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La vida secreta de las palabras

Drama. Romance En una plataforma petrolífera, aislada en medio del mar, donde sólo trabajan hombres, ha ocurrido un accidente. Una mujer solitaria y enigmática que intenta huir de su pasado (Sarah Polley) va hasta allí para cuidar de un hombre (Tim Robbins) que se ha quedado temporalmente ciego. Entre ambos nace una extraña intimidad, llena de secretos, verdades, mentiras, humor y dolor. Ninguno saldrá indemne de esta relación que marcará sus vidas ... [+]
Críticas 177
Críticas ordenadas por utilidad
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7
2 de febrero de 2011 1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me parece que mucha gente está llena de prejuicios y no puede quitárselos de la cabeza. Es un grave problema.

No se quien es el guionísta, pero el guión me sorprendió, con total sinceridad. Supongo que aquí se aplicó la ley de "si es necesario usar palabras, que sean lo mejor posible". Como nada es perfecto, ésta película tiene un error. Las escenas donde se encuentra Robbins con esa señora que no se que pinta, y empiezan a hablar de vergüenzas y dolor e idealismos. Boff. Si dejamos fuera ese pequeño detalle, podemos hablar de una gran obra. Pero, obviamente, no es posible...

Ésta película no trata de la guerra, de ningún mensaje moralista, ni siquiera es una historia de amor (la última imágen de la película explica más de lo que parece). Es sencillamente un estudio psicológico del personaje principal (la enfermerita/obrerita rubia esa) encerrado en su universo de silencio, contrición y el cúmulo de personas, algo diferentes a lo habitual, que encuentra en una plataforma petrolífera. Es como un intento de libro de Marcel Proust (obviamente, sin tener la genialidad Proustiana, si es que alguien pudiera...) en donde la verdadera acción está en los lápsus psicológicos, no en la historia y ni siquiera en los diálogos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Cuando se desprendía la camisa magenta y tomaba las manos de Robbins, "ay, que bazofia, van a tener sexo, la pobrecita le sintió lástima..." es lo que pensé. Pero no, señores. Estaba sintiendo lástima de si misma!! Ese era el concepto de la obra. ¿Acaso está tan mal hacer estudios psiquiátricos en una película? ¿Acaso sólamente David Lynch, con sus delirios psicológicos (que no los desprecio en absoluto, al contrario) puede hacerlo?

Eso si, el discursillo ese de la señora que aparece en su escritorio y con los videotapes, verdaderamente causó efecto: quitó sus puntos a la película de manera absolutamente innecesaria. Esa explicación era supérflua. Ya todos entendimos. No es para repetirlo mil veces.
1
31 de julio de 2024 1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Revisar, décadas después, esta premiadísima película de Isabel Coixet puede rejuvenecer heridas mucho más profundas que las de Tim Robbins, que parecen hechas con un mechero bic. Lo que hace años pudo colar por sensibilidad (oh, dos personas heridas una por amor y otra por violación (vaya) se unen contándose sus cuitas) hoy avergüenza por, precisamente, su falta de vergüenza. Aderezar esta pornografía de senos sueltos, cicatrices, cuernos a mejores amigos y disparos en la vagina con dos marineros gays que bailan bajo la lluvia, una oca, un cocinero casi discapacitado mental que cocina muy bien y pone música italiana y un capitán reflexivo llena de asombro por, otra vez, su desvergüenza. Ays, qué repelús.
6
25 de octubre de 2009 Sé el primero en valorar esta crítica
Vamos al fondo del asunto:
estoy de acuerdo en que, en el postrauma, lo único, LO ÚNICO que puede salvar del desastre a un ser humano es el amor, la sensación de que quizá (solo quizá), pudiera merecer la pena (si uno pudiera) arriesgar un poco para confiar en otro ser humano que pudiera (solo quizá) devolverte con algo que no fuera daño. Hasta ahí, puede valer el afecto, la calidez que destilan todos los habitantes de la plataforma hacia la arisca Polley, la calidez que ella va sintiendo hacia todos que le hace poder sentarse más o menos lúdicamente en el columpio de cubierta, que le hace poder bromear con un Javier Cámara. Hasta ahí, vale.

Lo que no me vale es que esto no le valga, y que solo le baste una maravilla imposible como el personaje de Tim Robbins, es decir: un príncipe (o princesa) azul. Qué deshonestidad Isabel: plantear que la única salvación para un gran trauma sea encontrar un gran hombre-mujer que te adore hasta tal punto. Porque sino, segun tú planteas, ¿qué nos queda a los mortales que no somos los protas de tu peli? Claro, que nos den, verdad? Ole, gracias por tus esperanzas: o encuentras al príncipe o más vale que te mueras en ese largo pasillo sin muebles que es tu vida, como la de Polley en tu peli. Me recuerda a Malena es un nombre de tango, que solo se salva del desastre cuando encuentra una esmeralda familiar que puede vender, cosa que los demás no tendríamos. O a Pretty woman, el planteamiento de fondo es casi el mismo. Muchas gracias por los ánimos. Si votara solo el fondo de tu peli, le daría un Mala con toda el alma. Te salvan tus actores, y te salva la ternura. Que en la realidad es mucho más tibia que la de tu peli, pero que es lo único que podría salvarnos a los demás mortales que no tenemos un príncipe/sa azul a mano.
7
1 de febrero de 2010 Sé el primero en valorar esta crítica
Tengo que decir que a mi esta película de Coixet no me ha decepcionado. De hecho me la esperaba más aburridilla ypelma, y en un principio así parecía.

Quizás lo que más me ha encantado es el sentiiento que se te produce al ver la película: pasas tras el tetimonio de Hanna a cambiar tu concepción de la película, pasando de un mero retrato de una galería variopinta de personajes a ese drama intimista y desgarrador que en realidad es, conseguido por el contrapunto de los dos ambientes: del automatismo helador a el sentimiento ás doloroso.

Una forma curiosa de hacer cine, cuanto menos original, que provoca amores y odios.
De igual manera pienso que los actores son uno de los grandes factores positivos de la película, especialmente y porsupuestisimamente la gran protagonista: Sarah Polley, que borda todos losmatices de las dos Hannas. Tim Robbins en su línea, Javier Cámara ni bien ni mal...
Hablando del reparto me srge una duda... ¿Donde coño esta Leonor Watling?

Quizás lo negativo venga ya hacia el final, un hecho que hace que esta película baje unos cuantos niveles en cuanto a su calidad: la actuación de Julie Christie, y ya no su forma de actuar, sino el papel en sí. Demasiado violenta, demasiado engreida y chulesca. Una cosa es presentar problemas y exigir soluciones, y otra muy distinta castigar a los espectadores con tal reprimenda... Se puede golpear las conciencias de una forma muy sutil, y creo que Isabel Coixet tiene otros muchos recursos mejores que este.

Sin embargo, aunque este último hecho oscurezca un poco la visión general, no queda otra que admitir que esta historia y esta película, tan rara, consigue tocar la fibra sensible. Lástima que le haya salido al final la vena propagandística total.
6
8 de noviembre de 2012 Sé el primero en valorar esta crítica
Mi bautizo de fuego con Isabel Coixet, publicista venida a directora de cine, me ha dejado un poco confuso.

El filme se desarrolla mayoritariamente en una plataforma petrolífera, donde uno de sus trabajadores está convaleciente y temporalmente ciego debido a un accidente (Tim Robbins). Contratan a una enfermera, una chica silenciosa, solitaria y antisocial (Sarah Polley) para cuidar al herido, y entre ellos dos se establecerá un vínculo muy especial gracias a los diálogos llenos de humor, sinceridad y terribles secretos.

Coixet reflexiona sobre el poder que puede ejercer el diálogo frente a la imagen, usando el recurso del ciego que se enamora a base de las conversaciones diarias, del conocer a una persona tan sólo por lo que dice y cómo lo dice. Los mejores momentos de la cinta son precisamente los que protagonizan Tim Robbins y Sarah Polley cuando están juntos en una oscura habitación, ella sanando el cuerpo de él y él intentando exorcizar los terribles fantasmas que anidan en la mente de ella. Coixet crea un ambiente intimista, de silencios profundos y diálogos literarios en medio del océano, en mitad de ninguna parte y lejos de cualquier sitio.

Lo más destacado de la cinta son las interpretaciones de Sarah Polley y Tim Robbins, especialmente de este último por el hándicap (nunca me ha gustado esta palabra inglesa castellanizada) que supone estar toda la película en una cama y no suponer ningún problema por ello. Es lo que tienen los grandes actores, se amoldan a cualquier cosa.

Lo lógico hubiera sido que una película tan sensible, femenina e intimista como ésta se hubiera enfocado de forma más modesta y menos pedante. A Coixet se le ha ido la mano en sus intenciones y el resultado final no ha sido, ni mucho menos, la “jodida obra maestra” que, según un comentario suyo, esperaba que fuera a ser. El resultado final es de una ambición violenta, un intento de concienciar al espectador de lo malos que somos todos, de lo falsos que somos con nuestros sentimientos y lo poco que nos preocupamos de los que sufren dolor de verdad, del peor, del que viene de la experiencia de terribles acontecimientos vitales. La sensación final que deja la película es la de haber presenciado una puesta en escena lírica, de un romanticismo doliente y de un final no tan feliz como parece, pero en todo ello se esconde una intención altanera frente al público que ha disfrutado del intimista tono general, y que no puede evitar sentirse un tanto confuso ante la verdadera intención de la directora: es evidente que parece una película realizada con el único objetivo de ganar en la noche de los Goyas.

Con todo, nos quedaremos con sus diálogos y con su intención de provocar sensaciones, que es siempre lo más importante en cualquier obra cinematográfica.
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