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Un gato sobre el tejado caliente

Drama La inminente muerte del anciano patriarca de una acomodada familia sureña crea una gran tensión ambiental. Uno de sus hijos, Brick, indeciso y apático, se refugia en el alcohol y se muestra completamente indiferente ante la situación, pero Maggie, su mujer, no está dispuesta a contemplar impasible su destrucción. El otro hijo, Gooper, al igual que su esposa, es ambicioso y oportunista. (FILMAFFINITY)
Críticas 117
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10
14 de julio de 2011
18 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si hay un director capaz de adaptar a la pantalla los farragosos y opresivos textos literarios de Tenesse Williams y otros autores de estilo similar, y no sólo de adaptarlos sino de lograr que el público los entienda y se identifique con alguno de los personajes, ese no es otro que Richard Brooks. Lo hizo varias veces y en todas ellas salió airoso: "Los hermanos Karamazov", "La gata sobre el tejado de zinc", "El fuego y la palabra", "Dulce pájaro de juventud".
"La gata sobre el tejado de zinc" cuenta la historia de un rico patriarca y de sus dos hijos: Gooper y Brick. Gooper, el mayor, ha hecho siempre lo que su padre le ha pedido, es un hijo modélico y que espera, por ello, una pronta recompensa. Brick, el menor y favorito del padre, se ha convertido en un alcohólico y desdeña todo lo que se refiere al dinero de su padre. Pero las mujeres de ambos tienen mucho que decir.
Como obra maestra que es, muy poco se puede añadir a todo lo que se ha escrito sobre ella. Comentaré sólo dos aspectos. De un lado la extraordinaria interpretación de Paul Newman. Es todo un compendio de lo aprendido en el Actor's Studio, brillantemente reflejado y remarcado en esa manera de coger el vaso de whisky, caminar con la muleta de madera o llenar la jeringuilla del padre. Es una actuación prodigiosa casi al nivel de la de James Dean en "Al este del Edén".
De otro lado, uno no deja de preguntarse cómo diablos Richard Brooks consigue que el teatro no sea teatro, es decir, cómo una obra tan 'brutalmente' teatral nos sea presentada con tanta naturalidad. Naturalidad en la dirección, en los ambientes, en las interpretaciones. En definitiva, cómo puede ser tan sumamente 'creíble'.
Lo dicho, una obra maestra. Cine del bueno para disfrutar, admirar y reflexionar. Esto de reflexionar... ¿nos acordaremos de lo que es?
8
14 de enero de 2015
14 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
William Thomas Lannier, conocido en el teatro como Tennessee Williams, estrenó “La gata sobre el tejado de zinc” en el teatro Morocco de Broadway el 24 de marzo de 1955, dirigida por Elia Kazan con Ben Gazzara y Barbara Bel Geddes en el reparto protagonista. El éxito le sonrió llegando casi a las 700 representaciones y la Metro adquirió enseguida los derechos. En principio iba a dirigirla Joshua Logan, el papel de Maggie estaba reservado para Grace Kelly. Pero la Kelly se convirtió en princesa abandonando su carrera, se consideró a Ava Gardner y a George Cucor en la dirección, incluso a Joseph L. Mankiewicz. Según su costumbre, Richard Brooks cuidó el guión a la par que la dirección. De acuerdo con Williams, la pieza original sufrió importantes modificaciones, seguramente puliendo los aspectos más escabrosos, aligerando el peso enfático y plomizo de la obra, aunque el autor expresó su descontento “de cara a la galería”.

El papel de Maggie sería para la Taylor por la presión de Brooks que la había dirigido con anterioridad. Creo que acertó con la Taylor que está asombrosa, desprendiendo una sensualidad y un erotismo candente que flota en el ambiente. En aquellos momentos Newman no era un actor consagrado aunque había heredado el papel de James Dean en “Marcado por el odio”, realizando un estupendo trabajo con su gestualidad que esconde esa homosexualidad latente. “La gata…” ha pasado a la historia del cine como un melodrama de fuerte tensión sexual, pero que a día de hoy, también hay que valorar su retrato del caciquismo sureño, su despiadada sátira de la institución familiar y su pintura de la hipocresía que sirve para enmascarar la ambición.

La importancia de la puesta en escena, la frustración sexual de Maggie, los movimientos de los actores, esa cama que preside el dormitorio donde la pareja discute sobre sus relaciones íntimas. La trama te va atrapando como una tela de araña, enriqueciendo a través de la descripción de unos personajes, una serie de factores colaterales en la que no es tan relevante su texto, como en lo primordial, su ubicación en el conjunto y el peso de la evidencia. La utilización dramática del color con una excelente fotografía.

Richard Brooks ha sido siempre un director proclive a los grandes temas, a cierta grandilocuencia conceptual, en mi opinión, pero por fortuna, ha acostumbrado a tener el suficiente talento y la necesaria perspectiva como para encauzar esa tendencia dentro de unos márgenes adecuados, diríase que moderando sus impulsivos discursos y dedicándose, sobre todo, a esa noble tarea que a menudo muchos directores olvidan: ser un buen narrador en imágenes. La adaptación es impecable por su vigor narrativo y su capacidad para explorar el alma humana. Siempre salió airoso en sus adaptaciones: Dostoievski en “Los hermanos Karamazov), Sinclair Lewis en “El fuego y la Palabra”, Joseph Conrad en “Lord Jim” y Truman Capote en “A sangre fría”. Dos nuevas versiones de “La gata…” fueron rodadas, pero ambas inferiores, una por Robert Moore para la televisión en 1976, con Natalie Wood y Robert Wagner, y otra en 1985 por Jack Hoffsis, con Jessica Lange y Tommy Lee Jones.
10
15 de junio de 2016
11 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Basada en la obra homónima del dramaturgo Tennessee Williams y ganadora en 1955 del premio Pulitzer. Esta adaptación al cine basó su éxito en un excelente guion, con diálogos sobresalientes, aparte de un gran elenco dirigido con maestría por Richard Brooks. Cada papel está bordado con profundidad y los actores funcionan en un perfecto engranaje donde nadie es eclipsado. La pareja protagónica (Elizabeth Taylor y Paul Newman) se devora la pantalla y embruja con su complicidad. Somos testigos de una historia profunda del sur estadounidense, sin época, debido a la universalidad del argumento. Los escenarios son claramente distinguibles. El jardín representa a la Naturaleza y, en medio de ella, los integrantes de la familia hablan, gritan y su discurso carece de sentido y permanencia. En contraposición, al interior de la mansión conviven los diferentes estados de la precariedad humana. El segundo piso es apto para la hipocresía y las frases entre líneas y, al descender al primer piso, aparecen la ambición, la envidia y la codicia, siendo este estadio propicio para verdades y mentiras descarnadas. Finalmente está el sótano, donde emergen los sentimientos profundos y donde no hay cabida para la mentira, el gran tema de la obra. Este último es el sitio de los afectos, del amor no brindado, de la lealtad, el lugar desde donde se puede apreciar lo que le da sentido a la familia. Si bien no es explícito, el tema de la homosexualidad es central, dando a entender que proviene de la carencia de amor en la relación padre-hijo. Hay algo de puritanismo en esa premisa, debido a la presunción de que el protagonista (el hijo predilecto de Big Daddy) no asume responsabilidades y ello conduciría a su afición a las fiestas y al alcohol, lo que supuestamente lo llevaría a ser homosexual, o quizás, dicha cadena de causa-efecto sea a la inversa, que en cualquiera de los casos lleva a una estigmatización de su condición. En cualquier caso, dicho punto de vista es nítido e interpretado cabalmente por Newman. Por su parte, el papel de la esposa representa la lealtad a toda prueba, una especie de variante del amor, matizada por su origen de precariedad de recursos. Es la gata sobre el tejado caliente que irradia vitalidad sobre el mundo, defiende con celo sus intereses y que representa la esperanza, el empuje y la fe ciega en un futuro mejor. Brillante película.
10
29 de septiembre de 2008
14 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Magistral obra de teatro y no menos magistral captación a la gran pantalla apoyada en una dirección sobria (Brooks), unas interpretaciones inconmensurables (Paul Newman, Elizabeth Taylor y sobre todo Burl Ives) y un guión y unos diálogos inmensos, donde las palabras alcanzan el grado de verdad.

Enorme disputa familiar la que cuenta su historia, alrededor del cumpleaños del patriarca, donde todas las mentiras que nos permiten aparentar desaparecen, y con ello las máscaras que sujetan una vida absolutamente infeliz y una ambición miserable. De una tarde apacible a una eterna noche de tormenta.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Extracto:

ABUELO: Si te doy la copa, ¿me dirás qué es lo que te da asco?
BRICK: Sí, lo intentaré - Le da la copa - ¿Has escuchado la palabra mendacidad?
ABUELO: Claro. Mendacidad es una de esas palabrejas que los policastros se lanzan unos a otros.
BRICK: ¿Sabes lo que significa?
ABUELO: ¿No se refiere a mentiras y mentirosos?
BRICK: Sí, a mentiras y a mentirosos.
ABUELO: ¿Te ha mentido alguien? ¿Ha sido Margaret?
BRICK: No, ella no, no me importaría.
ABUELO: Entonces, ¿quién te ha mentido y sobre qué?
BRICK: Nadie en concreto y sobre nada en particular
ABUELO: Entonces qué, por el amor de Dios, ¿qué? ¿Por qué te frotas la cabeza? ¿Te duele?
BRICK:No, estoy intentando...
ABUELO: Concentrarte. Pero no puedes porque tienes el cerebro empapado en alcohol, ¿no es eso? ¡Cerebro reblandecido! ¿Qué sabes tú de mendacidad? ¡Demonios! Yo podría escribir un libro y aún me dejaría cosas en el tintero. Si pensase en todas las mentiras a las que me he enfrentado. ¡El aparentar! ¿No es eso mendacidad? ¿Tener que aparentar cosas que no piensas, que no sientes o de las que no tienes la menor idea? Por ejemplo, fingir que tengo cariño por mamá cuando nunca, en estos cuarenta años, he soportado su visión, su voz, ni siquiera su olor ¡Incluso cuando me acostaba con ella cada noche puntual como un reloj! Fingir querer a esos hijos de puta de Gooper y su esposa, y a esos cinco loros chillones
¿Y la Iglesia? Que me aburre como una ostra, y sin embargo voy. Voy y me siento allí y escucho al tonto del cura. ¿Y los clubes? Los alces, los masones, el Rotaty, estupideces.
10
23 de agosto de 2016
12 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ser fiel a la novela de T. Williams obliga a pagar un elevado tributo porque forzosamente la película tiene que llenarse de renglones librescos. Y nunca mejor que en esta ocasión puede afirmarse que R. Brooks y James Poe consiguen minimizar el peaje.
Construyen la eficacia en base a la magnífica interpretación de P. Newman y E. Taylor.
También de los demás.
Esos diálogos se convierten en corrosivos, enervantes y dolorosos cuando la comunicación pretende un punto de sinceridad porque se desnuda el alma y parece que el mundo se desmorona.

Para vivir necesitamos la verdad, el sudor y el dolor pero eso sólo puede conseguirse con el apoyo de las muletas.

En la novela quedó escrito en forma de frases, párrafos y capítulos.
En la película el celuloide se llana de expresividad cinematográfica.
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