Ana de día
2018 

5.2
2,070
Drama
Ana es una joven formal, educada en una familia de clase media tradicional. Está a punto de terminar su doctorado en derecho, entrar a formar parte de una empresa y casarse, pero no se siente realizada. Un día, descubre que una doble idéntica a ella ha ocupado su lugar, llevando a cabo todas sus responsabilidades y obligaciones. Ana entonces se debate entre luchar por su identidad perdida o, por lo contrario, intentar buscar su propia ... [+]
11 de noviembre de 2018
11 de noviembre de 2018
10 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Del 0 al 10, ¿cómo calificarías el grado de satisfacción que tienes con tu propia vida?”. Ana no sabe qué coño contestar ante semejante pregunta en el cuestionario de obertura de la película. Ni yo tampoco, por supuesto.
Así de fuerte empieza ‘Ana de día’, que tarda menos de dos minutos en cautivar por completo mi más entregada atención. El planteamiento sucede muy rápida y eficazmente, y en un plis plas ya tenemos a Ana convertida en Nina, explorando nuevas latitudes vitales. Un primer punto a favor de Andrea (no intentaré aparentar objetividad en mi juicio, perono tampoco escribiré una sola línea que no sienta) es presentarnos eficazmente a una Ana tímida, apocada, tradicional. Esa eficacia nos sitúa en el plano perfecto para sufrir con la protagonista ante ese nuevo mundo que va descubriendo en la pensión o en el music hall. ¿Cómo no sale corriendo de vuelta a su zona de confort?, nos preguntamos con angustia. El vértigo alcanza proporciones desasosegantes cuando hace uso del tinte y la tijera, y no digamos cuando acepta el dinero de Marcelo, después de la magnífica secuencia en que solo vemos sus dubitativos zapatos.
Llegamos así al primer punto de inflexión de la trama: el secador desempaña el espejo para que Nina descubra quién es ese ser que la mira desde el otro lado. Y es en ese momento cuando tiene claro qué quiere ver, y qué no; quién quiere ser, y quién no. Su expresión facial cambia desde entonces, su lenguaje corporal también (ya no se tapa las tetas delante de Marcelo)… El gesto de levantarle la falda a una iglesia ejemplifica perfectamente que Nina se ha comido a Ana.
Se suceden a continuación los momentos más confusos del metraje, un ratillo en el que siento que no estoy a la altura, como me temía, de las exigencias que plantea la directora; que no doy el nivel, que derribo el listón. Temo haberme quedado fuera del hilo, y lo lamento profundamente, porque estaba teniendo una gozosa experiencia hasta ese momento. Extremo mi atención para intentar volver, y creo que lo logro cuando el nudo gordiano de la historia empieza a desentrañarse. Pero claro, igual son más mis ganas de captar matices que mi capacidad para ello. Quizá todas mis conclusiones de aquí en adelante sean pajas mentales… No lo sé, pero mi hiper-motivación me llevó a extraer un mensaje que, incluso aunque no fuera el que pretendía Andrea, doy por bien empleado por lo que me ha hecho pensar desde que acabó la proyección. Y es que ¿es posible escapar de la inercia? ¿hay a dónde huir? ¿podemos de verdad elegir la vida que nos gustaría vivir?
El peso de lo narrativo, y por ende de lo que esa narración implica, es mayúsculo en esta película. Y mi sensación de que iba a ser necesaria mi máxima atención para responder al desafío me sugestionó de tal manera que enfoqué toda mi energía en atender, en no perderme detalle, así que seguro que se me escaparon por el camino muchos elementos artísticos y ornamentales de lo más disfrutables. No sé si en un próximo (y seguro) visionado podré abstraerme lo suficiente de lo primero para gozar más de lo segundo.
En todo caso, tuve margen para valorar los rítmicos cortes de raccord que se salpicaban en determinadas escenas; para alterarme con los pitidos sonoros que emergen de fondo en numerosos pasajes; para ser consciente de los reiterados (y no inocentes) planos en los que vemos doble a la protagonista; para sentir una sacudida con la canción final de la película (tremenda banda sonora, increíble ante la escasez presupuestaria)…
Y mención especial, desde un plano artístico, para el trabajo de Ingrid García Jonsson, que no desaparece de plano en todo el metraje, y llena la pantalla de múltiples maneras, soportando perfectamente los constantes primerísimos primeros planos con que le retrata la cámara de Andrea, y haciéndome temer que sea bipolar por lo convincente que queda primero como la tímida y convencional Ana, y luego como la barroca y liberada Nina.
Así de fuerte empieza ‘Ana de día’, que tarda menos de dos minutos en cautivar por completo mi más entregada atención. El planteamiento sucede muy rápida y eficazmente, y en un plis plas ya tenemos a Ana convertida en Nina, explorando nuevas latitudes vitales. Un primer punto a favor de Andrea (no intentaré aparentar objetividad en mi juicio, perono tampoco escribiré una sola línea que no sienta) es presentarnos eficazmente a una Ana tímida, apocada, tradicional. Esa eficacia nos sitúa en el plano perfecto para sufrir con la protagonista ante ese nuevo mundo que va descubriendo en la pensión o en el music hall. ¿Cómo no sale corriendo de vuelta a su zona de confort?, nos preguntamos con angustia. El vértigo alcanza proporciones desasosegantes cuando hace uso del tinte y la tijera, y no digamos cuando acepta el dinero de Marcelo, después de la magnífica secuencia en que solo vemos sus dubitativos zapatos.
Llegamos así al primer punto de inflexión de la trama: el secador desempaña el espejo para que Nina descubra quién es ese ser que la mira desde el otro lado. Y es en ese momento cuando tiene claro qué quiere ver, y qué no; quién quiere ser, y quién no. Su expresión facial cambia desde entonces, su lenguaje corporal también (ya no se tapa las tetas delante de Marcelo)… El gesto de levantarle la falda a una iglesia ejemplifica perfectamente que Nina se ha comido a Ana.
Se suceden a continuación los momentos más confusos del metraje, un ratillo en el que siento que no estoy a la altura, como me temía, de las exigencias que plantea la directora; que no doy el nivel, que derribo el listón. Temo haberme quedado fuera del hilo, y lo lamento profundamente, porque estaba teniendo una gozosa experiencia hasta ese momento. Extremo mi atención para intentar volver, y creo que lo logro cuando el nudo gordiano de la historia empieza a desentrañarse. Pero claro, igual son más mis ganas de captar matices que mi capacidad para ello. Quizá todas mis conclusiones de aquí en adelante sean pajas mentales… No lo sé, pero mi hiper-motivación me llevó a extraer un mensaje que, incluso aunque no fuera el que pretendía Andrea, doy por bien empleado por lo que me ha hecho pensar desde que acabó la proyección. Y es que ¿es posible escapar de la inercia? ¿hay a dónde huir? ¿podemos de verdad elegir la vida que nos gustaría vivir?
El peso de lo narrativo, y por ende de lo que esa narración implica, es mayúsculo en esta película. Y mi sensación de que iba a ser necesaria mi máxima atención para responder al desafío me sugestionó de tal manera que enfoqué toda mi energía en atender, en no perderme detalle, así que seguro que se me escaparon por el camino muchos elementos artísticos y ornamentales de lo más disfrutables. No sé si en un próximo (y seguro) visionado podré abstraerme lo suficiente de lo primero para gozar más de lo segundo.
En todo caso, tuve margen para valorar los rítmicos cortes de raccord que se salpicaban en determinadas escenas; para alterarme con los pitidos sonoros que emergen de fondo en numerosos pasajes; para ser consciente de los reiterados (y no inocentes) planos en los que vemos doble a la protagonista; para sentir una sacudida con la canción final de la película (tremenda banda sonora, increíble ante la escasez presupuestaria)…
Y mención especial, desde un plano artístico, para el trabajo de Ingrid García Jonsson, que no desaparece de plano en todo el metraje, y llena la pantalla de múltiples maneras, soportando perfectamente los constantes primerísimos primeros planos con que le retrata la cámara de Andrea, y haciéndome temer que sea bipolar por lo convincente que queda primero como la tímida y convencional Ana, y luego como la barroca y liberada Nina.
9 de noviembre de 2018
9 de noviembre de 2018
5 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Andrea Jaurrieta debuta con esta interesante propuesta sobre la dualidad del ser humano lo hace con el tema de doble... Ana (Ingrid García Jonhson) es una chica normal y corriente le sale de pronto una doble sin saber porque decide cambiar de vida y trabajar en un cabaret. Ana se integra en una vida distinta en una pensión regentada por Sole (Mona Martínez) se adentra en un mundo nuevo y distinto para ella. Pero como es evidente no se puede huir de uno mismo. Esa es la moraleja que nos regala su directora,la misma hace suya la historia con un sólido guion pero a pesar de tener varias lagunas en el guion eso no hace que la propuesta sea sugerente y tenga una excelente fotografía y unos excelentes actores.
24 de marzo de 2019
24 de marzo de 2019
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Buen debut en la dirección a cargo de Andrea Jaurrieta. Lo primero que he de decir es que si me recuerda a algo este film es a Bella de día (la de Buñuel que interpreta Catherine Deneuve). Aquí una chica (Ingrid García Johnson) un día descubre que hay una doble a ella que está realizando su vida. Entonces decide desaparecer y empezar una vida totalmente diferente a la que llevaba. Descubre entonces la vida nocturna, sus encantos y miserias. La peli me ha gustado, un drama con toques de thriller minimalista(toma ya lo que he inventado jeje). Tiene una buena factura técnica(la directora viene de la publicidad), quizás en algunos momentos se ensimisma en ella misma, pero no molesta el resultado final. 6.5/10
https://www.facebook.com/groups/202092797270004/
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8 de marzo de 2019
8 de marzo de 2019
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Surgida del crowfunding, esta modesta producción a nivel presupuestario, en realidad es muy ambiciosa en lo que se refiere a historia, escenografía y actuaciones. En primer lugar su guión trata un tema tan profundo como la realización personal, y lo hace con recursos estilo David Lynch o José Saramago, que nos pueden descolocar en los primeros compases pero que cobran sentido con el paso de los minutos cuyos mejores momentos encontramos al principio y al final de la cinta.
Además, tenemos un llamativo diseño de producción con una excelente fotografía que destaca en varias escenas realmente bellas sin olvidarnos de unas actuaciones convincentes, con una doblemente colosal Ingrid García Jonsson en uno de los mejores papeles de su carrera.
Más mini críticas en cinedepatio.com
Además, tenemos un llamativo diseño de producción con una excelente fotografía que destaca en varias escenas realmente bellas sin olvidarnos de unas actuaciones convincentes, con una doblemente colosal Ingrid García Jonsson en uno de los mejores papeles de su carrera.
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30 de diciembre de 2022
30 de diciembre de 2022
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bien, pues vista la peli comentar que la idea es bastante buena, pero la ejecución termina por diluirse y no estar a la altura de las circunstancias, dejándose llevar por un guion que sucumbe a la abulia y el aburrimiento. Las vías se hacen convencionales, y al final no termina de dar el mensaje que supuestamente quiere contar.
Básicamente es una historia de pérdida de identidad que se queda en el fango de la pérdida. Como "grito de desesperación" está muy bien, pero las orejas del sufrido espectador no sólo quieren el "grito", sino que se le ofrezca más, que se ahonde más en el asunto, que se argumente, que brillen los claroscuros, cosa que aquí no sucede porque se queda en una especie de "noche de vomitona".
Si bien me ha gustado cómo plantea el hilo principal, se me ha hecho cuesta arriba, convencional y poco valiente. Tiene personajes interesantes, pero al final se quedan descolgados. Queriendo contar muchas cosas, cuenta pocas. El guion sufre bastante, siendo claramente conformista, poco imaginativo, recurre demasiado a clichés, se rehuye a sí mismo, se descuelga, no nos ofrece realmente más que aire. Es evidente que habla de un "vacío existencial", pero ni siquiera tiene el valor de descorrer las cortinas para que entre la luz. En resumidas cuentas... hay un esfuerzo encomiable por defecar algo importante pero el tema no sale hacia el inodoro con alegría, sino más bien escurriéndose por las paredes de la letrina por las limitaciones generales de todo el "plantel". Una de cine patrio con más de ínfulas que de genio.
Amor y paz.
Básicamente es una historia de pérdida de identidad que se queda en el fango de la pérdida. Como "grito de desesperación" está muy bien, pero las orejas del sufrido espectador no sólo quieren el "grito", sino que se le ofrezca más, que se ahonde más en el asunto, que se argumente, que brillen los claroscuros, cosa que aquí no sucede porque se queda en una especie de "noche de vomitona".
Si bien me ha gustado cómo plantea el hilo principal, se me ha hecho cuesta arriba, convencional y poco valiente. Tiene personajes interesantes, pero al final se quedan descolgados. Queriendo contar muchas cosas, cuenta pocas. El guion sufre bastante, siendo claramente conformista, poco imaginativo, recurre demasiado a clichés, se rehuye a sí mismo, se descuelga, no nos ofrece realmente más que aire. Es evidente que habla de un "vacío existencial", pero ni siquiera tiene el valor de descorrer las cortinas para que entre la luz. En resumidas cuentas... hay un esfuerzo encomiable por defecar algo importante pero el tema no sale hacia el inodoro con alegría, sino más bien escurriéndose por las paredes de la letrina por las limitaciones generales de todo el "plantel". Una de cine patrio con más de ínfulas que de genio.
Amor y paz.
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