Y así, queridos niños, es como Max Rockatansky empezó en esto del octanaje. Luego pasó lo que pasó, pero "Locke" fue el origen de todo. Ni un desastre nuclear, ni una pandemia global, ni nada de todo eso que todos imaginábamos. Una canita al aire, eso es lo que prendió la mecha del caos.
Fuera bromas, estoy a muerte con "Locke". Un Steven Knight al que le va la marcha transforma, un culebrón venezolano de tomo y lomo, en algo, quizás no extraordinario, pero si al menos muy diferente. Y no conformándose con eso nos convierte además en expertos en cemento.
Ivan Locke lleva una buena vida, tiene una buena familia y un buen trabajo en el que es valorado. Pero una llamada está a punto de dar un vuelco a su existencia. Y hasta aquí puedo leer. Así desarrolla Steven Knight este atípico thriller que se sustenta en tres pilares fundamentales: una firme realización, con un Knight al que no le tiembla el pulso, dada además la dificultad de desarrollar toda la historia en un único espacio; un sólido montaje, como perfecta mano armada de la realización; y, por descontado, un Tom Hardy estupendo.
No pienso negar que, hasta cierto punto, "Locke" sea un reto. Pero uno que no voy a olvidar.

Murphy, no Locke. Esta película debería llamarse Murphy, como ese filósofo de la fatalidad, ya saben, si algo es susceptible de empeorar..., la catástrofe viene detrás. Y de leyes así va esto: una serie de despropósitos que engordan como un aluvión de bolas de nieve: el peor parto posible junto a las circunstancias laborales más complicadas y los problemas más inesperados, adobado todo con una crisis matrimonial sobrevenida y salpicado con todos los inconvenientes inimaginables que se pueden dar en un viaje en coche de apenas dos horas. Por si faltara poco, esta ensalada de contrariedades se salpimienta con las inevitables referencias a la figura de un padre, ya muerto, en cuyos terribles defectos está el germen de la honestidad e integridad de su hijo, Tom Hardy, el protagonista de esto que, repito, cae de lleno en la más burda desproporción.

Teniendo en cuenta la premisa inicial me esperaba un thriller, sin embargo lo que encontré fue un cuidado drama con una intensidad muy medida. Gracias a la precisa puesta en escena, la genial actuación de Tom Hardy y un guión que huye de efectismos consiguen mantener la atención durante los 90 minutos que pasamos con Locke dentro del coche. Me resulta curioso destacar que sin ser la trama principal consiguen introducir muy bien la importancia del trabajo en la vida personal de la gente, algo que se suele obviar en las películas. Un film notable.

Locke es un gran experimento producido por un enorme error, descomunal, aterradora a la hora de atosigar a un hombre que lleva a sus espaldas el peso de una carga más que justa por sus grandes pecados. Tom Hardy te hipnotiza, solo necesita un coche y a él mismo todo lo demás es magia interpretativa, una dirección impecable del señor para mi nuevo pero muy prometedor Steven Knight, un guión preciso y correcto. Una película no muy común, pero eso si magnífica en muchos de sus aspectos.

Vale que no es una epopeya, ni un thriller de salvar el mundo. Quiero decir que entiendo que haya encontrado el argumento poco interesante. Al fin y al cabo son las diabribas de una persona corriente con un problema (o problemón) muy personal. A mi sí me lo ha parecido. Estamos hablando de ética, de errores, de reparación, de...¿qué harías tu en esa situación?. Y cierto que el crescendo se queda un poco a medias, pero creo que eso le da más credibilidad: a veces se fuerza tanto el argumento que acabas no creyéndolo.
Luego está la parte formal. Me ha parecido muy interesante. Un sólo escenario, un sólo actor, llamadas y poco más (aunque el recurso del asiento trasero para enseñarnos su pasado está muy bien).
En definitiva, un rato bien invertido.