La dolce vita
1960 

7.7
26,123
Drama. Comedia
Marcello Rubini es un desencantado periodista romano, en busca de celebridades, que se mueve con insatisfacción por las fiestas nocturnas que celebra la burguesía de la época. Merodea por distintos lugares de Roma, siempre rodeado de todo tipo de personajes, especialmente de la élite de la sociedad italiana. En una de sus salidas se entera de que Sylvia, una célebre diva del mundo del cine, llega a Roma, cree que ésta es una gran ... [+]
25 de diciembre de 2013
25 de diciembre de 2013
49 de 65 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mucho antes de que José Luis López Vázquez corriera detrás de las suecas por las playas de la Costa del Sol, Fellini tuvo la idea de mostrar una sueca en todo su esplendor, y con un glamour inalcanzable para las españoladas de la época.
El resultado, espectacular. Si es que la hembra llena la pantalla por sí sola. Imagino al espectador medio de 1960, que no se había visto en otra, viendo semejante monumento comportándose díscolamente, provocando en cada fotograma,... No importa que el guión no fuese una maravilla, que saldría del cine encandilado y contándole a los amigos que menuda pasada de película.
Básicamente Fellini critica el periodismo vanal y sensacionalista. La prensa rosa y amarilla, centrada en el mundo de la farándula. Periodistas-hiena que sólo buscan la foto del momento (si levantase la cabeza y sintonizara telecinco en su televisión...). Mientras tanto, se permite filosofar un poco sobre la vida, el matrimonio, la falsedad de la religión, lo apolíneo y lo dionisíaco,... Filosofía de barra de bar, porque tampoco entra en profundidad en ningún tema.
A mí me ha parecido pesada, lenta y aburrida. Tres horas mareando la perdiz para no contar nada salvo trivialidades. Me ha decepcionado mucho, porque esta película es tan archifamosa y tiene tan buena nota media que esperaba algo con más profundidad.
El resultado, espectacular. Si es que la hembra llena la pantalla por sí sola. Imagino al espectador medio de 1960, que no se había visto en otra, viendo semejante monumento comportándose díscolamente, provocando en cada fotograma,... No importa que el guión no fuese una maravilla, que saldría del cine encandilado y contándole a los amigos que menuda pasada de película.
Básicamente Fellini critica el periodismo vanal y sensacionalista. La prensa rosa y amarilla, centrada en el mundo de la farándula. Periodistas-hiena que sólo buscan la foto del momento (si levantase la cabeza y sintonizara telecinco en su televisión...). Mientras tanto, se permite filosofar un poco sobre la vida, el matrimonio, la falsedad de la religión, lo apolíneo y lo dionisíaco,... Filosofía de barra de bar, porque tampoco entra en profundidad en ningún tema.
A mí me ha parecido pesada, lenta y aburrida. Tres horas mareando la perdiz para no contar nada salvo trivialidades. Me ha decepcionado mucho, porque esta película es tan archifamosa y tiene tan buena nota media que esperaba algo con más profundidad.
15 de febrero de 2014
15 de febrero de 2014
47 de 72 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me he quedado un poco horrorizada tras ver «La dolce vita». A Fellini lo tenía pendiente desde hace tiempo, así que me dije a mi misma que mejor empezar por su obra más antológica. Pues vaya idea he tenido, porque si este es el Cine de Fellini, Fellini es una mediocridad sin paliativos. Ya estamos con las vacas sagradas.
No le pongo menos nota porque hay que reconocer que el director utiliza unos recursos técnicos variados, en parte puramente estéticos, y Mastroianni acomete una interpretación con el suficiente glamour, no espectacular, pero sí aceptable. La sensual belleza, que se desborda del vestido y de la propia cámara, de Anita Ekberg también merece su estrella. Eso sí, su baño en la Fontana me hubiera pasado desapercibido si no fuese por la fama que tiene, así que ya me veis buscando y esperando la mentada escena con impaciencia, para luego quedarme igual de decepcionada que estaba.
«La dolce vita» es aburrida. Muy aburrida. Una fiesta detrás de otra con personajes desconocidos, alterados por los intereses ideológicos de la trama, con identidades falsas, diálogos falsos, pedantes, y situaciones más falsas aún. Fellini, de quien percibo cierto espíritu progresista, cae en una serie de contradicciones típicas de la hipocresía habitual en estos sectores. Para empezar, y lo que más me llama la atención, es su profundo clasismo: su desprecio hacia los ricos y poderosos se debe únicamente a que pertenecen a la clase alta, no hay más; claro, como son ricos, échales basura encima, que eso queda muy «chic», y por supuesto muy «comprometido», que como fachada os encanta. ¿Que la crítica no tiene atisbos de credibilidad y seriedad? No importa, la ideología está por encima de la verdad. Me pregunto si Fellini, que sin duda pertenecía a esta clase social «depravada», se identifica con el submundo que retrata o, en cambio, él se mantiene puro y por encima del resto. Sólo pregunto.
Otra contradicción es la crítica que lanza a esa alcurnia aburguesada. La historia de «La dolce vita» es tan inconsistente, que se critican los antiguos valores conservadores y cristianos, a través del amigo Steiner, por ejemplo, y su culto a la anarquía, o el propio Marcello, con todo un discurso a su novia sobre el asco que le da su amor «maternal»; y al mismo tiempo se rechaza la oposición: el sexo sistematizado, el descreimiento, la revolución dentro de una sociedad con unos principios ya establecidos por otros. ¿En qué quedamos? Si Fellini debería estar encantado de que estos individuos sean tan libres, tan rompedores, tan valientes a la hora de desprenderse de la ética impuesta... ¿O no?
Estructurada a retazos artificiales, sin congruencia, sobreactuada siempre, mal desarrollada, con un ritmo que no se maneja como se debería, con aires de culta sin serlo, «La dolce vita» es una pamplina sin interés. Pero qué mala.
No le pongo menos nota porque hay que reconocer que el director utiliza unos recursos técnicos variados, en parte puramente estéticos, y Mastroianni acomete una interpretación con el suficiente glamour, no espectacular, pero sí aceptable. La sensual belleza, que se desborda del vestido y de la propia cámara, de Anita Ekberg también merece su estrella. Eso sí, su baño en la Fontana me hubiera pasado desapercibido si no fuese por la fama que tiene, así que ya me veis buscando y esperando la mentada escena con impaciencia, para luego quedarme igual de decepcionada que estaba.
«La dolce vita» es aburrida. Muy aburrida. Una fiesta detrás de otra con personajes desconocidos, alterados por los intereses ideológicos de la trama, con identidades falsas, diálogos falsos, pedantes, y situaciones más falsas aún. Fellini, de quien percibo cierto espíritu progresista, cae en una serie de contradicciones típicas de la hipocresía habitual en estos sectores. Para empezar, y lo que más me llama la atención, es su profundo clasismo: su desprecio hacia los ricos y poderosos se debe únicamente a que pertenecen a la clase alta, no hay más; claro, como son ricos, échales basura encima, que eso queda muy «chic», y por supuesto muy «comprometido», que como fachada os encanta. ¿Que la crítica no tiene atisbos de credibilidad y seriedad? No importa, la ideología está por encima de la verdad. Me pregunto si Fellini, que sin duda pertenecía a esta clase social «depravada», se identifica con el submundo que retrata o, en cambio, él se mantiene puro y por encima del resto. Sólo pregunto.
Otra contradicción es la crítica que lanza a esa alcurnia aburguesada. La historia de «La dolce vita» es tan inconsistente, que se critican los antiguos valores conservadores y cristianos, a través del amigo Steiner, por ejemplo, y su culto a la anarquía, o el propio Marcello, con todo un discurso a su novia sobre el asco que le da su amor «maternal»; y al mismo tiempo se rechaza la oposición: el sexo sistematizado, el descreimiento, la revolución dentro de una sociedad con unos principios ya establecidos por otros. ¿En qué quedamos? Si Fellini debería estar encantado de que estos individuos sean tan libres, tan rompedores, tan valientes a la hora de desprenderse de la ética impuesta... ¿O no?
Estructurada a retazos artificiales, sin congruencia, sobreactuada siempre, mal desarrollada, con un ritmo que no se maneja como se debería, con aires de culta sin serlo, «La dolce vita» es una pamplina sin interés. Pero qué mala.
11 de febrero de 2014
11 de febrero de 2014
59 de 98 usuarios han encontrado esta crítica útil
Que buena la metáfora del enorme pescado muerto varado en la playa. Esa es "La Dolce Vita", un ser en estado de putrefacción que emerge de las profundidades marinas, o sea, de la historia cinematográfica, que primero despierta el interés del público por lo atípico pero del que te acabas separando con asco. Yo no sé de qué va. Bueno, sí pero luego lo digo. La película está completamente desestructurada, venga capítulos independientes, no tiene historia sino el deambular nocturno del protagonista, es aburrida y pesadísima con sus soporíferos 175 minutos. Intenta ser elegante a la vez que inteligente pero lo que acaba siendo es pedante, afectada, vieja y hasta cutre. Todo acompañado por un doblaje mediocre moderno, ya que siguiendo las indicaciones de "L'Osservatore Romano" la película permaneció censurada en España hasta 1980, pero no por Anita Ekberg o algo sexual sino, según el Vaticano, por su evidente obscenidad, lo cual es exagerar un poco.
Hay como tres grandes temas en "La Dolce Vita". El más evidente, la crítica a la prensa rosa, posiblemente su punto más logrado. El segundo sería la decadencia de las élites italianas al mismo tiempo que su hastío. Ahora bien, ¿lo que hace Fellini no es demonizar a un colectivo tirando del esperpento? No explica nada, no es creíble como ejemplo, no analiza, ni disecciona. ¿De verdad nos creemos que toda la burguesía era así? Pues lo tenéis claro. Pero encima hay un tercer factor relacionado, un ataque a ese modo de vida "conservador". Dice Steiner (Alain Cuny), "es mejor una vida anárquica, créeme, que una existencia basada en una sociedad organizada". Y Marcello (Marcello Mastroianni) preso de un amor "deprimente" que sólo le ofrece "cocina y cama" intenta liberarse a base de tortas, por cierto, violencia ejercida hacia las mujeres vista con complacencia por los personajes y el propio Fellini, que para eso eran progres y radicales.
Hay como tres grandes temas en "La Dolce Vita". El más evidente, la crítica a la prensa rosa, posiblemente su punto más logrado. El segundo sería la decadencia de las élites italianas al mismo tiempo que su hastío. Ahora bien, ¿lo que hace Fellini no es demonizar a un colectivo tirando del esperpento? No explica nada, no es creíble como ejemplo, no analiza, ni disecciona. ¿De verdad nos creemos que toda la burguesía era así? Pues lo tenéis claro. Pero encima hay un tercer factor relacionado, un ataque a ese modo de vida "conservador". Dice Steiner (Alain Cuny), "es mejor una vida anárquica, créeme, que una existencia basada en una sociedad organizada". Y Marcello (Marcello Mastroianni) preso de un amor "deprimente" que sólo le ofrece "cocina y cama" intenta liberarse a base de tortas, por cierto, violencia ejercida hacia las mujeres vista con complacencia por los personajes y el propio Fellini, que para eso eran progres y radicales.
3 de noviembre de 2010
3 de noviembre de 2010
33 de 46 usuarios han encontrado esta crítica útil
A través del hilo conductor de su protagonista Fellini presenta varias historias independientes, poco interesantes, sin diálogos muy destacados, y con una realización que hace poco creíble la película (por ejemplo la visita a un hospital sin extras, vacío, con enfermeras muy extrañas). Enormemente aburrida, lenta e inconexa, ya que ni siquiera la vida del protagonista tiene mucha continuidad entre unas historias y otras.
22 de agosto de 2012
22 de agosto de 2012
21 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me da la impresión de que como se dice ahora esta película ha envejecido mal. La temática no me ha resultado atractiva, y la forma de contar es poco ágil. Sin embargo la cinta tiene estilo. El estilo que desprende Marcelo Matroianni cuando mira, cuando fuma, cuando sonríe, y cuando, por supuesto, intenta seducir a toda aquella mujer bella que se le pone a tiro. Una película hecha para su lucimiento y que me ha dejado con las ganas de ver más a Anita Ekberg. Para lo que dura la película (se me ha hecho larguísima además) y lo famoso que es su baño con Marcelo, su aparición es casi testimonial.
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