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Críticas 124
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
8
17 de octubre de 2013
24 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tercera película de la directora argentina Lucía Puenzo, que adapta su propia novela, que a su vez se basa en la historia real de Josef Mengele: un despiadado criminal Nazi, que tras la Segunda Guerra Mundial se refugio en Sudamérica, donde continuo con sus experimentos en animales y niños. Puenzo continúa en la línea de sus anteriores trabajos, aunque en este film el tema del despertar sexual (a diferencia de sus dos primeros trabajos) pasa más desapercibido, si que coincide con ella en el retrato de personajes imperfectos, y en la búsqueda de un refugio aislado del mundo exterior (el hotel en el lago, la comunidad de nazis refugiados…), aunque dichos refugios no son siempre tan idílicos como suelen parecer a simple vista.


Àlex Brendemühl da vida a Mengele, y la elección no podría haber sido más afortunada, no solo por el origen del actor (medio español y medio alemán), sino porque clava completamente el personaje. Su actuación es una de las mayores bazas de la película, ya que recrea perfectamente la personalidad fría y observadora de Mengele, como también su obsesión por su idea de perfección respecto al cuerpo humano. Por otro lado, Florencia Bado no se queda atrás pese a su temprana edad en su papel como Lilith, reflejando perfectamente el lado ingenuo e inocente de su personaje.
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Desde el momento en el que Mengele ve a Lilith siente una gran curiosidad hacía ella, y tras analizarla fríamente la encuentra perfecta… si no sería por su baja estatura. Defecto que el “bueno” de Josef pretende solucionar sea como sea. La niña siente una fascinación cada vez mayor por el alemán, pese a que él solo la ve a ella como un simple espécimen con el que experimentar. Interés que siente igualmente hacia la madre de la niña, cuando se entera que esta embarazada de gemelos. Y es esta la mayor “aliada” de este médico alemán, ya que debido a su educación en un colegio nazi (en el que acaba de meter a sus dos hijos) permanece ciega ante las siniestras intenciones de su huésped para con su familia. En cambio, el padre nunca termino de fiarse de Mengele ni de sus intenciones, ni siquiera cuando este le financió la fábrica de muñecas, que por cierto, es la trama secundaria más interesante de la película. De todas las muñecas que ha construido su padre, la favorita de Lilith era Wakolda (origen del título original) una muñeca morena de piel y pelo, y de rasgos y medidas irregulares. Y el motivo de dicha predilección es que, según la propia niña, es imperfecta como ella. En cambio, cuando Mengele fabrica las muñecas en serie estas son pálidas, rubias, con los ojos azules, con las medidas “perfectas”… y todas exactamente una de otras. Y lo que hacía con estas muñecas, y con los animales de sus estudios, es precisamente lo que tiene en mente para la humanidad, sin sentir la menor diferencia moral entre unos y otros.
13 de enero de 2014
17 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
A simple vista puede parecer una película más de piratas, u otra aventura edulcorada con niños como protagonistas; pero esta penúltima obra de Alexander MacKendrick es mucho más que ello. Podría considerarse perfectamente una secuela espiritual de “Sammy, huída hacia al sur” (como sucede con “Whisky a go-go” y “La bella Maggie”), con la que tiene bastantes puntos en común, para empezar el hecho de que la historia vuelva a estar narrada dese la vista de un niño, volviendo a trasladar la cámara hasta sus ojos. El personaje interpretado en su anterior obra por Edward G. Robinson tiene cierto parecido con el capitán pirata Chávez de esta película, al que da vida Anthony Quinn.

Después de que un tornado destrozara su casa en Jamaica; la señora Thornton, al contemplar la indiferencia que muestran sus hijos por la muerte, decide enviarlos a Inglaterra para que dejen de ser unos “salvajes”. Pero durante el viaje, el barco en el que viajan los niños es asaltado por un grupo de piratas; y debido a un error, los niños terminan en el barco pirata. Chávez, el capitán pirata, se encariñara de la hija mayor, Emily; y protegerá a los niños de su supersticiosa y temerosa tripulación.

Historia contada de una forma atípica, donde se muestra con más humanidad a los piratas que a los niños. El capitán Chávez haría lo que fuera por el bien de Emily; de la que como muestra más de una escena, parece ser se ha enamorado; aunque eso le cause problemas con su tripulación. Zac (James Coburn) es mostrado como un compañero fiel, que seguirá a su capitán hasta el final. En cambio, el resto de piratas se nos muestran como débiles, cobardes y, sobre todo, supersticiosos. En contraste, los niños siempre están tranquilos; pero la falta de miedo no es debida a la valentía sino a la insensatez y la ignorancia; además son mostrados como completamente amorales. Lo que para los niños es un simple juego, para los piratas es una clara señal de la muerte; y para agrandar más la distancia entre piratas y niños, haciendo aun más difícil que los unos se entiendan con los otros, sólo el Capitán Chávez y Zac hablan inglés.
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Si la inocencia letal (especialmente en niños) es un tema recurrente en la filmografía de MacKendrick, aquí se encuentra con más fuerza que nunca en el personaje de Emily. Desde un primer momento se nos muestra lo peligrosa que puede llegar a ser, cuando pone en peligro la vida de su padre y la suya propia intentando salvar a su gato. Poco después se mostrará su indiferencia hacia la muerte a través del mismo gato, cuando muestra más preocupación por la fuga de éste que por la muerte de Sam, al que los niños tenían mucho aprecio. Esta escena se repetirá cuando la niña muestre la misma indiferencia ante la noticia de la muerte de uno de sus hermanos, ante la incredulidad de Chávez.

Lo mejor de la película es el final de la misma: Emily herida y confusa, en lugar de ayudar al capitán holandés, lo apuñala hasta matarlo. En el juicio, por culpa del confuso testimonio de la niña, los piratas son mandados a la horca. Días después, Emily se queda mirando fijamente un barco de juguete, mientras este navega tranquilamente hacia el sol… En la película no se muestra en ningún momento a los piratas matar a nadie; ni siquiera a un animal. Las únicas victimas, tanto el mono, como el niño; morirán debido a una caída accidental. En cambio, Emily apuñalará al capitán holandés, y llevará a la horca a toda la tripulación pirata debido a su confuso testimonio; y como se muestra en la escena final, su conciencia está completamente tranquila.
4 de octubre de 2013
28 de 40 usuarios han encontrado esta crítica útil
Predisposición, esa es la palabra clave para ver películas como esta, y que condiciona profundamente que la misma te parezca un viaje rebosante de imaginación y originalidad, o que simplemente te parezca paparruchada sin pies ni cabezas. Pero aun mentalizado en que, durante todo el transcurso de la película, serás testigo de unos acontecimientos con escasas dosis de realismo, no significa que termines satisfecho el visionado. Pero sin esa predisposición, es prácticamente imposible que te termine gustando (o directamente, que termines de verla). Es cierto que en varias partes de la película, especialmente en la primera mitad de la misma, la película parece más preocupada en convertirse en un catálogo de excentricidades, en lugar de preocuparse de contar una historia. Y de igual forma es cierto, que puede llegar a saturar al espectador, pero dejando al lado esos detalles, para mi está es una película con muchas más virtudes que defectos. Puede que no llegue a la altura de “Olvídate de mi”, pero tiene todos los ingredientes necesarios para (al menos) entretener (que no es poco) a todos los aficionados al cine de Michel Gondry.

Al inicio del film, se nos traslada a un mundo idílico, mágico, donde todos son felices y sonríen las 24 horas del día, todo eso marcado con toneladas de imaginación, y de efectos especiales un tanto rudimentarios, pero con encanto. En este mundo donde la gente actúa con normalidad ante acontecimientos de lo más variopintos e inverosímiles, la idea de que surja una nube de tormenta que ensombrece este mundo es lo que parece realmente inverosímil. Pero eso es precisamente lo que sucede aproximadamente a mitad del metraje, donde contemplamos como este mundo feliz e inmaculado va comenzando a tornarse triste y cada vez más oscuro. Porque, detrás de esa sobrecargada estética y de ciertos acontecimientos irreales e hiperbólicos, se encuentra una historia real y posible como la vida misma, en la que el paso de la más profunda de las alegrías a la más absoluta de las tragedias se mide únicamente con tiempo… de poco tiempo.

Si tendría que resumir esta película en una sola frase, lo haría con la siguiente: “un colorido e inusual cuento de hadas que se transforma…
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… en una oscura tragedia”.

Desde el momento en el que Chloe (Audrey Tautou) enferma, el mundo que con tanta pasión ha creado Gondry, comienza a descomponerse con ella. Donde mejor se muestra este hecho es en la casa de Colin (Romain Duris), que de ser un hervidero de felicidad, comienza a oscurecerse y encogerse, convirtiéndose en una autentica cueva, que termina derribándose, al mismo tiempo que lo hacen sus dos enamorados ocupantes.

Entre las tramas secundarias resaltaría toda la relacionada a la del amigo del protagonista, obsesionado por un Jean-Sol Partre (Clara parodia de Jean-Paul Sartre) de una manera superficial, que le lleva a acumular todo tipo de objetos relacionadas con el filosofo, pero en ningún momento se le ve realmente interesado por lo que diga, sino únicamente por su persona. Y esta obsesión insana le lleva lentamente y sin remisión a la destrucción.

Pero este mundo imaginario (y por tanto real, como alega la cita que inicia la historia) es utilizado para criticar alguno de los aspectos del mundo real. Como claro ejemplo tenemos la reacción del cura, preocupado más de la pobreza de Colin, que de la muerte de su esposa. Y es precisamente esto lo que da pie a uno de los mejores momentos (y al mismo tiempo más patéticos) de la película, me refiero al entierro para pobres que recibe la desdichada Chloe, que podría haber salido perfectamente de alguna película del Gran Luis Buñuel. Aunque tampoco cabe olvidar lo irónico que resulta que para la construcción de armas sea necesario calor humano. Solo por momento como estos dos, ya merece la pena el visionado de esta original película.
25 de enero de 2015
16 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Intenso thriller urbano que nos traslada al Belfast de 1971, cuando los enfrentamientos entre el ejército británico con los miembros del I.R.A, y simpatizantes de ambos lados, era el pan de cada día. La película consigue recrear con gran acierto las frías y oscuras calles nocturnas de la ciudad; que transformada en un interminable laberinto para el protagonista, esconde peligros mortales en cualquier esquina. Donde el tiempo se transforma en una lucha continua por la supervivencia, que es realmente en lo que consiste la película, llegando a convertir al sangriento conflicto político y social en un simple marco, más que el centro de la historia.

Huyendo de maniqueísmos, lejos de mostrar a unos como santos y a otros como diablos, se nos ofrece un retrato humano de los dos bandos, y aunque se enseñe el horror causado por ambos, bien es cierto que el lado británico es tratado con más indulgencia. Lejos de estereotipos andantes, nos encontramos con personajes con dudas, claroscuros y conflictos de intereses. Algunos de ellos, son dignos del cine negro.

En cambio el protagonista, interpretado de una manera solvente por Jack O'Connell, se trata de uno de los puntos débiles, ya que en ningún momento se hace un retrato psicológico o emocional suyo; en lugar de eso, se limitan a (literalmente) soltarlo en medio de la ciudad para que huya de un lado a otro indefenso, sin saber bien a dónde ir. Probablemente, la inclusión de la subtrama familiar tuviera intención de ofrecerle más profundidad al personaje, pero en lugar de conseguirlo da la sensación de ser un añadido caprichoso e innecesario, pues el resto de la película se hubiera mantenido exactamente igual con total coherencia en su ausencia.

Una película trepidante que enganchará al espectador, gracias a su agilidad narrativa y a la ambientación absorbente, que unidas consiguen intensificar la sensación de peligro constante; no solo para el protagonista sino para todas las personas que se cruzan en su camino. Pero no se trata del típico entretenimiento de persecuciones delirantes, tiroteos multitudinarios o explosiones exageradas y grandilocuentes; sino que nos muestran los hechos desde una perspectiva cruelmente realista; que consigue que el miedo y la angustia de sus personajes traspasen la pantalla.

Consigue recrear con cierto acierto un conflicto realmente complejo, que sin llegar a ser un valioso retrato histórico, sirve para aproximarnos a él aunque sea de una manera un tanto superficial. Pero, en lo que realmente acierta esta película no es en el “dónde” sino en el “qué”, ya que se trata de un trepidante y verosímil thriller, que si bien encaja adecuadamente en su contexto, podría haberse adaptado fácilmente a cualquier otro tiempo y lugar. Para los que huyan de las exageradas y con exceso de adrenalina películas de acción, encontrarán aquí un más que correcto sustituto.
20 de mayo de 2015
24 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
Uno de los personajes más emblemáticos del cine de los años ochenta, vuelve a la pantalla grande 30 años después de que se estrenara su última aventura. Y lo hace por todo lo alto, ofreciendo, tanto a los fans de la saga, como a recién iniciados a su mundo, una aventura de altura, con secuencias de acción inigualables. El creador de la saga, George Miller, vuelve al volante de la misma; pero esta vez sin contar con Mel Gibson como protagonista, cediendo el relevo a Tom Hardy; que ha demostrado ser una elección idónea. El cambio generacional es comprensible por el tiempo transcurrido entre las anteriores partes y esta lo cual se puede apreciar notablemente en el apartado visual, especialmente en las frenéticas persecuciones, pero manteniendo en todo momento el encanto de las originales.

El universo postapocalíptico de Mad Max se expande más que nunca con esta nueva entrega. El personaje central continua siendo un lobo solitario que lucha desesperadamente por sobrevivir, y deberá de huir de sus perseguidores, que esta vez no se contentarán con robarle la gasolina, si no que buscan también su sangre. Y ese es uno de los puntos más interesantes de “Mad Max: Furia en la carretera”, no sólo son limitados los recursos del agua y la gasolina, si no los propios seres humanos entendidos como tal. Ya que la sociedad que se nos muestra es de una estructura completamente piramidal, con un poderoso señor de la guerra en la cabeza, y con los escalones inferiores pensados exclusivamente para servir las necesidades de los de abajo. Prisioneros transformados en bolsas de sangre y órganos, mujeres esclavizadas con el único propósito de parir a los hijos del líder, y un ejército adoctrinado desde niños cuyo mayor aspiración es morir luchando, con una mezcla de fanatismo religioso y uso de drogas.

La obra original, “Mad Max, salvajes de la autopista”, era una muy modesta producción indie. La segunda, ”El Guerrero de la carretera”, sin perder esa esencia, fue una producción mucho más ambiciosa. Y la tercera, “Más allá de la cúpula del trueno”, tiró más por el lado comercial en todos los aspectos. Esta cuarta entrega de la saga sigue el camino de la segunda, la más completa y popular, y casi llega a su altura. Sin perder el espíritu del cine independiente y de serie B más gamberro, tiene todas las virtudes que todo blockbuster debería tener. A parte de funcionar como entretenimiento puro y duro, se tratan de temas de calado como las injusticias sociales a escala máxima en ambientes hostiles y el fanatismo religioso, y al mensaje ecológico propio de la saga, en esta nueva entrega se impone un claro mensaje antipatriarcal y feminista; todos esos temas tratados sin pizca de moralina y sensiblería barata habitual de las producciones de Hollywood.

Si espiritualmente la obra está más próxima con “El guerrero de la carretera”, coge el gusto por dotar a algunos personajes de mayor barroquismo, algo característico de “Más allá de la cúpula del trueno”, a destacar ese guitarrista ciego con lanzallamas incorporado. En cambio, lo que emparenta a “Furia en la carretera” con el origen de la saga, es que su villano esté interpretado por Hugh Keays-Byrne, que también ejerció de ese rol en “Salvajes de la autopista”. Hubiera sido interesante que Mel Gibson hubiera hecho una aparición similar. Respecto al sustituto de éste último, Tom Hardy interpreta de manera ejemplar a un Mad Max aún menos hablador que su predecesor, que está lejos del típico antihéroe lacónico que usa rompe el silencio con frases cortantes e irónicas. No, más bien se parece como un lobo solitario, desacostumbrado al contacto social y que solo habla como última opción. Junto a él, Charlize Theron da vida a una heroína fuerte, en las antípodas de lo que se podía esperar de un personaje femenino en una película de estas producciones. Destacando sus miradas, con las que expresa más que con sus propias miradas. Juntos completan un dúo como pocos en el cine actual.

Un guión que roza lo minimalista, donde la trama aparentemente sólo es una excusa para conectar entre si las diferentes secuencias de persecuciones. Pero este exceso de simpleza y la apariencia de que todo sea demasiado lineal, no tiene porque ser negativo; o al menos no afectar de tal manera al resultado final. Pues lo que consigue, al ir camino recto en lugar de andarse por las ramas, es que la historia se centre en lo principal de una manera más que efectiva. En definitiva, uno de los mejores blockbusters de los últimos años (¿el mejor desde que se estrenara la primera parte de “Los Vengadores? Puede ser), un entretenimiento de alto nivel, que esperemos que se mantenga en sus secuelas.
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