Wall Street: El dinero nunca duerme
2010 

5.6
20,395
Drama
Secuela de la popular cinta de 1987 "Wall Street", ambientada 20 años después. Una vez puesto en libertad, después de cumplir una prolongada condena en prisión, el implacable tiburón de las finanzas Gordon Gekko (Michael Douglas) se siente desorientado dentro del mundo que en tiempos dominó. Buscando rehacer sus arruinadas relaciones con su hija, Gekko conoce por casualidad a Jakob (Shia LaBeouf), su prometido. Juntos proyectan apoyarse ... [+]
26 de octubre de 2010
26 de octubre de 2010
16 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿ Cómo lo hará el Labeouf para transmutar todo lo que toca? Y, admitámoslo, no es que hubiera mucho donde rascar. Quitando los habanos que se fumaba y la gomina que se untaba Mr. Douglas en la primera parte mientras ponía cara de" sé que soy un cabronazo, pero molo y lo sabes ( y además visto de Armani), la película no pasaba de ser una fabulilla moral con chico plebeyo pero ambicioso que aspira a comprarse su primer rascacielos antes de los 18 aunque luego descubre que no es oro todo lo que reluce y que lo que verdaderamente le haría feliz sería casarse con su novia de Kansas y comer bizcocho en casa de sus suegros los domingos. Era una cosa como muy básica que, tirando de archivo, algunos ya se han encargado de mitificar a propósito de la crisis. Películas sobre la crisis , a ver, qué tenemos: hostia, Wall Street, cómo no, si hasta le dieron un Oscar el Gekko, qué argumento más visionario, si lo teníamos delante, cómo no nos dimos cuenta antes.
Pues no: Wall Street no era visionaria. Servía para predecir el futuro tanto como una chirimolla abierta. Pero, vale, si no has leido a Marx ( yo si fuera usted no lo haría), pues igual te impacta.
No,Wall Street no era visionaria, pero a cambio nos ofrecía un cabronazo de los que hacen antología. Y los cabronazos por definición son intemporales porque molan siempre y nunca pasan de moda. Wall street no iba sobre economía: iba sobre el cabronazo que todos soñamos ser.
Pues bien: Wall street 2 aclara tan poco como la primera y encima va sobre un tontaina. Y yo no quiero ser un tontaina. Usted estoy seguro de que tampoco. Pero Shia Labeouf ya es harina de otro costal: este zagal hace de tontaina en todas las películas en las que sale y además posee una dicción de tontaina y una expresividad facial de lo más tontaina. Por si fuera poco, a lo largo de toda la película, su personaje no para de hacer payasadas con gesto muy adusto ( lo mismo pierde 100 millones de dolares antes de tomarse los krispies que se marca una carrera con la Honda 500 que se sube a un helicóptero apache). Pero es que además el cabronazo de Gekko está capado y no puede ejercer sus talentos ante tamaña estupidez, todo lo cual convierte a esta cinta esencialmente en una película protagonizada por un tontaina con ínfulas de cabronazo que, lejos de explicar algo, ni siquiera entretiene. El cine del futuro como quien dice.
Pues no: Wall Street no era visionaria. Servía para predecir el futuro tanto como una chirimolla abierta. Pero, vale, si no has leido a Marx ( yo si fuera usted no lo haría), pues igual te impacta.
No,Wall Street no era visionaria, pero a cambio nos ofrecía un cabronazo de los que hacen antología. Y los cabronazos por definición son intemporales porque molan siempre y nunca pasan de moda. Wall street no iba sobre economía: iba sobre el cabronazo que todos soñamos ser.
Pues bien: Wall street 2 aclara tan poco como la primera y encima va sobre un tontaina. Y yo no quiero ser un tontaina. Usted estoy seguro de que tampoco. Pero Shia Labeouf ya es harina de otro costal: este zagal hace de tontaina en todas las películas en las que sale y además posee una dicción de tontaina y una expresividad facial de lo más tontaina. Por si fuera poco, a lo largo de toda la película, su personaje no para de hacer payasadas con gesto muy adusto ( lo mismo pierde 100 millones de dolares antes de tomarse los krispies que se marca una carrera con la Honda 500 que se sube a un helicóptero apache). Pero es que además el cabronazo de Gekko está capado y no puede ejercer sus talentos ante tamaña estupidez, todo lo cual convierte a esta cinta esencialmente en una película protagonizada por un tontaina con ínfulas de cabronazo que, lejos de explicar algo, ni siquiera entretiene. El cine del futuro como quien dice.
8 de noviembre de 2010
8 de noviembre de 2010
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
No está mal. Es entretenida, mantiene el ritmo durante casi las dos horas. El problema es haber visto la primera parte hace tan sólo dos días.
En aquélla no destaca la dirección artística, ni la poesía visual de otras tantas películas de éste u otros directores, pero el hilo argumental no defrauda en ningún momento. Es decir, los personajes están dotados de una tremenda personalidad que, por otra parte, es invariable a lo largo de la trama y, de evolucionar, lo hace en torno a un punto lógico. "El dinero nunca duerme" tampoco tiene una gran dirección artística, los actores están a la altura de lo que se espera de cada uno de ellos, y con ésto creo que ya he dicho bastante sobre actuaciones y arte.
Gekko sigue siendo interpretado por un grande, enfermo pero grande, Michael Douglas, que consigue hacernos creer que la mafia de los negocios domina cada uno de los segundos de nuestras miserables vidas... los demás, actores secundarios, a pesar de tener más minutos de pantalla.
Y como ya se dijo tantas veces, puede resultar que las segundas partes, si no siempre fueron malas, no tienen necesariamente que igualar a las primeras.
En aquélla no destaca la dirección artística, ni la poesía visual de otras tantas películas de éste u otros directores, pero el hilo argumental no defrauda en ningún momento. Es decir, los personajes están dotados de una tremenda personalidad que, por otra parte, es invariable a lo largo de la trama y, de evolucionar, lo hace en torno a un punto lógico. "El dinero nunca duerme" tampoco tiene una gran dirección artística, los actores están a la altura de lo que se espera de cada uno de ellos, y con ésto creo que ya he dicho bastante sobre actuaciones y arte.
Gekko sigue siendo interpretado por un grande, enfermo pero grande, Michael Douglas, que consigue hacernos creer que la mafia de los negocios domina cada uno de los segundos de nuestras miserables vidas... los demás, actores secundarios, a pesar de tener más minutos de pantalla.
Y como ya se dijo tantas veces, puede resultar que las segundas partes, si no siempre fueron malas, no tienen necesariamente que igualar a las primeras.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Al finalizar la película me hice una pregunta: ¿realmente Oliver Stone no ha encontrado nada más apetitoso en los diarios norteamericanos para hablarnos de esta crisis?
Me resulta curioso que, a años vista, en la película del 87 se atreviera a dar con claridad una serie de puntos claves sobre las crisis del sistema capitalista, sobre los porqués y los cómos de éstas y que, en "El dinero nunca duerme", viendo la que se nos ha venido encima, no haya sido capaz de señalar uno o dos de los ejes de gravedad de este crack. En la película del 87 se habla de los miles de despidos que origina el capricho de un adinerado señor encorbatado por comprar, refundir o arruinar a una empresa... se habla en el 87 de la crisis de los 70... en el 2010, viendo la que -repito- se nos ha venido encima, no importan las consecuencias de los caprichos al margen del suicidio de uno de los peces gordos del mundo empresarial estadounidense... ¿por qué? ahora es cuando aquéllos que vamos al cine esperando que los de arriba se solidaricen con los de abajo; que denuncien lo que está pasando en la inmensa mayoría de los hogares del planeta; que apunten a los uno o dos millones de culpables que acaparan la riqueza del mundo y les hagan, desde el sillón de director de cine "progre", sentirse retratados en la gran pantalla... y nada... sensiblería barata, "te echo de menos" y ecografías de un nieto que está por nacer... y un mafioso que resulta ablandarse hasta la médula y dar consejos a los enamorados... sin palabras.
Me resulta curioso que, a años vista, en la película del 87 se atreviera a dar con claridad una serie de puntos claves sobre las crisis del sistema capitalista, sobre los porqués y los cómos de éstas y que, en "El dinero nunca duerme", viendo la que se nos ha venido encima, no haya sido capaz de señalar uno o dos de los ejes de gravedad de este crack. En la película del 87 se habla de los miles de despidos que origina el capricho de un adinerado señor encorbatado por comprar, refundir o arruinar a una empresa... se habla en el 87 de la crisis de los 70... en el 2010, viendo la que -repito- se nos ha venido encima, no importan las consecuencias de los caprichos al margen del suicidio de uno de los peces gordos del mundo empresarial estadounidense... ¿por qué? ahora es cuando aquéllos que vamos al cine esperando que los de arriba se solidaricen con los de abajo; que denuncien lo que está pasando en la inmensa mayoría de los hogares del planeta; que apunten a los uno o dos millones de culpables que acaparan la riqueza del mundo y les hagan, desde el sillón de director de cine "progre", sentirse retratados en la gran pantalla... y nada... sensiblería barata, "te echo de menos" y ecografías de un nieto que está por nacer... y un mafioso que resulta ablandarse hasta la médula y dar consejos a los enamorados... sin palabras.
4 de septiembre de 2011
4 de septiembre de 2011
9 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
“El dinero nunca duerme” supone la primera película decente de Michael Doucglas en años, lástima que su actuación se diluya por el hecho de ser la segunda parte de algo en lo que ni siquiera es la estrella, sino tan solo un reclamo.
La dirección y montaje son marca de la casa de Oliver Stone: escenas simultáneas a cámara partida, diálogos-eslogan, continuos guiños-homenaje a otras películas suyas, persecuciones a ritmo vertiginoso que contrastan con atardeceres “made in Michael Bay” y todo al servicio de las ideas que Stone quiere sembrar: la actual crisis económica es culpa de la avaricia capitalista, la vida está regida por los bancos, los bancos están respaldados por los estados, el dinero fácil está apuñalando a la sociedad y, por el camino, nos estamos cargando el planeta. Pero si estáis pensando que se trata de una de una mezcla extremadamente dispar (que ciertamente lo es) y que no os vais a enterar de la misa a la media, no os preocupeis: Stone no dejará que os perdais y colocará todo tipo flash-backs, diálogos de relleno e incluso powerpoints para que ni uno solo de los pensamientos que nos quiere inculcar se pierda por el camino.
Como coartada para este discurso, una historia romántica entre una joven pareja ideal e idealista y el reclamo de Gordon Gekko, todo para pintar con brocha gorda la explicación a la crisis económica mundial. Cada pincelada es una verdad a medias, un poco de luz y una invitación a reflexionar sobre lo que está pasando, aunque barriendo hacia casa. Más cobarde que Michael Moore (se abstiene de acusar abiertamente a nombres propios) pero más agradable de ver, con más maña que el Zola de Flint. Es lo bueno que tiene juntar un impresionante elenco de actotes conocidos: las cosas más descabelladas pueden parecen más creíbles si te las cuenta gente famosa.
Eli Wallach en un papel incomprensible, Josh Brolin salvando los muebles de un personaje a medio definir, la frágil Carey Mulligan a punto de convulsionar toda la película, el carismático (como siempre) pero fuera de sitio Shia LeBeouf y la indispensable en una película antisistema Susan Sarandon son tan solo figurantes en una obra cuyos únicos protagonistas son Oliver Stone y sus ideas. Ni siquiera Douglas deja de ser un elemento más de merchandising, pero no se puede dejar de ver una película protagonizada por tanta estrella junta (aunque sin duda sobraban la parodia que Charlie Sheen hace de sí mismo y los mintos finales que son puro waste-time) y a tener en consideración (pero sin ánimo de dogma) lo que nos insinúa Oliver.
La dirección y montaje son marca de la casa de Oliver Stone: escenas simultáneas a cámara partida, diálogos-eslogan, continuos guiños-homenaje a otras películas suyas, persecuciones a ritmo vertiginoso que contrastan con atardeceres “made in Michael Bay” y todo al servicio de las ideas que Stone quiere sembrar: la actual crisis económica es culpa de la avaricia capitalista, la vida está regida por los bancos, los bancos están respaldados por los estados, el dinero fácil está apuñalando a la sociedad y, por el camino, nos estamos cargando el planeta. Pero si estáis pensando que se trata de una de una mezcla extremadamente dispar (que ciertamente lo es) y que no os vais a enterar de la misa a la media, no os preocupeis: Stone no dejará que os perdais y colocará todo tipo flash-backs, diálogos de relleno e incluso powerpoints para que ni uno solo de los pensamientos que nos quiere inculcar se pierda por el camino.
Como coartada para este discurso, una historia romántica entre una joven pareja ideal e idealista y el reclamo de Gordon Gekko, todo para pintar con brocha gorda la explicación a la crisis económica mundial. Cada pincelada es una verdad a medias, un poco de luz y una invitación a reflexionar sobre lo que está pasando, aunque barriendo hacia casa. Más cobarde que Michael Moore (se abstiene de acusar abiertamente a nombres propios) pero más agradable de ver, con más maña que el Zola de Flint. Es lo bueno que tiene juntar un impresionante elenco de actotes conocidos: las cosas más descabelladas pueden parecen más creíbles si te las cuenta gente famosa.
Eli Wallach en un papel incomprensible, Josh Brolin salvando los muebles de un personaje a medio definir, la frágil Carey Mulligan a punto de convulsionar toda la película, el carismático (como siempre) pero fuera de sitio Shia LeBeouf y la indispensable en una película antisistema Susan Sarandon son tan solo figurantes en una obra cuyos únicos protagonistas son Oliver Stone y sus ideas. Ni siquiera Douglas deja de ser un elemento más de merchandising, pero no se puede dejar de ver una película protagonizada por tanta estrella junta (aunque sin duda sobraban la parodia que Charlie Sheen hace de sí mismo y los mintos finales que son puro waste-time) y a tener en consideración (pero sin ánimo de dogma) lo que nos insinúa Oliver.
9 de noviembre de 2010
9 de noviembre de 2010
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
La pasada década no ha sido especialmente benevolente con el otrora genial Oliver Stone. Después de su última película excelente, "Giro al Infierno", y de la interesante aunque desigual "Un Domingo Cualquiera", Stone pareció perder el norte con proyectos como tres decepcionantes documentales, dos de ellos a mayor y vergonzante gloria del infame Fidel Castro, la muy fallida "Alexander" o la correcta "World Trade Center". Todos ellos, trabajos impropios de un cineasta de gran talento visual y ácida mirada crítica.
Afortunadamente, con esta tardía secuela de “Wall Street” Stone demuestra haber recuperado gran parte de la forma perdida. Si bien el primer film ponía el acento en el proceso de tutelaje y en la pérdida de la inocencia dentro del marco de las grandes finanzas de los 80, este segundo film, al más puro estilo “western” (la presencia de Elli Wallach en el reparto y el tema central de “El bueno, el feo y el malo” como melodía de móvil no son detalles casuales) se inclina por los temas de la venganza y la redención personal encuadradas dentro de la actual crisis económica. El primer tercio del film, apoyado en una magnífica interpretación de Frank Langella y editado con un pulso vibrante, es sobresaliente y supone una demostración de las mejores habilidades como narrador de Oliver Stone, un cineasta que no se caracteriza precisamente por su sutileza (valga como ejemplo los planos de las pompas de jabón que simbolizan la burbuja inmobiliaria a punto de estallar).
Cuando Michael Douglas entra en escena, la película pisa a fondo el acelerador regalando al espectador algunas de las secuencias más memorables. Shia Labeouf, le pese a quien le pese, está fantástico y creíble en su papel de joven bróker, mientras que James Brolin borda de manera sorprendente su rol de tiburón financiero que haría palidecer al mismísimo Gordon Gekko. El único “pero” sería la innecesaria aportación de una esforzada Susan Sarandon, cuyo papel resulta igual de desaprovechado (y curiosamente parecido) al que interpretó en la reciente “The Lovely Bones”.
Por desgracia, el último tercio de la película decae de manera notable hasta desembocar en un clímax insatisfactorio y carente de emoción. La relación amorosa entre la hija de Gekko y el joven Labeouf resulta previsible y la relación de amor-odio que une a Gordon Gekko con su hija se revela forzada. Ambas líneas argumentales suponen el único lastre de un film por otro lado excelente. Es una lástima, pues Wall Street 2 hubiera podido ser tan buena como la primera parte, o incluso mejor. Con todo, Oliver Stone nos ha regalado su mejor película en muchos años.
Un último apunte para los fans: el empleo en los créditos finales del mismo tema musical con el que concluía la primera parte y el brevísimo reencuentro entre Charlie Sheen y Michael Douglas, lejos de resultar insertos forzados e innecesarios, se traducen en sentidos homenajes a su antecesora y a un servidor le hicieron vibrar de emoción en la butaca.
Afortunadamente, con esta tardía secuela de “Wall Street” Stone demuestra haber recuperado gran parte de la forma perdida. Si bien el primer film ponía el acento en el proceso de tutelaje y en la pérdida de la inocencia dentro del marco de las grandes finanzas de los 80, este segundo film, al más puro estilo “western” (la presencia de Elli Wallach en el reparto y el tema central de “El bueno, el feo y el malo” como melodía de móvil no son detalles casuales) se inclina por los temas de la venganza y la redención personal encuadradas dentro de la actual crisis económica. El primer tercio del film, apoyado en una magnífica interpretación de Frank Langella y editado con un pulso vibrante, es sobresaliente y supone una demostración de las mejores habilidades como narrador de Oliver Stone, un cineasta que no se caracteriza precisamente por su sutileza (valga como ejemplo los planos de las pompas de jabón que simbolizan la burbuja inmobiliaria a punto de estallar).
Cuando Michael Douglas entra en escena, la película pisa a fondo el acelerador regalando al espectador algunas de las secuencias más memorables. Shia Labeouf, le pese a quien le pese, está fantástico y creíble en su papel de joven bróker, mientras que James Brolin borda de manera sorprendente su rol de tiburón financiero que haría palidecer al mismísimo Gordon Gekko. El único “pero” sería la innecesaria aportación de una esforzada Susan Sarandon, cuyo papel resulta igual de desaprovechado (y curiosamente parecido) al que interpretó en la reciente “The Lovely Bones”.
Por desgracia, el último tercio de la película decae de manera notable hasta desembocar en un clímax insatisfactorio y carente de emoción. La relación amorosa entre la hija de Gekko y el joven Labeouf resulta previsible y la relación de amor-odio que une a Gordon Gekko con su hija se revela forzada. Ambas líneas argumentales suponen el único lastre de un film por otro lado excelente. Es una lástima, pues Wall Street 2 hubiera podido ser tan buena como la primera parte, o incluso mejor. Con todo, Oliver Stone nos ha regalado su mejor película en muchos años.
Un último apunte para los fans: el empleo en los créditos finales del mismo tema musical con el que concluía la primera parte y el brevísimo reencuentro entre Charlie Sheen y Michael Douglas, lejos de resultar insertos forzados e innecesarios, se traducen en sentidos homenajes a su antecesora y a un servidor le hicieron vibrar de emoción en la butaca.
18 de octubre de 2010
18 de octubre de 2010
8 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Y eso que me lo olía pero he picado... Poco que decir ante una predecible cinta en la que todo huele a más de lo mismo. Los actores están correctos pero no transmiten prácticamente nada ante un guión plano, previsible y pretencioso que viene ¿ahora? a entonar un narcisista: "Si ya lo había dicho yooooo". Todo el mundo ha podido comprobar desde principios del siglo XX la ruina y la catásfrofe que crean las especulaciones, las burbujas y la ambición desmedida que implica desde al más normal de los mortales que se mete a comprar 4 casas cuando no puede ni pagarse una, endeudándose sin medida como si fuera Bill Gates; hasta los avariciosos y grotescos banqueros que, casualmente, suelen siempre salir indemnes y subvencionados por el incompetente estado de los líos que ellos mismos han contribuído brutalmente a fomentar y enredar. Es muy fácil ahora ir de paternalista que nos avisa de los peligros del capitalismo feroz cuando lo ha entendido hasta Belén Esteban...que ya es decir...
En resumen. Vehículo para que se pasee Michael Douglas en un papel que le va bastante y, otra lección de "nosequé" la cual, a estas alturas de poco sirve. Así cualquiera.
En resumen. Vehículo para que se pasee Michael Douglas en un papel que le va bastante y, otra lección de "nosequé" la cual, a estas alturas de poco sirve. Así cualquiera.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Lo que me mata es el final............¡¡qué horror!!! El papaíto demuestra tener su corazoncito y, ¡hala! invierte 100 kilos en una nueva especulación/burbuja como lo son las energías alternativas (hasta lo reconocen ellos mismos varias veces en la peli) infladas por los gobiernos a base de subvenciones porque mola mazo y da votos ir de verde guay; explotadas por las empresas para sobrevalorar acciones y transacciones, pero.... bueno ¡¡¡¡da igual!!! Luego hacen dentro de 10 años "Wall Street: La avaricia rompe el saco, como decía mi abuelica" y ¡tan agusto!!!!
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