La condena
1988 

7.3
1,310
21 de julio de 2016
21 de julio de 2016
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay una atmósfera deprimente que te absorbe y atrapa en esta obra. Un suicidio declarado, de la fe hacia la humanidad. La perdida de la esperanza del amor como salvación, que te desintegra como persona, convirtiéndote en un perro, y que se deja notar en cada uno de esos planos-secuencias que rozan la perfección. La fotografía es muy acertada, y en más de una escena se tiene que leer entre-lineas y observar el simbolismo de ese cuadro en movimiento que se representa en ese determinado momento de la historia. He de decir que me ha llegado hasta los pulmones esa niebla tan densa de decadencia, ese blanco y negro tan particular, y la lluvia constante, hacen de esta obra no apta para gente sensible, a mí, me hace las delicias.
Es la segunda obra de Béla Tarr al que me enfrento, si en "A londoni férfi" casi me duermo en cada escena por esos planos secuencias soporíferos, en esta obra, he de decir que me ha hipnotizado y conquistado completamente. Hay un aura de tristeza, que sobretodo por esa "banda sonora", te hace sentir tan perdido como su protagonista, y esta vez he de levantarme del asiento y aplaudir a este señor.
Y aunque hay una clara referencia al estilo de Tarkovski, por su lado, Béla Tarr tiene su toque personal y apuesta más por el uso de las distancias focales y planos con recorridos más variados, haciendo especial hincapié en la percepción de los objetos lejanos en contraste con la cercanía en la que se sitúa la cámara en ciertas escenas, casi provocando alguna que otra ilusión óptica muy conseguida.
Mención especial al plano secuencia en el "titanik bar" con esa canción al más puro estilo Dream pop, de una fragilidad y belleza única, acertádamente exquisita, y uno de los diálogos a destacar en particular;
"-Me siento en la ventana a mirar fuera, completamente en vano. Llevo años sentándome aquí. Y algo siempre me dice que en un instante me volveré loco, pero no me vuelvo loco en un instante, y no tengo miedo de volverme loco. Porque temer a la locura significaría que tengo que aferrarme a algo, pero no me aferro a nada. No me aferro a nada, pero todo se aferra a mí. Para mirar la desesperación de las cosas. Para que mire cómo un perro fuera de la ventana, debajo del cielo estañado en la lluvia torrencial, camina hasta un charco y tiene su bebida. Quieren que mire el lamentable esfuerzo que hacen todos intentando hablar antes de caer al sepulcro. Pero no hay tiempo, porque ya están cayendo. Y quieren que esta irrevocabilidad de las cosas me vuelva loco, pero al momento me piden que no me vuelva loco."
Chapó a esta maravilla.
Es la segunda obra de Béla Tarr al que me enfrento, si en "A londoni férfi" casi me duermo en cada escena por esos planos secuencias soporíferos, en esta obra, he de decir que me ha hipnotizado y conquistado completamente. Hay un aura de tristeza, que sobretodo por esa "banda sonora", te hace sentir tan perdido como su protagonista, y esta vez he de levantarme del asiento y aplaudir a este señor.
Y aunque hay una clara referencia al estilo de Tarkovski, por su lado, Béla Tarr tiene su toque personal y apuesta más por el uso de las distancias focales y planos con recorridos más variados, haciendo especial hincapié en la percepción de los objetos lejanos en contraste con la cercanía en la que se sitúa la cámara en ciertas escenas, casi provocando alguna que otra ilusión óptica muy conseguida.
Mención especial al plano secuencia en el "titanik bar" con esa canción al más puro estilo Dream pop, de una fragilidad y belleza única, acertádamente exquisita, y uno de los diálogos a destacar en particular;
"-Me siento en la ventana a mirar fuera, completamente en vano. Llevo años sentándome aquí. Y algo siempre me dice que en un instante me volveré loco, pero no me vuelvo loco en un instante, y no tengo miedo de volverme loco. Porque temer a la locura significaría que tengo que aferrarme a algo, pero no me aferro a nada. No me aferro a nada, pero todo se aferra a mí. Para mirar la desesperación de las cosas. Para que mire cómo un perro fuera de la ventana, debajo del cielo estañado en la lluvia torrencial, camina hasta un charco y tiene su bebida. Quieren que mire el lamentable esfuerzo que hacen todos intentando hablar antes de caer al sepulcro. Pero no hay tiempo, porque ya están cayendo. Y quieren que esta irrevocabilidad de las cosas me vuelva loco, pero al momento me piden que no me vuelva loco."
Chapó a esta maravilla.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La escena final, con Karrer ladrando contra el perro, es sencillamente una ilustración magníficamente coreografiada y uno de los finales más redondos que he visto jamás.
2 de febrero de 2015
2 de febrero de 2015
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
La fotografía a cargo de Gábor Medvigy es una cosa de otro mundo, quizás el director de fotografía con el blanco y negro más bello y más perfecto tecnicamente junto a Sacha Vierny, Sven Nykvist y algunas películas sueltas de otros.
La iluminación, los movimientos de cámara, los encuadres, los ajustes focales, la textura de la imagen… todo está por encima del bien y del mal. Es tan extraordinario que no entiendo que el cine de Béla Tarr sea considerado por tanta gente cómo un coñazo, ya solamente por la imagen te puedes olvidar de todo lo demás, cada plano secuencia es un auténtico deleite, esos movimientos de cámara pausados que reencuadran el plano una vez tras otra eliminando el montaje. Cómo decía Tarkovsky el ritmo de una película no ha de transmitirse a través del corte del montaje sino a través del ritmo inherente de cada plano por separado, y el equilibrio en la cadencia de éste con los demás planos. Algo que queda muy bonito y que además es una gran verdad, una gran verdad que sólo pueden cumplir los grandes maestros en este aspecto. Y Béla Tarr y su director de fotografía lo son, cada plano de esta película es una auténtica maravilla.
Después está el sonido, tiene una riqueza nunca antes vista, parece tratado más para pistas musicales de estudio que para cine, la lluvia, el goteo, el sonido de los pasos, los diálogos cualquier cosa tiene unos matices maravillosos.
Y bueno, cómo dijo aquél el cine es imagen y sonido, así que para qué hablar de otros temas como ese ambiente tan especial y tan triste que tiene la película si en estos es excelente.
La iluminación, los movimientos de cámara, los encuadres, los ajustes focales, la textura de la imagen… todo está por encima del bien y del mal. Es tan extraordinario que no entiendo que el cine de Béla Tarr sea considerado por tanta gente cómo un coñazo, ya solamente por la imagen te puedes olvidar de todo lo demás, cada plano secuencia es un auténtico deleite, esos movimientos de cámara pausados que reencuadran el plano una vez tras otra eliminando el montaje. Cómo decía Tarkovsky el ritmo de una película no ha de transmitirse a través del corte del montaje sino a través del ritmo inherente de cada plano por separado, y el equilibrio en la cadencia de éste con los demás planos. Algo que queda muy bonito y que además es una gran verdad, una gran verdad que sólo pueden cumplir los grandes maestros en este aspecto. Y Béla Tarr y su director de fotografía lo son, cada plano de esta película es una auténtica maravilla.
Después está el sonido, tiene una riqueza nunca antes vista, parece tratado más para pistas musicales de estudio que para cine, la lluvia, el goteo, el sonido de los pasos, los diálogos cualquier cosa tiene unos matices maravillosos.
Y bueno, cómo dijo aquél el cine es imagen y sonido, así que para qué hablar de otros temas como ese ambiente tan especial y tan triste que tiene la película si en estos es excelente.
8 de marzo de 2024
8 de marzo de 2024
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sencilla, bella, gris, melancólica, sórdida, enigmática, de visionado amable, diálogos pretenciosos y enrevesados de forma innecesaria y sin aportar a la trama nada más que satisfacción para el espectador con ínfulas de intelectual. Película vacía de argumentos pero llena de imágenes que transmiten y planos de técnica muy depurada. Cine serio y diferente, aunque quizás hubiese funcionado mejor como documental, interesante cuanto menos, pero su techo no es muy alto, entiendo las notas de ocho entiendo las notas de dos, me mantengo en escala de grises en honor al filme y para mí es un 5.
5 de abril de 2025
5 de abril de 2025
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Kárhozat", el título original de la película del húngaro Bela Tarr, significa más bien "Maldición". Y es de eso que sufren los personajes de esta obra tan angustiante -- yo diría difícil de tratar-- que es "La condena".
Karrer, un hombre solitario y alcohólico que vive en un decadente pueblo minero de la Hungría comunista, se siente irremediablemente fracasado y está profundamente enamorado de la cantante del bar que él frecuenta. Una mujer hermosa, casada, traicionera, que desea cambiar de vida y le humilla.
La película es deprimente como su protagonista, pero tiene miga. Si el espectador logra perseverar hasta al final, podrá cosechar muchos frutos. Uno de ellos lo trae una señora mayor -- que es como el supuesto "angel" que aparece en varios de los "Decálogo" de Kieslowski --, quién más de una vez se planta delante de Karrer para darle elementos con los que afrontar su existencia desde una postura activa: la de no dejarse llevar por esa obsesión que él cree ser amor, pero que es destructiva; la de atender a una vida espiritual a partir de la reflexión sobre la profecía de Ezequiel (7, 14-24), quién anuncia el juicio inminente de Dios sobre Israel por su idolatría y corrupción.
No es película apta para descerebrados, zombis y amantes del Hollywood actual, degenerado y vacío, apurado y autómata. Es obra para los lentos, los reflexivos, los outsiders.
Los planos largos, la lluvia constante, la oscuridad y la sombra, además de ese ensimismamiento de Karrer hacen de "La condena" una experiencia angustiante, pero muy recomendable.
Karrer, un hombre solitario y alcohólico que vive en un decadente pueblo minero de la Hungría comunista, se siente irremediablemente fracasado y está profundamente enamorado de la cantante del bar que él frecuenta. Una mujer hermosa, casada, traicionera, que desea cambiar de vida y le humilla.
La película es deprimente como su protagonista, pero tiene miga. Si el espectador logra perseverar hasta al final, podrá cosechar muchos frutos. Uno de ellos lo trae una señora mayor -- que es como el supuesto "angel" que aparece en varios de los "Decálogo" de Kieslowski --, quién más de una vez se planta delante de Karrer para darle elementos con los que afrontar su existencia desde una postura activa: la de no dejarse llevar por esa obsesión que él cree ser amor, pero que es destructiva; la de atender a una vida espiritual a partir de la reflexión sobre la profecía de Ezequiel (7, 14-24), quién anuncia el juicio inminente de Dios sobre Israel por su idolatría y corrupción.
No es película apta para descerebrados, zombis y amantes del Hollywood actual, degenerado y vacío, apurado y autómata. Es obra para los lentos, los reflexivos, los outsiders.
Los planos largos, la lluvia constante, la oscuridad y la sombra, además de ese ensimismamiento de Karrer hacen de "La condena" una experiencia angustiante, pero muy recomendable.
18 de abril de 2010
18 de abril de 2010
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Extraño film del siempre interesantísimo y peculiar director Béla Tarr. No me parece tan buena como la magnífica ¨Armonías de Werckmeister¨, pero ésta es también una muy buena película.
Su título, ¨La condena¨, hace referencia a que el personaje protagonista es un hombre condenado a vivir en profunda soledad, en una vida fracasada, aislada, por los perjuicios que ha cometido en el pasado. Intenta disculparse por lo que ha hecho, pero nadie le escucha y es completamente ignorado.
Como en los demás films de Tarr, visualmente es excelente, con un uso del blanco y negro muy acertado ya que todo lo que se nos muestra es un mundo gris, frío, lleno de paisajes desolados; todo filmado con unos planos-secuencia larguísimos y muy logrados. También se puede calificar de película surrealista, porque tiene ciertos elementos que hay que interpretarlos para comprender su sentido. Y el final creo que es lo más interpretable de la película, ya que a más de uno le puede dejar perplejo, pero analizándolo bien se comprende.
Una película bastante notable, pero no recomendable para todo el mundo, ya que es lenta, pausada (que no aburrida) y hay que saber entenderla bien.
Su título, ¨La condena¨, hace referencia a que el personaje protagonista es un hombre condenado a vivir en profunda soledad, en una vida fracasada, aislada, por los perjuicios que ha cometido en el pasado. Intenta disculparse por lo que ha hecho, pero nadie le escucha y es completamente ignorado.
Como en los demás films de Tarr, visualmente es excelente, con un uso del blanco y negro muy acertado ya que todo lo que se nos muestra es un mundo gris, frío, lleno de paisajes desolados; todo filmado con unos planos-secuencia larguísimos y muy logrados. También se puede calificar de película surrealista, porque tiene ciertos elementos que hay que interpretarlos para comprender su sentido. Y el final creo que es lo más interpretable de la película, ya que a más de uno le puede dejar perplejo, pero analizándolo bien se comprende.
Una película bastante notable, pero no recomendable para todo el mundo, ya que es lenta, pausada (que no aburrida) y hay que saber entenderla bien.
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