El hombre del traje blanco
1951 

7.0
2,649
Comedia. Ciencia ficción
Sydney Stratton (Alec Guinness) es un joven investigador que, tras arduos esfuerzos, consigue inventar un tejido tan revolucionario que no se puede romper ni manchar. Sin embargo, a la alegría inicial pronto le sigue la decepción, pues tanto los empresarios como los trabajadores de la industria textil llegan a un acuerdo para impedir la fabricación y difusión del nuevo tejido. La razón es obvia: los primeros temen la ruina de sus ... [+]
12 de octubre de 2017
12 de octubre de 2017
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace pocos años se pusieron de moda las palabras "obsolescencia programada". Por eso me ha llamado la atención encontrar una película que trataba el mismo tema hace más de 6 décadas.
La película está bastante bien. Hay que tener en cuenta la sociedad inglesa de principios de los 50: sindicatos fuertes, fábricas florecientes tras la guerra, y sin medios de comunicación instantánea, más allá del teléfono, del que pocos disponían. Por eso todo tiene un aire tan "pueblerino".
Aunque no hay una gran tensión narrativa, sí que es una historia distinta y con buenas interpretaciones. Me gustaría decir que de ciencia ficción, pero por desgracia, sabemos que la realidad ha superado esta ficción.
La película está bastante bien. Hay que tener en cuenta la sociedad inglesa de principios de los 50: sindicatos fuertes, fábricas florecientes tras la guerra, y sin medios de comunicación instantánea, más allá del teléfono, del que pocos disponían. Por eso todo tiene un aire tan "pueblerino".
Aunque no hay una gran tensión narrativa, sí que es una historia distinta y con buenas interpretaciones. Me gustaría decir que de ciencia ficción, pero por desgracia, sabemos que la realidad ha superado esta ficción.
8 de octubre de 2019
8 de octubre de 2019
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Atractiva comedia cargada de sentido humano -tanto individual como social- en la que una magnífica interpretación por parte de los protagonistas -A. Guinness como actor principal- confiere a la película una prestancia inusitada.
El guión está trenzado con excelente criterio y la dirección de A. Mackendrick ajusta todos los resortes para que la historia resulte sobresaliente.
El humor sabe incorporar destellos de grandeza cuando se instala en el compromiso de la seriedad y adopta la fisonomía de la sátira.
Este es el caso de la película y, aunque el detonante de la misma haya sido una simple polimerización de aminoácidos, el resultado alcanza un nivel muy elevado.
El guión está trenzado con excelente criterio y la dirección de A. Mackendrick ajusta todos los resortes para que la historia resulte sobresaliente.
El humor sabe incorporar destellos de grandeza cuando se instala en el compromiso de la seriedad y adopta la fisonomía de la sátira.
Este es el caso de la película y, aunque el detonante de la misma haya sido una simple polimerización de aminoácidos, el resultado alcanza un nivel muy elevado.
7 de enero de 2014
7 de enero de 2014
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Segundo largometraje de Alexander MacKendrick como director, superior en todos los aspectos a su primera obra; ya que como confeso el propio cineasta, fue entre “Whisky a go-go” y “El hombre del traje blanco” donde aprendió su oficio. Y lo demuestra con una película en la que ningún solo plano sobra, donde el director muestra su talento al manejar la cámara y componer planos, con imágenes repletas de segundos sentidos; que unido al brillante guión sale como resultado una perfecta sátira que no deja títere con cabeza.
La historia gira alrededor de Sydney Stratton, un científico quijotesco que hará todo lo posible, por conseguir realizar un traje indestructible e imposible de ensuciar, sin importarle lo que tenga que sacrificar, o las consecuencias que tenga para los demás. Eso le hará entrar en varias industrias textiles desde los puestos más humildes, para realizar sus experimentos de forma clandestina durante sus descansos. Justo en la mitad de la película, Sydney consigue crear la materia con la que tanto había soñado, con ella crea un traje a su medida. Al principio, sus jefes se frotan las manos; pero no tardan en darse cuenta de que ese traje les traerá la ruina. Los trabajadores, por su parte, verán peligrar sus puestos de trabajo. Los empresarios capitalistas más despiadados y los trabajadores más sensibles con las cuestiones sociales se unen para detener a Sydney, pero este hará todo lo posible por luchar por su proyecto.
Con el personaje central de esta película, MacKendrick utiliza un tema que será a partir de aquí recurrente en su filmografía: el de la inocencia letal; donde una persona inocente, causará un terrible mal a las personas que tiene a su alrededor sin darse cuenta de ello.
Si en su primera película MacKendrick repartía sus críticas entre los “bárbaros” aldeanos escoceses por un lado; y la civilización y la ley encarnada en un Capitán del ejército ingles por el otro. Aquí la crítica va dirigida al capital, al proletariado, y a la misma ciencia. Todo eso, de una forma sutil e irónica, que junto a la gran interpretación de Alec Guinness, y la impecable labor de MacKendrick, nos deja una obra maestra que ha resistido los estragos del tiempo como el tejido que tenía en mente su quijotesco protagonista.
La historia gira alrededor de Sydney Stratton, un científico quijotesco que hará todo lo posible, por conseguir realizar un traje indestructible e imposible de ensuciar, sin importarle lo que tenga que sacrificar, o las consecuencias que tenga para los demás. Eso le hará entrar en varias industrias textiles desde los puestos más humildes, para realizar sus experimentos de forma clandestina durante sus descansos. Justo en la mitad de la película, Sydney consigue crear la materia con la que tanto había soñado, con ella crea un traje a su medida. Al principio, sus jefes se frotan las manos; pero no tardan en darse cuenta de que ese traje les traerá la ruina. Los trabajadores, por su parte, verán peligrar sus puestos de trabajo. Los empresarios capitalistas más despiadados y los trabajadores más sensibles con las cuestiones sociales se unen para detener a Sydney, pero este hará todo lo posible por luchar por su proyecto.
Con el personaje central de esta película, MacKendrick utiliza un tema que será a partir de aquí recurrente en su filmografía: el de la inocencia letal; donde una persona inocente, causará un terrible mal a las personas que tiene a su alrededor sin darse cuenta de ello.
Si en su primera película MacKendrick repartía sus críticas entre los “bárbaros” aldeanos escoceses por un lado; y la civilización y la ley encarnada en un Capitán del ejército ingles por el otro. Aquí la crítica va dirigida al capital, al proletariado, y a la misma ciencia. Todo eso, de una forma sutil e irónica, que junto a la gran interpretación de Alec Guinness, y la impecable labor de MacKendrick, nos deja una obra maestra que ha resistido los estragos del tiempo como el tejido que tenía en mente su quijotesco protagonista.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Dos mujeres, una de cada mundo: Daphne, hija del propietario de la fábrica; y Bertha, trabajadora de dicha fábrica. Ambas están enamoradas de Sydney, y ambas intentan convencerle de que renuncie a su proyecto; pero no lo consiguen. Los grandes empresarios textiles intentan comprar su obra para que nunca vea la luz, pero el desprecia la oferta y no da su brazo a torcer. A Sydney no le importaban las cuestiones sociales cuando parecía que su invento iba ha hacer feliz a todo el mundo, y tampoco le importan que vaya a dejar sin trabajo a muchas personas. Lo único que le importa es seguir con su trabajo hasta el final y que todo el mundo lo conozca. Pero, entonces llega el magnífico final: mientras empresarios y trabajadores lo persiguen para acabar con su obra; Sydney ve a su casera, que siempre había sido amable y generosa con él. El científico le pide una manta para cubrir su traje, y así escapar de sus perseguidores; la casera se niega diciéndole que por culpa de su traje que no se ensucia ha perdido su trabajo de lavandera. Entonces, por primera vez, Sydney es consciente de las consecuencias de su descubrimiento. Se queda quieto, se rinde; cuando sus perseguidores le encuentran, su traje empieza a descomponerse solo. Los trabajadores lo celebran, y comienzan a arrancarle a trozos el traje entre risas, dejando a Sydney medio desnudo y desamparado, con las únicas miradas de compasión procedentes de Daphne y Bertha.
En la siguiente escena, Sydny mira sus notas; por su gesto parece que ha encontrado el fallo que ha cometido, y se marcha (al más puro estilo Charles Chaplin) con la misma euforia que tenía al principio del fin, y lanzando la amenaza de volver.
En la siguiente escena, Sydny mira sus notas; por su gesto parece que ha encontrado el fallo que ha cometido, y se marcha (al más puro estilo Charles Chaplin) con la misma euforia que tenía al principio del fin, y lanzando la amenaza de volver.
22 de junio de 2018
22 de junio de 2018
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fui con mis padres a ver esta película siendo muy niño y me dejó impresionado, pues por primera vez empecé a darme cuenta de cómo la sociedad, los intereses, la industria y, en fin, tantos y tantos poderes fácticos (entonces no lo habría llamado así, claro), cómo, digo, esa potente maquinaria de intereses podía lanzar fuera del ‘terreno’ y hundir, a una persona genial que había realizado un invento absolutamente revolucionario y positivo; así lo veía yo desde mi mente infantil de aquellos años cincuenta. Y aún hoy lo veo de igual modo.
Veamos, el asunto es que un investigador sencillamente genial, Sydney Stratton (Alec Guinness) ha descubierto la fórmula para fabricar un tejido que si se mancha ni se estropea: ¡superlativo! Sí, pero sobresaliente relativamente, pues el emporio de la empresa textil y los trabajadores de esta industria se le echan encima al pobre hombre para evitar que prospere tan extraordinario descubrimiento. Cuando yo veía con mis inocentes ojos la trama, ansiaba que triunfara Sydney, que reconocieran finalmente su enorme mérito que tan buen producto había alumbrado. Recuerdo que era una época que cuando se rompía un pantalón por la rodilla, te ponían un parche y a seguir tirando. Entonces, el tal invento vendría a solucionar tanto desaguisado infantil de ropa estropeada o sucia, lo cual que esto último también nos acarreaba la bronquita de mamá que se echaba las manos a la cabeza cuando nos veía llegar de la calle con la ropa manchada. Y tejido del científico de la cinta era incombustible. En fin, que me parecía increíble que no se reconociera tamaño invento de ropa irrompible e inmanchable. Fue mi primera toma de contacto con esos intereses espurios que tanta mente brillante han mutilado.
Por supuesto Alec Guinness está archignial, simpático, haciendo gala de lo mejor de un actor cimero que además, tenía detrás la batuta de un grande del cine, el escocés-norteamericano Alexander MacKendrick, grandisimo director de comedias británicas (recuerdo aquí otra película suya desternillante, también con Sir Guinness en el reparto: “Elquinteto de la muerte”, 1955: https://www.filmaffinity.com/es/user/rating/559502/866671.html). El guión es del propio MacKendrick junto a Roger MacDougall y John Dighton, libreto excepcional cargado de humor ácido a lo british (nominado al Oscar). Se une a todo esto una estupenda música de Benjamin Frankel y excelente fotografía de Douglas Slocombe (B&W).
El dúo MacKendrick-Guinness dan lo mejor de ambos genios en esta cinta, concluyendo una película única que queda en nuestras mentes como estrella guía, como paradigma de camino a seguir entre tanta porquería que en el mundo hay, una cinta además con sus dosis de optimismo, humor incluso, visión positiva, aleccionadora, transmisora de valores eternos que, en suma, nos enseña que hay que superar las dificultades, que no tenemos que arredrar, que como escribiera nuestro poeta Goytisolo: “… junto al camino nunca digas/ no puedo más y aquí me quedo”. No, avanti a toda máquina. A pesar de que la cosa no acaba bien del todo… por decir algo, pero que no hay que rendirse.
En suma, película entrañable que el tiempo ha revalorizado como los buenos vinos, comedia que tiene mucho fondo y que da para pensar bastante, da para ejercer la crítica y para que podamos darnos cuenta de que este ‘Quijote blanco’ que es el inventor-protagonista, un individuo inocente, es acusado de pretender causar un mal terrible a la sociedad que lo rodea, sin tener él la mínima noticia del asunto. Película que busca la reflexión del espectador, siempre con una sonrisa, la que provocan grandes escenas de acción o dislates primorosos de MacKendrick. Su interés está a partes iguales en lo que cuenta y en cómo lo cuenta.
Veamos, el asunto es que un investigador sencillamente genial, Sydney Stratton (Alec Guinness) ha descubierto la fórmula para fabricar un tejido que si se mancha ni se estropea: ¡superlativo! Sí, pero sobresaliente relativamente, pues el emporio de la empresa textil y los trabajadores de esta industria se le echan encima al pobre hombre para evitar que prospere tan extraordinario descubrimiento. Cuando yo veía con mis inocentes ojos la trama, ansiaba que triunfara Sydney, que reconocieran finalmente su enorme mérito que tan buen producto había alumbrado. Recuerdo que era una época que cuando se rompía un pantalón por la rodilla, te ponían un parche y a seguir tirando. Entonces, el tal invento vendría a solucionar tanto desaguisado infantil de ropa estropeada o sucia, lo cual que esto último también nos acarreaba la bronquita de mamá que se echaba las manos a la cabeza cuando nos veía llegar de la calle con la ropa manchada. Y tejido del científico de la cinta era incombustible. En fin, que me parecía increíble que no se reconociera tamaño invento de ropa irrompible e inmanchable. Fue mi primera toma de contacto con esos intereses espurios que tanta mente brillante han mutilado.
Por supuesto Alec Guinness está archignial, simpático, haciendo gala de lo mejor de un actor cimero que además, tenía detrás la batuta de un grande del cine, el escocés-norteamericano Alexander MacKendrick, grandisimo director de comedias británicas (recuerdo aquí otra película suya desternillante, también con Sir Guinness en el reparto: “Elquinteto de la muerte”, 1955: https://www.filmaffinity.com/es/user/rating/559502/866671.html). El guión es del propio MacKendrick junto a Roger MacDougall y John Dighton, libreto excepcional cargado de humor ácido a lo british (nominado al Oscar). Se une a todo esto una estupenda música de Benjamin Frankel y excelente fotografía de Douglas Slocombe (B&W).
El dúo MacKendrick-Guinness dan lo mejor de ambos genios en esta cinta, concluyendo una película única que queda en nuestras mentes como estrella guía, como paradigma de camino a seguir entre tanta porquería que en el mundo hay, una cinta además con sus dosis de optimismo, humor incluso, visión positiva, aleccionadora, transmisora de valores eternos que, en suma, nos enseña que hay que superar las dificultades, que no tenemos que arredrar, que como escribiera nuestro poeta Goytisolo: “… junto al camino nunca digas/ no puedo más y aquí me quedo”. No, avanti a toda máquina. A pesar de que la cosa no acaba bien del todo… por decir algo, pero que no hay que rendirse.
En suma, película entrañable que el tiempo ha revalorizado como los buenos vinos, comedia que tiene mucho fondo y que da para pensar bastante, da para ejercer la crítica y para que podamos darnos cuenta de que este ‘Quijote blanco’ que es el inventor-protagonista, un individuo inocente, es acusado de pretender causar un mal terrible a la sociedad que lo rodea, sin tener él la mínima noticia del asunto. Película que busca la reflexión del espectador, siempre con una sonrisa, la que provocan grandes escenas de acción o dislates primorosos de MacKendrick. Su interés está a partes iguales en lo que cuenta y en cómo lo cuenta.
26 de febrero de 2014
26 de febrero de 2014
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una buena película, sencilla, en blanco y negro, que en ochenta y pico minutos tiene más mensaje que toda la saga de Star Wars junta con sus muchas horas de pelmazo monárquico sin sentido. No es la mejor película de la historia, ni de lejos, pero sin duda es interesante. Un ejemplo más de que el sistema en que vivimos es incompatible con un mundo civilizado. Un ejemplo más de que muchas de las mejores cosas que pudiéramos hacer no son rentables para el mercado y por tanto no llegamos a verlas.
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