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Voto de Time Bandit:
10
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10
Comedia. Ciencia ficción Sydney Stratton (Alec Guinness) es un joven investigador que, tras arduos esfuerzos, consigue inventar un tejido tan revolucionario que no se puede romper ni manchar. Sin embargo, a la alegría inicial pronto le sigue la decepción, pues tanto los empresarios como los trabajadores de la industria textil llegan a un acuerdo para impedir la fabricación y difusión del nuevo tejido. La razón es obvia: los primeros temen la ruina de sus ... [+]
7 de enero de 2014
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Segundo largometraje de Alexander MacKendrick como director, superior en todos los aspectos a su primera obra; ya que como confeso el propio cineasta, fue entre “Whisky a go-go” y “El hombre del traje blanco” donde aprendió su oficio. Y lo demuestra con una película en la que ningún solo plano sobra, donde el director muestra su talento al manejar la cámara y componer planos, con imágenes repletas de segundos sentidos; que unido al brillante guión sale como resultado una perfecta sátira que no deja títere con cabeza.

La historia gira alrededor de Sydney Stratton, un científico quijotesco que hará todo lo posible, por conseguir realizar un traje indestructible e imposible de ensuciar, sin importarle lo que tenga que sacrificar, o las consecuencias que tenga para los demás. Eso le hará entrar en varias industrias textiles desde los puestos más humildes, para realizar sus experimentos de forma clandestina durante sus descansos. Justo en la mitad de la película, Sydney consigue crear la materia con la que tanto había soñado, con ella crea un traje a su medida. Al principio, sus jefes se frotan las manos; pero no tardan en darse cuenta de que ese traje les traerá la ruina. Los trabajadores, por su parte, verán peligrar sus puestos de trabajo. Los empresarios capitalistas más despiadados y los trabajadores más sensibles con las cuestiones sociales se unen para detener a Sydney, pero este hará todo lo posible por luchar por su proyecto.

Con el personaje central de esta película, MacKendrick utiliza un tema que será a partir de aquí recurrente en su filmografía: el de la inocencia letal; donde una persona inocente, causará un terrible mal a las personas que tiene a su alrededor sin darse cuenta de ello.

Si en su primera película MacKendrick repartía sus críticas entre los “bárbaros” aldeanos escoceses por un lado; y la civilización y la ley encarnada en un Capitán del ejército ingles por el otro. Aquí la crítica va dirigida al capital, al proletariado, y a la misma ciencia. Todo eso, de una forma sutil e irónica, que junto a la gran interpretación de Alec Guinness, y la impecable labor de MacKendrick, nos deja una obra maestra que ha resistido los estragos del tiempo como el tejido que tenía en mente su quijotesco protagonista.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Dos mujeres, una de cada mundo: Daphne, hija del propietario de la fábrica; y Bertha, trabajadora de dicha fábrica. Ambas están enamoradas de Sydney, y ambas intentan convencerle de que renuncie a su proyecto; pero no lo consiguen. Los grandes empresarios textiles intentan comprar su obra para que nunca vea la luz, pero el desprecia la oferta y no da su brazo a torcer. A Sydney no le importaban las cuestiones sociales cuando parecía que su invento iba ha hacer feliz a todo el mundo, y tampoco le importan que vaya a dejar sin trabajo a muchas personas. Lo único que le importa es seguir con su trabajo hasta el final y que todo el mundo lo conozca. Pero, entonces llega el magnífico final: mientras empresarios y trabajadores lo persiguen para acabar con su obra; Sydney ve a su casera, que siempre había sido amable y generosa con él. El científico le pide una manta para cubrir su traje, y así escapar de sus perseguidores; la casera se niega diciéndole que por culpa de su traje que no se ensucia ha perdido su trabajo de lavandera. Entonces, por primera vez, Sydney es consciente de las consecuencias de su descubrimiento. Se queda quieto, se rinde; cuando sus perseguidores le encuentran, su traje empieza a descomponerse solo. Los trabajadores lo celebran, y comienzan a arrancarle a trozos el traje entre risas, dejando a Sydney medio desnudo y desamparado, con las únicas miradas de compasión procedentes de Daphne y Bertha.

En la siguiente escena, Sydny mira sus notas; por su gesto parece que ha encontrado el fallo que ha cometido, y se marcha (al más puro estilo Charles Chaplin) con la misma euforia que tenía al principio del fin, y lanzando la amenaza de volver.

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