La estrella azul
7.2
9,304
Drama
Años 90. Mauricio Aznar, un famoso rockero español recorre Latinoamérica buscando reencontrarse con su vocación dejando atrás el fantasma de la adicción. Allí conoce a Don Carlos, un anciano músico en horas bajas que, a pesar de ser autor de algunas de las canciones más famosas del folclore de su país, apenas consigue pagar sus facturas. Carlos acoge con generosidad al extraño visitante y de su encuentro nace un extravagante dúo quijotesco. [+]
29 de junio de 2024
29 de junio de 2024
14 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Durante los 80, mientras en España la movida madrileña eclipsaba un poco el resto de propuestas culturales, que las hubo, sucedió uno de los revivals más fuertes del Rock and Roll ciencuentero. Grupos como Stray Cats volvierón a recuperar el estilo con cierta popularidad (contenida) y ola llegaría a España ya agonizando los ochenta con gente como Loquillo, Rebeldes y un gran número de grupos de menor entidad y de aproximaciones diferentes, algunos menos populares y otros más, 56 Hamburguesas, Despiadados, Rock and Bordes, Gatos Locos, Dinamita pa los pollos, Rey Lui etcetcetc. Uno de ellos era Mas Birras. De aquellas no había internet claro, y todo se difundía por grabaciones (mil disculpas) con una calidad me temo que infame. Realmente aunque quisieras, no había manera de comprarlos.
Por supuesto pasado el tiempo los gustos musicales se amplian y uno llega a ver con cierta vergüencilla sus tiempos de tribu urbana adolescente. Sin embargo puedo decir que una de las constantes en los diferentes dispositivos que nunca he dejado es el primer EP de Mas Birras, Al este del Moncayo. Son 6 canciones, y una es una versión del Moliendo Café, sin embargo ya contiene 4 temazos que habré escuchado ni se sabe cuantas veces.
La mayoría de aquellos grupos duraron eso, un par o tres discos antes de desaparecer y dedicarse sus musicos a otras labores más productivas, de aquella ola Loquillo que siempre fue un poco a su rollo y supo adaptarse permanece, la mayoría, incluso Segarra o lo dejaron o se dedican a sobrevivir un poco como soldados de fortuna. Si que alguna vez rastreé a Mauricio pero aparte de lo que hay en la wiki y sin ser de alli poco hay.
La película es y debe tomarse como un homenaje al protagonista y a la música. Desconozco hasta que punto refleja la personalidad de Mauricio, hay que decir y abusa bastante en el almibar, o mejor dicho, elude cuestiones importantes que resuelve de un plumazo,Está claro que se pretende poner el foco en la música, la pulsión musical y en la figura de los músicos anónimos que permanecen fieles al arte aunque implique estar apartado de las tendencias de los mercados, pero resulta claro que había problemas que aqui se pintan como un nubarrón siendo una tormenta.
La realización está bien, a estas alturas hemos visto tanto biopic de músicos con los mismos tópicos y esquemas que al menos se agradece cierto cambio, aunque le sobren sus 25 minutos, sobre todo al final. La fidelidad tampoco es gran cosa, quiero decir Mas birras graba 4 discos, dos de ellos minis con una popularidad (y calidad) decreciente, pero realmente no creo que fuesen conocidos fuera de su ámbito geográfico y los cuatro frikis rockabillies. A Mauricio aún le dió tiempo a formar otro proyecto de música argentina, Almagato, del que la pelicula ni flores (bueno, tampoco es que tuviera mucho éxito), pero vamos,que antes de morir tras volver de argentina hizo más cosas, y Heroes graba Apuesta por el Rock and Roll dos años antes de su fallecimiento.
En cualquier caso hay algo de forzar un poco el Sugar Man, pero igual que lo de Rodriguez estaba algo forzado (ejem ejem), posiblemente la glosa de la figura de Mauricio también.
Por supuesto pasado el tiempo los gustos musicales se amplian y uno llega a ver con cierta vergüencilla sus tiempos de tribu urbana adolescente. Sin embargo puedo decir que una de las constantes en los diferentes dispositivos que nunca he dejado es el primer EP de Mas Birras, Al este del Moncayo. Son 6 canciones, y una es una versión del Moliendo Café, sin embargo ya contiene 4 temazos que habré escuchado ni se sabe cuantas veces.
La mayoría de aquellos grupos duraron eso, un par o tres discos antes de desaparecer y dedicarse sus musicos a otras labores más productivas, de aquella ola Loquillo que siempre fue un poco a su rollo y supo adaptarse permanece, la mayoría, incluso Segarra o lo dejaron o se dedican a sobrevivir un poco como soldados de fortuna. Si que alguna vez rastreé a Mauricio pero aparte de lo que hay en la wiki y sin ser de alli poco hay.
La película es y debe tomarse como un homenaje al protagonista y a la música. Desconozco hasta que punto refleja la personalidad de Mauricio, hay que decir y abusa bastante en el almibar, o mejor dicho, elude cuestiones importantes que resuelve de un plumazo,Está claro que se pretende poner el foco en la música, la pulsión musical y en la figura de los músicos anónimos que permanecen fieles al arte aunque implique estar apartado de las tendencias de los mercados, pero resulta claro que había problemas que aqui se pintan como un nubarrón siendo una tormenta.
La realización está bien, a estas alturas hemos visto tanto biopic de músicos con los mismos tópicos y esquemas que al menos se agradece cierto cambio, aunque le sobren sus 25 minutos, sobre todo al final. La fidelidad tampoco es gran cosa, quiero decir Mas birras graba 4 discos, dos de ellos minis con una popularidad (y calidad) decreciente, pero realmente no creo que fuesen conocidos fuera de su ámbito geográfico y los cuatro frikis rockabillies. A Mauricio aún le dió tiempo a formar otro proyecto de música argentina, Almagato, del que la pelicula ni flores (bueno, tampoco es que tuviera mucho éxito), pero vamos,que antes de morir tras volver de argentina hizo más cosas, y Heroes graba Apuesta por el Rock and Roll dos años antes de su fallecimiento.
En cualquier caso hay algo de forzar un poco el Sugar Man, pero igual que lo de Rodriguez estaba algo forzado (ejem ejem), posiblemente la glosa de la figura de Mauricio también.
25 de abril de 2024
25 de abril de 2024
12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como gran amante de la música que soy, tenía necesariamente que ver "La estrella azul", ese homenaje en forma de película a Mauricio Aznar,líder de un grupo aragonés del que todo el mundo me hablaba, cuando arribé allá por el 2004 en estas tierras turolenses. Un grupo del que yo apenas conocía nada. La gente con la que coincidía en conciertos o festivales, les gustase el estilo musical que les gustase, me hablaban con verdadera veneración de una banda maldita llamada Más Birras, y todos ellos coincidían en resaltar dos cosas: primero, que Más Birras mereció mejor suerte y reconocimiento, y segundo, la personalidad y el talento singular de su cantante y principal compositor Mauricio Aznar.
Llegué al cine con la curiosidad de conocer un poco la vida de Mauricio Aznar, pero sin grandes pretensiones, que son las pocas que suelo tener cuando veo este tipo de género cinematográfico. Me esperaba el típico biopic de un cantante de rock, mostrándonos su auge y caída, con sus mejores canciones sonando como banda sonora. Pero desde su comienzo me di cuenta de que "La estrella azul" es una película distinta, humana, sorprendente, y única, como su protagonista.
Y aparte de descubrir la faceta más personal de Mauricio Aznar, La estrella azul también me ha hecho caer de rodillas ante el talento derrochado en la dirección de la misma por su director Javier Macipe, en su primer largometraje para la gran pantalla.
Javier Macipe nos transporta con su cámara hacía el viaje de autodescubrimiento que inicia Mauricio Aznar, para liberarse de sus demonios y encontrar en su interior la esencia de lo que le llevó a sentir la música como una forma de vivir. Macipe juega en ocasiones con el realismo mágico, o el cine experimental, y lo hace de manera sublime, rompiendo «la cuarta pared» con una delicadeza y un toque poético exquisito. Ya desde el principio la película comienza fuerte, con ese viaje de la cámara que recorre desde el escenario del concierto esos estrechos y oscuros pasillos que conducen al backstage. Ese inicio ya nos indica que estamos ante una película diferente. Podría destacar muchas más escenas, como la de Pedro (el hermano de Mauricio) en el bar, que es sencillamente antológica, pero os dejo que las descubráis por vuestra cuenta.
Me ha encantado también cómo el director consigue sumergirnos en esa atmósfera viciosa y degenerada de principios de los 90. Recrea perfectamente el ambiente asfixiante de los conciertos, la tentación de la heroína siempre rondando la noche, el sonido abotargado del bajo y de la batería escuchado desde los aseos del bar, las mentes nubladas por el alcohol y el humo del tabaco… En "La estrella azul" todo está hecho a conciencia y con amor y respeto hacia la figura de Mauricio Aznar.
La propia madre de Mauricio, aparte de ser la impulsora de este bonito proyecto, también fue la culpable del amor de su hijo por la música de Atahualpa Yupanqui, que hizo que años después, Mauricio iniciara ese viaje a Argentina para conocer la casa del artista. Allí llegó con esa amargura perenne que parecía perseguirle de por vida, se aplicó en la busca de lo auténtico, convertido en un quijotesco soñador utópico. En ese país, acabó en Santiago de Estero, donde fue acogido por la familia de Carlos Carabajal, el padre de la chacarera, una danza tradicional a la que el maestro ponía letra y música. Mauricio se convirtió en su discípulo, ávido de conocer la sabiduría que brotaba de las canciones y las cuerdas de la guitarra de Don Carlos.
A las estrellas anónimas está dirigida esta película. Muchas de ellas, demasiadas, tuvieron vidas similares a la de Mauricio Aznar. Me viene a la cabeza el nombre de Marco Antonio Sanz de Acedo, «Eskroto», «Gavilán», miembro de bandas como Tijuana in Blue, o Kojón Prieto y los Huajolotes, del que siempre pensé que su vida merecía ser llevada a la gran pantalla. Quizás ya no haga falta, porque La estrella azul rinde homenaje a todos esos artistas que quemaron su vida demasiado rápido, sin lograr un merecido reconocimiento, y sobre todo porque será difícil estar al mismo nivel que esta pequeña joya en forma de película.
Accattone
www.abretedeorejas.com
Artículo incluido en la publicación Compromiso y Cultura
Llegué al cine con la curiosidad de conocer un poco la vida de Mauricio Aznar, pero sin grandes pretensiones, que son las pocas que suelo tener cuando veo este tipo de género cinematográfico. Me esperaba el típico biopic de un cantante de rock, mostrándonos su auge y caída, con sus mejores canciones sonando como banda sonora. Pero desde su comienzo me di cuenta de que "La estrella azul" es una película distinta, humana, sorprendente, y única, como su protagonista.
Y aparte de descubrir la faceta más personal de Mauricio Aznar, La estrella azul también me ha hecho caer de rodillas ante el talento derrochado en la dirección de la misma por su director Javier Macipe, en su primer largometraje para la gran pantalla.
Javier Macipe nos transporta con su cámara hacía el viaje de autodescubrimiento que inicia Mauricio Aznar, para liberarse de sus demonios y encontrar en su interior la esencia de lo que le llevó a sentir la música como una forma de vivir. Macipe juega en ocasiones con el realismo mágico, o el cine experimental, y lo hace de manera sublime, rompiendo «la cuarta pared» con una delicadeza y un toque poético exquisito. Ya desde el principio la película comienza fuerte, con ese viaje de la cámara que recorre desde el escenario del concierto esos estrechos y oscuros pasillos que conducen al backstage. Ese inicio ya nos indica que estamos ante una película diferente. Podría destacar muchas más escenas, como la de Pedro (el hermano de Mauricio) en el bar, que es sencillamente antológica, pero os dejo que las descubráis por vuestra cuenta.
Me ha encantado también cómo el director consigue sumergirnos en esa atmósfera viciosa y degenerada de principios de los 90. Recrea perfectamente el ambiente asfixiante de los conciertos, la tentación de la heroína siempre rondando la noche, el sonido abotargado del bajo y de la batería escuchado desde los aseos del bar, las mentes nubladas por el alcohol y el humo del tabaco… En "La estrella azul" todo está hecho a conciencia y con amor y respeto hacia la figura de Mauricio Aznar.
La propia madre de Mauricio, aparte de ser la impulsora de este bonito proyecto, también fue la culpable del amor de su hijo por la música de Atahualpa Yupanqui, que hizo que años después, Mauricio iniciara ese viaje a Argentina para conocer la casa del artista. Allí llegó con esa amargura perenne que parecía perseguirle de por vida, se aplicó en la busca de lo auténtico, convertido en un quijotesco soñador utópico. En ese país, acabó en Santiago de Estero, donde fue acogido por la familia de Carlos Carabajal, el padre de la chacarera, una danza tradicional a la que el maestro ponía letra y música. Mauricio se convirtió en su discípulo, ávido de conocer la sabiduría que brotaba de las canciones y las cuerdas de la guitarra de Don Carlos.
A las estrellas anónimas está dirigida esta película. Muchas de ellas, demasiadas, tuvieron vidas similares a la de Mauricio Aznar. Me viene a la cabeza el nombre de Marco Antonio Sanz de Acedo, «Eskroto», «Gavilán», miembro de bandas como Tijuana in Blue, o Kojón Prieto y los Huajolotes, del que siempre pensé que su vida merecía ser llevada a la gran pantalla. Quizás ya no haga falta, porque La estrella azul rinde homenaje a todos esos artistas que quemaron su vida demasiado rápido, sin lograr un merecido reconocimiento, y sobre todo porque será difícil estar al mismo nivel que esta pequeña joya en forma de película.
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Artículo incluido en la publicación Compromiso y Cultura
23 de febrero de 2024
23 de febrero de 2024
11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Incalculable puede ser en ocasiones la fuerza de la expresión cinematográfica para alumbrar el misterio alrededor de las historias olvidadas, canal perfecto para expiar dolores pasados. Cine como vía última de conexión espiritual y física entre el hombre y la música, donde el relato individual cobra tanto cuerpo como la captura de la esencia de un espacio o el espíritu de una cultura. El estreno que nos ocupa, quizás la mayor sorpresa del trimestre, prueba que sigue habiendo vida incluso en los géneros mas populistas o anquilosados, y rinde homenaje a una personalidad perdida exhibiendo en el proceso una fuerte personalidad propia. Javier Macipe se estrena en el largometraje con un biopic musical: La estrella azul, representación del crepúsculo vital del músico aragonés Mauricio Aznar presentada entre aplausos en la sección de Nuevos Directores en el pasado Festival de San Sebastián. Una historia de paredes de ficción traslúcidas que, desde la pausa y la observación sincera, toca emociones intensas en su conmovedor recorrido. Una odisea de redención en el espacio y en la cabeza que demuestra una madurez sorprendente para una realizador primerizo.
Un hombre pesimista y solitario, molesto con su entorno y refugiado en el tabaco y en sus anhelos, nos arrastra consigo a un proceso de arqueología musical que, mas que de homenaje, hace las veces de descubrimiento personal. Aznar es el núcleo alrededor del que orbita la carga dramática del filme, pero durante mas de la mitad del metraje le acompañamos en una pausa indeterminada en la Argentina rural durante comprendemos la esencia de la chacarera desde la convivencia y la imitación de sus ritmos y liturgias. No se acomoda indulgente en la palmada, sino que reivindica la figura del hombre de música como sencillo amante de la vida, y encuentra prácticas enseñanzas para la realización personal desnudando sin regodeos morbosos la carga de culpa y los demonios interiores. Narración de mucha personalidad que piensa siempre en sus imágenes y encuentra siempre soluciones creativas para filmar situaciones, rompiendo con soltura las barreras entre representaciones, realidad y ensoñación. Dos elementos brillan con luz propia como activos de La estrella azul: la íntima, atormentada y natural interpretación central de Pepe Lorente, y la atenta captura de números musicales en directo, determinantes para su evocador discurso sobre la música como celebración comunitaria de la vida. Tres coordenadas paralelas operan en la construcción de la película: la arqueología musical de las chacareras, el purgatorio individual de Mauricio y la combinación liberada de códigos del documental y la ficción en una recreación que rompe la cuarta pared. Funciona con solvencia a los tres niveles, pero se fomentan en conjunción.
Así como nos encontramos ante una producción que resonará de manera especial para aquellos dedicados a la música, buena parte de su recorrido trasatlántico dejará indiferente a un sector del público menos afín a las tonadas de la guitarra de Don Carlos. Hasta el tercer actor descorazonador de vuelta a España el ecuador de danza y sonrisa resulta algo monótono, y muchos de sus instantes de convivencia con la familia de Don Carlos se balancean peligrosamente en la ñoñería. Es un filme pequeño cuyo nivel de producción modesto supondrá un prejuicio negativo para muchos, pero que a todos aquellos que estén dispuestos a sumergirse ante nuevas aventuras, con independencia de las reservas que pudiéramos guardar con el biopic musical, deleitará con la ópera prima española mas rica de los últimos tres años.
Desgarrada, serena y melancólica, La estrella azul rinde tributo a una figura perdida del panorama patrio español yendo mas allá, trenzando un rural viaje emotivo de contemplación en un debut de estilo propio y convicción sin complejos.
Un hombre pesimista y solitario, molesto con su entorno y refugiado en el tabaco y en sus anhelos, nos arrastra consigo a un proceso de arqueología musical que, mas que de homenaje, hace las veces de descubrimiento personal. Aznar es el núcleo alrededor del que orbita la carga dramática del filme, pero durante mas de la mitad del metraje le acompañamos en una pausa indeterminada en la Argentina rural durante comprendemos la esencia de la chacarera desde la convivencia y la imitación de sus ritmos y liturgias. No se acomoda indulgente en la palmada, sino que reivindica la figura del hombre de música como sencillo amante de la vida, y encuentra prácticas enseñanzas para la realización personal desnudando sin regodeos morbosos la carga de culpa y los demonios interiores. Narración de mucha personalidad que piensa siempre en sus imágenes y encuentra siempre soluciones creativas para filmar situaciones, rompiendo con soltura las barreras entre representaciones, realidad y ensoñación. Dos elementos brillan con luz propia como activos de La estrella azul: la íntima, atormentada y natural interpretación central de Pepe Lorente, y la atenta captura de números musicales en directo, determinantes para su evocador discurso sobre la música como celebración comunitaria de la vida. Tres coordenadas paralelas operan en la construcción de la película: la arqueología musical de las chacareras, el purgatorio individual de Mauricio y la combinación liberada de códigos del documental y la ficción en una recreación que rompe la cuarta pared. Funciona con solvencia a los tres niveles, pero se fomentan en conjunción.
Así como nos encontramos ante una producción que resonará de manera especial para aquellos dedicados a la música, buena parte de su recorrido trasatlántico dejará indiferente a un sector del público menos afín a las tonadas de la guitarra de Don Carlos. Hasta el tercer actor descorazonador de vuelta a España el ecuador de danza y sonrisa resulta algo monótono, y muchos de sus instantes de convivencia con la familia de Don Carlos se balancean peligrosamente en la ñoñería. Es un filme pequeño cuyo nivel de producción modesto supondrá un prejuicio negativo para muchos, pero que a todos aquellos que estén dispuestos a sumergirse ante nuevas aventuras, con independencia de las reservas que pudiéramos guardar con el biopic musical, deleitará con la ópera prima española mas rica de los últimos tres años.
Desgarrada, serena y melancólica, La estrella azul rinde tributo a una figura perdida del panorama patrio español yendo mas allá, trenzando un rural viaje emotivo de contemplación en un debut de estilo propio y convicción sin complejos.
5 de octubre de 2024
5 de octubre de 2024
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
"La estrella azul" es una caricia al alma y una patada en los huevos al mismo tiempo. Una búsqueda de la verdad a través del camino del rock & roll, el folklore argentino y la poesía. Una apuesta arriesgada desde su concepto que busca construir puentes entre culturas.
Su dirección y guion me fascinan porque juegan constantemente con los límites del espectador. Por un lado, deconstruye los mecanismos de lo que viene siendo un biopic al uso para dejarlo sin imposturas ni artificios: al natural. La película no empieza con un niño cuyo sueño es tocar la guitarra y ser un cantante de rock famoso; al contrario, comienza con un famoso cantante de rock subido al escenario que cita a Don Quijote y busca a ese niño interior que un día fue.
Su estructura, aunque sencilla, persigue la máxima naturalidad de las situaciones hasta el punto en que realidad y ficción se distorsionan, ofreciéndonos un relato cuasi documental de los hechos. Son personajes que simplemente hablan de su vida mientras realizan tareas del todo cotidianas: cocinar, pasear por la naturaleza, ir al mercado, arreglar un coche, bañarse en el río y cantar. Porque sí, todo el filme está impregnado de una pasión musical que mueve montañas y arrasa aldeas enteras. Hay una delicadeza en la forma de contarlo, casi siempre cámara en mano, que envuelve en un aura mágica cualquier acto, gesto o silencio que aparece en pantalla.
Sin embargo, Javier Macipe (director), en su apuesta por la autenticidad, se arriesga hasta las últimas consecuencias no solo contratando como actores a los personajes reales que protagonizaron en su día la historia, sino que, con su magnífica (y progresiva) ruptura de la cuarta pared, juega a decirte sin tapujos lo que ya sabes, pero pretendes fingir que lo ignoras: “Esto es sólo una película y lo que estás viendo no es del todo real. Pero, al mismo tiempo, es más real que una película.”
Por si fuera poco, se permite el lujo de incluir escenas de una belleza ensordecedora, como la de una orquesta interpretando a Mahler en un bar de mala muerte, mientras Pepe degusta un anís. Su enfoque abraza un realismo mágico intimista, donde las escenas más explícitas (especialmente las relacionadas con las drogas) quedan en el subtexto, creando así una atmósfera en la que lo divino y lo cruel coexisten de manera poética. Estoy convencido de que hasta el mismísimo Paolo Sorrentino se deleitaría y envidiaría, a partes iguales, la fluidez de la cámara.
Es una de las películas más destacadas del año y, aunque ha recibido un gran reconocimiento crítico y una cálida acogida por parte del público, cualquier elogio se queda corto. Su concepto es innovador, jugando con lo experimental para revelar la auténtica esencia de la vida, la música y la sensibilidad artística de quien busca su propio camino entre acordes y desacuerdos. Es una obra dura, pero que te deja sonriendo; es poética, sin caer en el melodrama; es la historia de unos perdedores que, con el paso del tiempo, han logrado salir victoriosos. Y nosotros, como espectadores, somos participes activos de su victoria. Porque la historia, a veces, la escriben los perdedores. Y, en esta ocasión, hemos tenido la inmensa fortuna de ser guiados por una estrella azul.
Su dirección y guion me fascinan porque juegan constantemente con los límites del espectador. Por un lado, deconstruye los mecanismos de lo que viene siendo un biopic al uso para dejarlo sin imposturas ni artificios: al natural. La película no empieza con un niño cuyo sueño es tocar la guitarra y ser un cantante de rock famoso; al contrario, comienza con un famoso cantante de rock subido al escenario que cita a Don Quijote y busca a ese niño interior que un día fue.
Su estructura, aunque sencilla, persigue la máxima naturalidad de las situaciones hasta el punto en que realidad y ficción se distorsionan, ofreciéndonos un relato cuasi documental de los hechos. Son personajes que simplemente hablan de su vida mientras realizan tareas del todo cotidianas: cocinar, pasear por la naturaleza, ir al mercado, arreglar un coche, bañarse en el río y cantar. Porque sí, todo el filme está impregnado de una pasión musical que mueve montañas y arrasa aldeas enteras. Hay una delicadeza en la forma de contarlo, casi siempre cámara en mano, que envuelve en un aura mágica cualquier acto, gesto o silencio que aparece en pantalla.
Sin embargo, Javier Macipe (director), en su apuesta por la autenticidad, se arriesga hasta las últimas consecuencias no solo contratando como actores a los personajes reales que protagonizaron en su día la historia, sino que, con su magnífica (y progresiva) ruptura de la cuarta pared, juega a decirte sin tapujos lo que ya sabes, pero pretendes fingir que lo ignoras: “Esto es sólo una película y lo que estás viendo no es del todo real. Pero, al mismo tiempo, es más real que una película.”
Por si fuera poco, se permite el lujo de incluir escenas de una belleza ensordecedora, como la de una orquesta interpretando a Mahler en un bar de mala muerte, mientras Pepe degusta un anís. Su enfoque abraza un realismo mágico intimista, donde las escenas más explícitas (especialmente las relacionadas con las drogas) quedan en el subtexto, creando así una atmósfera en la que lo divino y lo cruel coexisten de manera poética. Estoy convencido de que hasta el mismísimo Paolo Sorrentino se deleitaría y envidiaría, a partes iguales, la fluidez de la cámara.
Es una de las películas más destacadas del año y, aunque ha recibido un gran reconocimiento crítico y una cálida acogida por parte del público, cualquier elogio se queda corto. Su concepto es innovador, jugando con lo experimental para revelar la auténtica esencia de la vida, la música y la sensibilidad artística de quien busca su propio camino entre acordes y desacuerdos. Es una obra dura, pero que te deja sonriendo; es poética, sin caer en el melodrama; es la historia de unos perdedores que, con el paso del tiempo, han logrado salir victoriosos. Y nosotros, como espectadores, somos participes activos de su victoria. Porque la historia, a veces, la escriben los perdedores. Y, en esta ocasión, hemos tenido la inmensa fortuna de ser guiados por una estrella azul.
6 de enero de 2024
6 de enero de 2024
9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
La década de los 90 revive en "La estrella azul", donde la música se convierte en el vehículo de redención para Mauricio, el rockero errante interpretado con una mezcla de desgarro y esperanza. La dirección de Javier Macipe me sumerge en un viaje de autodescubrimiento y amistad que trasciende fronteras y géneros musicales. Los temas de adicción y el choque cultural se entrelazan con el poder sanador de la música, presentando una trama que resuena con cada acorde en la búsqueda de un propósito perdido.
Macipe dirige con un ojo para la autenticidad, equilibrando la narrativa entre el drama personal y el humor. La dirección es un homenaje a la música como lenguaje universal, guiándome a través de sus ritmos y silencios con una confianza que habla del conocimiento y respeto por sus temas.
La actuación de Pepe Lorente es un torbellino de emociones, una interpretación que captura la tormenta interna de un hombre en la cúspide del cambio. Cuti Carabajal, con su dignidad y su sabiduría taciturna, es una revelación, ofreciendo un contrapunto perfecto a la energía caótica de Lorente. Su relación es la piedra angular de la película, un dúo dinámico que es tan improbable como encantador.
La partitura es una fusión de rock y folclore que captura la esencia de dos mundos en colisión y armonía. La cinematografía es vibrante, capturando la vitalidad de Latinoamérica y la intimidad de los momentos compartidos entre Mauricio y Don Carlos con una paleta de colores que parece cantar por sí misma.
El diseño de producción me transporta a los años 90 con un realismo que va más allá de la nostalgia. La ausencia de efectos especiales notables es una elección que aplaudo, permitiendo que la historia y los personajes brillen sin distracciones. La edición es un baile bien coreografiado que alterna entre el fervor de la actuación y la quietud de la reflexión.
El ritmo es como una balada bien construida, con altos y bajos que me llevan a través de un espectro de emociones. Los diálogos son poéticos y genuinos, con líneas que resuenan mucho después de ser escuchadas, como letras de una canción que se niega a ser olvidada.
La película me deja con una sensación de esperanza y una sonrisa persistente. Me siento inspirado por la historia de dos almas unidas por la música y la mutualidad de sus luchas. "La estrella azul" resuena conmigo como un recordatorio de que la redención se encuentra a menudo en los lazos que tejemos con los demás.
Aunque la película es un canto al corazón y un tributo a la música como redención, hay momentos en que la trama peca de predecible, y la dinámica entre los protagonistas, aunque encantadora, a veces se siente como una melodía ya escuchada. No obstante, la autenticidad de las actuaciones y la pasión palpable por la música hacen que estas debilidades sean, en su mayoría, perdonables. Es una obra que, aunque no perfecta, es sincera en su mensaje y melodiosa en su ejecución.
Macipe dirige con un ojo para la autenticidad, equilibrando la narrativa entre el drama personal y el humor. La dirección es un homenaje a la música como lenguaje universal, guiándome a través de sus ritmos y silencios con una confianza que habla del conocimiento y respeto por sus temas.
La actuación de Pepe Lorente es un torbellino de emociones, una interpretación que captura la tormenta interna de un hombre en la cúspide del cambio. Cuti Carabajal, con su dignidad y su sabiduría taciturna, es una revelación, ofreciendo un contrapunto perfecto a la energía caótica de Lorente. Su relación es la piedra angular de la película, un dúo dinámico que es tan improbable como encantador.
La partitura es una fusión de rock y folclore que captura la esencia de dos mundos en colisión y armonía. La cinematografía es vibrante, capturando la vitalidad de Latinoamérica y la intimidad de los momentos compartidos entre Mauricio y Don Carlos con una paleta de colores que parece cantar por sí misma.
El diseño de producción me transporta a los años 90 con un realismo que va más allá de la nostalgia. La ausencia de efectos especiales notables es una elección que aplaudo, permitiendo que la historia y los personajes brillen sin distracciones. La edición es un baile bien coreografiado que alterna entre el fervor de la actuación y la quietud de la reflexión.
El ritmo es como una balada bien construida, con altos y bajos que me llevan a través de un espectro de emociones. Los diálogos son poéticos y genuinos, con líneas que resuenan mucho después de ser escuchadas, como letras de una canción que se niega a ser olvidada.
La película me deja con una sensación de esperanza y una sonrisa persistente. Me siento inspirado por la historia de dos almas unidas por la música y la mutualidad de sus luchas. "La estrella azul" resuena conmigo como un recordatorio de que la redención se encuentra a menudo en los lazos que tejemos con los demás.
Aunque la película es un canto al corazón y un tributo a la música como redención, hay momentos en que la trama peca de predecible, y la dinámica entre los protagonistas, aunque encantadora, a veces se siente como una melodía ya escuchada. No obstante, la autenticidad de las actuaciones y la pasión palpable por la música hacen que estas debilidades sean, en su mayoría, perdonables. Es una obra que, aunque no perfecta, es sincera en su mensaje y melodiosa en su ejecución.
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