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El capital

Drama. Thriller Marc Tourneuil (Gad Elmaleh) es un cínico empleado de banca, un sector que está en plena crisis económica en todo el planeta. Desde la nada, Marc comenzará un ascenso imparable por los entresijos del mundo de la banca hasta convertirse en una de las personas más poderosas e influyentes del país. (FILMAFFINITY)
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Críticas ordenadas por utilidad
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7
7 de noviembre de 2019
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estoy revisando el cine de Costa-Gavras, o por lo menos las películas que para mí puedan resultar más atractivas. Y hasta ahora la mayoría me han parecido... estupendas: su complejidad a la hora de definir personajes; guiones bien acabados, ofreciendo al espectador en todo momento un grado de frescura.

Incluso, "El Capital", de la cual hago comentario, con claro planteamiento hacia un objetivo financiero; aporta una bocanada de aire renovador, al participar su perverso protagonista, como un ser que utiliza el poder obtenido de manera casual, para proceder únicamente en su propio interés.

Al final se muestra mucho más cercana, y a la vez sincera, que otras donde se retrata a los grandes lobbies financieros, como depredadores inmensamente más despiadados.
8
9 de noviembre de 2013
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ésta es una buena película. Inteligente. Comprometida. Precisa. Clara. Probablemente demasiado clara. Puede que su principal defecto sea precisamente ése, un exceso de claridad en plan pedagógico: "Mira, te voy a enseñar cómo funciona esto y la mierda que tú, ciudadano común, le importas a los que manejan las riendas del dinero, que son los que en definitiva manejan las riendas del poder".

Detrás de esta historia hay un gran director, Costa-Gavras (Missing) y un actor protagonista inesperadamente resolutivo. Pues sí, Gad Elmaleh me ha sorprendido muy agradablemente. Lo tenía por un actor cómico (sin que esto implique nada contra los cómicos), pero incapaz de afrontar otros retos. Y sin embargo el tío dota a su personaje de una consistencia y una prestancia que no se corresponden con su físico más bien mediocre (Con permiso de Carlota Casiraghi, su joven, bella y monegasca novia).

Hay quien se queja de un exceso de didactismo en la película. Y probablemente lleve razón. Hay momentos en los que el guión es asaz descarado, y viene a decir algo así como: "Por si no te has enterado de lo que te estoy contando, te lo dejo claro: soy un hijoputa y lo único que me interesa es seguir permaneciendo a este lado de la cancha, el de los cabrones que mandamos, y no pasar nunca al otro lado, al tuyo, al de los pringados que sois mandados, puteados y terminareis siendo aniquilados".

Bueno, es cierto, a ratos Costa-Gavras se da cuenta de que está manejando un lenguaje complejo, el de la macroeconomía y las finanzas más crípticas, e intenta rectificar para dar luz al espectador más perdido. Pero mi queja no va por ahí. Mi queja va más bien por la parte rosa: qué pinta aquí la historia de la modelo. Por qué el protagonista, un tiburón de las finanzas, pierde el culo por follarse a una tía e incluso babea por ella ostensiblemente en público sin ningún tipo de control.

Qué quiere decirnos Costa-Gavras. Igual detrás del personaje principal hay nombres y apellidos reales bastante conocidos. Elmaleh podría ser perfectamente un alter ego de, por ejemplo, Dominique Strauss-Khan, gente con una cara dura impresionante y un autocontrol envidiable que sólo pierde los papeles cuando se les pone a tiro un coño lo suficientemente caro y/o inalcanzable. O bueno, simplemente un coño distinto al de su señora.

No sé, la historia del tiburón de las finanzas que en cuanto ve a una espectacular modelo pierde el sentío, no me termina de cuadrar. Tal vez sea real, no digo que no, tal vez esté retratando a alguien concreto, puede ser. Pero creo que en la película sobra, distrae de lo fundamental, es tan accesorio que resulta irritante. Joder, no me importan los problemas que ese tío tenga con su bragueta; me importa que me esté puteando a mí y a millones como a mí. Por lo demás, como si le va la coprofagia y se la casca comiendo mierda. Que le aproveche.
7
30 de noviembre de 2012
8 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Días extraños se sucedieron a lo largo de la 60ª edición del Zinemaldia. De hecho, días tan extraños como los tiempos que nos ha tocado vivir. El programa general del certamen indicaba, antes de que todo empezara a girar, que a mitad de su celebración (más concretamente, en su sexta jornada), la actividad iba a detenerse durante un día. Más o menos, pues tal y como se descubrió prestando un poco más de atención, el horario tenía trampa, ya que dicho parón no fue ni mucho menos total (como en un principio podía entenderse), sino que se limitó a respetar la marcha de la manifestación convocada en el marco de una huelga general en el País Vasco, y que pasaría por los aledaños de las instalaciones del certamen. Cuando tocó retirarse (después de una sesión también muy extraña, a manos de Bahman Ghobadi) para solidarizarse con la causa, las calles mostraban también imágenes... atípicas.

Banderas rojas con la hoz y el martillo ondeadas por una multitud con cara de pocos amigos. Con el comunismo topamos. Obviamente, se sucedían los gritos en contra del capitalismo... y de ahí pasamos directamente a la séptima jornada. En lo que podría considerarse como una especie de prolongación del ambiente reivindicativo del día anterior, el Kursaal estaba en pie, aclamando a dos héroes populares recientemente coronados: Gad Elmaleh y Constantin Costa-Gavras. ¿Qué pasó antes de este clamor? ¿Qué es lo que causó dicho furor? Como se ha dicho, la continuación de algunas de las consignas oídas el día antes en la calle, en contra del que para muchos es el único sistema económico viable. 'El capital', concepto abucheado en las horas previas, trata sobre los Robin Hood modernos, una banda de "críos" que simplemente se lo pasan bien (no hay que darle más vueltas, dicen)... robando a los pobres para dar a los ricos.

No, uno de los cineastas más izquierdistas / socialistas y, claro está, comprometidos de la historia del cine, no se ha pasado al lado oscuro. Se ha sumergido en él para que -y para entendernos- la mierda que hace mover nuestros tiempos lo salpique todo. En el clásico bosque de galimatías financieros, un joven y prometedor genio de la economía es ascendido a presidente de uno de los mayores bancos de Francia. Las circunstancias convulsas en las que se ha producido su nombramiento no harán más que incrementar la inestabilidad en la empresa, dándose así el pistoletazo de salida a un apasionante juego de tronos con los índices de la bolsa y las primas de riesgo (entre otras muchas más milongas) como telón de fondo. Muy atrás queda a estas alturas el apasionado director de 'Z.', que creía en la verdad y la honestidad como las mayores armas para combatir (desenmascarando primero y ajusticiando después) a los grandes males de la sociedad.

Estamos en la etapa de su carrera marcada por el estupendo punto de inflexión de 'Arcadia', espeluznante película en la que hasta los asesinos tenían tantas -o más- opciones que la gente honrada para salir adelante en este mundo. ¿A qué se debe este cambio de actitud? A la crisis financiera. Y a la inmobiliaria, y a la de la deuda... y a las agencias de calificación de riesgos, y a los especuladores, y a los políticos que respaldan toda esta porquería, y a los bancos que se ocupan que todo siga girando; en marcha; engullendo. También ha llovido mucho desde 'Estado de sitio'. El enemigo contra el que lucha ahora Costa-Gavras ya no está encarnado en regimenes totalitarios ni en generales con fobia a cualquier pensamiento de izquierdas, indudablemente poderosos pero fácilmente reconocibles. El mal es ahora mucho más peligroso porque es inconcreto.

En otras palabras, tenemos la piedra... pero no sabemos a quién tirarla (mientras nos lo pensamos, los receptores siguen haciendo de las suyas). En el mejor de los casos, no tenemos suficientes piedras para alcanzar a todos los que las merecen. A pesar de lo cuesta arriba que la realidad actual le ha puesto el combate, el incombustible cineasta afila de nuevo sus cuchillos, y éstos vuelan que dan gusto. Sí, puede que a 'El capital' le sobre algún que otro frente y que el final se nos presenta de manera algo precipitada, pero la bravura e incorruptibilidad de su autor sigue estando presente, consiguiéndose así grandes momentos en los que las únicas protagonistas son verdades como puños. La 'Margin Call' francesa? Cerca, en el sentido de ser ésta una película para tratar de entender mejor la locura en las que estamos actualmente sumergidos, pero hay más.

Hablamos de una de estas rarezas consistentes en cine de denuncia en el que el didactismo no lastra el balance final del producto en cuanto a producto fílmico puro; necesario más allá de su guión. Tan disfrutable como estimulante, rabioso y encendedor. Como debe ser. Mientras la potente presencia de Elmaleh (gran acierto su lección para encarnar al príncipe de las tinieblas de un mundo abominable que renace con el más destructivo y abrasivo de los fuegos) se adueña, tal y como manda el guión, de absolutamente todo, 'El capital' se descubre como testigo de excepción de una crisis no sufrida -ni conocida- por sus causantes; de una época de abundancia (para unas pocas sanguijuelas) pre-apocalíptica, con un discurso cargado de la acidez necesaria como para corroer la conciencia de un espectador que, ahora sí, parece despertar de un larguísimo letargo. Costa-Gavras nunca cayó en este estado, y por si todavía había alguna duda al respecto... pregunten a cualquier pez gordo que haya podido verse -vergonzosamente- reflejado.
5
2 de diciembre de 2012
8 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine de Constantin Costa-Gavras se define con frecuencia con una realización inferior al argumento. Historias de corrupción sociopolítica muy complejas, meditadas y que rozan el cine de culto ('Z', 'Amén.', 'Arcadia'). Esta vez el director vuelve a coger la sátira por el mango partiendo de un trasfondo económico, aunque su esencia se pierde al poco de abandonar la sala.

'El capital' habla de una ficción dentro de una realidad imperceptible a nuestros ojos, tapada entre algodones en las altas esferas bancarias que controlan el dinero de millones de personas, a veces con tan funestos resultados. Jacques Torneur representa el éxito precoz, los excesos y los vicios de un joven empresario al que la suerte le ha sonreído muy pronto. Ahora maneja la batuta de un gran banco que mueve fortunas y da trabajo a muchas personas. Y es en esa humanidad tapada tras los billetes donde debe fijarse antes de atender a sus caprichos de joven millonario.

Pero no es de un simple banquero lo que viste de Armani a la película. Jacques cae bien y mal. Su personaje es tan ambiguo como sus intenciones. Gavras maquilla a una especie de antihéroe que se ve atrapado en su jaula de oro mientras sus “socios” le van dando un alpiste envenenado. Pequeñas palmaditas en la espalda cargadas de recelo y planes para usurparle el trono. Por supuesto, la crisis financiera está presente en todo el filme, aunque de una forma implícita en la historia, sutil y con mensaje final incluido.

Sin embargo, una vez más la tara del cineasta griego recae en la forma superficial de narrar el guion. Es una cinta de atractivo disfraz y mucho diálogo, que exige demasiada atención al espectador para un tema que puede aburrirle. De engancharse o de aburrirse como las piedras en definitiva. A los que consiga atrapar no pierdan de vista otros títulos sobre la crisis como el documental 'Inside Job' o 'Margin Call'.
6
20 de diciembre de 2013
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Costa-Gravas ha sido siempre un director comprometido, que nos ha desvelado el aspecto menos halagüeño de la política. Ha denunciado regímenes totalitarios como la Grecia de los coroneles (Z), el Chile de Pinochet (Missing) o la Alemania nazi (la Caja de Música, Amén).

Hoy en día, cuando sufrimos otra dictadura, quizá más sutil, y por lo tanto más dificil de acabar con ella, como es la dictadura de los mercados y el capital, nos presenta la vida y trabajos de un alto ejecutivo de la banca, representante de todo el cinismo, descaro e inhumanidad del neoliberalismo de nuestros días. Esos pequeños tiranos que solo buscan el beneficio propio, ya sin la escusa de una patria a la que servir o unos ideales que cumplir. Los auténticos culpables de una crisis que nunca les ha afectado a ellos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Gad Elmaleh interpreta a un personaje antipático que se pasa toda la película pidiendo la complicidad del espectador. Una complicidad imposible de conseguir, aunque acabe engañando a otros tiburones peores que él.

Como decía la Bruja Avería: ¡Viva el mal! ¡Viva el capital!
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