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Dos días, una noche

Drama Sandra dispone sólo de un fin de semana para ir a ver a sus colegas y convencerlos de que renuncien a su paga extraordinaria para que ella pueda conservar su trabajo. Su marido la acompaña para apoyarla. (FILMAFFINITY)
Críticas 109
Críticas ordenadas por utilidad
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7
27 de noviembre de 2014
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Quitando los fallos de planteamiento que este drama social y naturalista pudiera tener (y algo me dice que los tiene, pero estoy poco familiarizada con el sector empresarial), se expone una situación crítica que por desgracia está demasiado vigente: una mujer podría perder su empleo. Detrás de la demoledora noticia que su compañera de trabajo y amiga le anuncia por teléfono, se agazapa este sistema corrupto e insolidario en el que sólo se mira por el dinero, los beneficios y un materialismo alentado por la feroz sociedad de consumo. Toda la legión de trabajadores que pelean por llegar a fin de mes haciendo precarios equilibrios, temen a un monstruo que siempre planea sobre ellos: el desempleo. Y cuando tienes una familia que mantener, una casa que pagar, un coche y todos los gastos agregados (alimentación, ropa, material para el colegio, medicamentos, facturas de luz, de agua, de gas, de teléfono, comunidad, contribuciones, combustible, revisiones periódicas del coche, pasarle la ITV, averías varias, seguros del hogar y del vehículo, otros gastos, por supuesto también los de darse algún caprichillo, porque a ver para qué coño se deja uno los cuernos si luego no disfrutas de la vida porque el sueldo no te llega...) no puedes permitirte perder tu empleo aunque ello suponga tragarte tu dignidad. Ponerse el mundo por montera sólo es viable para los que disponen de una red que les proteja de los batacazos y que, seamos sinceros, se pueden permitir mandar a la mierda a quien quieran (o sea, que tienen pasta y poder para hacerlo).
De modo que es bastante penoso seguir las andanzas de esta mujer porque te pones en su lugar y qué jodido tener que rebajarte y mendigar para que tus compañeros decidan compadecerse, ser solidarios y renunciar a su paga extra para que no te echen. Se les pide un acto de altruismo que deja caer el punto fuerte de este casi docudrama de los Dardenne: ¿Está uno dispuesto a rechazar una suma que le corresponde (y que, con los ajustados o insuficientes sueldos que muchos ganan, nunca sobra) para ayudar a una compañera? Las diversas respuestas y reacciones que Sandra va recabando casa por casa y llamada tras llamada, representan un complejo entramado, bien retratado, de diferentes circunstancias personales y familiares de cada uno de los implicados.
De la compasión y empatía al rechazo violento, pasando por estados intermedios de algunos que si pudieran la apoyarían pero necesitan la paga, y otros que tienen miedo de ser despedidos si la apoyan, entre las certezas de unos y los titubeos de otros, respuestas educadas, agresivas y esquivas, uno se pregunta qué le diría a ella si se presentara en su puerta. Dependería de nuestra personalidad y de lo apurados que anduviéramos. ¿Persistiríamos en una negativa categórica, pensando sólo en nuestro pellejo, en que si se cede a la piedad se es debilucho? ¿Nos sentiríamos fatal por tener que negarle el voto pero es el único sueldo que entra en casa y, como ella, sudamos sangre para llegar a fin de mes? ¿Comprenderíamos su sufrimiento, lo humillada que se debe de sentir, el momento tan bajo por el que atraviesa, y sopesaríamos detenidamente las opciones para ver si le podemos echar el cable?
El periplo de Sandra en ese fin de semana entre el infierno y la esperanza, tan sobrio como es propio de los Dardenne, está lleno de altibajos, oscilando entre la capitulación y las ganas de luchar y, en su frágil estado emocional, ella es una de tantas enganchadas a ansiolíticos o antidepresivos, pero con la suerte de contar con un marido que la idolatra y dos hijos encantadores (supongo que los directores podrían haber optado por cargar las tintas y haberle colocado un panorama familiar menos halagüeño, pero tal vez no lo han hecho para que el personaje no caiga en lo excesivamente lastimoso).
No me parece un film redondo, pero sí uno con el que el espectador medio se puede identificar perfectamente porque el que más o el que menos se ha visto en situaciones idénticas o similares.
7
29 de octubre de 2014
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay guerras silenciosas que no sirven para conquistar territorios ni promulgar religiones. Nuestras verdaderas guerras son aquellas que nos llevan a pelear con todas nuestras fuerzas por las cosas que nos hagan sentir vivos e importantes, por aquello que realmente necesitamos.

Los hermanos belgas Jean-Pierre y Luc Dardenne con una extensa carrera cinematográfica a sus espaldas nos presentan una nueva película que ha estado en sección oficial en Cannes y Valladolid, y que se ubica dentro de la épica personal y del cine con consciencia social. "Dos días, una noche" es una película con una premisa francamente interesante y donde la realización de cada detalle, así como la inclusión de Marion Cotillard como protagonista tiene un significado mucho más allá del comercial.
Sandra, una madre de familia que acaba de superar una depresión, recibe la noticia de que va a ser despedida tras la votación que se ha realizado entre todos sus compañeros de trabajo. En dicha votación los empleados tenían que decidir si mantener su paga extra despidiendo así a Sandra, o por el contrario rechazar la paga extra y así mantener el puesto de trabajo de su compañera. Una encrucijada en la que son colocados todos los empleados por indicaciones de la empresa y de la que nuestra protagonista tratará de salir. Una película que está basada en un caso real.

Contemplar "Dos días, una noche" trasgrede la pantalla y puede llegar a ser extenuante. El estilo de filmación tan contemplativo nos permite seguir a la protagonista a cada paso, en cada conversación, en cada lágrima de su depresivo y complicado fin de semana; algo que aproxima a la historia pero en lo que se abusa en parte ocasionando a cierto tipo de espectador –no tan acostumbrado a este tipo de cine– algo de tedio y aburrimiento. La pretensión es clara: hacerte partícipe de una triste situación laboral muy presente en la sociedad actual, para desgracia de todos. Tampoco es casual la elección de la actriz protagonista. El hecho de contemplar a una de las actrices más atractivas y glamurosas del cine francés y mundial (Marion Cotillard) como una persona frágil, desaliñada y depresiva no deja de ser una invitación a la reflexión: esto me puede pasar a mí.

Los Dardenne logran reanimar la intensidad del espectador –perdida en la parte central– a medida que llega el desenlace de la historia. De una historia exenta de banda sonora a excepción de un par de canciones de radio, una de ellas con un momento de gran sensibilidad. El resultado de una votación de alguien que ha luchado por ello, siempre apoyada por su marido (un paciente Fabrizio Rongione), y que en el fondo no es una lucha meramente laboral, sino una lucha por la vida y por una ideología. Una lucha por la recuperación de lo colectivo en detrimento de lo individual y que tan bien no haría en nuestra sociedad actual.

En definitiva un drama con conciencia que oculta una gran potencia dentro de ese aire minimalista y de poca cosa. Muy interesante a pesar de que alguna reacción de algún personaje es excesiva e innecesaria.

Lo mejor: Marion Cotillard. La reflexión postrera, algo que fortalece el sentido de su visionado.
Lo peor: Alguna reacción innecesaria. Se puede llegar a hacer algo pesada en la parte central.

Valoración:
Banda sonora: -
Fotografía: 6
Interpretaciones: 8
Guion: 7
Dirección: 7
Satisfacción: 7
NOTA FINAL: 7

@hilodeseda - www.habladecine.com
9
29 de enero de 2021
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
En “Tiempos modernos” (1936), Charles Chaplin interpretaba al operario de una fábrica a principios del siglo XX. Lo retrataba como un engranaje más de la cadena de montaje . Para ello, la enorme e impasible maquinaria (aquella que le suministraba, una tras otra, las piezas que debía atornillar) llegaba incluso a engullirlo.

Hoy, claro, los tiempos han cambiado. Son más modernos. O no tanto.

En “Dos días, una noche”, Marion Cotillard interpreta a Sandra, esposa, madre de dos niños de corta edad, que se dispone a regresar a su puesto laboral tras una baja por depresión. Se trata de una fábrica de montaje y soldadura de piezas electrónicas, un puesto de trabajo que recuerda (actualizado) al de Chaplin en “Tiempos modernos”. Sin embargo, el enemigo de Sandra no es ahora, casi un siglo después, una descomunal y fría máquina.

Sandra será engullida, sí. Y lo será en esta ocasión por algo igual de insensible y voluminoso. Estamos hablando de la terrible mecánica de un sistema económico sin alma, del engranaje lacerante de eso que algunos definen como ‘los mercados’. Estamos hablando de la desnaturalización de las relaciones laborales. De esta forma, se aprietan las tuercas con el objetivo de aumentar los márgenes de beneficios. En particular, se hace en los sectores laborales más débiles de la cadena. Productividad, lo llaman. A esto se enfrentará Sandra de una manera que conviene descubrir por nosotros mismos en el film.

Los hermanos Dardenne despliegan toda esta potente línea ideológica y sociológica de una forma natural, a partir de un conflicto dramático sencillo pero que se va desplegando hasta mostrar, capa tras capa, una generalidad mucho mayor. Por otro lado, el verdadero dolor llega cuando Sandra afronta sus miedos, cuando debe darle valor a su dignidad. Es entonces, justo en el momento de mayor flaqueza, cuando ella descubre que tal vez la clave está en la resistencia. Sandra lucha y busca romper el individualismo inoculado a todos aquellos que dependen de un salario a fin de mes, una mísera cantidad de dinero que, en muchos casos ya, tan solo sirve para sobrevivir.

El estilo narrativo de los directores belgas no puede, a estas alturas, engañar a nadie porque se siente tan real como la vida. Ya no solo por las historias que eligen proyecto tras proyecto, sino por su caligrafía de silencios; en realidad, de pistas de audio tomadas de manera exhaustiva de los entornos por donde se mueven los protagonistas. Y en relación a esto último, es sorprendente la manera orgánica con la que fluye la cámara cerca de sus personajes principales, dándole tiempo a que éstos transiten considerables distancias físicas hasta que llegan al lugar donde se desarrolla la acción. Además, la duración extrema de los planos permite a Marion Cotillard potenciar su papel. Se trata de uno de esos trabajos que requiere arrancar desde muy abajo, con el personaje en un estado de pérdida absoluta de referentes afectivos, vulnerable, medicado y sedado a base de una concatenación infinita de pastillas, y, por si fuera poco, envuelto en una desgarradora espiral de autodestrucción. ¿Reflejo quizá, tras el golpe de la crisis económica de 2008, de una parte importante de la etiquetada como clase media?

En definitiva, “Dos días, una noche” es una epopeya intimista, comprometida con su tiempo, pero donde también hay espacio para la esperanza y el amor propio.

https://cautivodelmal.wordpress.com/
5
7 de julio de 2015
17 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los Laureles otorgados, adornados con hermosas palabras, por grandes infames críticos, por extraordinarios conocidos premios y nominaciones artísticas mundiales, para mí no dejan de ser un Perejil estéril de acompañamiento.

La película gira entorno a una mujer y su futura pérdida de empleo, donde las consecuencias no sólo son aplicables a ella, sino al entorno familiar y al de los compañeros de trabajo. Un film, sobre el papel, interesante.

Principalmente es una película para explayarse, y así lo intenta Cotillard actriz principal y motor del film, pero su actuación no cuaja y en muchos momentos su forma de interpretar es parecida e incluso idéntica ante situaciones contradictorias, su expresión de hambre y cansancio es la misma incluso ante una buena noticia y si a eso le unimos la carencia de emoción argumental, ya que las situaciones son lineales y previsibles, y una mala dirección que llega a ser algo sobria, conduce durante momentos a perderse, aunque gracias al creador, no a dormirse.

En fin, un film sobrevalorado, lento, aburrido por momentos, que para mi gusto, se perderá en una semana en mi laberínticos recuerdos, aparcada.
5
23 de noviembre de 2014
12 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
La propuesta de los hermanos Dardenne parte de una premisa muy acorde con nuestros días: ¿seríamos capaces de renunciar a algo que deseamos para ayudar a otro ser humano? A pesar de que la palabra «sí» amenaza con irrumpir en la boca, las circunstancias que rodean a esa respuesta pueden ser intrincadas, y los directores se encargan de explorarlas y retratarlas de forma minuciosa.

La vergüenza, la frustración y la desesperanza se abren paso en esta aproximación a un problema que azota a una gran parte de la población mundial. Tal vez nos identifiquemos con alguno de sus personajes, pero algo falla en el relato. Los hechos se exponen, se examinan y analizan escrupulosamente, tal y como haría un científico en su laboratorio o un periodista en su investigación para un artículo. Pero, cuando el que lo hace es un director (o directores) de cine, el resultado se torna aburrido e insípido, con una nula capacidad por parte de sus personajes para transmitirnos emociones. Los compañeros de trabajo no son más que una sucesión de rostros con un guión, con unas historias parcamente vislumbradas y, en algunos casos, predecibles. Por su parte, la interpretación de Marion Cotillard es correcta, pero rezuma una frialdad y una aparente indiferencia que nos hace imposible empatizar con ella; esto impide llegar a las entrañas de su protagonista y, por extensión, de la película (comentario en spoiler).

Nos encontramos con una película correcta en su ejecución, pero carente de sentimiento, algo imprescindible en una historia de estas características.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La escena del suicidio frustrado roza lo absurdo; cuando parece que la película va a alcanzar un punto álgido, se desinfla dejándonos una sensación de desconcierto.
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