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Críticas 18
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
6
17 de febrero de 2025
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
El abismo secreto es una película extraña, pero en el buen sentido. Scott Derrickson mezcla acción, terror y romance en una historia que, aunque no siempre encaja del todo, tiene momentos entretenidos. Miles Teller y Anya Taylor-Joy interpretan a dos francotiradores que deben vigilar un abismo donde acecha algo peligroso. A medida que avanza la historia, su relación toma protagonismo, lo que añade una capa emocional a la típica trama de supervivencia.

El arranque es prometedor: el misterio está bien construido, la tensión se siente y la fotografía de Dan Laustsen aporta una atmósfera espectacular. Pero a medida que la película avanza, el guion pierde fuerza. Hay un punto en el que la acción se estira demasiado y el romance, aunque interesante, se vuelve un poco forzado. Se nota que la película quiere ser muchas cosas a la vez, y no siempre logra equilibrarlas.

Dicho esto, la banda sonora de Trent Reznor y Atticus Ross es un gran acierto, y hay escenas de tensión bien logradas. No es una película revolucionaria, pero si te gustan las mezclas de géneros y no te importa que la historia tenga altibajos, es un entretenimiento decente.

Lo mejor: La química entre Teller y Taylor-Joy y la ambientación.
Lo peor: Un tercer acto que se siente un poco desordenado.
Veredicto: No es para todos, pero si entras en su juego, puede ser disfrutable.
7 de febrero de 2025
10 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta última comedia dramática dirigida por Dani de la Orden es de esas películas que te pellizcan por dentro y ha conquistado Cataluña este año. Con un reparto estelar (Emma Vilarasau, Enric Auquer, María Rodríguez Soto y Clara Segura), la trama nos lleva a una casa de verano en la Costa Brava, donde el reencuentro familiar transforma los trapos sucios en un viaje emocional lleno de sorpresas que te hace reír y sufrir al mismo tiempo. La película habla de relaciones familiares, el síndrome del nido vacío y la nostalgia de los veranos de la infancia.
La historia sigue a una familia que se reúne en la casa de la abuela (Emma Vilarasau, magistral) para un evento "especial" que promete ser emotivo. Lo que no saben es que la matriarca guarda un secreto capaz de sacudirlos a todos. Entre las sonrisas falsas del hijo que llega con su novia, las verdades a gritos de la hija rebelde y los comentarios profundos de la nueva pareja del exmarido, los trapos sucios salen a flote entre plato y plato. La mezcla de humor incómodo y drama visceral te engancha tanto que no sabes si reírte o esconderte detrás del sofá. Como un dominó de mentiras enterradas, cada revelación pone a prueba hasta el último lazo familiar... y al espectador, conteniendo la respiración.
Uno de los mayores aciertos de la película son sus interpretaciones. Emma Vilarasau se luce en su papel de esas madres de familia cuya labor parece ir acabándose y se encuentran con el abandono como recompensa a décadas de esfuerzo y sacrificio. Enric Auquer interpreta al hijo, un romántico empedernido. Derrocha carisma y ofrece momentos cómicos y conmovedores. "Es como un Peter Pan, dando la sensación de que él no sabe querer y a él le tiene que querer todo el mundo", confesaba el actor. María Rodríguez Soto aporta crudeza como la hija rebelde, usando la ironía como escudo. Aunque aparenta tener una familia ideal con sus dos hijas y su marido, se siente completamente ahogada y está convencida de que no merece el amor que recibe. Clara Segura encarna a la nueva pareja y antigua psicóloga con maestría, representando a una persona ajena a la familia que juega un papel crucial en la dinámica familiar. Su presencia y sus intervenciones desencadenan una serie de acontecimientos que obligan a los miembros de la familia a enfrentarse a sus propios problemas y replantearse sus relaciones.
"La casa en llamas" se ha convertido en el fenómeno catalán más visto de la última década. La película no solo arrasó en taquilla, sino que reavivó el debate sobre la producción audiovisual en catalán. La película está rodada originalmente en catalán. ¿Sabías que los actores se negaron a doblarla al castellano? Netflix terminó distribuyéndola doblada, pero ojo, verla en versión original es otro rollo. Escucharla con el audio original es lo ideal, porque con el doblaje se pierden algunos detalles de la película. Buen pulso entre el mercado global y el cine catalán contemporáneo.
El reconocimiento al guion de Eduard Sola (Premio Goya 2025) subraya la solidez narrativa de la cinta. Sin artificios, el texto captura los matices de una familia disfuncional con diálogos que resuenan como conversaciones escuchadas en cualquier cocina de la comarca del Empordà. El rodaje en la Costa Brava dejó unos detalles interesantes. Aunque parece que la casa principal está en Cadaqués, en realidad se filmó en Canet de Mar. En una finca conocida como Can Rovira. El equipo recreó el ambiente de una casa familiar de vacaciones, con detalles que evocan al Empordà y un aire de lugar que ha aguantado el paso del tiempo. La ambientadora, Sandra Marín, hizo un gran trabajo eligiendo piezas clásicas que encajan perfecto con el diseño catalán. Dani de la Orden quería reflejar la idea de una casa acomodada cerca del mar, y la elección de Canet de Mar fue todo un acierto. Los paisajes de la Costa Brava, además, añaden una belleza natural que se convierte en un personaje más en la historia.
Visualmente, "La casa en llamas" aprovecha la belleza de la Costa Brava como testigo silencioso del drama. Tomas de acantilados y calas desiertas contrastan con planos cerrados de la casa. Cuando estallan las peleas, la cámara se vuelve inquieta, casi ahogada por las paredes angostas. Cuando hay reconciliaciones, el mar aparece al fondo, inmutable. Todo junto da más profundidad a la historia.
En resumen, "La casa en llamas" es mucho más que una comedia dramática. Combina humor con reflexión sobre los lazos familiares y la verdad, de una manera que entretiene y conmueve. Funciona porque entiende que las familias no se rompen con gritos, sino con silencios. Y que la verdad duele más cuando se esconde tras sonrisas o rutinas que fingimos normalizar. No es una peli sobre mentiras, sino sobre lo que perdemos al callarlas.
7 de febrero de 2025 4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
A ver, que ya no estamos para fuegos artificiales. John Andreas Andersen nos trae 'Número 24', una película que se aleja de esos espectáculos bélicos que nos meten por los ojos. Aquí, lo que prima es la historia real de Gunnar Sonsteby, un tipo clave en la resistencia noruega durante la Segunda Guerra Mundial. Y lo cuenta con un realismo que se agradece, sin adornos ni exageraciones.

Nada de héroes de acción ni escenas grandilocuentes. Aquí vemos las misiones arriesgadas que llevaban a cabo Sonsteby y su grupo: sabotajes, destrucción de archivos... Todo con una crudeza que te hace sentir el peso de sus decisiones, el costo real de sus acciones. Son personas normales enfrentando situaciones extremas, con los recursos que tenían a mano.

La fotografía y el ritmo de la película te mantienen en tensión constante, sin necesidad de recurrir a efectos especiales ni exageraciones. Es un cine histórico más sobrio, más riguroso, para aquellos que buscamos algo más que entretenimiento fácil.

'Número 24' te hace reflexionar sobre el verdadero significado del heroísmo y el sacrificio. No es una película de guerra al uso, sino un retrato honesto de lo que significó la resistencia en Noruega. Si buscas una película que te haga pensar, esta es una buena opción.
27 de febrero de 2025 4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vaya por delante que Anora no es una peli para todos los gustos. Pero si te va el cine con personalidad, el que te sacude y te deja pensando, quizá hasta le encuentres el punto. Sean Baker, el director, ya tiene su sello: le encanta retratar a los olvidados, a los que viven al margen. Y aquí no se corta un pelo. Eso sí, si esperas una comedia ligerita para pasar el rato, mejor ve preparado: esto es más complicado que un cubo de Rubik.

La historia de Ani, es como un cuento de hadas moderno pero con el maquillaje corrido. Una bailarina de club que se enamora de un chaval rico e inmaduro, hijo de un oligarca ruso. Suena a telenovela, ¿verdad? Pues Baker le da la vuelta. Hay risas, sí, pero de esas que se te quedan a medias en la garganta. Los matones torpes que persiguen a la pareja son cómicos, pero también te dan pena, porque al final todos están atrapados en este mundo donde el dinero manda más que el sentido común.

Lo que más me llegó fue Mickey Madison, la actriz que hace de Ani. Tiene una mezcla de fuerza y vulnerabilidad que te hace quererla incluso cuando toma decisiones cuestionables. Eso sí, la peli se estira como un chicle en algunos momentos. Dos horas y pico se notan, sobre todo en la parte de los rusos persiguiéndola, que a veces parece un gag repetido.

La película muestra el mundo del striptease y los clientes "simpáticos" sin juzgar, simplemente presentando la realidad de los personajes. Esto puede parecer realista para algunos, mientras que para otros puede parecer exagerado. Lo que no se le puede negar es que tiene un corazón enorme, aunque se desgarre por los bordes.

En resumen: Si te gustan las historias crudas con toques de humor ácido, dale una oportunidad. Eso sí, lleva pañuelos, paciencia y ganas de discutir después en el bar. Porque Anora no te deja indiferente, y a nuestra edad, eso ya es un triunfo. ¿Obra maestra? Quizá si, pero desde luego es de las que te acompañan días después. Como ese vino que cada sorbo te deja pensando más en su sabor, sin poder olvidarlo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Esa escena final en el coche, con ese gesto mínimo que lo cambia todo, es pura poesía visual. Te deja con un nudo en el estómago, preguntándote si Ani es una superviviente o una perdedora más. Baker no te da respuestas: te lanza la pregunta como un dardo envenenado.
7 de febrero de 2025
5 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
¡Agárrense los sombreros, amigos! "Érase una vez en el Oeste" te atrapa como una ráfaga en pleno desierto. En seis capítulos, nos traslada a 1857, durante la Guerra de Utah, donde el aire huele a pólvora y las balas surcan el viento como cuchillos.
La trama sigue a una madre coraje y a su hijo, empeñados en escapar de un pasado oscuro para reinventarse en un territorio despiadado. Desde el primer minuto, sus luchas te enganchan: son supervivientes que clavan las uñas en un futuro incierto, rodeados de un territorio hostil.

La serie no edulcora el Oeste: la violencia estalla cruda y visceral. Las tensiones entre el ejército estadounidense, las milicias mormonas y los nativos no son cuentos de hadas; son pólvora seca lista para arder. Pero entre el caos, emergen destellos de humanidad: dilemas morales que te sacuden, gestos de ternura que reconcilian con la esperanza.
Nadie aquí es héroe ni villano. La supervivencia desdibuja los bandos, mezclando ambición, fe y tradición en un cóctel explosivo. Cada elección —un susurro o un disparo— puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte, añadiendo capas de tensión que te obligan a contener la respiración.

La ambientación es una bofetada de autenticidad: cañones que devoran el horizonte, llanuras que humillan nuestra soberbia humana. Los personajes respiran como seres reales: la protagonista, lejos de ser una figura épica, arrastra cicatrices y contradicciones que la hacen creíble. Su evolución —ni forzada ni predecible— se va tejiendo con paciencia, evitando clichés. El reparto, por su parte, brilla con actuaciones sólidas que rasgan la pantalla: cada mirada, cada silencio, cuenta más que mil balas.

Cada capítulo mantiene un equilibrio entre la tensión y la calma. Hay momentos de respiro que te permiten conocer mejor a los personajes, pero también situaciones de peligro que mantienen el ritmo. Los episodios avanzan como tormentas: a veces rugen, a veces se limitan a cargar el aire con electricidad. No es una serie de acción frenética, pero tampoco se hace lenta; sabe dosificar la intriga y la emoción en su justa medida.

Para los amantes del género, es oro puro. Te hipnotiza con giros que desafían lo previsible, mientras reinventa el Oeste clásico: la fe se mezcla con sangre, el poder corrompe sin disculpas, y las identidades se forjan a golpe de pérdidas. No es perfecta —un romance apresurado, algún flashback innecesario—, pero su crudeza te marca. Cuando termina, no solo has visto una historia: la has vivido en carne propia. Las botas embarradas, la garganta seca... y cicatrices que perduran tras apagar la pantalla.
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