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6.8
32,478
7
30 de marzo de 2019
30 de marzo de 2019
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Más allá de sus dolores físicos, el gran problema de Salvador Mallo en “Dolor y gloria” es su crisis creativa, y esto parece reflejar una verdad vital de Pedro Almodóvar, vista la deriva de su producción cinematográfica los últimos años.
El gran magma creativo de este autor es su obra de los años ochenta, en que casi cada año estrenaba una película: Irregulares, imperfectas, pero rebosantes de ideas, apuestas creativas, chispazos geniales, escenas memorables: eran una explosión de libertad, pasión, inteligencia, humor… ¡vida!. ¿De dónde surgía todo aquello?
Si tomo, por ejemplo, “!Qué he hecho yo para merecer esto?” (1983) me viene a la cabeza el músico y showman Javier Gurrutxaga haciendo el papel del dentista que seduce al hijo de la protagonista. O pienso en el director Jaime Chávarri, en el papel de Streaper. O el escritor Gonzalo Suarez, haciendo a su vez de escritor sin inspiración. Ninguno de los tres es actor profesional, pero transmiten de forma genial la alegría de participar en ese barco de libertad que era Almodóvar en aquella época. Y a través de ellos, se desliza en la película un tono chispeante que transciende a Pedro, y remite a una atmósfera artística del país, o al menos, de cierto Madrid libertario.
Las películas más frescas y originales de Almodóvar entonces están empapadas de colaboraciones de todo tipo: de la cantante punk Alaska, al escritor de culto Jesús Ferrero; del dibujante Ceesepe al modisto Francis Montesinos, del grupo de rock Radio Futura a los boleros mexicanos. Las tramas de los filmes están muy abiertas, y no parece haber un férreo control de autoría en la interpretación, los movimientos de cámara o el diseño general.
Recuerdo lo duros que eran los críticos especializados de aquellos años con “la selva incontrolada” que suponía una película de este autor. Y es plausible pensar que el control narrativo y la estilización estética que empieza a aparecer en “Matador” (1985), es una respuesta de Almodóvar a esa crítica. Pero ay! es también entonces cuando empiezan a aparecer algunos de los “dolores” característicos de su filmografía madura: Las tensiones con sus actores (Eusebio Poncela en “La ley…”, Carmen Maura en “Mujeres…”) el alejamiento del pálpito de la calle, el regodeamiento asfixiante en el diseño de las películas a partir de los noventa. Almodóvar ya se ha hecho marca reconocible, y quiere ejercer un control.dominio.poder que empieza a asfixiar la selva creativa a su alrededor.
Recuerdo un pasaje de la novela “La historia Interminable” en la que aparece un león que es el rey de un desierto. Allá donde va es el rey porque allá donde va se convierte en desierto. Todas las noches el león se convierte en piedra, y entonces en el desierto emerge una selva nocturna llena de vida multicolor. A la luz de la mañana despierta el león a su consciencia y el poder, pero con ello vuelve también el desierto.
Es muy significativo que en “Dolor y gloria” el protagonista empieza a desbloquear su crisis creativa cuando sale de su casa en sombra, y va a visitar a uno de sus actores rebeldes, con el que no se habla desde hace treinta años. Y para encontrar el manantial de su inspiración se abstrae de su engolada casa de diseño, y bebe de las imágenes de su infancia, no ahogadas por el ego, sino abiertas a la exterioridad de ese esplendoroso río y esas mujeres, fuentes de la vida.
El gran magma creativo de este autor es su obra de los años ochenta, en que casi cada año estrenaba una película: Irregulares, imperfectas, pero rebosantes de ideas, apuestas creativas, chispazos geniales, escenas memorables: eran una explosión de libertad, pasión, inteligencia, humor… ¡vida!. ¿De dónde surgía todo aquello?
Si tomo, por ejemplo, “!Qué he hecho yo para merecer esto?” (1983) me viene a la cabeza el músico y showman Javier Gurrutxaga haciendo el papel del dentista que seduce al hijo de la protagonista. O pienso en el director Jaime Chávarri, en el papel de Streaper. O el escritor Gonzalo Suarez, haciendo a su vez de escritor sin inspiración. Ninguno de los tres es actor profesional, pero transmiten de forma genial la alegría de participar en ese barco de libertad que era Almodóvar en aquella época. Y a través de ellos, se desliza en la película un tono chispeante que transciende a Pedro, y remite a una atmósfera artística del país, o al menos, de cierto Madrid libertario.
Las películas más frescas y originales de Almodóvar entonces están empapadas de colaboraciones de todo tipo: de la cantante punk Alaska, al escritor de culto Jesús Ferrero; del dibujante Ceesepe al modisto Francis Montesinos, del grupo de rock Radio Futura a los boleros mexicanos. Las tramas de los filmes están muy abiertas, y no parece haber un férreo control de autoría en la interpretación, los movimientos de cámara o el diseño general.
Recuerdo lo duros que eran los críticos especializados de aquellos años con “la selva incontrolada” que suponía una película de este autor. Y es plausible pensar que el control narrativo y la estilización estética que empieza a aparecer en “Matador” (1985), es una respuesta de Almodóvar a esa crítica. Pero ay! es también entonces cuando empiezan a aparecer algunos de los “dolores” característicos de su filmografía madura: Las tensiones con sus actores (Eusebio Poncela en “La ley…”, Carmen Maura en “Mujeres…”) el alejamiento del pálpito de la calle, el regodeamiento asfixiante en el diseño de las películas a partir de los noventa. Almodóvar ya se ha hecho marca reconocible, y quiere ejercer un control.dominio.poder que empieza a asfixiar la selva creativa a su alrededor.
Recuerdo un pasaje de la novela “La historia Interminable” en la que aparece un león que es el rey de un desierto. Allá donde va es el rey porque allá donde va se convierte en desierto. Todas las noches el león se convierte en piedra, y entonces en el desierto emerge una selva nocturna llena de vida multicolor. A la luz de la mañana despierta el león a su consciencia y el poder, pero con ello vuelve también el desierto.
Es muy significativo que en “Dolor y gloria” el protagonista empieza a desbloquear su crisis creativa cuando sale de su casa en sombra, y va a visitar a uno de sus actores rebeldes, con el que no se habla desde hace treinta años. Y para encontrar el manantial de su inspiración se abstrae de su engolada casa de diseño, y bebe de las imágenes de su infancia, no ahogadas por el ego, sino abiertas a la exterioridad de ese esplendoroso río y esas mujeres, fuentes de la vida.

5.8
17,538
9
21 de octubre de 2021
21 de octubre de 2021
11 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
.
Durante décadas, cuando defendía las películas de P.Almodóvar de sus detractores, mi argumento central siempre era: "Vale, la peli no es perfecta, pero ¿y la valentía de Almodóvar de tirarse a esa piscina, a ese tema conflictivo, a esa resolución narrativa, a esa apuesta estética? ¿Y lo que con ello aprende él - y nosotros - , y la savia fresca de vida que brota con ese riesgo? ¿y la maravilla de cuando acierta, y la pantalla se llena de luz y vida?¿Con qué otro cineasta, nacional, internacional, siente uno ese magma de verdad de vida palpitante?"
Bueno, pues con "Madres paralelas" estamos en las mismas, a mitad del camino traído hasta aquí y los nuevos "fregaos" en los que el cineasta manchego se mete. Con una obra imperfecta, tropezando con los muebles, con inercias, pero con las resplandecientes voces del parto de la vida nueva.
No está, desde luego, introducida con sutilidad y fineza la trama política en esta película. Pero me alegro muchísimo de que entre esta dimensión en el cine de Almodóvar. A veces en esta nuestra piel de toro se carga una atmósfera enrarecida de patio cerrado (de cortijo), y hace falta abrir las ventanas y que corra el aire. Casi me da la risa oirle a hablar a Penélope cruz como salida de una peli de Costa.gravas, pero es como si el guión fuera un zaorí que va buscando las aguas subterráneas de nuestra vida social, aunque éstas lleven a las zanjas de la Guerra civil.
Y sí, brota nueva vida en esas mujeres de pueblo con memoria política. Y aun rozando el panfleto por momentos, hay mucha verdad emocional en esas escenas de testimonio, en esa humildad solidaria, en ese pararse a escuchar y respetar el dolor de las víctimas. Verdad de vida, y por ende, cinematográfica y artística. Paradójicamente, ese dignificar a los muertos hace revivir la vida moral de esos estratos incómodos de la cultura de España.
Creo que podría haber dado más juego en la trama la adscripción Derecha-izquierda de las familias de las dos protagonistas, Janis y Ana. Hay un momento en que la película va creciendo en su suspense, y con ella nuestra emoción expectante. Pero la cosa no progresa mucho más por ese lado, ¿la película se habría embarrado peligrosamente? Así que quizá sea un acierto el quedarse con las pinceladitas de Aitana Snachez-Gijón, o ese “está bien que te enteres en qué país vives”.
Por otro lado, me encanta cómo crece la relación entre Janis y Ana, y lo limpiamente que fluye la peli a este nivel. La apuesta por el minimalismo que se puso en marcha en “Julieta” (no debió renunciar a llamarse “Silencio” aquella película) aquí está ya madura, y lo que vemos ante nuestros ojos es difícilmente definible, entre lo sutil y lo radical, pero precisamente en ello reside su misterioso atractivo. Milena Smit está tan natural y tan especial como un agua de manantial, y hacia ese manantial se dirige la narrativa actual de Almodóvar.
La fascinación ante las vueltas de la sensibilidad femenina es, desde luego, marca de la firma de nuestro autor. Y es aquí donde intuimos una íntima coherencia en todos los mimbres de “Madres paralelas”: la fluidez del mundo femenino aúna lo personal con lo político, lo laboral con lo familiar, y … ¿hasta lo religioso?: Hay un momento en que Ana dice a Janis “Donde vayas tú, yo iré, donde vivas tú yo viviré…”, lo cual, si no me equivoco estrepitosamente, es una clarísima alusión al libro de Ruth en la Biblia. Y Sí, en esa historia hebrea se muestra con una radicalidad y profundidad pasmosas el amor y la solidaridad entre mujeres. Y Almodóvar lo recoge con la misma radicalidad y profundidad, y la hace fluir en sus personajes. De hecho, esa verdad humilde de Ruth en la Biblia me recuerda mucho a la honestidad, entrañable, humilde también, de cierta España rural que se quedó en las cunetas del siglo XX. Humilde y entrañable verdad de Chus Lampreave en "Qué he hecho yo...", o del albañil de "Dolor y Gloria" y que intuyo en las escenas “de pueblo” en la nueva película.
En “madres paralelas” me sobra y me molesta hasta la esterilidad la inercia estética de diseño.colores “almodovarianos”.¿De verdad sigue creyendo nuestro director que esos muebles de diseño con la etiqueta de compra sin quitar, esos colores Pijo.pop son parte imprescindible de su firma de autor? En fin, si se ha sabido liberar de barroquismos narrativos para que brotara una nueva vida en su obra, debo pensar que liberarse de sus rémoras estéticas le costaría bastante menos: cuando en "The human voice" Tilda Swinton quemaba su apartamento chic yo me hice la ilusión de que aquello era una reflexión sobre el desprenderse de lo innecesario para mudar la piel. Lo mismo cuando la Agrado, en "Todo sobre mi madre" decía: “¿Cómo va a ser auténtico mi Channel con la de hambre que hay en el mundo?”. O cuando en “Volver” nuestro artista se acogía a la austeridad estética de los cuadros de Antonio López. El pijerío estético era funcional en “Matador”, en “Mujeres…” o en “Hable con ella”, pero a partir de “Tacones lejanos” se convirtió en un grumo a veces muy indigesto, como lo han sabido ver C.Boyero o F.Trueba. El hecho de que "Todo sobre mi madre" esté a rebosar de esos colores y diseño y sin embargo me parece que funcione bien - sin ser una peli "pija" -, me parece un misterio: quizá es la obra almodovsriana más en estado de gracia, y todos los elementos parecen equilibrarse.
Alora! es en ese territorio entre el manantial de nueva vida y las inercias donde se sitúa “Madres paralelas”… “Parirás con dolor” que dice el proverbio. ¡Gracias, Pedro, por estar tan vivo!
.
Durante décadas, cuando defendía las películas de P.Almodóvar de sus detractores, mi argumento central siempre era: "Vale, la peli no es perfecta, pero ¿y la valentía de Almodóvar de tirarse a esa piscina, a ese tema conflictivo, a esa resolución narrativa, a esa apuesta estética? ¿Y lo que con ello aprende él - y nosotros - , y la savia fresca de vida que brota con ese riesgo? ¿y la maravilla de cuando acierta, y la pantalla se llena de luz y vida?¿Con qué otro cineasta, nacional, internacional, siente uno ese magma de verdad de vida palpitante?"
Bueno, pues con "Madres paralelas" estamos en las mismas, a mitad del camino traído hasta aquí y los nuevos "fregaos" en los que el cineasta manchego se mete. Con una obra imperfecta, tropezando con los muebles, con inercias, pero con las resplandecientes voces del parto de la vida nueva.
No está, desde luego, introducida con sutilidad y fineza la trama política en esta película. Pero me alegro muchísimo de que entre esta dimensión en el cine de Almodóvar. A veces en esta nuestra piel de toro se carga una atmósfera enrarecida de patio cerrado (de cortijo), y hace falta abrir las ventanas y que corra el aire. Casi me da la risa oirle a hablar a Penélope cruz como salida de una peli de Costa.gravas, pero es como si el guión fuera un zaorí que va buscando las aguas subterráneas de nuestra vida social, aunque éstas lleven a las zanjas de la Guerra civil.
Y sí, brota nueva vida en esas mujeres de pueblo con memoria política. Y aun rozando el panfleto por momentos, hay mucha verdad emocional en esas escenas de testimonio, en esa humildad solidaria, en ese pararse a escuchar y respetar el dolor de las víctimas. Verdad de vida, y por ende, cinematográfica y artística. Paradójicamente, ese dignificar a los muertos hace revivir la vida moral de esos estratos incómodos de la cultura de España.
Creo que podría haber dado más juego en la trama la adscripción Derecha-izquierda de las familias de las dos protagonistas, Janis y Ana. Hay un momento en que la película va creciendo en su suspense, y con ella nuestra emoción expectante. Pero la cosa no progresa mucho más por ese lado, ¿la película se habría embarrado peligrosamente? Así que quizá sea un acierto el quedarse con las pinceladitas de Aitana Snachez-Gijón, o ese “está bien que te enteres en qué país vives”.
Por otro lado, me encanta cómo crece la relación entre Janis y Ana, y lo limpiamente que fluye la peli a este nivel. La apuesta por el minimalismo que se puso en marcha en “Julieta” (no debió renunciar a llamarse “Silencio” aquella película) aquí está ya madura, y lo que vemos ante nuestros ojos es difícilmente definible, entre lo sutil y lo radical, pero precisamente en ello reside su misterioso atractivo. Milena Smit está tan natural y tan especial como un agua de manantial, y hacia ese manantial se dirige la narrativa actual de Almodóvar.
La fascinación ante las vueltas de la sensibilidad femenina es, desde luego, marca de la firma de nuestro autor. Y es aquí donde intuimos una íntima coherencia en todos los mimbres de “Madres paralelas”: la fluidez del mundo femenino aúna lo personal con lo político, lo laboral con lo familiar, y … ¿hasta lo religioso?: Hay un momento en que Ana dice a Janis “Donde vayas tú, yo iré, donde vivas tú yo viviré…”, lo cual, si no me equivoco estrepitosamente, es una clarísima alusión al libro de Ruth en la Biblia. Y Sí, en esa historia hebrea se muestra con una radicalidad y profundidad pasmosas el amor y la solidaridad entre mujeres. Y Almodóvar lo recoge con la misma radicalidad y profundidad, y la hace fluir en sus personajes. De hecho, esa verdad humilde de Ruth en la Biblia me recuerda mucho a la honestidad, entrañable, humilde también, de cierta España rural que se quedó en las cunetas del siglo XX. Humilde y entrañable verdad de Chus Lampreave en "Qué he hecho yo...", o del albañil de "Dolor y Gloria" y que intuyo en las escenas “de pueblo” en la nueva película.
En “madres paralelas” me sobra y me molesta hasta la esterilidad la inercia estética de diseño.colores “almodovarianos”.¿De verdad sigue creyendo nuestro director que esos muebles de diseño con la etiqueta de compra sin quitar, esos colores Pijo.pop son parte imprescindible de su firma de autor? En fin, si se ha sabido liberar de barroquismos narrativos para que brotara una nueva vida en su obra, debo pensar que liberarse de sus rémoras estéticas le costaría bastante menos: cuando en "The human voice" Tilda Swinton quemaba su apartamento chic yo me hice la ilusión de que aquello era una reflexión sobre el desprenderse de lo innecesario para mudar la piel. Lo mismo cuando la Agrado, en "Todo sobre mi madre" decía: “¿Cómo va a ser auténtico mi Channel con la de hambre que hay en el mundo?”. O cuando en “Volver” nuestro artista se acogía a la austeridad estética de los cuadros de Antonio López. El pijerío estético era funcional en “Matador”, en “Mujeres…” o en “Hable con ella”, pero a partir de “Tacones lejanos” se convirtió en un grumo a veces muy indigesto, como lo han sabido ver C.Boyero o F.Trueba. El hecho de que "Todo sobre mi madre" esté a rebosar de esos colores y diseño y sin embargo me parece que funcione bien - sin ser una peli "pija" -, me parece un misterio: quizá es la obra almodovsriana más en estado de gracia, y todos los elementos parecen equilibrarse.
Alora! es en ese territorio entre el manantial de nueva vida y las inercias donde se sitúa “Madres paralelas”… “Parirás con dolor” que dice el proverbio. ¡Gracias, Pedro, por estar tan vivo!
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