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Un gato sobre el tejado caliente

Drama La inminente muerte del anciano patriarca de una acomodada familia sureña crea una gran tensión ambiental. Uno de sus hijos, Brick, indeciso y apático, se refugia en el alcohol y se muestra completamente indiferente ante la situación, pero Maggie, su mujer, no está dispuesta a contemplar impasible su destrucción. El otro hijo, Gooper, al igual que su esposa, es ambicioso y oportunista. (FILMAFFINITY)
Críticas 117
Críticas ordenadas por utilidad
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9
25 de mayo de 2006
14 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Excelente adaptación de la pieza teatral que, pese al paso del tiempo, no ha perdido absolutamente nada de vigencia; el mensaje principal que transmite -la "mendacidad" del ser humano- es perfectamente aplicable a una sociedad como la actual, y los problemas -de todo género- a que se enfrentan los personajes son plenamente actuales. Todos los actores están espléndidos, destacando una pareja protagonista con mucho feeling y las soberbias actuaciones de Burl Ives y Judith Anderson. Extraordinaria en todo. Un modelo para actores y directores, con una envidiable tensión narrativa, una perfecta estructura y unos clímax muy conseguidos. Excelente

FERRAN
8
9 de julio de 2010
11 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Elizabeth Taylor y Paul Newman forman una pareja inolvidable, despreciada e inseparable. Como Brando y Leigh de otro tono. Todo comienza con una lesión de tobillo en una situación sensacional. Todo evoca un tiempo que fue mejor, y que por alguna razón se rompió. Los culpables se irán desvelando poco a poco. Pero el drama no sólo es personal, si no social, cuando los hijos de la familia deben posicionarse en esa supuesta guerra por la herencia que sus mujeres llevan al quicio (para sobrepasarlo). Newman al principio no convence, parece tambalearse, no estar seguro. Pero según le van dando diálogo, según entona sus primeros enfados, impresiona, deja huella y te embauca. Mientras oyes a Elisabeth Taylor no piensas en otra cosa, aquella muñeca seduce dialecticamente, dulce y desgajada, tenaz y desbocada. El ritmo hace que todo discurra como agradable paseo donde en algunos momentos hay que agarrarse a la butaca. Gracias Tennessee Williams por otro estupendo drama que Brooks elevó con mérito. Me quedo con una imagen, en la que se ve al hipnótico Newman y entabla un diálogo de miradas con Taylor, no se dicen casi nada, y casi todo queda dicho cuando tira ese cojín sobre la cama. Pulso el botón, se pausa la imagen, los veo abrazados y se pausa también mi pulso.
4
27 de agosto de 2012
23 de 36 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tennessee Williams es dramaturgo y por tanto lo suyo es puro teatro. Y el teatro puede o no funcionar en cine, dependiendo mucho de la adaptación y, sobre todo, de la labor de los actores.

Siento disentir, una vez más, de todo el mundo, pero para mí “La gata sobre el tejado de zinc” es un verdadero homenaje a la hiperactuación cinematográfica. De ella sólo se salva un actor, Paul Newman, curiosamente el que interpreta al personaje supuestamente más desquiciado.

Elizabeth Taylor, sí, está preciosa, fantástica, divina, espectacular, pero… claramente sobreactuada. Sus idas y venidas emocionales, su bipolaridad manifiesta y su exaltación constante son muy de personaje de Tennessee Williams, a quien le encantaba la exageración, sobre todo en sus personajes femeninos, a juzgar por su historial (recordemos a la histérica Blanche de “Un tranvía llamado deseo”)

Del resto qué se puede decir? La embarazadísima cuñada con su patulea de niños cuellicortos insoportablemente ruidosos, otro paradigma de personaje caricaturesco y ridículo. Su constante pelotilleo a los suegros, su descaro y su exagerada estupidez huelen a falacia. Por no hablar del personaje de la suegra, sus aspavientos, sus melodramáticas intervenciones… uffff, puro teatro!!!! Demasiado teatro para ser cine!!!!

Mención aparte merece Paul, mi Paul, el gran, bello e inconmensurable Paul. Su personaje, Brick, es el único en la obra que está alejado e incluso asqueado de la codicia y la mezquindad que caracterizan a los demás, incluída su repulsiva esposa, Maggie la gata. En justa proporción, su interpretación es la única que aporta sobriedad (paradójicamente, puesto que se pasa toda la cinta bebiendo whisky como un cosaco), contención y sencillez. Está tan comedido en su papel de alcohólico compulsivo que hasta cuesta creerlo. Ni un tambaleo ni un balbuceo ni una mijilla de opacidad en la mirada… Desde luego es un alivio entre tanto histrionismo, pero en mi opinión se queda pelín corto.

Otra cosa muy chocante son los cambios súbitos e inesperados en los conflictos emocionales: del amor al odio, del odio más atroz al perdón, del asco al deseo… En este sentido la escena final entre Brick y Maggie es… cómo lo diría? Simplemente un disparate. Puro teatro.
10
23 de abril de 2008
12 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Todos le tenemos miedo a la verdad porque la verdad puede ser dolorosa y, aunque siempre es preferible a una mentira, muchas veces puede condenarnos a una vida de amargura, una vida en la que nuestro interior se retuerce como hoja que la llama engulle y sólo el alcohol con su efecto de sueño de los sentidos puede aplacar tanto dolor. Eso es lo que le pasa a Brick, un hombre que parece que sintió algo más por un amigo suyo y ahora ahoga esos sentimientos prohibidos entre whiskys y con un matrimonio no muy bien relacionado, en el que él llega incluso rechazar un vaso en el que ella ha bebido. La tensión es patente en esta magna obra del cine y el tándem Taylor Newman nos hace vibrar e incluso estremecernos con ese drama existencial en el que el amor, lo prohibido y el pasado se entremezclan con endebles hilos que parecen se fueran a romper en cualquier momento. El tejado de zinc quema, pero la gata resiste, comprende lo que Brick siente y sigue amándole a pesar de todo, una gata con un precioso vestido blanco que resalta esos ojos violáceos tan bellos, una gata que lucha por lo que cree que es suyo y que llora con una terrible dulzura sentada en su cama de cabecero dorado. Completa esta magna obra un padre moribundo, pedante y odioso que sabe ver en el corazón de las personas y admira a las almas atormentadas, pero de buen fondo, rechazando la hipocresía y la mediocridad de su horrorosa nuera coneja y esos nietos tan relamidos e insoportables. El padre ama a Brick a pesar de ser un auténtico fracasado y ama a la gata luchadora, ama la dolorosa cara de la irremediable verdad, de la muerte que afila su guadaña y se enfrenta a ésta para asentar su imperio sobre los nobles corazones, no sobre las apariencias y falsedades... Destacar la frase de Liz: "Estoy viva, ¿comprendes?... Vivo todavía, ¿por qué le tienes tanto miedo a la verdad?" Sencillamente genial, he llegado a poner esa escena múltiples veces con enfermiza obsesión y no me cansaré nunca. A mis 19 años uno de los mejores clásicos que he visto en una atmósfera agobiante y opresiva que nos transporta al calor sureño, a los corazones atormentados, la lucha por el dinero y el amor en todas sus posiblidades... Disfrútenla.
10
17 de febrero de 2008
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
A 50 años de su estreno, no puedo encontrar esta película más vigente. Y es que ésa es una de las virtudes de las grandes películas: el no envejecer; así Richard Brooks consiguió hacer una de las mejores películas de los 50's en esta fabulosa adaptación de la estupenda obra teatral del talentoso Tennessee Williams.

Aquí hay de todo como en botica: envidia, resentimientos, desamor, hipocresía, ambición, frustración, celos, muerte....... y en medio de todo esto una mujer dispuesta a todo por salvar su matrimonio. Personajes inolvidables encarnados por un puñado de grandes y extraordinarios actores.

Elizabeth Taylor es la gata del título: sensual, aguerrida, pero frágil y vulnerable a la vez todo en una interpretación memorable que la hacía vislumbrar como una de las grandes actrices de la historia del cine. Paul Newman es su atribulado marido quien esconde un secreto que sumado a sus resentimientos le impiden ser feliz pese a que tiene todo para hacerlo, una delicia de personaje a quien Newman dota de gran humanidad y aporta tremenda credibilidad.

El gran Burl Ives es el plato fuerte en una excelente actuación interpretando a Big Daddy, el patriarca de la familia que quiere controlar todo y a todos, pero que en el interior no es menos sensible que cualquiera de nosotros. La talentosa Judith Anderson interpreta a su amante esposa, tan perfecta que raya en lo insoportable al punto de tolerarle todo al marido incluso el gran desprecio que él en algún momento de la película le evidencia. En la contraparte figuran Jack Carson y Madeleine Sherwood como el hijo mayor del matrimonio y su esposa, cuya ambición desmedida puede llegar al punto de fomentar la destrucción de la relación de la pareja protagónica.

Perfecta por donde se vea, este es un film que seguirá perdurando.
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