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Voto de Vivoleyendo:
7
Drama Sandra dispone sólo de un fin de semana para ir a ver a sus colegas y convencerlos de que renuncien a su paga extraordinaria para que ella pueda conservar su trabajo. Su marido la acompaña para apoyarla. (FILMAFFINITY)
27 de noviembre de 2014
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Quitando los fallos de planteamiento que este drama social y naturalista pudiera tener (y algo me dice que los tiene, pero estoy poco familiarizada con el sector empresarial), se expone una situación crítica que por desgracia está demasiado vigente: una mujer podría perder su empleo. Detrás de la demoledora noticia que su compañera de trabajo y amiga le anuncia por teléfono, se agazapa este sistema corrupto e insolidario en el que sólo se mira por el dinero, los beneficios y un materialismo alentado por la feroz sociedad de consumo. Toda la legión de trabajadores que pelean por llegar a fin de mes haciendo precarios equilibrios, temen a un monstruo que siempre planea sobre ellos: el desempleo. Y cuando tienes una familia que mantener, una casa que pagar, un coche y todos los gastos agregados (alimentación, ropa, material para el colegio, medicamentos, facturas de luz, de agua, de gas, de teléfono, comunidad, contribuciones, combustible, revisiones periódicas del coche, pasarle la ITV, averías varias, seguros del hogar y del vehículo, otros gastos, por supuesto también los de darse algún caprichillo, porque a ver para qué coño se deja uno los cuernos si luego no disfrutas de la vida porque el sueldo no te llega...) no puedes permitirte perder tu empleo aunque ello suponga tragarte tu dignidad. Ponerse el mundo por montera sólo es viable para los que disponen de una red que les proteja de los batacazos y que, seamos sinceros, se pueden permitir mandar a la mierda a quien quieran (o sea, que tienen pasta y poder para hacerlo).
De modo que es bastante penoso seguir las andanzas de esta mujer porque te pones en su lugar y qué jodido tener que rebajarte y mendigar para que tus compañeros decidan compadecerse, ser solidarios y renunciar a su paga extra para que no te echen. Se les pide un acto de altruismo que deja caer el punto fuerte de este casi docudrama de los Dardenne: ¿Está uno dispuesto a rechazar una suma que le corresponde (y que, con los ajustados o insuficientes sueldos que muchos ganan, nunca sobra) para ayudar a una compañera? Las diversas respuestas y reacciones que Sandra va recabando casa por casa y llamada tras llamada, representan un complejo entramado, bien retratado, de diferentes circunstancias personales y familiares de cada uno de los implicados.
De la compasión y empatía al rechazo violento, pasando por estados intermedios de algunos que si pudieran la apoyarían pero necesitan la paga, y otros que tienen miedo de ser despedidos si la apoyan, entre las certezas de unos y los titubeos de otros, respuestas educadas, agresivas y esquivas, uno se pregunta qué le diría a ella si se presentara en su puerta. Dependería de nuestra personalidad y de lo apurados que anduviéramos. ¿Persistiríamos en una negativa categórica, pensando sólo en nuestro pellejo, en que si se cede a la piedad se es debilucho? ¿Nos sentiríamos fatal por tener que negarle el voto pero es el único sueldo que entra en casa y, como ella, sudamos sangre para llegar a fin de mes? ¿Comprenderíamos su sufrimiento, lo humillada que se debe de sentir, el momento tan bajo por el que atraviesa, y sopesaríamos detenidamente las opciones para ver si le podemos echar el cable?
El periplo de Sandra en ese fin de semana entre el infierno y la esperanza, tan sobrio como es propio de los Dardenne, está lleno de altibajos, oscilando entre la capitulación y las ganas de luchar y, en su frágil estado emocional, ella es una de tantas enganchadas a ansiolíticos o antidepresivos, pero con la suerte de contar con un marido que la idolatra y dos hijos encantadores (supongo que los directores podrían haber optado por cargar las tintas y haberle colocado un panorama familiar menos halagüeño, pero tal vez no lo han hecho para que el personaje no caiga en lo excesivamente lastimoso).
No me parece un film redondo, pero sí uno con el que el espectador medio se puede identificar perfectamente porque el que más o el que menos se ha visto en situaciones idénticas o similares.
Vivoleyendo
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