Las chicas están bien
2023 

6.2
4,074
Drama
Un cuento de verano sobre la convivencia entre cuatro actrices y una escritora que ensayan una obra de teatro en un antiguo molino, apartado del mundo. Es la historia de un hechizo. Con princesas, sapos, ríos, cartas y hasta un príncipe despistado. Durante esos días de ensayo, las chicas se irán conociendo y midiendo a través de los materiales que plantea la obra, y aportarán sus propias vivencias alrededor de los temas de sus ... [+]
5 de enero de 2024
5 de enero de 2024
6 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me encanta el cine español. Me apasiona el cine experimental. Me declaro devoto del cine de Eric Rohmer.
Y sin embargo, esta película, española, experimental y pretendidamente muy romheriana me parece detestable.
Porque es una película impostada, en todos los aspectos. Bueno, española es, aunque mi gusto por el cine patrio no tiene que ver con su denominación de origen, sino con que me cuenta cosas cercanas a mi realidad. No vivo en Galicia, pero entiendo "As Bestas". No soy agricultor, pero "Alcarràs" me muestra cosas cercanas. No soy universitario ni tengo relación con gente discapacitada, pero "La consagración de la primavera" me resulta iluminadora. Del mismo modo, y en el terreno de lo experimental, "Vania en la calle 42" me parece una película extraordinaria. Y qué dice de Rohmer, ¿acaso no es su "Cuento de verano" una de las mejores películas que se han rodado sobre el fin del romanticismo adolescente? Pero...
Lo que cuenta "Las chicas está bien" me irrita, hasta un extremo insoportable. Itsaso Arana, en la línea de Jonás Trueba, habla de una realidad que será muy real para ella y sus colegas, la de las actrices hiper-mega-guays que tienen tiempo y presupuesto para hablar de sus cosas (para nada cercanas a la realidad del común de los mortales). Lo cual, si fuera cine experimental arriesgado, no estaría mal. Pero no: la película es una sucesión de conversaciones intrascendentes pretendidamente improvisadas que se notan impostadas desde el "primer fotograma". No se puede ser natural cuando intentas ser natural.
No obstante, lo peor, es su pretendido estilo "rohmeriano". Rohmer nunca, nunca, fue un pedante clasista: sus obras oscilan entre la disección de una burguesía intelectual autista ("Cuento de invierno") y la exposición de las emociones de personajes desclasados y desorientados ("Cuento de verano"). En cambio, "Las chicas están bien" nos habla de personajes evidentemente y autocomplacientemente "cultos". No hay cabida para, es un decir, un personaje que solo tenga el título de la ESO. De hecho, estoy convencido de que todas las protagonistas habrían despreciado a alguien tan "vulgar".
Pedantería clasista a tope, pedestremente rodada.
Y sin embargo, esta película, española, experimental y pretendidamente muy romheriana me parece detestable.
Porque es una película impostada, en todos los aspectos. Bueno, española es, aunque mi gusto por el cine patrio no tiene que ver con su denominación de origen, sino con que me cuenta cosas cercanas a mi realidad. No vivo en Galicia, pero entiendo "As Bestas". No soy agricultor, pero "Alcarràs" me muestra cosas cercanas. No soy universitario ni tengo relación con gente discapacitada, pero "La consagración de la primavera" me resulta iluminadora. Del mismo modo, y en el terreno de lo experimental, "Vania en la calle 42" me parece una película extraordinaria. Y qué dice de Rohmer, ¿acaso no es su "Cuento de verano" una de las mejores películas que se han rodado sobre el fin del romanticismo adolescente? Pero...
Lo que cuenta "Las chicas está bien" me irrita, hasta un extremo insoportable. Itsaso Arana, en la línea de Jonás Trueba, habla de una realidad que será muy real para ella y sus colegas, la de las actrices hiper-mega-guays que tienen tiempo y presupuesto para hablar de sus cosas (para nada cercanas a la realidad del común de los mortales). Lo cual, si fuera cine experimental arriesgado, no estaría mal. Pero no: la película es una sucesión de conversaciones intrascendentes pretendidamente improvisadas que se notan impostadas desde el "primer fotograma". No se puede ser natural cuando intentas ser natural.
No obstante, lo peor, es su pretendido estilo "rohmeriano". Rohmer nunca, nunca, fue un pedante clasista: sus obras oscilan entre la disección de una burguesía intelectual autista ("Cuento de invierno") y la exposición de las emociones de personajes desclasados y desorientados ("Cuento de verano"). En cambio, "Las chicas están bien" nos habla de personajes evidentemente y autocomplacientemente "cultos". No hay cabida para, es un decir, un personaje que solo tenga el título de la ESO. De hecho, estoy convencido de que todas las protagonistas habrían despreciado a alguien tan "vulgar".
Pedantería clasista a tope, pedestremente rodada.
26 de septiembre de 2023
26 de septiembre de 2023
8 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Las chicas están bien" nos habla de la complicidad entre unas amigas y compañeras que se reúnen para ensayar y, de paso convivir, en una casa idílica en cuanto al contexto. Podría entenderse como una versión actualizada de "Belle Époque", sobre todo por el mundo que tejen entre ellas, es decir, es una película en la que hay que entender que lo importante es el proceso del propio film, no el final. Itsaso Arana, en busca de la sencillez en un mundo en el que esta parece cada vez algo más obsoleto. Ese es su poder. Ese, y el hecho de ofrecernos conversaciones trascendentales (pero sin llegar a la pedantería) entre sus personajes.
25 de agosto de 2023
25 de agosto de 2023
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
En tantas ocasiones la acción no es sino el vehículo, y el fin último no es el destino sino el viaje para llegar hasta él. Una filosofía creativa frecuente, peligrosamente colonizada en ocasiones por el liberalismo, se estructura alrededor de la idea del proceso como obra en sí misma. Experimentos que concitan a las artes con la vida, y emprenden viajes donde el rumbo, si ha de construirse, es sobre la marcha. Sobre estas coordenadas líquidas y liberadas se construye la ópera prima española que nos ocupa en la presente crítica. Una sensible obra estival que se estrena tras ser presentada en el pasado Festival de Karlovy Vary, y que supone una nueva incursión de la productora de Jonás Trueba, Los ilusos, que dialoga como si de una doble sesión se tratara con Tenéis que venir a verla. Se trata de (título que es toda una declaración de intenciones de fondo y forma) Las chicas están bien, debut en la dirección de la actriz Itsaso Arana, habitual del cine de Trueba, y concentrada en un relato de cinco mujeres protagonistas: Irene Escolar, Bárbara Lennie, Itziar Manero, Helena Ezquerro y la propia Itsaso, directora delante y detrás de la cámara. Una delicada obra de cámara sensual y vitalista, que funciona muy bien en sus propios y definidos términos y abre una experiencia reconfortante al espectador con una personalidad estilística asentada y reconocible. Algunos de sus esquejes resultan insustanciales, y sus conceptos apenas quedan esbozados en la mayoría de los casos, pero nos encontramos ante un cuento fílmico de encomiable gusto.
Cinco mujeres, siete noches, una casa de campo. Un texto a afrontar sin líneas rojas, sin hombres, sin prisa. Una película ensayo, ya marcada desde los créditos iniciales, que se desarrolla como campo de pruebas y también como terapia de género. Un viaje estático, en suma, que busca que las chicas estén bien en todos los sentidos del término. Convivencia inter-generacional de admiración, nerviosismo y dudas donde las barreras se diluyen y la ficción y realidad se fusionan. Un texto teatral de princesas y damiselas en la Edad Media al que aproximarse buscando el reflejo. Unas jornadas donde las pasadas de textos, las pruebas de movimiento o los ejercicios de interpretación tienen la misma importancia para el conflicto interno de cada una de las mujeres que las largas conversaciones grupales en los intersticios de reposo, tanto alrededor de una mesa con copas de vino o remojando las enaguas de los trajes de época de la obra en un río.
Nos hallamos, como ya habrá podido deducir el lector, ante una fábula teatral en la que las propias intérpretes son los personajes sobre los que orbita la investigación de Arana, que se sirve del texto de princesas como catalizador. Una divagación que busca la invocación de sentimientos a través del gesto poético, que busca con desigual fortuna que cada una de las cuatro mujeres de la obra puedan aflorar y resolver sus respectivos conflictos. Como rasgo común, la manera de cada una de ellas de lidiar con el amor o el recuerdo. La familia, los desafíos laboral de la interpretación o futuras maternidades se ensamblan como focos de angustia que evolucionan en sincronía. Planificación en largas tomas tanto fijas como de basculación rotativa intercaladas por planos detalles de bordados y fragmentos de elegante música clásica que priman la acción; en este caso, la palabra. Por lo tanto, es evidente que las cinco interpretaciones femeninas son los mayores activos del filme, y no en vano están todas afinadas, carismáticas y con un espacio individual marcado pese a la estructura grupal. De personalidades marcadas y diferenciadas, todas dejan su imprenta desde la entonación y la mirada, destacando especialmente una Irene Escolar de contagioso ánimo, elegancia corporal y gestualidad expresiva y frágil. Cuatro mujeres que se aceptan, se perdonan y se permiten amar desde sus propias reglas.
La apuesta por la jovialidad lírica y la liviandad bañan a la película de una falta total de gravedad que puede ser interpretada por muchos espectadores como una jugada circunstancial o anecdótica. Es juguetona, sí, pero también conformista, que lanza ideas sobre el lienzo pero descarta profundizar en la mayoría de ellas. Y como probablemente, por paradójica, estaba destinada, cuando los hombres entran en escena el filme se diluye. Resulta una opción tan cotidiana como a su vez banal que las subtramas de un par de las mujeres acaben dirigidas a dinámicas de apego hacia varones cuya presencia en el filme es tan secundaria como innecesaria. Decantándose por la naturalidad, su último tercio se adentra en situaciones triviales que apenas podrán suscitar más que complicidad generacional. Itsaso tiene suficiente con la comodidad del espacio sensible y refinado, dando pie a una película que acaba demasiado pronto, apenas cuando algunas de sus ideas empezaban a sofisticarse.
Transparente, bucólica y esperanzadora, Las chicas están bien se suscribe a su condición de esbozo hasta las últimas consecuencias en el más frustrante de los sentidos, picoteando de unos pocos conflictos personales y confrontándolos entre sí mediante la representación teatral de vestido y palanquín. Pero como primer trabajo supone un contrapunto hermoso de la cartelera actual, y un alegato de reafirmación y determinación femenina inspirador.
Cinco mujeres, siete noches, una casa de campo. Un texto a afrontar sin líneas rojas, sin hombres, sin prisa. Una película ensayo, ya marcada desde los créditos iniciales, que se desarrolla como campo de pruebas y también como terapia de género. Un viaje estático, en suma, que busca que las chicas estén bien en todos los sentidos del término. Convivencia inter-generacional de admiración, nerviosismo y dudas donde las barreras se diluyen y la ficción y realidad se fusionan. Un texto teatral de princesas y damiselas en la Edad Media al que aproximarse buscando el reflejo. Unas jornadas donde las pasadas de textos, las pruebas de movimiento o los ejercicios de interpretación tienen la misma importancia para el conflicto interno de cada una de las mujeres que las largas conversaciones grupales en los intersticios de reposo, tanto alrededor de una mesa con copas de vino o remojando las enaguas de los trajes de época de la obra en un río.
Nos hallamos, como ya habrá podido deducir el lector, ante una fábula teatral en la que las propias intérpretes son los personajes sobre los que orbita la investigación de Arana, que se sirve del texto de princesas como catalizador. Una divagación que busca la invocación de sentimientos a través del gesto poético, que busca con desigual fortuna que cada una de las cuatro mujeres de la obra puedan aflorar y resolver sus respectivos conflictos. Como rasgo común, la manera de cada una de ellas de lidiar con el amor o el recuerdo. La familia, los desafíos laboral de la interpretación o futuras maternidades se ensamblan como focos de angustia que evolucionan en sincronía. Planificación en largas tomas tanto fijas como de basculación rotativa intercaladas por planos detalles de bordados y fragmentos de elegante música clásica que priman la acción; en este caso, la palabra. Por lo tanto, es evidente que las cinco interpretaciones femeninas son los mayores activos del filme, y no en vano están todas afinadas, carismáticas y con un espacio individual marcado pese a la estructura grupal. De personalidades marcadas y diferenciadas, todas dejan su imprenta desde la entonación y la mirada, destacando especialmente una Irene Escolar de contagioso ánimo, elegancia corporal y gestualidad expresiva y frágil. Cuatro mujeres que se aceptan, se perdonan y se permiten amar desde sus propias reglas.
La apuesta por la jovialidad lírica y la liviandad bañan a la película de una falta total de gravedad que puede ser interpretada por muchos espectadores como una jugada circunstancial o anecdótica. Es juguetona, sí, pero también conformista, que lanza ideas sobre el lienzo pero descarta profundizar en la mayoría de ellas. Y como probablemente, por paradójica, estaba destinada, cuando los hombres entran en escena el filme se diluye. Resulta una opción tan cotidiana como a su vez banal que las subtramas de un par de las mujeres acaben dirigidas a dinámicas de apego hacia varones cuya presencia en el filme es tan secundaria como innecesaria. Decantándose por la naturalidad, su último tercio se adentra en situaciones triviales que apenas podrán suscitar más que complicidad generacional. Itsaso tiene suficiente con la comodidad del espacio sensible y refinado, dando pie a una película que acaba demasiado pronto, apenas cuando algunas de sus ideas empezaban a sofisticarse.
Transparente, bucólica y esperanzadora, Las chicas están bien se suscribe a su condición de esbozo hasta las últimas consecuencias en el más frustrante de los sentidos, picoteando de unos pocos conflictos personales y confrontándolos entre sí mediante la representación teatral de vestido y palanquín. Pero como primer trabajo supone un contrapunto hermoso de la cartelera actual, y un alegato de reafirmación y determinación femenina inspirador.
25 de agosto de 2023
25 de agosto de 2023
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
'Las chicas están bien' es un relato de verano en el que a veces uno no sabe muy bien qué está pasando. Es una película con una obra de teatro dentro en la que un grupo de actrices se interpretan a ellas mismas interpretando, a su vez, un papel de la representación.
Aunque por momentos se percibe extraño, el film cuenta con una excelente ambientación y varias conversaciones sugerentes. En ellas, se navega de un tema a otro, abundando en conceptos amplios –y complejos– como el amor, desde el punto de vista de cada personaje.
En algún punto, parece que roza la fantasía, pero no deja de ser una propuesta estival sobre el compañerismo entre mujeres y el valor de contar historias.
www.contraste.info
Aunque por momentos se percibe extraño, el film cuenta con una excelente ambientación y varias conversaciones sugerentes. En ellas, se navega de un tema a otro, abundando en conceptos amplios –y complejos– como el amor, desde el punto de vista de cada personaje.
En algún punto, parece que roza la fantasía, pero no deja de ser una propuesta estival sobre el compañerismo entre mujeres y el valor de contar historias.
www.contraste.info
12 de octubre de 2023
12 de octubre de 2023
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cinco chicas- 4 actrices y 1 escritora y directora de teatro (Bárbara Lennie, Irene Escolar, Itsaso Arana, Itziar Manero y Helena Ezquerro)- se retiran durante unos días a una casa de campo para ensayar una función que les hará hablar de amor, muerte y orfandad... de sus propias experiencias. Vital, intimista y rebosante de ternura, “Las chicas están bien” – debut en la dirección de la actriz Itsaso Arana- narra, de forma sencilla y natural, la amistad nacida entre 5 mujeres que, con sus virtudes e inseguridades, sus anhelos y frustraciones, irán madurando a la par que su montaje teatral va avanzando. Y siempre a paso lento porque no es necesario que haya acción en una escena para que los hechos cambien. Espontánea y extremadamente sincera "Las chicas están bien" es, ante todo, una clase magistral de interpretación. Las actrices están brillantes, ellas sí que están bien.
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