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Ana de día

Drama Ana es una joven formal, educada en una familia de clase media tradicional. Está a punto de terminar su doctorado en derecho, entrar a formar parte de una empresa y casarse, pero no se siente realizada. Un día, descubre que una doble idéntica a ella ha ocupado su lugar, llevando a cabo todas sus responsabilidades y obligaciones. Ana entonces se debate entre luchar por su identidad perdida o, por lo contrario, intentar buscar su propia ... [+]
Críticas 25
Críticas ordenadas por utilidad
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23 de julio de 2019 2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Optando por lo más fácil, 'Ana de día' (2018, Andrea Jaurrieta) podría haber derivado en pesadilla metafísica digna de figurar como esforzado remedo a las Historias para no dormir con las que nos inquietó Narciso Ibáñez Serrador, o bien internarse en una de las dimensiones desconocidas a las que nos transportó Rod Serling, más allá de los límites de la realidad. Y la historia daba para ello: una joven y prometedora abogada que, de la noche a la mañana, es suplantada por una dopplegänger -es decir, una doble-. La sustituye en el trabajo. Interactúa con su familia, amigos, pareja, etc. No obstante, al igual que Ana (Ingrid García-Jonsson) se lo tomará como una oportunidad para poder escapar de todas las obligaciones que la atan, Andrea Jaurrieta se desmarca también de los férreos clichés del cuento paranoico, revolcándose en el barro de una fantasía lisérgica, erótica y festiva que oscila entre la colorida sordidez del cabaret donde Nina trabaja cada noche y la hospitalidad rancia, costumbrista y cañí de la pensión en la que Ana se refugia al despuntar el sol.
Ingrid García-Jonsson actúa de forma inteligentemente comedida, manejando con prudencia los distintos estados anímicos de timidez, perplejidad, asombro y, finalmente, desenfreno, agitación y locura a los que la empuja un delirio que escapa de toda lógica. A excepción, claro está, de todos los instantes en los que comparte plano con Fernando Albizu o María José Alfonso. Ahí queda reducida al estado de una estatua de sal. Pero el resto de la película es 100% suya.
9
11 de noviembre de 2018
5 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sé una hija perfecta, una buena novia, una estudiante / trabajadora ejemplar... y ¿qué pasa si dejas de querer ser así o si ya no sientes que esa seas tú?, ¿puedes convivir con alguien tan distinto a ti en tu mismo cuerpo o en tu misma vida diaria?, ¿cómo te soportas viviendo lo que tú no eres?, ¿te atreves a enfrentarte a esa pantomima o te "apagas" para que siga teniendo el control ese piloto automático programado por las imposiciones de la sociedad, la familia, la moral, etc.?

Son solo algunas dudas existenciales que te pueden asaltar mientras disfrutas del magnetismo de esta película, del lirismo de sus imágenes, de la magia de los actores, de lo oportuno de su alegoría, o de lo canalla de las pasiones ocultas desatadas. Según vayas ascendiendo (o descendiendo) a ese estado de liberación y de pasión, tus emociones adquirirán, como el pelo de la protagonista, otro color y otro brillo. Y estarás rozando el vértigo y el miedo de lo que supondría, en esta sociedad consumista y encorsetada de lo políticamente correcto y el pensamiento embotellado, romper con todo para ser una especie de "superhombre" de Nietzsche (persona capaz de generar su propio sistema de valores, identificando como bueno todo lo que procede de su genuina voluntad de poder).
7
26 de diciembre de 2018 2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Muy interesante propuesta acerca de la personalidad, expectativas y la manera de lidiar con las decisiones que parecen trascendentales.
A través de una arriesgada puesta en escena, una estructura narrativa de huida hacia adelante, muestra una valentía que nos transmite, al comprometerse 100 % con esa idea y realmente no sentir la necesidad de justificarse.
Ingrid García Jonsson está espectacular y es, en parte, responsable de que la película funcione. Hay una naturalidad y fluidez en toda su encarnación que resultan realmente magnéticas.
La exploración del lado oscuro de las preconcepciones de nuestra adultez, las decepciones y los arrepentimientos hechos carne y hueso y esa metafórica fractalidad que impulsa el relato hacia adelante.
Me gusta especialmente revisar el inicio de la trama, en la que ya nos indican el camino que va a tomar la protagonista, sus motivaciones o, mejor expresada, la falta de las mismas, en una sencilla conversación que parece no ir a ninguna parte.
Muy recomendable debút de Andrea Jaurrieta.
4
16 de mayo de 2020 2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
El argumento no es original. La duplicación de la personalidad ya ha sido tratada recientemente en el cine en "Mi otro yo" (Isabel Coixet, 2013), con una trama parecida, hasta tal punto, que "Ana de día" parece un "remake" de aquella, sólo que bastante peor resuelto. La película se sostiene por la excelente interpretación de la actriz protagonista y el desfile de curiosos personajes en ambientes sórdidos, con las coreografías de club nocturno cutre asociadas. Exceptuando esto, la conflictividad personal y las elucubraciones intentando descubrir la propia identidad no resultan convincentes. Ni siquiera en un estado paranoico. Los cabos sueltos están muy mal estructurados.
8
31 de agosto de 2022 2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Ana de día”, la ópera prima de Andrea Jaurrieta es una película difícil de recomendar. Es extraña, surrealista, compleja, con múltiples lecturas posibles, inverosímil, extrema, salvaje, desconcertante… por eso me encanta. A estas alturas de mi vida cinéfila, lo que más valoro son las cintas que te golpean en el estómago y te desconciertan, y prometo que ésta lo hace y mucho, mientras que por otro lado homenajea la estética del cine de los 70, mi década favorita (alguna referencia expresa a “Cabaret” de Bob Fosse me resulta sublime). Todo ello sostenido por la mejor actriz andaluza, con permiso de Natalia de Molina, una siempre estratosférica Ingrid García-Jonsson, que aparece prácticamente en todos los planos de la película y que los hace suyos con la fuerza y la sabiduría que la actriz sevillana derrocha.

Contar su argumento es harto complejo, puesto que escapa a todas las reglas preconcebidas de la lógica y carece totalmente de la misma. Como si de una moderna “William Wilson” de Edgar Allan Poe se tratase, Ana descubre que una mujer idénticamente igual a ella ha ocupado su casa, su trabajo, su familia y su vida y que nadie se ha dado cuenta de ello. Por eso decide hacer lo más ilógico, irse al otro extremo de la gran ciudad y desaparecer, crearse una nueva identidad como Nina.

Siendo Nina, se ubica en una pensión de mala muerte y comienza a trabajar como bailarina en un night-club de dudosa reputación. Comienza la vida más alejada posible a la que tenía hasta ese momento, una entregada estudiante de Derecho preparando su doctorado, de vida modélica y ejemplar, con uno novio con el que iba a casarse y unas amigas de buena familia. Ahora, surge una vida marginal entre seres marginales. Ana se ha convertido en Nina. A partir de ahí, surge el drama surrealista.

El psicotrópico guión de esta pequeña “rara avis” con encanto por resultar incomprensible está firmado por la propia Andrea Jaurrieta, que logra complicarlo más y más hasta que logra perder al espectador, cuestión que a veces no se soporta pero que en este caso concreto me fascina por el cómo lo logra.

La música de Aurélio Edler-Copes resulta igualmente circular y desorientadora, mientras que la dirección de fotografía de Juli Carné Martorell es llamativamente espléndida y sinuosa, justo lo que pedía la extrañísima historia que acompaña.
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