El beso del asesino
6.4
5,763
Cine negro
Un boxeador rescata a una cantante de las lascivas garras de su jefe. Intriga y melodrama para una película de bajo presupuesto producida, dirigida, escrita, fotografiada y montada por Stanley Kubrick. (FILMAFFINITY)
5 de agosto de 2007
5 de agosto de 2007
21 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
Qué grandes son Kubrick y su cuñado. Y ya cuando se juntan en una boda o un bautizo y se ponen a jugar con una cámara digital, son adorables. Por que bueno, supongo que "El beso del asesino" es producto de una gran borrachera, por que madre mía, menuda chorrada de película. Menos mal que United Pictures y Minotaur Productions no vetaron el acceso de Kubrick a una cámara, menos mal que le dieron una segunda -y tercera- oportunidad al cineasta y pudo maravillarnos a posteriori con obras como 'La chaqueta metálica' o 'La naranja mecánica'.
Centrándonos únicamente en 'El beso del asesino', nos encontramos ante una rutinaria cinta de intriga con elementos de cine negro, como la mujer fatal que llevará al protagonista a la ruina. En esta ocasión, la narración se nos cuenta a modo de flashback, con el personaje de Frank Silvera en una estación de tren contándonos lo sucedido en las últimas 72 horas. La estructura está bien, el problema es que el guión es malo, un intento de homenaje al cine del género de los grandes maestros, y los personajes realmente patéticos.
Comenzando por el de Frank Silvera, que no resulta creíble por que como actor no vale un duro, teniendo cara de cartón casi siempre. No se cree el papel, y yo tampoco. Luego tenemos a probablemente la auténtica perdición del filme: Irene Kane. Hizo bien en retirarse del cine, por que no era lo suyo. Pucheros, soltaba las frases como si leyese el guión en cada escena, no tenía química con Frank, etcétera. Al menos hay un personaje destacable o mínimamente bien perfilado, el interpretado por Jamie Smith, que forja un 'villano' bastante cuidado.
Por lo demás, desde un punto de vista técnico la película está razonablemente bien. Eso sí, me ha sorprendido que haya algunos tics realmente extraños, cambios de plano o enfoques que molestan más que ayudan. Por citar uno, hacia los 20 minutos de película Frank entra en casa de Irene y esta le cuenta la razón por la que Jamie estaba maltratándola. En ese flashback, en un plano tenemos a Irene con mala leche, automáticamente se le enfoca la cara y está riéndose, y de nuevo vuelve a la posición anterior. Así hay unos cuantos, primeros planos que no vienen a cuento y descolocan ligeramente. Pero bueno, era la segunda cinta de un director que a posteriori demostraría más de lo que nunca se pudo haber imaginado tras ver una obra tan irregular como 'El beso del asesino'. La duración de la cinta, dicho sea de paso, es todo una cierto.
Centrándonos únicamente en 'El beso del asesino', nos encontramos ante una rutinaria cinta de intriga con elementos de cine negro, como la mujer fatal que llevará al protagonista a la ruina. En esta ocasión, la narración se nos cuenta a modo de flashback, con el personaje de Frank Silvera en una estación de tren contándonos lo sucedido en las últimas 72 horas. La estructura está bien, el problema es que el guión es malo, un intento de homenaje al cine del género de los grandes maestros, y los personajes realmente patéticos.
Comenzando por el de Frank Silvera, que no resulta creíble por que como actor no vale un duro, teniendo cara de cartón casi siempre. No se cree el papel, y yo tampoco. Luego tenemos a probablemente la auténtica perdición del filme: Irene Kane. Hizo bien en retirarse del cine, por que no era lo suyo. Pucheros, soltaba las frases como si leyese el guión en cada escena, no tenía química con Frank, etcétera. Al menos hay un personaje destacable o mínimamente bien perfilado, el interpretado por Jamie Smith, que forja un 'villano' bastante cuidado.
Por lo demás, desde un punto de vista técnico la película está razonablemente bien. Eso sí, me ha sorprendido que haya algunos tics realmente extraños, cambios de plano o enfoques que molestan más que ayudan. Por citar uno, hacia los 20 minutos de película Frank entra en casa de Irene y esta le cuenta la razón por la que Jamie estaba maltratándola. En ese flashback, en un plano tenemos a Irene con mala leche, automáticamente se le enfoca la cara y está riéndose, y de nuevo vuelve a la posición anterior. Así hay unos cuantos, primeros planos que no vienen a cuento y descolocan ligeramente. Pero bueno, era la segunda cinta de un director que a posteriori demostraría más de lo que nunca se pudo haber imaginado tras ver una obra tan irregular como 'El beso del asesino'. La duración de la cinta, dicho sea de paso, es todo una cierto.
13 de junio de 2012
13 de junio de 2012
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde las primeras imágenes de una película, se puede muchas veces identificar el talento de un director. “EL BESO DEL ASESINO” comienza con Davey Gordon esperando en una estación de trenes, atormentado al recordar lo fácil que es para cualquiera meterse en un lío sin poder controlarlo. En flashback, nos contará entonces lo sucedido en los últimos tres días… y vemos una serie de posters anunciando la pelea de boxeo que tendrá lugar horas más tarde, entre él y Kid Rodriguez. Enseguida, vemos a Davey en su cuarto y diversas fotos nos enteran de su origen campesino y de sus seres queridos. Tras beber un poco de agua, busca una toalla para secarse, y a través de una ventana, vemos al fondo la silueta de una chica rubia quien, en ese momento, se arregla las cejas. Davey contempla los dos peces que tiene en su pecera... como si solo necesitara una pareja para sentirse bien. Echa un ligero vistazo a la chica y se dirige luego a su cama mientras el reloj marca 10 para las 7. Su manager le telefonea para decirle que se vean en el estadio, y en contracampo, vemos ahora a la chica mirando a través de su ventana mientras termina de beber algo. Cuando nota que Davey se dispone a salir poniéndose la chaqueta, ella toma su abrigo y su bolso, y sale a continuación. Ambos se cruzan en la salida de dos edificios ubicados uno frente al otro, y por un corredor se dirigen hasta la calle sin mirarse siquiera, siendo ella recibida por un hombre ya mayor que la espera en un auto, mientras Davey se encamina a la entrada del tren subterráneo desde donde echará una última mirada.
Con esta precisa secuencia, lograda tan solo con movimientos y miradas, Kubrick nos habla de la fuerte atracción, del deseo contenido que pugna por salir a flote, y de la dificultad de materializarse por el fuerte control que pesa sobre la chica. Después, la relevante secuencia en que interviene el Fatum para que su manager sea confundido con Davey. Y esa tercera brillante acción ejecutada en una bodega de maniquíes femeninos, nos indicará a la mujer como eje central de incontables conflictos entre hombres, mientras ellas son usadas, apaleadas, y en muchos casos, destruidas.
Estamos ante la segunda película de un principiante que, con créditos y aportes familiares, apenas pudo invertir en ella la modesta suma de ¡75 mil dólares! Para lograrlo, él mismo asumió cuanto pudo: escribió el guión, hizo la fotografía, editó, incorporó efectos de sonido y dirigió. Y con los actores… ¡comprendió cuanto pueden sacrificar muchos de ellos por la feliz ocasión de aparecer en una película!
No estamos ante una gran obra. El argumento es bastante modesto, algunos momentos de la actuación de Irene Kane resultan bastante rígidos… Pero el conjunto, permite presentir que estaba ahí el magnífico realizador que conoceríamos después. No por nada, este filme casi experimental, conseguiría después distribución mundial por parte de United Artists.
Título para Latinoamérica: “MARCADO PARA MORIR”
Con esta precisa secuencia, lograda tan solo con movimientos y miradas, Kubrick nos habla de la fuerte atracción, del deseo contenido que pugna por salir a flote, y de la dificultad de materializarse por el fuerte control que pesa sobre la chica. Después, la relevante secuencia en que interviene el Fatum para que su manager sea confundido con Davey. Y esa tercera brillante acción ejecutada en una bodega de maniquíes femeninos, nos indicará a la mujer como eje central de incontables conflictos entre hombres, mientras ellas son usadas, apaleadas, y en muchos casos, destruidas.
Estamos ante la segunda película de un principiante que, con créditos y aportes familiares, apenas pudo invertir en ella la modesta suma de ¡75 mil dólares! Para lograrlo, él mismo asumió cuanto pudo: escribió el guión, hizo la fotografía, editó, incorporó efectos de sonido y dirigió. Y con los actores… ¡comprendió cuanto pueden sacrificar muchos de ellos por la feliz ocasión de aparecer en una película!
No estamos ante una gran obra. El argumento es bastante modesto, algunos momentos de la actuación de Irene Kane resultan bastante rígidos… Pero el conjunto, permite presentir que estaba ahí el magnífico realizador que conoceríamos después. No por nada, este filme casi experimental, conseguiría después distribución mundial por parte de United Artists.
Título para Latinoamérica: “MARCADO PARA MORIR”
16 de abril de 2010
16 de abril de 2010
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
La "casi" primera película del maestro Kubrick sorprende por su madurez y por que ya desde los cincuenta este Orson Welles de la segunda mitad del XX dejaba claro que quería reinventar el cine en cada plano. Como Welles, no siempre lo lograba, pero nadie puede poner en duda su originalidad en la huida de los esquemas clásicos, aunque alguno la pueda tachar de barroquismo pretencioso.
La historia es sencilla, propia del cine negro con personajes al borde del precipicio con demasiado pasado y muy poco futuro. Un boxeador acabado que nunca llegó a triunfar y se debate en la idea de volver al campo, su lugar de origen; una joven que poco a poco deja de serlo al ritmo de su infelicidad, sóla en la ciudad y con un trágico pasado familiar que la conduce a los estertores de la noche; y el dueño de un night club de escaso estilo, ya entrado en años y que se ve obligado a robar los besos de las mujeres que le atraen y a las que pretende poseer. A los tres les conduce un motor idéntico, el deseo, como medio de huir de sus insatisfechas vidas. Las imagenes irradian dicho deseo, mezclado con frustración, casi del mismo modo que más adelante veremos en por ejemplo Lolita o Eyes wide shut.
Y las imagenes son el hilo conductor del interés de este film. Inquietantes a veces, como los planos movidos del ritual de la preparación del boxeador antes del combate. Espectrales, en la escena del callejón en la que el manager es confundido con el boxeador. Sensuales, como en las miradas nunca cruzadas de los protagonistas a través de las ventanas que comunican sus pequeños pisos. Enigmáticas, si recordamos los planos del almacén de maniquíes. Y cargadas de otros muchos epítetos si pensamos en los travelling de la gran ciudad, la puesta de sol sobre los rascacielos, la espesa niebla, el combate de boxeo, las persecuciones por unas azoteas grandilocuentes, el delicado número de ballet de Ruth Sobotka, etc...
Claro que a veces Kubrick se pasa, como suele suceder en toda su carrera, y una alargada pelea entre maniquíes, muy sucia y realista, acaba provocando la carcajada del espectador con tanta pierna y cabeza de PVC volando de un lado a otro de la pantalla. Se pasa en la excesiva voz en off, en el continuo flash back y seguramente en tantas otras cosas como en el número de puros que se fuma Frank Silvera. Pero en suma para empezar está bien, señalando ya desde su juventud que este director no quería pasear anonimamente por Hollywood, sino que más bien pretendía crear su propio paso.
La historia es sencilla, propia del cine negro con personajes al borde del precipicio con demasiado pasado y muy poco futuro. Un boxeador acabado que nunca llegó a triunfar y se debate en la idea de volver al campo, su lugar de origen; una joven que poco a poco deja de serlo al ritmo de su infelicidad, sóla en la ciudad y con un trágico pasado familiar que la conduce a los estertores de la noche; y el dueño de un night club de escaso estilo, ya entrado en años y que se ve obligado a robar los besos de las mujeres que le atraen y a las que pretende poseer. A los tres les conduce un motor idéntico, el deseo, como medio de huir de sus insatisfechas vidas. Las imagenes irradian dicho deseo, mezclado con frustración, casi del mismo modo que más adelante veremos en por ejemplo Lolita o Eyes wide shut.
Y las imagenes son el hilo conductor del interés de este film. Inquietantes a veces, como los planos movidos del ritual de la preparación del boxeador antes del combate. Espectrales, en la escena del callejón en la que el manager es confundido con el boxeador. Sensuales, como en las miradas nunca cruzadas de los protagonistas a través de las ventanas que comunican sus pequeños pisos. Enigmáticas, si recordamos los planos del almacén de maniquíes. Y cargadas de otros muchos epítetos si pensamos en los travelling de la gran ciudad, la puesta de sol sobre los rascacielos, la espesa niebla, el combate de boxeo, las persecuciones por unas azoteas grandilocuentes, el delicado número de ballet de Ruth Sobotka, etc...
Claro que a veces Kubrick se pasa, como suele suceder en toda su carrera, y una alargada pelea entre maniquíes, muy sucia y realista, acaba provocando la carcajada del espectador con tanta pierna y cabeza de PVC volando de un lado a otro de la pantalla. Se pasa en la excesiva voz en off, en el continuo flash back y seguramente en tantas otras cosas como en el número de puros que se fuma Frank Silvera. Pero en suma para empezar está bien, señalando ya desde su juventud que este director no quería pasear anonimamente por Hollywood, sino que más bien pretendía crear su propio paso.
18 de febrero de 2013
18 de febrero de 2013
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película de callejones vacíos, de púgiles, bailarinas y gángsters, de ambientes en los que rezuma la peste de garitos y pensiones. “El beso del asesino” es la única historia original en la filmografía de Kubrick – exceptuando su debut no oficial con “Fear and Desire”-, por cierto, Kubrick renegaba de este primer film porque lo consideraba un trabajo de aficionado y mandó quemar todas las copias que encontró. Afortunadamente se salvó alguna, como la que últimamente, se emitió en el canal TCM, al parecer una buena copia con subtítulos en español, según he oído, (pues yo no la he visto) la película no es tan mala como él pensaba, pues ya apuntaba algunos detalles de lo que sería su estilo visual.
“El beso del asesino” se adscribe al llamado “film noir” hasta el punto de poder entenderse como una antología del género. Davy Gordon, un boxeador fracasado de Greenwich Village, recuerda su historia en una estación de tren. En un largo “flashback” que ocupa la totalidad de la película, reflexiona desconsolado sobre los acontecimientos recientes que le han empujado a huir de la ciudad. Todo empieza cuando rescata a su vecina, la bailarina Gloria Price, cuando es golpeada por su jefe, un gánster de poca monta. En apariencia es la clásica historia de dos almas solitarias (y enamoradas) enfrentadas a una ciudad hostil, pero en su interior hay más misterio y zonas oscuras de lo que cabría esperar.
Hallamos también un magnífico empleo de la imagen sin necesidad de palabras, evocando el mejor cine mudo, antes de conocerse, los protagonistas bajan las escaleras del edificio en un montaje paralelo muy expresivo. Sólo su genio incipiente explica la calidad de la escena en el ring, donde gracias a su eficaz ritmo y a la cámara subjetiva, el espectador, y no solo Davy Gordon, también es noqueado. En el peor de los casos, Kubrick mostró con “El beso del asesino” que con un presupuesto muy limitado (75,000 $, que Kubrick recopiló de amigos y familiares), de una producción independiente, era capaz de orquestar un siniestro film de serie negra con mejor estilo y mayor elocuencia que otras producciones de su época mucho más caras. La expresiva puesta en escena, el empleo de un estilizado e inquietante blanco y negro, o el “score” de jazz festivo en contraste con el drama que sucede, dan fe de la claridad de ideas de su director, que siempre parecía saber a dónde iba y cómo llegar, aunque el resultado se resiente en ocasiones de un guión con fisuras, de subtramas que no se cierran y motivaciones no justificadas. En todo caso, es estimulante asistir a la historia de amor menos escéptica y más ingenua filmada por Kubrick, quizá porque todavía está concebida desde la pasión y la fe de un veintiañero.
Finalmente resaltar que los actores protagonistas semidesconocidos, hacen un trabajo aceptable en consonancia con el presupuesto, como anécdota debo indicar que las escenas callejeras se rodaron con cámara al hombro o desde un coche sin permiso de las autoridades. La bailarina del segmento de ballet es Ruth Sobotka, la primera esposa de Kubrick.
“El beso del asesino” se adscribe al llamado “film noir” hasta el punto de poder entenderse como una antología del género. Davy Gordon, un boxeador fracasado de Greenwich Village, recuerda su historia en una estación de tren. En un largo “flashback” que ocupa la totalidad de la película, reflexiona desconsolado sobre los acontecimientos recientes que le han empujado a huir de la ciudad. Todo empieza cuando rescata a su vecina, la bailarina Gloria Price, cuando es golpeada por su jefe, un gánster de poca monta. En apariencia es la clásica historia de dos almas solitarias (y enamoradas) enfrentadas a una ciudad hostil, pero en su interior hay más misterio y zonas oscuras de lo que cabría esperar.
Hallamos también un magnífico empleo de la imagen sin necesidad de palabras, evocando el mejor cine mudo, antes de conocerse, los protagonistas bajan las escaleras del edificio en un montaje paralelo muy expresivo. Sólo su genio incipiente explica la calidad de la escena en el ring, donde gracias a su eficaz ritmo y a la cámara subjetiva, el espectador, y no solo Davy Gordon, también es noqueado. En el peor de los casos, Kubrick mostró con “El beso del asesino” que con un presupuesto muy limitado (75,000 $, que Kubrick recopiló de amigos y familiares), de una producción independiente, era capaz de orquestar un siniestro film de serie negra con mejor estilo y mayor elocuencia que otras producciones de su época mucho más caras. La expresiva puesta en escena, el empleo de un estilizado e inquietante blanco y negro, o el “score” de jazz festivo en contraste con el drama que sucede, dan fe de la claridad de ideas de su director, que siempre parecía saber a dónde iba y cómo llegar, aunque el resultado se resiente en ocasiones de un guión con fisuras, de subtramas que no se cierran y motivaciones no justificadas. En todo caso, es estimulante asistir a la historia de amor menos escéptica y más ingenua filmada por Kubrick, quizá porque todavía está concebida desde la pasión y la fe de un veintiañero.
Finalmente resaltar que los actores protagonistas semidesconocidos, hacen un trabajo aceptable en consonancia con el presupuesto, como anécdota debo indicar que las escenas callejeras se rodaron con cámara al hombro o desde un coche sin permiso de las autoridades. La bailarina del segmento de ballet es Ruth Sobotka, la primera esposa de Kubrick.
15 de mayo de 2013
15 de mayo de 2013
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mira que yo soy admirador de Kubrick y que, cuando empecé a ver esta película, tenía muchas expectativas... Pero ni por ésas. Si la aguanté, fue porque no dura más que una hora... Pero una hora que se pasa como tres. El comienzo, con una larguísima, minuciosa y anodina presentación del cuarto del boxeador, te va preparando para lo que te espera.
La historia, ya de por sí, es increíble, simplona, de mínimo enredo y poco original; el ritmo que lleva, totalmente inadecuado para una película tan corta; los personajes, trillados, nada auténticos y poco interesantes hasta el vómito, sin que se aprecie en ellos la menor evolución. Puede que a esto último hayan colaborado los actores que se encargan de interpretarlos, que son todos para echarlos de comer a parte.
El interés lo pierdes muy rápido, cuando empiezan los absurdos. El acercamiento sentimental entre el memo del boxeador y la ridícula prostituta (una mujer que, al parecer, trabaja en un burdel donde la especialidad son los bailes de salón), es artificial y está muy mal contada.
La música es cargante y no se aviene para nada a las circunstancias de cada escena.
Lo único que me ha gustado algo ha sido la fotografía, muy animada y ágil, en la línea de estos primeros pinitos de Kubrick.
Las escenas finales son graciosas, aunque creo que no era ésa la pretensión de nadie. El final es ridículo.
Me parece curioso que, a una peli tan mala, tan de aficionado, le siguiera, sólo un año después, una gran película como es Atraco Perfecto...
La historia, ya de por sí, es increíble, simplona, de mínimo enredo y poco original; el ritmo que lleva, totalmente inadecuado para una película tan corta; los personajes, trillados, nada auténticos y poco interesantes hasta el vómito, sin que se aprecie en ellos la menor evolución. Puede que a esto último hayan colaborado los actores que se encargan de interpretarlos, que son todos para echarlos de comer a parte.
El interés lo pierdes muy rápido, cuando empiezan los absurdos. El acercamiento sentimental entre el memo del boxeador y la ridícula prostituta (una mujer que, al parecer, trabaja en un burdel donde la especialidad son los bailes de salón), es artificial y está muy mal contada.
La música es cargante y no se aviene para nada a las circunstancias de cada escena.
Lo único que me ha gustado algo ha sido la fotografía, muy animada y ágil, en la línea de estos primeros pinitos de Kubrick.
Las escenas finales son graciosas, aunque creo que no era ésa la pretensión de nadie. El final es ridículo.
Me parece curioso que, a una peli tan mala, tan de aficionado, le siguiera, sólo un año después, una gran película como es Atraco Perfecto...
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