Los Fabelman
7.0
17,004
Drama
Film semiautobiográfico de la propia infancia y juventud de Spielberg. Ambientada a finales de la década de 1950 y principios de los años 60, un niño de Arizona llamado Sammy Fabelman, influido por su excéntrica madre, artista (Michelle Williams), y su pragmático padre, ingeniero informático (Paul Dano), descubre un secreto familiar devastador y explora cómo el poder de las películas puede ayudarlo a contar historias y a forjar su propia identidad. [+]
28 de febrero de 2023
28 de febrero de 2023
19 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Era cuestión de tiempo que Steven Spielberg acabase dirigiendo una película como “Los Fabelman”; más allá del hecho coyuntural de que los relatos cinematográficos de infancia y adolescencia contados en primera persona se hayan puesto más o menos de moda hoy en día (Cuarón, Sorrentino, Gray o Branagh recogiendo el testigo y siguiendo la estela abierta en su día por los Fellini o Truffaut). En cualquier caso, estamos ante un caso excepcional: a lo largo de su ya dilatada carrera, Spielberg se ha encargado previamente de dejar por el camino las suficientes miguitas de pan para que quienes crecimos viendo y amando sus películas sepamos a estas alturas todo o casi todo sobre él. De un modo sutil y transparente a la vez. No hay nada pues que se cuente en “Los Fabelman” que en principio nos deba pillar de nuevas. Gracias a sus películas más icónicas, con el tiempo hemos podido ir descubriendo no sólo detalles de la personalidad del director, sino también episodios concretos de su vida, especialmente de sus primeros años en el mundo. Supimos así de su temprana cinefilia y de su precocidad en el oficio de hacer películas, o de su estricta educación en el judaísmo desde la más tierna infancia. El de Ohio nos habló también entre líneas del bullyng que sufrió durante su etapa adolescente o, con algo menos de sutilezas, del trauma que le supuso,también en la edad púber, el divorcio de sus padres.
Puede que ese “deja vu” constante en la obra spilberiana le reste puntos a una propuesta tan en principio incontestable como esta. A cambio, en “Los Fabelman” nos encontramos con un Steven especialmente cauto a la hora de manejar un material tan sensible como el que tiene entre manos, que reprime como nunca sus ramalazos y sus tics habituales (aunque haberlos también haylos). A pesar de que la ocasión se prestaba, el director se nos muestra sorprendentemente menos tendencioso, manipulador y blandengue que en otras ocasiones (que conste que no siempre ha de verse matiz peyorativo en estos tres adjetivos). Spielberg vuelve a jugar la baza de lo emocional y vuelve a ganar. Nos vuelve a ganar como espectadores.
La diferencia básica estriba en que mientras a Cuarón o a Branagh les puedes respetar más o menos como realizadores y profesionales, lo de Spielberg directamente es otra cosa. A Spielberg lo consideras parte de tu vida y - por qué no - hasta de tu familia, es como ese tío lejano que tienes en América y que de vez en cuando te trae regalos en forma de películas. Por tanto de entrada ya no puedes sentir de la misma forma “Belfast” que “Los Fabelman”. Además un film de Spielberg puede ser bueno, malo o regular, fallido o acertado, mediocre o sublime, lo que nunca puede dejar de ser es una experiencia emocionante. Y cada estreno de Spielberg era (es) siempre un acontecimiento; recuerdas perfectamente en qué cine lo viste, con quién lo viste, si el de al lado hacía ruido con las palomitas o si la sala estaba llena o vacía. Quizá al final lo de menos fuese comprobar que la película no había colmado las expectativas previstas.
Como dice un buen amigo mío, Spielberg tiene el don mágico de volvernos niños antes incluso de que eche a andar el proyector (un señor francés que trabajó con él le dijo “Haz algo con niños” y se sacó de la chistera “ET, el extraterrestre”). ”. En “Los Fabelman”, Spielberg vuelve a su propia infancia que es también un poquito la nuestra. Con la perspectiva del tiempo, que uno ya tiene sus años, uno también descubre que no vivirá un momento más mágico dentro de una sala oscura que aquella primera vez en la que se sentó delante de una pantalla grande esperando a que se apagasen las luces. Lo más cercano a eso es siempre una película de Spielberg. Lo reconocerán incluso quienes hoy han renegado ya definitivamente de él y son más de Albert Serra o Apichatpong Weerasethakul, pero crecieron viendo “En busca del arca perdida” o “Parque Jurásico”. Puede que si le dan una oportunidad a “Los Fabelman” vuelvan a sentir esa magia y a recuperar esa inocencia que un día perdieron entre la penumbra de un patio de butacas.
Puede que ese “deja vu” constante en la obra spilberiana le reste puntos a una propuesta tan en principio incontestable como esta. A cambio, en “Los Fabelman” nos encontramos con un Steven especialmente cauto a la hora de manejar un material tan sensible como el que tiene entre manos, que reprime como nunca sus ramalazos y sus tics habituales (aunque haberlos también haylos). A pesar de que la ocasión se prestaba, el director se nos muestra sorprendentemente menos tendencioso, manipulador y blandengue que en otras ocasiones (que conste que no siempre ha de verse matiz peyorativo en estos tres adjetivos). Spielberg vuelve a jugar la baza de lo emocional y vuelve a ganar. Nos vuelve a ganar como espectadores.
La diferencia básica estriba en que mientras a Cuarón o a Branagh les puedes respetar más o menos como realizadores y profesionales, lo de Spielberg directamente es otra cosa. A Spielberg lo consideras parte de tu vida y - por qué no - hasta de tu familia, es como ese tío lejano que tienes en América y que de vez en cuando te trae regalos en forma de películas. Por tanto de entrada ya no puedes sentir de la misma forma “Belfast” que “Los Fabelman”. Además un film de Spielberg puede ser bueno, malo o regular, fallido o acertado, mediocre o sublime, lo que nunca puede dejar de ser es una experiencia emocionante. Y cada estreno de Spielberg era (es) siempre un acontecimiento; recuerdas perfectamente en qué cine lo viste, con quién lo viste, si el de al lado hacía ruido con las palomitas o si la sala estaba llena o vacía. Quizá al final lo de menos fuese comprobar que la película no había colmado las expectativas previstas.
Como dice un buen amigo mío, Spielberg tiene el don mágico de volvernos niños antes incluso de que eche a andar el proyector (un señor francés que trabajó con él le dijo “Haz algo con niños” y se sacó de la chistera “ET, el extraterrestre”). ”. En “Los Fabelman”, Spielberg vuelve a su propia infancia que es también un poquito la nuestra. Con la perspectiva del tiempo, que uno ya tiene sus años, uno también descubre que no vivirá un momento más mágico dentro de una sala oscura que aquella primera vez en la que se sentó delante de una pantalla grande esperando a que se apagasen las luces. Lo más cercano a eso es siempre una película de Spielberg. Lo reconocerán incluso quienes hoy han renegado ya definitivamente de él y son más de Albert Serra o Apichatpong Weerasethakul, pero crecieron viendo “En busca del arca perdida” o “Parque Jurásico”. Puede que si le dan una oportunidad a “Los Fabelman” vuelvan a sentir esa magia y a recuperar esa inocencia que un día perdieron entre la penumbra de un patio de butacas.
13 de febrero de 2023
13 de febrero de 2023
17 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando alguien pone cariño en lo que quiere contar, puede llegar a crear una atmósfera mágica y sumergir al receptor en ella. Y es lo que sucede en Los Fabelman, una carta de amor de Steven Spielberg al cine, en la que el espectador puede vivir una experiencia visual hipnótica, envuelta en una música de piano embriagadora. Como consecuencia, esa estética de cuento ayuda a que el extenso metraje pase rápido y la cinta sea disfrutable.
Esta autobiografía ficcionada de Spielberg es una película coming-of-age narrada a través de la mirada limpia de su pequeño protagonista, Sammy Fabelman, que va evolucionando hasta el encuentro decisivo para su carrera. En ella, el director eleva un canto a la familia, al arte –en concreto al séptimo– y a encontrar la propia identidad.
En su conjunto es agradable, pues Sammy logra apreciar belleza a través de la lente aun en medio de la desgracia. Aun así, Spielberg no deja de mostrar los errores humanos que pueden llevar a que el núcleo familiar se desmorone. Eso sí, lo hace con una cantidad de dulzura (empalagosa para algunos) y un exceso de afecto y optimismo que resta valor y credibilidad a su consejo sobre dejarse llevar por el corazón, pues deriva en una coyuntura inverosímil.
No obstante, este film personal, que desprende devoción por las cámaras y sus seres queridos, cuenta con una fotografía fascinante y unas magníficas interpretaciones que permiten deleitarse durante un buen rato.
www.contraste.info
Esta autobiografía ficcionada de Spielberg es una película coming-of-age narrada a través de la mirada limpia de su pequeño protagonista, Sammy Fabelman, que va evolucionando hasta el encuentro decisivo para su carrera. En ella, el director eleva un canto a la familia, al arte –en concreto al séptimo– y a encontrar la propia identidad.
En su conjunto es agradable, pues Sammy logra apreciar belleza a través de la lente aun en medio de la desgracia. Aun así, Spielberg no deja de mostrar los errores humanos que pueden llevar a que el núcleo familiar se desmorone. Eso sí, lo hace con una cantidad de dulzura (empalagosa para algunos) y un exceso de afecto y optimismo que resta valor y credibilidad a su consejo sobre dejarse llevar por el corazón, pues deriva en una coyuntura inverosímil.
No obstante, este film personal, que desprende devoción por las cámaras y sus seres queridos, cuenta con una fotografía fascinante y unas magníficas interpretaciones que permiten deleitarse durante un buen rato.
www.contraste.info
11 de febrero de 2023
11 de febrero de 2023
16 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Spielberg se refleja en “Los Fabelman” a través de dos historias: una puramente externa en la cuestión de la familia, los amigos, las novias, etc., y otra puramente interna, en la cuestión de mostrar la ambición del personaje por el cine, y cómo el hacer películas le ayuda a forjar una identidad.
El film hace un gran trabajo en cuanto a la relación dramática que hay entre las dos historias, de manera que lo que filma afecta a su vida personal o viceversa. La narrativa fusiona las dos capas de la historia para que vayan de la mano.
Constantemente se insiste en diferenciar la “afición” de Tom (Gabriel LaBelle) a filmar, con los conflictos personales. Pero la narrativa no olvida la poca distancia que hay en realidad entre esas dos cosas. Si para Tom el cine se trata de inmortalizar las imágenes para hacerlas impactantes, la película demuestra eso, de manera que todo lo que Tom rueda sobre su familia y sus amigos, tanto lo bueno como lo malo, va a aportar algo a la narración para que la historia avance. La afición se entremezcla con lo íntimo para darle un sentido, y la suma de las dos cosas da como resultado una muestra de la visión que tiene Spielberg sobre el mundo. Al tener una función narrativa, el acto de crear imágenes se convierte en algo simbólico. Por lo tanto, el leitmotiv cinéfilo de la película no es un simple adorno, ya que de alguna manera demuestra a través de lo personal el porqué de la atracción de las imágenes hacia el personaje.
De todas maneras, “Los Fabelman” apuesta más por una cuestión emocional que por una cuestión formal. La historia puede ser emocionante, ya que da un acercamiento muy íntimo al drama familiar, pero el estilo de la película no acompaña la emoción. Se hace más interesante el contenido que la forma: una bonita historia relatada de manera un tanto genérica. Cuando en “Babylon” se contaba una historia sobre cine con apariencia de cine, “Los fabelman” cuenta una historia sobre cine con una intención formal mucho más pasiva, y el espectador lo vive con demasiada distancia. El film está rodado y planificado con brillantez técnica, pero hay algo que falta más allá de lo simplemente acertado. Tiene algunas imágenes bonitas (véase el Tom niño observando los trenes chocando en el cine al estilo "Cinema Paradiso" o la madre bailando delante del coche), pero poco dicen independientemente de lo superficial.
Como si para Spielberg, el hecho de recrear sus recuerdos justificara la simpleza narrativa.
Además, seguramente no sea el único que esperaba ver una autobiografía de Spielberg, pero se ha llevado una decepción al no ver por ningún lado a Indiana o a E.T. Solo he visto la historia de un joven que podría ser Spielberg como podría ser cualquier otro. No hay nada concreto que me diga demasiado de él, y el resultado se queda en el drama familiar sesentero de toda la vida. No se muestran sino que se cuentan las motivaciones del personaje, un personaje más narrador que protagonista. Un niño americano apasionado por el cine porque quiere inmortalizar los momentos idealizados, cosa que le viene de familia… nunca dejará de ser algo bonito, pero me atrevería a asegurar que eso no es lo único que hacía grande al cine para Spielberg. Así que la historia se acaba quedando en lo trivial, y prevalecen más las emociones del personaje que su genialidad. Quizá hubiese sido más interesante mostrar lo que le hace diferente de los demás, a través de su visión artística. De dónde surgen las grandes historias.
Las mejores y más entretenidas secuencias de “Los Fabelman” son las de Tom filmando películas del oeste en 8mm con sus amigos. Parecía que el film se iba acercando poco a poco al Spielberg más dirigente y entusiasta, además de ser unas secuencias narradas técnicamente a la perfección (aunque en realidad todas en la película). Pero el film se acaba yendo por una rama más "high school" y acaba contando la historia de un chaval que sufre acoso por ser judío (¿o por ser un pringado? Puede que las dos, o ninguna).
Al final, no deja de ser una historia sobre el arquetipo americano: los años mozos, bailes de graduación, ligoteos, bullying y voleibol. Banalidades. Es una historia extremadamente suavizada y autoindulgente. Parece que Sam lo hace todo bien, son los demás los que se equivocan. No hubiese estado de más mostrar de él una cara algo más sombría. En "Boyhood" (Richard Linklater, 2014) el protagonista pasa por esa fase de la pubertad medio deprimente donde no sabe qué hacer con su vida, casi como una crisis de identidad. En él sí que me veo reflejado porque muestra algo muy verdadero. En "Los fabelman" solo vemos la mejor versión de cada uno como si de un perfil de Instagram se tratase, y además se añaden falsos conflictos dramáticos con la familia y los compañeros de clase para hacer creer al espectador que los personajes lo están pasando mal. Con tanta falsedad me es imposible identificarme con el protagonista.
Creo que no está tan claro lo que es realmente una película "personal". ¿Es una película personal una película autobiográfica? ¿O una película en la que el director muestra su perspectiva sobre la historia, aunque trate sobre personajes despreciables, también es una personal? Siento que "Los fabelman" es una película falsamente personal. Spielberg ha querido hacer de lo íntimo algo épico. Una película personal con la que cualquiera se pueda identificar. Quizá de ahí viene mi sensación de haber visto una historia mediocre y genérica. Sigo en la sección Spoilers.
El film hace un gran trabajo en cuanto a la relación dramática que hay entre las dos historias, de manera que lo que filma afecta a su vida personal o viceversa. La narrativa fusiona las dos capas de la historia para que vayan de la mano.
Constantemente se insiste en diferenciar la “afición” de Tom (Gabriel LaBelle) a filmar, con los conflictos personales. Pero la narrativa no olvida la poca distancia que hay en realidad entre esas dos cosas. Si para Tom el cine se trata de inmortalizar las imágenes para hacerlas impactantes, la película demuestra eso, de manera que todo lo que Tom rueda sobre su familia y sus amigos, tanto lo bueno como lo malo, va a aportar algo a la narración para que la historia avance. La afición se entremezcla con lo íntimo para darle un sentido, y la suma de las dos cosas da como resultado una muestra de la visión que tiene Spielberg sobre el mundo. Al tener una función narrativa, el acto de crear imágenes se convierte en algo simbólico. Por lo tanto, el leitmotiv cinéfilo de la película no es un simple adorno, ya que de alguna manera demuestra a través de lo personal el porqué de la atracción de las imágenes hacia el personaje.
De todas maneras, “Los Fabelman” apuesta más por una cuestión emocional que por una cuestión formal. La historia puede ser emocionante, ya que da un acercamiento muy íntimo al drama familiar, pero el estilo de la película no acompaña la emoción. Se hace más interesante el contenido que la forma: una bonita historia relatada de manera un tanto genérica. Cuando en “Babylon” se contaba una historia sobre cine con apariencia de cine, “Los fabelman” cuenta una historia sobre cine con una intención formal mucho más pasiva, y el espectador lo vive con demasiada distancia. El film está rodado y planificado con brillantez técnica, pero hay algo que falta más allá de lo simplemente acertado. Tiene algunas imágenes bonitas (véase el Tom niño observando los trenes chocando en el cine al estilo "Cinema Paradiso" o la madre bailando delante del coche), pero poco dicen independientemente de lo superficial.
Como si para Spielberg, el hecho de recrear sus recuerdos justificara la simpleza narrativa.
Además, seguramente no sea el único que esperaba ver una autobiografía de Spielberg, pero se ha llevado una decepción al no ver por ningún lado a Indiana o a E.T. Solo he visto la historia de un joven que podría ser Spielberg como podría ser cualquier otro. No hay nada concreto que me diga demasiado de él, y el resultado se queda en el drama familiar sesentero de toda la vida. No se muestran sino que se cuentan las motivaciones del personaje, un personaje más narrador que protagonista. Un niño americano apasionado por el cine porque quiere inmortalizar los momentos idealizados, cosa que le viene de familia… nunca dejará de ser algo bonito, pero me atrevería a asegurar que eso no es lo único que hacía grande al cine para Spielberg. Así que la historia se acaba quedando en lo trivial, y prevalecen más las emociones del personaje que su genialidad. Quizá hubiese sido más interesante mostrar lo que le hace diferente de los demás, a través de su visión artística. De dónde surgen las grandes historias.
Las mejores y más entretenidas secuencias de “Los Fabelman” son las de Tom filmando películas del oeste en 8mm con sus amigos. Parecía que el film se iba acercando poco a poco al Spielberg más dirigente y entusiasta, además de ser unas secuencias narradas técnicamente a la perfección (aunque en realidad todas en la película). Pero el film se acaba yendo por una rama más "high school" y acaba contando la historia de un chaval que sufre acoso por ser judío (¿o por ser un pringado? Puede que las dos, o ninguna).
Al final, no deja de ser una historia sobre el arquetipo americano: los años mozos, bailes de graduación, ligoteos, bullying y voleibol. Banalidades. Es una historia extremadamente suavizada y autoindulgente. Parece que Sam lo hace todo bien, son los demás los que se equivocan. No hubiese estado de más mostrar de él una cara algo más sombría. En "Boyhood" (Richard Linklater, 2014) el protagonista pasa por esa fase de la pubertad medio deprimente donde no sabe qué hacer con su vida, casi como una crisis de identidad. En él sí que me veo reflejado porque muestra algo muy verdadero. En "Los fabelman" solo vemos la mejor versión de cada uno como si de un perfil de Instagram se tratase, y además se añaden falsos conflictos dramáticos con la familia y los compañeros de clase para hacer creer al espectador que los personajes lo están pasando mal. Con tanta falsedad me es imposible identificarme con el protagonista.
Creo que no está tan claro lo que es realmente una película "personal". ¿Es una película personal una película autobiográfica? ¿O una película en la que el director muestra su perspectiva sobre la historia, aunque trate sobre personajes despreciables, también es una personal? Siento que "Los fabelman" es una película falsamente personal. Spielberg ha querido hacer de lo íntimo algo épico. Una película personal con la que cualquiera se pueda identificar. Quizá de ahí viene mi sensación de haber visto una historia mediocre y genérica. Sigo en la sección Spoilers.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
En cualquier caso, en la última escena Sam conoce a John Ford (enorme e inesperado David Lynch) y este le da una lección de cine: cuando la línea de horizonte está arriba o abajo, una película es interesante, pero cuando está en medio, no. En el último plano, Sam camina por una calle y la línea de horizonte está en medio, pero la cámara se corrige y hace que la línea esté abajo. Seguramente es la mejor escena de la película, ya que es quizá el único momento donde la forma hace caso al contenido (por fin se muestra algo sobre ideas cinematográficas). Pero la escena me da a entender algo sobre el film: quizá durante las dos horas y media solo hemos visto una línea de horizonte en el medio. Como si en ese momento la película se diese cuenta de lo poco interesante que ha sido formalmente.
Da la sensación de que para Spielberg la tesis de "los ricos también lloran" es en realidad un drama universal en el que cualquiera puede verse reflejado. Aunque la película sea disfrutable, no hay mucho más allá de una recreación del pasado. Parece que el director ha hecho más un homenaje a sí mismo que al cine, azucarado y poco arriesgado.
Siete Oscars nominados más por los nombres del cartel que por otra cosa. ¿Recomendable? A toda la familia. Pero que nadie se sorprenda si al día siguiente la ha olvidado.
Da la sensación de que para Spielberg la tesis de "los ricos también lloran" es en realidad un drama universal en el que cualquiera puede verse reflejado. Aunque la película sea disfrutable, no hay mucho más allá de una recreación del pasado. Parece que el director ha hecho más un homenaje a sí mismo que al cine, azucarado y poco arriesgado.
Siete Oscars nominados más por los nombres del cartel que por otra cosa. ¿Recomendable? A toda la familia. Pero que nadie se sorprenda si al día siguiente la ha olvidado.
17 de febrero de 2023
17 de febrero de 2023
17 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Solo Spielberg puede hacer que una película solemnemente aburrida con un argumento tan plano se convierta en una sólida candidatura a los Óscar. La única baza con la que juega la película es aquello tan manido de "el cine dentro del cine". En fin, buenas actuaciones, buena dirección para un tostón mayúsculo, de un director que dentro de su brillante carrera se puede permitir estas licencias autobiográficas.
12 de febrero de 2023
12 de febrero de 2023
12 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mencionar a Steven Spielberg son palabras mayores. Con su prolífica filmografía nos ha dejado auténticas joyas eternas del cine, así como otras obras tan insulsas como olvidables. A pesar de una carrera algo irregular, ha grabado su nombre a fuego en la industria cinematográfica como sello de calidad y de éxito taquillero.
Hablar de Spielberg es rememorar la magia de nuestra más tierna infancia, de jugar con la fantasía, de profundizar en las relaciones paterno-filiales. Con sus defectos y virtudes, el rey Midas de Hollywood es el cine en sí mismo y así lo vuelve a plasmar en esta obra, tan ambiciosa como arriesgada, tan sutil como humana, tan vital como hipnótica.
Y es que, sin alardes, sin baratas y absurdas pretensiones, el director nos abre las puertas a su lado más personal, a su pasado familiar, alejándose de cualquier tipo de autocomplacencia e intentando ser un juez y parte en las complejas relaciones familiares durante su infancia y adolescencia.
Y resulta que es creíble, es llevadera y, al final, te emociona. Te emociona porque es sincera, es real y también porque una vez más la leyenda viva de John Williams continúa alargándose con otra magnífica BSO.
Lo cierto es que Los Fabelman nos reconcilian con Spielberg después de pasar algunos años deambulando entre remakes y tostones históricos.
Quizás nos haga entender más su cine, su legado.
Quizás nos haga quererle aún más.
Hablar de Spielberg es rememorar la magia de nuestra más tierna infancia, de jugar con la fantasía, de profundizar en las relaciones paterno-filiales. Con sus defectos y virtudes, el rey Midas de Hollywood es el cine en sí mismo y así lo vuelve a plasmar en esta obra, tan ambiciosa como arriesgada, tan sutil como humana, tan vital como hipnótica.
Y es que, sin alardes, sin baratas y absurdas pretensiones, el director nos abre las puertas a su lado más personal, a su pasado familiar, alejándose de cualquier tipo de autocomplacencia e intentando ser un juez y parte en las complejas relaciones familiares durante su infancia y adolescencia.
Y resulta que es creíble, es llevadera y, al final, te emociona. Te emociona porque es sincera, es real y también porque una vez más la leyenda viva de John Williams continúa alargándose con otra magnífica BSO.
Lo cierto es que Los Fabelman nos reconcilian con Spielberg después de pasar algunos años deambulando entre remakes y tostones históricos.
Quizás nos haga entender más su cine, su legado.
Quizás nos haga quererle aún más.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
El epílogo con David Lynch como John Ford ya es historia del cine.
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