Primera película de la trilogía de Oliver Stone sobre la guerra del Vietnam. Aquí el director consigue mostrarnos un film poderosísimo no sólo en el campo visual. Con un argumento escalofriante, pues no se trata de la típica película con comportamiento amable o patriótico, nos expone los estragos que causaron los soldados norteamericanos en la guerra del Vietnam. Personajes, perfectamente dibujados, llenos de miedo, vicios y comportamientos psicópatas que ponen la guerra como escusa o coartada para realizar toda clase de actos criminales y tropelías. Todo esto sobre una población civil, que poco a poco rechazó la imagen con la que pretendían aterrizar los norteamericanos, presentándose hipócritamente, como salvadores de la libertad.

Tremendamente cruda y realista, no obstante Oliver Stone conoció dicha guerra en primera persona, pues participó en ella. Buenísima fotografía y brillante la actuación de un gran e inspiradísimo Willem Dafoe.

Una película que el tiempo la ha convertido en todo un clásico antibelicista, pues muestra la cruda realidad de la guerra, escapando de tópicos o poses patrióticas o heroicas, pues no hay nada de honorable detrás de ninguna guerra, más que muerte, sufrimiento y destrucción. Un saludo.

La primera incursión de Oliver Stone al conflicto de Vietnam se erige como un monumento a la épica y al cine bélico,
uno de los Oscar más justos dados a una película. La mejor película de su director y una de las mejores de la década
de los Ochenta. No se pierdan el momento que se reproduce en el cartel del film, es de antología.

Sin palabras. Posiblemente (junto con la gran Apocalpsis Now de Coppola) la mejor película jamás hecha sobre Vietnam. Excelentes escenas de batallas y efectos especiales. Inmejorables actuaciones (en especial la de Tom Berenger y William Dafoe), y perfecta utilización del tema musical Adaggio for Strings...
Se nota la gran mano del cineasta Olver Stone y como realiza la película según sus experiencias en el conflcito bélico.
Un duro retrato de la realidad y un gran homenaje a todos los que combatieron en aquella guerra. Una película que se puede resumir en una sola frase (frase por cierto de otra muy buena pelicula de Vietnam-La chaqueta metálica-)
La frase que tan bien la define es: "Que puta es la guerra"

Con una narrativa tensa, formas estilizadas y sentido verista (no exento de ritualizada belleza), el director condujo al espectador a la primera línea de fuego. Con intención de exorcizar su doloroso pasado belicista, Oliver Stone realizó esta obra, pero, para el público, significó una película “mantra”, una experiencia con la que los espectadores vivieron más emociones de las que el propio director esperaba.

Al captar objetivamente los horrores de la muerte en combate, fue esta la primera película realista sobre la guerra de Vietnam, más allá de la expiación de sus demonios personales. Oliver Stone creó un “alter ego” para redimirse: el idealista soldado Taylor. Y así pudo testimoniar su amarga participación en el infierno vietnamita, llave de paso para retraer la política militar e intervencionista americana.

"Sois una puta escoria", escupe el personaje correctamente interpretado por Charlie Sheen a sus compañeros de guerra durante Platoon.
Se lo dice a sus compañeros de guerra, porque están allí comportándose como verdaderos animales, dedicándose a arrasar poblados porque sí y a intentar violar niñas pequeñas. Pero viendo esta película, se me han ocurrido a muchos otros colectivos a quien podría dedicársele esa frase:
-A muchos soldados, que quitan la vida a personas sin nombre y sin rostro, sin cuestionarse qué coño hacen, sin darse cuenta de la atrocidad de la que son partícipes.
-A los titiriteros que mueven los hilos, y que tan sólo hacen eso. Dicen creer en una causa, pero sólo envían a un grupo de pardillos a actuar en su nombre, y cuando los cuerpos vuelven destrozados, organizan actos megaoficiales, con banderitas y demás protocolos inútiles. Si matas a uno de los de tu bando, son diez años de cárcel, sin embargo matar a los de otro, es sinónimo de gloria y honor. Pero... siguen siendo personas... En fin, gilipolleces humanas.
-A nosotros, a la sociedad en general. Por nuestra pasividad. Porque a penas nos acordamos de esos pobres diablos que, en parte por nuestra culpa, están en otro país matando inocentes y no pueden hacer otra cosa por sobrevivir. Porque no sabemos resolver las cosas como personas que somos. Porque mucho nos quejamos por el aborto, pero bien que consentimos una forma tan rastrera de solucionar los problemas como el asesinato... Y luego fingimos preocuparnos por la pobreza, los niños que mueren antes de los cinco años, y por todas las injusticias del mundo, cuando somos una mísera parte impulsora de ellas. Pero, sobre todo, porque podemos evitarlo.

En eso, me ha hecho pensar este crudo, desgarrado, desgarrador y realista relato de una guerra.