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La dolce vita

Drama. Comedia Marcello Rubini es un desencantado periodista romano, en busca de celebridades, que se mueve con insatisfacción por las fiestas nocturnas que celebra la burguesía de la época. Merodea por distintos lugares de Roma, siempre rodeado de todo tipo de personajes, especialmente de la élite de la sociedad italiana. En una de sus salidas se entera de que Sylvia, una célebre diva del mundo del cine, llega a Roma, cree que ésta es una gran ... [+]
Críticas 110
Críticas ordenadas por utilidad
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7
18 de marzo de 2009
29 de 41 usuarios han encontrado esta crítica útil
Marcelo trabaja cubriendo los sucesos y las noticias rosas en Roma, como si fuera un reportero de “Esta pasando” pero sin tener el culito blanco y con la percha de Mastroianni. Aunque odia su empleo, y más cuando los implicados en los sucesos son sus amigos, nunca acaba de dejar el periodismo para dedicarse a lo que verdaderamente le gusta, la literatura, probablemente porque escribiendo libros no podría mantener su tren de vida basado en su gusto por las mujeres y el vino, que diría Julio Iglesias. Marcelo es de los que se va a tomar unas cañas con los amigotes y acaba cantando el Asturias patria querida a las seis de la mañana bajándose una botella de orujo. Esa es la libertad que le da el dinero, que también le quita al no poder trabajar de lo que él quiere. Una de cal y una de arena, que se dice.

La película de Fellini resulta tediosa en ciertas ocasiones al no tener un hilo argumental y basarse en anécdotas que le pasan a Marcelo, algunas demasiado largas como la de la fiesta en el castillo o la de los niños que ven a la Virgen. Pero otras son tan magníficas que compensa sin duda el esfuerzo de visionar las casi tres horas que dura el film; La impresionante figura de Anita Ekberg, cuyo baño en la Fontana di Trevi pasó a la historia del cine; la conmovedora noche de Marcelo y su padre en un cabaret, resistiéndose a olvidarse de sus pasiones de juventud; o la fiesta en la casa a las orillas de la playa, que termina con Marcelo siendo reclamado para dar un paseo por una niña, que parece representar lo poco incorrompible que queda en el mundo.

Un Fellini a la altura de La Strada, que sabe criticar como nadie a la falsa aristocracia y a la burguesía más snob, con el acompañamiento de un Nino Rota que sabe poner música como nadie a las paranoias e Federico,
De visionado obligatorio para cualquier cinéfilo que se precie.
3
12 de junio de 2016
19 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Federico Fellini me parece uno de esos directores que los amas o los odias. En lo particular me decanto por la segunda, porque si bien, únicamente me he acercado a este filme y a su otra "obra maestra" Ocho y Medio, ese suscinto material me ha bastado para dar un veredicto, dado que se trata de sus peliculas más defendibles. En estés sentido, al final de las casi 3 soporíferas horas que dura la cinta, uno se queda con la sensación de que le han robado esas horas de su vida. Después de reflexionar quizá uno pueda llegar a la conclusión de que el filme hace un intento por elucubrar una férrea crítica al hedonismo, la frivolidad y todo lo superfluo de la clase pequeño burguesa de cualquier ciudad moderna. Pero más que eso, si se trataba de hacer una grabación de 3 horas de unos tíos armando jaleo aquí y allá, me dedicaría a ver los vídeos caseros de la borrachera pasada con mi amigos. Lo mismo pasa con su otra obra Ocho y medio, es una pelicula tan personal que termina por no dejar sino un vacuo e ínfimo, sino es que nulo mensaje o reflexión. Discrepo totalmente de la idea de sentar a Fellini al lado de los grandes directores y catedráticos del séptimo arte. Finalizando que es gerundio, habrá quien piense diferente de mi, pero como dicen por ahí, "para gustos, colores".
6
7 de abril de 2009
33 de 50 usuarios han encontrado esta crítica útil
El arte de observar es el cine. "La dolce vita" es el arte de observar aplicado a la teoría del arte de observar. El fotógrafo -Mastroianni o el convidado de piedra- pone los ojos y los espectadores aportan una especie de fascinado e intermitente paroxismo de aburrimiento.

No serán quienes observen los únicos aburridos: aquí, casi todos los personajes están en ruinas o en proceso de estarlo. Pero no dejan de ser observados jamás. Los ojos, los ojos.

Arquitectura del vacío del ser, tanto más vacío cuanto más lejano se halla de la esencia de lo primordial. Entre los ojos y el corazón, un cristal que ninguna fuerza en el mundo parece ser capaz de romper. El vacío se curva en la boca, en el rictus de asco triste de Mastroianni.

Su deambular por la turbia y vacía noche romana, su cuidadosa recolección de los restos del día. Un súbito paréntesis de agua -las travesuras de la gordísima y bellísima Ekberg en la Fontana de Trevi- que irrumpe en la solidez de la piedra antigua. Pero los sueños, sueños son.

¿Cómo interesarte por una película que parece no interesarse siquiera a sí misma?

El final es idóneo pero hace mucho tiempo que me he desligado de ella. Provoca demasiado frío.
1
2 de abril de 2020
25 de 34 usuarios han encontrado esta crítica útil
¡Qué aburrimento de película! Creo que es muy difícil que una película aburra tanto. Tras 168 minutos insufribles, no ha pasado absolutamente nada. La película consiste en pequeñas tramas sin relación alguna y todas son totalmente prescindibles. La película va decreciendo en interés hasta la extenuación a medida que van pasando los interminables minutos. Además el protagonista, Marcello, parece estar enfadado en todas las escenas, no hay quien le aguante.

La única gracia es ver a Anita Ekberg, pero ni eso la salva. Horrible.
28 de diciembre de 2017
24 de 34 usuarios han encontrado esta crítica útil
Roma, la ciudad eterna, y sus alrededores, serán el escenario de esta extraordinaria historia que se desarrolla durante el verano de 1959. El periodista Marcello Rubini (Mastroianni), retenido en la desilusión y el tedio, es el protagonista de esta obra que, como en casi toda la filmografía del director italiano, está repleta de sátira y melancolía.

Con 'La dolce vita', Fellini retrata temas como la insatisfacción vital y la frustración –personificada en su galán–, la puerilidad del "star system" y el ocaso de la aristocracia. Todo ello expuesto con su habitual estilo caricaturesco, deformando la realidad para hacernos partícipes de lo que nos cuenta.

El filme, realizado con mucho brío, se funda como un arrebato sensual de la vida, gracias en parte a una imaginación audiovisual espléndida. La magistral dirección de fotografía en blanco y negro de Otello Martelli y la música, compuesta por Nino Rota, que aporta el aire festivo y frívolo que requiere la acción, la hacen inmortal.

Marcello pasa sus noches en los clubes nocturnos de La Via Veneto en búsqueda de la felicidad y del amor idealizado, y se irá entregando al mundo de lo vacuo. Al contrario que esa simple y dulce joven provinciana, la cual, lejos de las luces de la contaminada Roma, evita terminar como aquél monstruo marino que agoniza en la orilla de la playa.
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