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Dolor y gloria

Drama Narra una serie de reencuentros en la vida de Salvador Mallo, un director de cine en su ocaso. Algunos de ellos físicos, y otros recordados, como su infancia en los años 60, cuando emigró con sus padres a Paterna, un pueblo de Valencia, en busca de prosperidad, así como el primer deseo, su primer amor adulto ya en el Madrid de los 80, el dolor de la ruptura de este amor cuando todavía estaba vivo y palpitante, la escritura como única ... [+]
Críticas 293
Críticas ordenadas por utilidad
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9
10 de julio de 2019 2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
El último film de Almodóvar es una obra magistral. Un trabajo de autor que da buena muestra de un dominio absoluto de la narrativa cinematográfica.
Un guión bien hecho del que brotan unos diálogos precisos y naturales. La fotografía magnífica, cuidada, llena de tomas sugestivas cargadas de matices pictóricos.
Viendo la película, no percibo que ninguna escena, plano y palabra esté de más, nada sobra y todo está bien hilvanado.
Los distintos niveles narrativos de esta historia discurren con fluidez. La inserción del cine o el teatro dentro de la trama enriquece esta cinta, pero a la vez, hace más complicada su dirección. Es imposible no recordar algún trabajo donde también el arte fílmico se desdobla con maestría, me refiero a “Cinema Paradiso”, de Tornatore. En aquella se retrataba este noble arte de manera evocadora, casi sensitiva. Nuestro creador consigue el mismo efecto y demuestra que ha alcanzado la madurez en el desempeño de un oficio antiguo, que el realizador manchego ha contribuido a elevar a la categoría de arte.
Tengo que destacar además, la excelente actuación de un Antonio Banderas sereno y contenido que logra concretar el estado anímico de una persona que sufre un dolor tanto físico como espiritual. Creo que se trata de una de sus mejores interpretaciones.
El tema de la familia, las relaciones paterno-filiales, la sexualidad, incluso el dolor y la depresión, la cultura, son abordados de manera trascendente, con ternura y sensibilidad, reposadamente, al fin y al cabo, con la inteligencia que dan los años y la experiencia, con una mirada comprensiva, respetuosa, porque los padres, todos en definitiva, somos seres imperfectos, que vivimos como podemos.
No se pierdan esta obra, en primer lugar, por la calidad del relato, pero también, porque habla de nuestro pueblo, de nosotros. Ver una película de Almodóvar es como visitar una exposición de Goya, Velázquez o Picasso, como la lectura de una novela cervantina, nos ayuda a enraizarnos, conectar y entender el pasado de nuestros padres y abuelos.
5
14 de enero de 2020 2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me imagino que en las televisiones generalistas noruegas, escandinavas o alemanas les programarán después de la hora de comer (hora de la siesta española) películas españolas de todo pelaje. Me gusta imaginarlo como venganza a las que nos programan aquí de TVE (de unos años para acá) o Antena 3 (la inventora de esto), telefilms soporíferos de realización muy cuestionable que nos ayudan a conciliar el sueño.

Está claro que el nuevo film de Almodóvar está muy por encima de todos ellos, por estilo en algunas escenas, planificación, etc, pero el sustrato original es ese, plano y soporífero, muy alejado de sus mejores obras, y mucho más cerca de los peores momentos de estas.

En Hollywood será caviar, aquí en Europa, un buen somnífero.
7
30 de marzo de 2019 1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Más allá de sus dolores físicos, el gran problema de Salvador Mallo en “Dolor y gloria” es su crisis creativa, y esto parece reflejar una verdad vital de Pedro Almodóvar, vista la deriva de su producción cinematográfica los últimos años.

El gran magma creativo de este autor es su obra de los años ochenta, en que casi cada año estrenaba una película: Irregulares, imperfectas, pero rebosantes de ideas, apuestas creativas, chispazos geniales, escenas memorables: eran una explosión de libertad, pasión, inteligencia, humor… ¡vida!. ¿De dónde surgía todo aquello?

Si tomo, por ejemplo, “!Qué he hecho yo para merecer esto?” (1983) me viene a la cabeza el músico y showman Javier Gurrutxaga haciendo el papel del dentista que seduce al hijo de la protagonista. O pienso en el director Jaime Chávarri, en el papel de Streaper. O el escritor Gonzalo Suarez, haciendo a su vez de escritor sin inspiración. Ninguno de los tres es actor profesional, pero transmiten de forma genial la alegría de participar en ese barco de libertad que era Almodóvar en aquella época. Y a través de ellos, se desliza en la película un tono chispeante que transciende a Pedro, y remite a una atmósfera artística del país, o al menos, de cierto Madrid libertario.

Las películas más frescas y originales de Almodóvar entonces están empapadas de colaboraciones de todo tipo: de la cantante punk Alaska, al escritor de culto Jesús Ferrero; del dibujante Ceesepe al modisto Francis Montesinos, del grupo de rock Radio Futura a los boleros mexicanos. Las tramas de los filmes están muy abiertas, y no parece haber un férreo control de autoría en la interpretación, los movimientos de cámara o el diseño general.

Recuerdo lo duros que eran los críticos especializados de aquellos años con “la selva incontrolada” que suponía una película de este autor. Y es plausible pensar que el control narrativo y la estilización estética que empieza a aparecer en “Matador” (1985), es una respuesta de Almodóvar a esa crítica. Pero ay! es también entonces cuando empiezan a aparecer algunos de los “dolores” característicos de su filmografía madura: Las tensiones con sus actores (Eusebio Poncela en “La ley…”, Carmen Maura en “Mujeres…”) el alejamiento del pálpito de la calle, el regodeamiento asfixiante en el diseño de las películas a partir de los noventa. Almodóvar ya se ha hecho marca reconocible, y quiere ejercer un control.dominio.poder que empieza a asfixiar la selva creativa a su alrededor.


Recuerdo un pasaje de la novela “La historia Interminable” en la que aparece un león que es el rey de un desierto. Allá donde va es el rey porque allá donde va se convierte en desierto. Todas las noches el león se convierte en piedra, y entonces en el desierto emerge una selva nocturna llena de vida multicolor. A la luz de la mañana despierta el león a su consciencia y el poder, pero con ello vuelve también el desierto.

Es muy significativo que en “Dolor y gloria” el protagonista empieza a desbloquear su crisis creativa cuando sale de su casa en sombra, y va a visitar a uno de sus actores rebeldes, con el que no se habla desde hace treinta años. Y para encontrar el manantial de su inspiración se abstrae de su engolada casa de diseño, y bebe de las imágenes de su infancia, no ahogadas por el ego, sino abiertas a la exterioridad de ese esplendoroso río y esas mujeres, fuentes de la vida.
8
1 de abril de 2019 1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
De entre la plétora de realizadores españoles de las últimas décadas, hay un nombre que sale habitualmente mencionado no ya por medios y aficionados de este país, sino entre cinéfilos y expertos de todo el mundo, pues las inmensas virtudes de su cine traspasan fronteras. Este caso es del venerado director manchego Pedro Almodóvar, cuyo cupo de filmes excede la veintena. Tras unos años de inactividad y desencuentro, su nueva película viene acompañada de una expectación y consenso desorbitados. Se trata de Dolor y gloria, nuevo drama rodeado de veteranos de su cine y caras nuevas que es el estreno español del año, y por ahora el más aplaudido. El que estas líneas escribe ha disfrutado enormemente con obras magnas del realizador como Mujeres al borde de un ataque de nervios, Todo sobre mi madre o la excepcional Hable con ella, encontrando también muchas virtudes en las notable Átame o La piel que habito. No es óbice esto de que esté de acuerdo con la opinión de que llevaba tiempo sin hacer una película realmente buena. De ahí que reaccionase a esta oleada de entusiasmo con alegría, nervios y una nada desdeñable porción de escepticismo, pues bien podía ser una nueva decepción y es una anomalía preocupante poner a todos de acuerdo en estos tiempos que corren. Se me escaparon los pases de prensa, pero pude asistir al preestreno organizado en la Filmoteca por Días de Cine la noche anterior al estreno. Y anonadado saboreé cada nota de un peliculón absoluto, el mejor filme de 2019 por ahora. Un relato de reconciliación, dolor y memoria que no enriquece el imaginario ni arriesga en la construcción formal, pero que construye su relato desde la reserva y tranquilidad de un maestro.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Salvador Mallo (Antonio Banderas tan notable como nunca ha estado) es un prestigioso director de cine que se adentra en su sesentena, estancado en un estadio de depresión, dolores físicos y drogas y tras meses sin escribir ni rodar. Momento de soledad y huida de compromisos en los que su cotidianidad carece de sentido. En estas pausas y reencuentros, no puede evitar que su pasado vuelva a su cabeza a partir de detalles de su día, siendo su reconciliación con el pasado y superación de sus sombras más importantes de lo que él cree. Una película sincera íntima, una confesión audiovisual en la que Almodóvar echa la vista atrás a sus heridas del pasado y a su primer cine a través de ese sosias interpretado por Antonio Banderas. El reparto está extraordinario, con mención especial para Julieta Serrano. Hermosísima banda sonora de Alberto Iglesias y encomiable trabajo fotográfico de Alcaine, que se aprovecha de una exquisita dirección artístico que a través de escenarios cotidianos pregna el cromatismo y esencia de la estética Almodovariana. Pero todo se mantiene gracias a un gran guión de diálogos y encuentros, en un drama de extrema destilación, que se desnuda de exhibicionismos formales para abrumarnos del pausado narrar, de ruptura continua del pasado amargo dialogando con el presente, en una historia especular con la que Pedro se reconcilia con nosotros y cierra un capítulo que carga a su espalda con una de sus grandes películas, que apela a las más intensas emociones de amor, melancolía y esperanza.

El calado emocional de la película es intenso, pero bien es cierto que si no hay una familiaridad previa con el acervo e imaginario Almodovariano no produce el mismo efecto durante el visionado. Más allá de una recreación poderosa de momentos y encuentros, no encontramos un argumento que embriague o sorprenda, en un desarrollo de acontecimientos que se encuentra en territorios familiares dentro del género dramático, o ajenos a la sorpresa. Y ciertos críticos podrán argumentar que combinando tantos pasajes distintos del pasado y personalidad de Salvador no llega a profundizar en ninguno de ellos. El hecho de que sea una gran película no es equivalente a que sea la mejor del director, ni una obra maestra transformadora. Pero sí un largometraje exquisito que puede convencer a todo el mundo.

Depurada, emocionalmente intensa e introspectiva, Dolor y Gloria es un extraordinario punto y aparte que cautiva desde la moderación de la memoria.
7
4 de abril de 2019 1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Dolor y gloria” sirve de cierre de la trilogía involuntaria iniciada por “La ley del deseo” y seguida por “La mala educación”. En este último film Pedro Almodóvar se abre absolutamente para ponerse en el ojo del huracán y mostrar todo lo que lo define como persona, como figura mitificada y como cineasta: sus referencias y gustos, sus miedos y desengaños, sus pasiones y aflicciones. Antonio Banderas interpreta concienzudamente a Salvador Mallo, el personaje en el que Almodóvar ha reflejado su realidad deformada. Un director de cine atormentado, con problemas físicos, adicto a los medicamentos y que vive entre los reencuentros con personas que parecían desaparecidas de su vida y los recuerdos del pasado. Una obra que mezcla momentos de gran fuerza, como los flashbacks de la infancia del director, los últimos tiempos de convivencia con su madre anciana (interpretada por una gran Julieta Serano) o su magnífico y redondo desenlace, con otros más tediosos, como el frío arranque de la película o escenas con algunos cameos que no acaban de aportar demasiado al conjunto. Gran cierre de trilogía (mi preferida de las 3) para una obra que resulta ser la más personal del director, que gustará a la mayoría de sus seguidores e incluso puede conseguir aproximar a sus detractores. Eso sí, no se vuelve a acercar a su cine más iniciático y sin complejos y abraza de nuevo la tragedia y el drama más sesudo.

Más críticas de cine y series (y algún que otro monigote): https://unhombresinpiedad.com
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