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7.2
9,279
7
25 de abril de 2024
25 de abril de 2024
12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como gran amante de la música que soy, tenía necesariamente que ver "La estrella azul", ese homenaje en forma de película a Mauricio Aznar,líder de un grupo aragonés del que todo el mundo me hablaba, cuando arribé allá por el 2004 en estas tierras turolenses. Un grupo del que yo apenas conocía nada. La gente con la que coincidía en conciertos o festivales, les gustase el estilo musical que les gustase, me hablaban con verdadera veneración de una banda maldita llamada Más Birras, y todos ellos coincidían en resaltar dos cosas: primero, que Más Birras mereció mejor suerte y reconocimiento, y segundo, la personalidad y el talento singular de su cantante y principal compositor Mauricio Aznar.
Llegué al cine con la curiosidad de conocer un poco la vida de Mauricio Aznar, pero sin grandes pretensiones, que son las pocas que suelo tener cuando veo este tipo de género cinematográfico. Me esperaba el típico biopic de un cantante de rock, mostrándonos su auge y caída, con sus mejores canciones sonando como banda sonora. Pero desde su comienzo me di cuenta de que "La estrella azul" es una película distinta, humana, sorprendente, y única, como su protagonista.
Y aparte de descubrir la faceta más personal de Mauricio Aznar, La estrella azul también me ha hecho caer de rodillas ante el talento derrochado en la dirección de la misma por su director Javier Macipe, en su primer largometraje para la gran pantalla.
Javier Macipe nos transporta con su cámara hacía el viaje de autodescubrimiento que inicia Mauricio Aznar, para liberarse de sus demonios y encontrar en su interior la esencia de lo que le llevó a sentir la música como una forma de vivir. Macipe juega en ocasiones con el realismo mágico, o el cine experimental, y lo hace de manera sublime, rompiendo «la cuarta pared» con una delicadeza y un toque poético exquisito. Ya desde el principio la película comienza fuerte, con ese viaje de la cámara que recorre desde el escenario del concierto esos estrechos y oscuros pasillos que conducen al backstage. Ese inicio ya nos indica que estamos ante una película diferente. Podría destacar muchas más escenas, como la de Pedro (el hermano de Mauricio) en el bar, que es sencillamente antológica, pero os dejo que las descubráis por vuestra cuenta.
Me ha encantado también cómo el director consigue sumergirnos en esa atmósfera viciosa y degenerada de principios de los 90. Recrea perfectamente el ambiente asfixiante de los conciertos, la tentación de la heroína siempre rondando la noche, el sonido abotargado del bajo y de la batería escuchado desde los aseos del bar, las mentes nubladas por el alcohol y el humo del tabaco… En "La estrella azul" todo está hecho a conciencia y con amor y respeto hacia la figura de Mauricio Aznar.
La propia madre de Mauricio, aparte de ser la impulsora de este bonito proyecto, también fue la culpable del amor de su hijo por la música de Atahualpa Yupanqui, que hizo que años después, Mauricio iniciara ese viaje a Argentina para conocer la casa del artista. Allí llegó con esa amargura perenne que parecía perseguirle de por vida, se aplicó en la busca de lo auténtico, convertido en un quijotesco soñador utópico. En ese país, acabó en Santiago de Estero, donde fue acogido por la familia de Carlos Carabajal, el padre de la chacarera, una danza tradicional a la que el maestro ponía letra y música. Mauricio se convirtió en su discípulo, ávido de conocer la sabiduría que brotaba de las canciones y las cuerdas de la guitarra de Don Carlos.
A las estrellas anónimas está dirigida esta película. Muchas de ellas, demasiadas, tuvieron vidas similares a la de Mauricio Aznar. Me viene a la cabeza el nombre de Marco Antonio Sanz de Acedo, «Eskroto», «Gavilán», miembro de bandas como Tijuana in Blue, o Kojón Prieto y los Huajolotes, del que siempre pensé que su vida merecía ser llevada a la gran pantalla. Quizás ya no haga falta, porque La estrella azul rinde homenaje a todos esos artistas que quemaron su vida demasiado rápido, sin lograr un merecido reconocimiento, y sobre todo porque será difícil estar al mismo nivel que esta pequeña joya en forma de película.
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www.abretedeorejas.com
Artículo incluido en la publicación Compromiso y Cultura
Llegué al cine con la curiosidad de conocer un poco la vida de Mauricio Aznar, pero sin grandes pretensiones, que son las pocas que suelo tener cuando veo este tipo de género cinematográfico. Me esperaba el típico biopic de un cantante de rock, mostrándonos su auge y caída, con sus mejores canciones sonando como banda sonora. Pero desde su comienzo me di cuenta de que "La estrella azul" es una película distinta, humana, sorprendente, y única, como su protagonista.
Y aparte de descubrir la faceta más personal de Mauricio Aznar, La estrella azul también me ha hecho caer de rodillas ante el talento derrochado en la dirección de la misma por su director Javier Macipe, en su primer largometraje para la gran pantalla.
Javier Macipe nos transporta con su cámara hacía el viaje de autodescubrimiento que inicia Mauricio Aznar, para liberarse de sus demonios y encontrar en su interior la esencia de lo que le llevó a sentir la música como una forma de vivir. Macipe juega en ocasiones con el realismo mágico, o el cine experimental, y lo hace de manera sublime, rompiendo «la cuarta pared» con una delicadeza y un toque poético exquisito. Ya desde el principio la película comienza fuerte, con ese viaje de la cámara que recorre desde el escenario del concierto esos estrechos y oscuros pasillos que conducen al backstage. Ese inicio ya nos indica que estamos ante una película diferente. Podría destacar muchas más escenas, como la de Pedro (el hermano de Mauricio) en el bar, que es sencillamente antológica, pero os dejo que las descubráis por vuestra cuenta.
Me ha encantado también cómo el director consigue sumergirnos en esa atmósfera viciosa y degenerada de principios de los 90. Recrea perfectamente el ambiente asfixiante de los conciertos, la tentación de la heroína siempre rondando la noche, el sonido abotargado del bajo y de la batería escuchado desde los aseos del bar, las mentes nubladas por el alcohol y el humo del tabaco… En "La estrella azul" todo está hecho a conciencia y con amor y respeto hacia la figura de Mauricio Aznar.
La propia madre de Mauricio, aparte de ser la impulsora de este bonito proyecto, también fue la culpable del amor de su hijo por la música de Atahualpa Yupanqui, que hizo que años después, Mauricio iniciara ese viaje a Argentina para conocer la casa del artista. Allí llegó con esa amargura perenne que parecía perseguirle de por vida, se aplicó en la busca de lo auténtico, convertido en un quijotesco soñador utópico. En ese país, acabó en Santiago de Estero, donde fue acogido por la familia de Carlos Carabajal, el padre de la chacarera, una danza tradicional a la que el maestro ponía letra y música. Mauricio se convirtió en su discípulo, ávido de conocer la sabiduría que brotaba de las canciones y las cuerdas de la guitarra de Don Carlos.
A las estrellas anónimas está dirigida esta película. Muchas de ellas, demasiadas, tuvieron vidas similares a la de Mauricio Aznar. Me viene a la cabeza el nombre de Marco Antonio Sanz de Acedo, «Eskroto», «Gavilán», miembro de bandas como Tijuana in Blue, o Kojón Prieto y los Huajolotes, del que siempre pensé que su vida merecía ser llevada a la gran pantalla. Quizás ya no haga falta, porque La estrella azul rinde homenaje a todos esos artistas que quemaron su vida demasiado rápido, sin lograr un merecido reconocimiento, y sobre todo porque será difícil estar al mismo nivel que esta pequeña joya en forma de película.
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7.0
2,275
7
23 de abril de 2024
23 de abril de 2024
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película que os presento hace honor a su título, "Great freedom (Gran libertad)", es un gran ejercicio cinematográfico y nos cuenta con total libertad una historia inspirada en hechos reales que sirve para denunciar el artículo 175 del código penal alemán y ya de paso homenajear a las víctimas que sufrieron sus consecuencias durante décadas. El citado artículo 175 permitía al estado perseguir a los homosexuales e incluso encarcelarlos. La pena penitenciaria aumentó hasta los cinco años de prisión con la llegada de los nazis al poder. Tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, la derrota nazi, y la liberación de los campos de exterminio, incomprensiblemente el artículo 175 se mantuvo en la Alemania occidental, y los pocos homosexuales que consiguieron sobrevivir a los campos de concentración fueron trasladados a las cárceles a seguir cumpliendo su condena.
El director austriaco Sebastian Meise rodó la película en una prisión abandonada de la Alemania del Este, y como suele ser costumbre en el estilo del cine austriaco, nos muestra con dureza, de manera directa, y casi sin tapujos la vida carcelaria en los duros años de la posguerra. La fotografía del film acentúa aún más si cabe la claustrofobia de esas frías, inhóspitas y sucias celdas, tan deshumanizadas como los propios funcionarios de prisiones que las vigilan. Prácticamente no se utiliza música, quizás para no realzar en demasía los momentos melodramáticos, que no son pocos. Ya sólo estéticamente, Great Freedom es mucho más que un drama carcelario al uso.
La película nos muestra la historia de Hans, en tres etapas de su «carcelaria» vida, 1945, 1957 y 1969. Hans fue arrestado por mantener relaciones homosexuales en unos baños públicos, sobrevivió a un campo de concentración y la «liberación» de los aliados supuso para él un nuevo encierro carcelario. Allí en la cárcel, su condición de homosexual quedará marcada desde el principio con un código en la puerta de su celda. Una celda que va a tener que compartir con Viktor, hombre de pocas palabras y para desgracia de Hans además homófobo.
El papel de Hans esta magistralmente interpretado por un nuevo valor del cine europeo, el actor y bailarín alemán Franz Rogowski, de quien sigo la pista después de descubrirlo en la interesante película A la vuelta de la esquina (2018). Para caracterizar el papel de Hans Hoffman en "Great freedom", Rogowski tuvo además que perder unos cuantos kilos.
El director navega hábilmente entre las diferentes etapas carcelarias de la vida de Hans utilizando la técnica del flashback, y recurriendo también en ocasiones a encabezar con un título el año al que se refiere ese salto en el tiempo de la historia. La valía de la película ha sido reconocida con prestigiosos premios entre los cuales destacan el Premio del Jurado en el Festival de Cannes, o el Premio del Cine Europeo a la mejor fotografía. Aunque cuenta con imágenes explícitas de sexo, Sebastian Meise no busca epatar o provocar al espectador, de hecho en muchas ocasiones no permite que veamos situaciones de violencia. Al contrario, en un ambiente tan deprimente consigue que su cámara se centre en pequeños detalles que suavizan el rugoso contenido del filme.
A pesar de su duración la película se me hizo corta, es más, no quería que terminase. "Great freedom" es mucho más que un drama penitenciario, es una historia real, de cómo intentar sobrevivir a dos cárceles al mismo tiempo. La cárcel física en la que el protagonista está recluido y la mental en la que el estado intenta ahogar sus sentimientos. El aislamiento, el rechazo, el odio, el desprecio, serán una losa pesada con la que convivir, al igual que la soledad, la falta de afecto y el deseo. Pero si hay algo que Hans busca desesperadamente es la libertad, la libertad de amar a quien desee. ¿Logrará algún día su propósito? Tendrás que ver "Great freedom" para poder descubrirlo.
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Artículo incluido en la publicación Compromiso y Cultura
El director austriaco Sebastian Meise rodó la película en una prisión abandonada de la Alemania del Este, y como suele ser costumbre en el estilo del cine austriaco, nos muestra con dureza, de manera directa, y casi sin tapujos la vida carcelaria en los duros años de la posguerra. La fotografía del film acentúa aún más si cabe la claustrofobia de esas frías, inhóspitas y sucias celdas, tan deshumanizadas como los propios funcionarios de prisiones que las vigilan. Prácticamente no se utiliza música, quizás para no realzar en demasía los momentos melodramáticos, que no son pocos. Ya sólo estéticamente, Great Freedom es mucho más que un drama carcelario al uso.
La película nos muestra la historia de Hans, en tres etapas de su «carcelaria» vida, 1945, 1957 y 1969. Hans fue arrestado por mantener relaciones homosexuales en unos baños públicos, sobrevivió a un campo de concentración y la «liberación» de los aliados supuso para él un nuevo encierro carcelario. Allí en la cárcel, su condición de homosexual quedará marcada desde el principio con un código en la puerta de su celda. Una celda que va a tener que compartir con Viktor, hombre de pocas palabras y para desgracia de Hans además homófobo.
El papel de Hans esta magistralmente interpretado por un nuevo valor del cine europeo, el actor y bailarín alemán Franz Rogowski, de quien sigo la pista después de descubrirlo en la interesante película A la vuelta de la esquina (2018). Para caracterizar el papel de Hans Hoffman en "Great freedom", Rogowski tuvo además que perder unos cuantos kilos.
El director navega hábilmente entre las diferentes etapas carcelarias de la vida de Hans utilizando la técnica del flashback, y recurriendo también en ocasiones a encabezar con un título el año al que se refiere ese salto en el tiempo de la historia. La valía de la película ha sido reconocida con prestigiosos premios entre los cuales destacan el Premio del Jurado en el Festival de Cannes, o el Premio del Cine Europeo a la mejor fotografía. Aunque cuenta con imágenes explícitas de sexo, Sebastian Meise no busca epatar o provocar al espectador, de hecho en muchas ocasiones no permite que veamos situaciones de violencia. Al contrario, en un ambiente tan deprimente consigue que su cámara se centre en pequeños detalles que suavizan el rugoso contenido del filme.
A pesar de su duración la película se me hizo corta, es más, no quería que terminase. "Great freedom" es mucho más que un drama penitenciario, es una historia real, de cómo intentar sobrevivir a dos cárceles al mismo tiempo. La cárcel física en la que el protagonista está recluido y la mental en la que el estado intenta ahogar sus sentimientos. El aislamiento, el rechazo, el odio, el desprecio, serán una losa pesada con la que convivir, al igual que la soledad, la falta de afecto y el deseo. Pero si hay algo que Hans busca desesperadamente es la libertad, la libertad de amar a quien desee. ¿Logrará algún día su propósito? Tendrás que ver "Great freedom" para poder descubrirlo.
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Artículo incluido en la publicación Compromiso y Cultura

7.2
4,025
5
1 de marzo de 2025
1 de marzo de 2025
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Después de ver "Yo capitán", la última película de Matteo Garrone, uno de mis directores actuales favoritos, me vino a la cabeza el título de una canción de la banda granadina Niños Mutantes, «Capitán cobarde». Esa es precisamente la sensación que me dejó el filme de un director al que yo suponía, iba a ser más comprometido con la causa. Después de haber sufrido y disfrutado al mismo tiempo del hiperrealismo de películas tan recomendables como "Gomorra" (2008), o "Dogman" (2018), me esperaba una denuncia sin ambages de la inmigración que tantas tragedias causa diariamente y nos toca tan de cerca.
No quiero que penséis que "Yo capitán" no merece la pena, al contrario, debería ser de obligada proyección en los colegios. Pero me da la impresión de que en esta ocasión, Matteo Garrone se ha centrado más en el continente que en el contenido, y le ha dado a la película un aire de superproducción que no le sienta nada bien. Eso sí, la excepcional fotografía, hará que disfrutes de los bellos paisajes del desierto de Libia y de la colorida Dakar en Senegal, origen de Seydou y Moussa, los dos protagonistas del filme.
Por un lado, me parece interesante la propuesta del director de presentarnos a unos chavales que ven Europa como el lugar donde van a poder cumplir sus sueños, porque esa mirada no está puesta desde la desesperación, el hambre, las guerras o la persecución política. A Seydou y Moussa no les falta el plato de comida en su casa, tienen móvil y, en teoría, información de la odisea que puede suponer para un africano el intentar llegar de manera ilegal al continente europeo. Pero curiosamente tienen una visión todavía más idílica de Europa que la que podría tener alguien de una pequeña aldea perdida sin acceso a los medios. ¿Es por inconsciencia juvenil, o quizás por las noticias que llegan a los móviles de estos jóvenes, que son señuelos programados por lobbies interesados? Es una pena que el director no nos lo aclare.
Por otro lado, los chavales que durante meses trabajan a escondidas de sus familias para ahorrar el dinero que los lleve a Europa, reciben todo tipo de avisos, empezando por su propia madre, de que el sueño europeo es una estafa. Muchos conocidos se fueron para poder ayudar económicamente a sus familias en África y nunca más se supo de ellos. Incluso una persona que colabora con las mafias les alerta de que no intenten hacer ese viaje, cosa que me parece inverosímil en la vida real. A pesar de eso, los jóvenes deciden emprender el viaje, ya que, en teoría, sus infantiles sueños de triunfar en el mundo de la música y ganar mucho dinero pesan más que todas las advertencias recibidas. La candidez y la irrealidad en la que viven Seydou y Moussa me recuerdan peligrosamente a las de la generación Alpha (hijos de los millennials), cuyo único objetivo parece ser convertirse en youtubers de éxito. Quizás el temprano y exhaustivo contacto que han tenido con los dispositivos móviles haya influido en ello.
A partir de aquí poco más os puedo contar; empieza un viaje en el que, ahora sí, Matteo Garrone nos muestra la odisea que tienen que pasar los dos muchachos para intentar llegar a su soñado destino. Es sin duda la mejor parte de la película, incluso el director intenta rebajar la dureza de la misma recurriendo al realismo mágico en los momentos de mayor desesperación de Seydou. Descubriremos cómo funciona la maquinaria perfectamente engrasada de las mafias que se lucran a costa del sufrimiento y la necesidad de los inmigrantes, dirigiéndolos a un callejón sin salida con una impunidad y una falta de escrúpulos escalofriante.
Otro aspecto que me parece cuanto menos curioso es que en la película no se señale a la política de ningún país europeo. Es más, no se ve a ningún blanco en todo el metraje, no vaya a ser que incomode a los espectadores del primer mundo que vayan a verla. A pesar de todo, os recomiendo que le deis una oportunidad a "Yo capitán", si puede ser en compañía de vuestros hijos, mejor. Os hará reflexionar, aunque sea desde un cómodo y confortable sillón.
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No quiero que penséis que "Yo capitán" no merece la pena, al contrario, debería ser de obligada proyección en los colegios. Pero me da la impresión de que en esta ocasión, Matteo Garrone se ha centrado más en el continente que en el contenido, y le ha dado a la película un aire de superproducción que no le sienta nada bien. Eso sí, la excepcional fotografía, hará que disfrutes de los bellos paisajes del desierto de Libia y de la colorida Dakar en Senegal, origen de Seydou y Moussa, los dos protagonistas del filme.
Por un lado, me parece interesante la propuesta del director de presentarnos a unos chavales que ven Europa como el lugar donde van a poder cumplir sus sueños, porque esa mirada no está puesta desde la desesperación, el hambre, las guerras o la persecución política. A Seydou y Moussa no les falta el plato de comida en su casa, tienen móvil y, en teoría, información de la odisea que puede suponer para un africano el intentar llegar de manera ilegal al continente europeo. Pero curiosamente tienen una visión todavía más idílica de Europa que la que podría tener alguien de una pequeña aldea perdida sin acceso a los medios. ¿Es por inconsciencia juvenil, o quizás por las noticias que llegan a los móviles de estos jóvenes, que son señuelos programados por lobbies interesados? Es una pena que el director no nos lo aclare.
Por otro lado, los chavales que durante meses trabajan a escondidas de sus familias para ahorrar el dinero que los lleve a Europa, reciben todo tipo de avisos, empezando por su propia madre, de que el sueño europeo es una estafa. Muchos conocidos se fueron para poder ayudar económicamente a sus familias en África y nunca más se supo de ellos. Incluso una persona que colabora con las mafias les alerta de que no intenten hacer ese viaje, cosa que me parece inverosímil en la vida real. A pesar de eso, los jóvenes deciden emprender el viaje, ya que, en teoría, sus infantiles sueños de triunfar en el mundo de la música y ganar mucho dinero pesan más que todas las advertencias recibidas. La candidez y la irrealidad en la que viven Seydou y Moussa me recuerdan peligrosamente a las de la generación Alpha (hijos de los millennials), cuyo único objetivo parece ser convertirse en youtubers de éxito. Quizás el temprano y exhaustivo contacto que han tenido con los dispositivos móviles haya influido en ello.
A partir de aquí poco más os puedo contar; empieza un viaje en el que, ahora sí, Matteo Garrone nos muestra la odisea que tienen que pasar los dos muchachos para intentar llegar a su soñado destino. Es sin duda la mejor parte de la película, incluso el director intenta rebajar la dureza de la misma recurriendo al realismo mágico en los momentos de mayor desesperación de Seydou. Descubriremos cómo funciona la maquinaria perfectamente engrasada de las mafias que se lucran a costa del sufrimiento y la necesidad de los inmigrantes, dirigiéndolos a un callejón sin salida con una impunidad y una falta de escrúpulos escalofriante.
Otro aspecto que me parece cuanto menos curioso es que en la película no se señale a la política de ningún país europeo. Es más, no se ve a ningún blanco en todo el metraje, no vaya a ser que incomode a los espectadores del primer mundo que vayan a verla. A pesar de todo, os recomiendo que le deis una oportunidad a "Yo capitán", si puede ser en compañía de vuestros hijos, mejor. Os hará reflexionar, aunque sea desde un cómodo y confortable sillón.
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6.4
4,177
7
25 de agosto de 2024
25 de agosto de 2024
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
En el cine, como en la música, como en la vida, todos tenemos nuestras preferencias, y siempre nos movemos en unos parámetros acordes con lo que podríamos llamar una línea de confort de la que a veces no queremos, o no podemos salir. Por eso cuando por equivocación, casualidad, despiste, o un ataque de intrepidez, te adentras en una «bizarrada» como "Espíritu sagrado", te das cuenta de la cantidad de cosas que te estas perdiendo por no ser capaz de ver más allá de la valla de tu jardín (y aquí me viene a la mente la película Canino, ¿casualidad?).
El director Chema García Ibarra cuenta ya con una larga y premiada trayectoria en el mundo del cortometraje iniciada el 2008, y con "Espíritu sagrado" ha dado el salto a la dirección de largometrajes. Y lo ha tenido muy claro, ha seguido haciendo lo que le gusta, mezclar la ciencia ficción con un realismo de tono cuasi documental, que se realza todavía más con la utilización exclusiva de actores no profesionales. Si añadimos a esto que la película ha sido rodada en el barrio obrero de Carrús en Elche, cuna del director, y sin utilizar prácticamente atrezzo, el resultado es algo así como un nuevo e inclasificable género al que no me atrevo a poner nombre. Quizás la nomenclatura para definir esta película la tiene más clara el propio Chema García Ibarra, quien habla de su cine como «ciencia ficción doméstica».
En un barrio obrero de Elche ha desaparecido una niña de siete años, la Vane. Su hermana gemela, la Vero, intenta seguir su vida junto a su madre y su abuela mientras esperan algún resultado de la investigación policial. Los medios de comunicación se vuelcan con la noticia, mientras José Manuel, el tío de las gemelas, se enfrenta a otra gran preocupación: la llegada de fuerzas extraterrestres a la zona. Estas son las premisas iniciales de las que parte "Espíritu sagrado". A partir de entonces el espectador va a asistir ojiplático a una visión surrealista, kitsch, bizarra y esperpéntica de una serie de situaciones tan hilarantes como escalofriantemente reales.
La película nos muestra una sociedad que vive sin ilusión, buscando algo en que creer para poder tener una vida mejor, si ya no es posible en esta, por lo menos que lo sea en la próxima. La televisión está encendida a cualquier hora del día y, entre publicidad, informativos locales (impagable la presentadora choni), tradiciones religiosas, y sucesos alarmantes difundidos a viva voz por una vecina (igualmente impagable), nos da una sensación de apocalipsis y angustia que se adueña por completo del filme.
Las miradas vacías de los personajes, la manera plana de expresarse, las caras que denotan sus vidas difíciles, y las muletillas utilizadas por cada uno de ellos que, según el director, no son impuestas, sino propias de los actores, te hacen pasmarte, reírte, y sobrecogerte al mismo tiempo. Partes de la creación de los personajes vienen dadas por historias personales de los propios actores o de sus familiares, que se adaptaron a la trama del filme.
La dirección de arte, a cargo de Leonor Díaz, es realmente gloriosa. Los lugares elegidos, la decoración del bar (por cierto, si vas por Elche es ineludible visitarlo, ya que se mantiene igual que como se decoró para la película), o el glamur choni que desprende el vestuario, te dejan epatado. Todo está lleno de pequeños guiños y detalles tan casposos, como bien cuidados. Es irreprimible que se dibuje una media sonrisa en tu boca a medida que los vas descubriendo. La música no le va a la zaga, y las canciones utilizadas, en especial esa versión de Los Sobrados del tema Zombie de los Cranberries, reflejan perfectamente la esencia de "Espíritu sagrado".
Si tuviera que describir la película de alguna manera, os diría que es como si a Werner Herzog le hubiesen encargado dirigir un capítulo largo de "La hora chanante". ¡Atreveos con ella!
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Artículo incluido en la publicación Compromiso y Cultura
El director Chema García Ibarra cuenta ya con una larga y premiada trayectoria en el mundo del cortometraje iniciada el 2008, y con "Espíritu sagrado" ha dado el salto a la dirección de largometrajes. Y lo ha tenido muy claro, ha seguido haciendo lo que le gusta, mezclar la ciencia ficción con un realismo de tono cuasi documental, que se realza todavía más con la utilización exclusiva de actores no profesionales. Si añadimos a esto que la película ha sido rodada en el barrio obrero de Carrús en Elche, cuna del director, y sin utilizar prácticamente atrezzo, el resultado es algo así como un nuevo e inclasificable género al que no me atrevo a poner nombre. Quizás la nomenclatura para definir esta película la tiene más clara el propio Chema García Ibarra, quien habla de su cine como «ciencia ficción doméstica».
En un barrio obrero de Elche ha desaparecido una niña de siete años, la Vane. Su hermana gemela, la Vero, intenta seguir su vida junto a su madre y su abuela mientras esperan algún resultado de la investigación policial. Los medios de comunicación se vuelcan con la noticia, mientras José Manuel, el tío de las gemelas, se enfrenta a otra gran preocupación: la llegada de fuerzas extraterrestres a la zona. Estas son las premisas iniciales de las que parte "Espíritu sagrado". A partir de entonces el espectador va a asistir ojiplático a una visión surrealista, kitsch, bizarra y esperpéntica de una serie de situaciones tan hilarantes como escalofriantemente reales.
La película nos muestra una sociedad que vive sin ilusión, buscando algo en que creer para poder tener una vida mejor, si ya no es posible en esta, por lo menos que lo sea en la próxima. La televisión está encendida a cualquier hora del día y, entre publicidad, informativos locales (impagable la presentadora choni), tradiciones religiosas, y sucesos alarmantes difundidos a viva voz por una vecina (igualmente impagable), nos da una sensación de apocalipsis y angustia que se adueña por completo del filme.
Las miradas vacías de los personajes, la manera plana de expresarse, las caras que denotan sus vidas difíciles, y las muletillas utilizadas por cada uno de ellos que, según el director, no son impuestas, sino propias de los actores, te hacen pasmarte, reírte, y sobrecogerte al mismo tiempo. Partes de la creación de los personajes vienen dadas por historias personales de los propios actores o de sus familiares, que se adaptaron a la trama del filme.
La dirección de arte, a cargo de Leonor Díaz, es realmente gloriosa. Los lugares elegidos, la decoración del bar (por cierto, si vas por Elche es ineludible visitarlo, ya que se mantiene igual que como se decoró para la película), o el glamur choni que desprende el vestuario, te dejan epatado. Todo está lleno de pequeños guiños y detalles tan casposos, como bien cuidados. Es irreprimible que se dibuje una media sonrisa en tu boca a medida que los vas descubriendo. La música no le va a la zaga, y las canciones utilizadas, en especial esa versión de Los Sobrados del tema Zombie de los Cranberries, reflejan perfectamente la esencia de "Espíritu sagrado".
Si tuviera que describir la película de alguna manera, os diría que es como si a Werner Herzog le hubiesen encargado dirigir un capítulo largo de "La hora chanante". ¡Atreveos con ella!
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8.1
36,646
10
21 de abril de 2024
21 de abril de 2024
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si miramos hacia atrás en el tiempo podremos comprobar que el ser humano no ha tenido una existencia tranquila en ninguna generación: guerras, catástrofes, plagas, diezmaron a la mayor parte de la población provocando hambre, miseria, muerte y desesperación. Nuestra generación se las prometía muy felices, nos libramos de la Primera Guerra Mundial, de la Segunda y, entre medio, de una cruenta Guerra Civil que partió el país y las familias en dos. Hasta ahora solo podíamos decir que habíamos vivido un par de crisis económicas muy fuertes, así que era extraño que no sucediera nada grave que alterase nuestra rutinaria y, dentro de lo que cabe, placentera existencia.
Y al final ocurrió. En esta época de globalización que vivimos, un virus de nombre Covid-19, cual si fuera una macro empresa, fue derribando fronteras, acabando con la competencia, instalándose por todo el mundo y ejerciendo sobre él su totalitario poder. La profecía se había vuelto a cumplir, nuestra generación ha sufrido los efectos de una pandemia que parece haber cambiado el modo de percibir la realidad en la que vivíamos y vivimos.
Aunque suene fuerte, quizás ha hecho falta una pandemia mundial para que nos demos cuenta de lo importante que son las pequeñas cosas de la vida, el poder estar más cerca de nuestros seres queridos y prestarles más atención, de disfrutar del momento y hacer disfrutar a las demás. Cosas como un beso o un abrazo, habían perdido valor en la era en la que más interconectados estamos gracias a los avances tecnológicos. Nos estábamos convirtiendo en una generación anestesiada, absorta en su burbuja virtual.
Por eso os propongo una película que seguro os va a hacer reflexionar, se trata de "El séptimo sello" toda una obra maestra del cine. Para mi gusto la mejor obra que dirigió Ingmar Bergman ( y eso ya es mucho decir). El director nos traslada a la Edad Media a mediados del siglo XIV cuando la peste negra asolaba Europa (se calcula que un 60% de la población europea murió a causa de ella). Es entonces cuando el caballero sueco Antonius Blovk y su escudero regresan al continente tras años combatiendo en las Cruzadas y se encuentran con la desolación más absoluta. La muerte campa a sus anchas, tan es así que Antonius la desafía a una partida de ajedrez esperando obtener de ella las respuestas que siempre busca la condición humana.
Con este filosófico y a la vez absurdo argumento, Ingmar Bergman, además de explorar sus demonios personales, la muerte y la existencia de Dios, hace replantearse al espectador otras muchas cosas. Con una gran recreación de lo que podía ser vivir en la Europa de aquellos oscuros años y una espectral fotografía que nos sobrecoge aún más si cabe, nos va presentando diferentes personajes que no son sino metáforas que representan el bien, el mal o la esperanza, por ejemplo. La banda sonora utiliza instrumentos y composiciones medievales que nos envuelven desde el principio en esa neblina gris que parece querer cubrirlo todo y que nos hace perdernos en esta película que te deja sin aliento desde el principio.
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Artículo incluido en la película Compromiso y Cultura
Y al final ocurrió. En esta época de globalización que vivimos, un virus de nombre Covid-19, cual si fuera una macro empresa, fue derribando fronteras, acabando con la competencia, instalándose por todo el mundo y ejerciendo sobre él su totalitario poder. La profecía se había vuelto a cumplir, nuestra generación ha sufrido los efectos de una pandemia que parece haber cambiado el modo de percibir la realidad en la que vivíamos y vivimos.
Aunque suene fuerte, quizás ha hecho falta una pandemia mundial para que nos demos cuenta de lo importante que son las pequeñas cosas de la vida, el poder estar más cerca de nuestros seres queridos y prestarles más atención, de disfrutar del momento y hacer disfrutar a las demás. Cosas como un beso o un abrazo, habían perdido valor en la era en la que más interconectados estamos gracias a los avances tecnológicos. Nos estábamos convirtiendo en una generación anestesiada, absorta en su burbuja virtual.
Por eso os propongo una película que seguro os va a hacer reflexionar, se trata de "El séptimo sello" toda una obra maestra del cine. Para mi gusto la mejor obra que dirigió Ingmar Bergman ( y eso ya es mucho decir). El director nos traslada a la Edad Media a mediados del siglo XIV cuando la peste negra asolaba Europa (se calcula que un 60% de la población europea murió a causa de ella). Es entonces cuando el caballero sueco Antonius Blovk y su escudero regresan al continente tras años combatiendo en las Cruzadas y se encuentran con la desolación más absoluta. La muerte campa a sus anchas, tan es así que Antonius la desafía a una partida de ajedrez esperando obtener de ella las respuestas que siempre busca la condición humana.
Con este filosófico y a la vez absurdo argumento, Ingmar Bergman, además de explorar sus demonios personales, la muerte y la existencia de Dios, hace replantearse al espectador otras muchas cosas. Con una gran recreación de lo que podía ser vivir en la Europa de aquellos oscuros años y una espectral fotografía que nos sobrecoge aún más si cabe, nos va presentando diferentes personajes que no son sino metáforas que representan el bien, el mal o la esperanza, por ejemplo. La banda sonora utiliza instrumentos y composiciones medievales que nos envuelven desde el principio en esa neblina gris que parece querer cubrirlo todo y que nos hace perdernos en esta película que te deja sin aliento desde el principio.
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Artículo incluido en la película Compromiso y Cultura
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