocional y mental de los niños y adolescentes, el duelo de una familia destrozada o el ardua desafío que es siempre la paternidad son sólo algunos de los ingredientes temáticos que desfilan a lo largo de los cuatro episodios. Pero sin duda, su mayor acierto, y a la vez seña de identidad, es la ausencia de juicios morales claros, ni siquiera de pistas muy evidentes para inducirnos a pensar en una dirección u otra.
(continúa en la zona spoiler)
Si hay nombre propio que destaca por encima de cualquier otro en Adolescencia es el de Stephen Graham. El de Lancashire lleva siendo un "sospechoso habitual" de la industria audiovisual británica delante de la cámara desde hace más de un cuarto de siglo y ahora vuelve a ponerse a las manos del guión, como hizo ya en Boiling Point. Eso sí, no escribe solo, sino junto a otro veterano como Jack Thorne.
En la dirección encontramos a un socio habitual de Graham, el también Philip Barantini, que por fin encuentra un reto en el que puede demostrar su atrevimiento y valía. Quedan ya para el recuerdo esos planos-secuencia que constituyen en sí mismos la totalidad de cada episodio, y lo que tiene más mérito: sin necesidad de escenario único, con apenas una excepción. Esa unidad de acción eleva progresivamente la tensión y a la vez potencia la intensidad dramática que un relato de estas características pretende. Son cuatro entregas que empiezan nada menos que con una detención, muy temprana y con un gran despliegue policial, en la casa de una urbanización de clase obrera, en una pequeña ciudad inglesa, y de ahí en continuo in crescendo.
Pero, naturalmente, el virtuosismo visual no basta, por sí solo, para sostener una propuesta de este calibre. Además de un Graham soberbio en su rol de cabeza de familia destrozado, el elenco, en su totalidad, está inspiradísimo de principio a fin: pese la excelencia del guión y la factura visual, el reparto es el mayor pilar de esta serie. Destacaría en particular a Christine Tremarco (madre), Ashley Walters (policía), Erin Doherty (psicóloga) y, sobre todo, el gran descubrimiento de esta serie, Owen Cooper. El joven actor no sólo resulta profundamente creíble en una situación tan trágica como en la que se ve metido su personaje, sino que además consigue que no terminemos de empatizar de todo con este, que no acabemos de creérnoslo del todo, lo que resulta crucial es clave en el tono y la intriga que claramente pretenden construir los creadores de la serie.
Un amigo me preguntó qué episodio me había gustado más y le contesté que no sabía decirle, pues todos me habían impactado (en el buen sentido del término). Y sigo sin saber responder, porque entre un arranque que deja sin aliento durante una hora, el thriller escolar del segundo episodio, la claustrofobia del tour de force interpretativo entre Cooper y Doherty (en escenario único) y el colofón de la no-catarsis de la familia en el último me es muy difícil decidirme.
La incomprensión, la brecha generacional y la incomunicación entre padres e hijos, la incapacidad del sistema educativo (y de los demás "poderes fácticos" de la sociedad, por extensión) para atender la salud emocional y mental de los niños y adolescentes, el duelo de una familia destrozada o el ardua desafío que es siempre la paternidad son sólo algunos de los ingredientes temáticos que desfilan a lo largo de los cuatro episodios. Pero sin duda, su mayor acierto, y a la vez seña de identidad, es la ausencia de juicios morales claros, ni siquiera de pistas muy evidentes para inducirnos a pensar en una dirección u otra.
(continúa en la zona spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Nada queda claro en última instancia sobre qué ha pasado realmente, quién dice la verdad y quién miente y, sobre todo, cómo ha podido ocurrir algo así. Porque… ¿a quién podría matar un niño de 13 años?
31 de marzo de 2025
31 de marzo de 2025
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Recién terminado el «hype» de la temporada, me queda la desalentadora sensación de haber asistido a un telefilm de las sobremesas de Antena 3, y encima el doble de largo de lo que suele ser habitual. Prueba ilustrativa del deplorable estado del medio la encontramos en que lo antaño objeto de mofa es hoy poco menos que elevado a la categoría de historia de la TV.
Los planos secuencia, claro. Los planos secuencia. Esa fórmula con la que resulta preceptivo flipar desde el cuarto episodio de la primera temporada de «True Detective» (ídem, 2014) y que ha provocado un aluvión de verbosos orgasmos entre la crítica a sueldo y aficionada. Pues que me perdonen sus enfebrecidos apologetas, pero, a mi juicio, no son para tanto: cuatro travelling de seguimiento de una hora de duración a los que se ha dado un bombo difícil de entender, salvo que —de nuevo— se los tome como vara de medir la paupérrima imaginería del audiovisual contemporáneo.
El alarde técnico debería estar siempre al servicio de la historia y no al revés, tal como aquí sucede, quedando todo reducido a un ejercicio de vacuo virtuosismo, cuando no de un onanismo casi en efecto adolescente. De hecho, la intriga se agota antes de acabar el primer episodio y la presunta denuncia del destrozo que las redes sociales están perpetrando en la mente de nuestros jóvenes —y no tan jóvenes— es de una timidez rayana en la connivencia. A fin de cuentas, distribuye Netflix, quintaesencia del algoritmo, y ya se sabe que nadie escupe en el plato del que come.
En fin, mi recomendación es que, si quieren disfrutar de planos secuencia verdaderamente meritorios y dotados de contenido, echen un vistazo a cualquier cinta de Berlanga, o «La soga» («Rope», 1948) de Alfred Hitchcock. Y si no, me pueden llamar pollavieja cuanto quieran, que tengo la piel bastante gruesa.
Los planos secuencia, claro. Los planos secuencia. Esa fórmula con la que resulta preceptivo flipar desde el cuarto episodio de la primera temporada de «True Detective» (ídem, 2014) y que ha provocado un aluvión de verbosos orgasmos entre la crítica a sueldo y aficionada. Pues que me perdonen sus enfebrecidos apologetas, pero, a mi juicio, no son para tanto: cuatro travelling de seguimiento de una hora de duración a los que se ha dado un bombo difícil de entender, salvo que —de nuevo— se los tome como vara de medir la paupérrima imaginería del audiovisual contemporáneo.
El alarde técnico debería estar siempre al servicio de la historia y no al revés, tal como aquí sucede, quedando todo reducido a un ejercicio de vacuo virtuosismo, cuando no de un onanismo casi en efecto adolescente. De hecho, la intriga se agota antes de acabar el primer episodio y la presunta denuncia del destrozo que las redes sociales están perpetrando en la mente de nuestros jóvenes —y no tan jóvenes— es de una timidez rayana en la connivencia. A fin de cuentas, distribuye Netflix, quintaesencia del algoritmo, y ya se sabe que nadie escupe en el plato del que come.
En fin, mi recomendación es que, si quieren disfrutar de planos secuencia verdaderamente meritorios y dotados de contenido, echen un vistazo a cualquier cinta de Berlanga, o «La soga» («Rope», 1948) de Alfred Hitchcock. Y si no, me pueden llamar pollavieja cuanto quieran, que tengo la piel bastante gruesa.
1 de abril de 2025
1 de abril de 2025
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pues tras visionarla, me encuentro entre Pinto y Valdemoro.
Sin entrar en spoiler, el primer capítulo es intenso, arranca muy bien engancha, con la steadicam en acción, sientes que eres tú quien está en medio del meollo, es una sensación que se me hizo particularmente muy agradable, pero posiblemente otros no sean tan partidarios de ese tipo de filmaciones plano secuencia.
El segundo capítulo aún se sostiene con el descubriremos de los códigos del mundo adolescente, aceptable.
Para el tercero y el cuarto, no me queda más remedio que llevármelos al spoiler.
En resumen, creo se le ha dado demasiado bombo, no es una miniserie mala, pero ni mucho menos una obra maestra, porque a mi entender, si bien sus dos primeros capítulos son brillantes, ocurre todo lo contrario con los dos restantes, pues son monótonos con diálogos que no vienen al caso y escenas largas lentas y aburridas.
Cuando la terminas, tienes una sensación de sí, pero no.
Sin entrar en spoiler, el primer capítulo es intenso, arranca muy bien engancha, con la steadicam en acción, sientes que eres tú quien está en medio del meollo, es una sensación que se me hizo particularmente muy agradable, pero posiblemente otros no sean tan partidarios de ese tipo de filmaciones plano secuencia.
El segundo capítulo aún se sostiene con el descubriremos de los códigos del mundo adolescente, aceptable.
Para el tercero y el cuarto, no me queda más remedio que llevármelos al spoiler.
En resumen, creo se le ha dado demasiado bombo, no es una miniserie mala, pero ni mucho menos una obra maestra, porque a mi entender, si bien sus dos primeros capítulos son brillantes, ocurre todo lo contrario con los dos restantes, pues son monótonos con diálogos que no vienen al caso y escenas largas lentas y aburridas.
Cuando la terminas, tienes una sensación de sí, pero no.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Capítulo 3. Durante el interrogatorio con la psicóloga, todo muy cansino, de acuerdo que el chaval actúa muy bien y ofrece mucha credibilidad, pero insisto, irritante, claustrofóbico.
Capítulo 4 y último, uno espera el culmen, el colofón, está a punto de celebrarse el juicio y por el contrario todo transcurre en cómo hay que celebrar el cumpleaños del padre, la mayor parte del mismo asistimos dentro de una furgoneta, a un diálogo insulso, que no viene a cuento con la historia que relata y que se verá parcialmente interrumpido (único momento interesante del mismo), cuando el chaval llama desde prisión, diciendo que va a confesarse culpable.
Conclusión, o faltaba algún capítulo más (que yo creo que no) o sobraban dos.
Miguel Ángel Corvinos
Capítulo 4 y último, uno espera el culmen, el colofón, está a punto de celebrarse el juicio y por el contrario todo transcurre en cómo hay que celebrar el cumpleaños del padre, la mayor parte del mismo asistimos dentro de una furgoneta, a un diálogo insulso, que no viene a cuento con la historia que relata y que se verá parcialmente interrumpido (único momento interesante del mismo), cuando el chaval llama desde prisión, diciendo que va a confesarse culpable.
Conclusión, o faltaba algún capítulo más (que yo creo que no) o sobraban dos.
Miguel Ángel Corvinos
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