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Don Jon

Comedia Jon Martello (Joseph Gordon-Levitt), un joven adicto al sexo en general y al porno en particular, intenta ejercer algún tipo de control sobre sí mismo. Jon tiende a deshumanizarlo todo: su apartamento, su coche, su familia, su iglesia y las mujeres. Sin embargo, hasta los ligues más sofisticados no pueden compararse con el placer que obtiene viendo pornografía en su ordenador. Insatisfecho con su vida, decide cambiar. Gracias a la ... [+]
Críticas 119
Críticas ordenadas por utilidad
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6
31 de octubre de 2013
3 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Perdonen si parece que me pierdo en la anécdota, pero puede que en los Estados Unidos, al igual que en la mayoría de países supuestamente ''serios'', la actividad empiece a unas horas que, en los países ''no-tan-serios'', se atribuyen más a la impagable compañía de las sábanas, el colchón y otros amigos de la somnolencia matutina. Puede que ver una película poco después de las ocho de la mañana, por mucha cinefilia que se lleve en la sangre, no sea el mejor plan con el que se pueda uno topar. En cualquier caso, Park City, por muy ilocalizable que sea en cualquier mapamundi, es un pueblo dejado de la mano de Dios que se encuentra en Utah, esto es, en el corazón (por no decir ''culo'') de los Estados Unidos. Ahí, las proyecciones de su más famoso festival cinematográfico empiezan justo cuando el mercurio del termómetro empieza a descongelarse por obra y gracia de los primeros -y más que bienvenidos- rayos solares. A la gente de ahí parece no importarle demasiado dicho horario, pero mientras, los vendedores de cafeína, se forran.

Dando pequeños pero intensos sorbos al café (o lo que fuera aquello) entramos muchos en el Eccles Theatre para ver cómo se portaba una de las mayores atracciones de aquella edición de Sundance. Las legañas poblaban todavía nuestros ojos, y se palpaba el peligro de dormirse, a las primeras de cambio, en alguna de las cómodas butacas de aquel cine (o lo que fuera aquello). El reloj lo confirmaba: estábamos, efectivamente, en los Estados Unidos. Y por si todavía persistían dudas, apareció el ''showtime''. Joseph Gordon-Levitt irrumpió en el escenario, rebosando una energía y un buen humor impropios de aquella franja horaria. Ayudó a levantar los ánimos, sin duda. ''¡Vaya!'', exclamó, ''¿Qué demonios hacéis aquí? ¿No deberíais estar durmiendo?'' Entonces, la estrella cometió un error que para otros hubiera sido imperdonable: se río, muy ostentosamente, de su propia broma, antes de que lo hiciera el público. No importó, porque, efectivamente, el gallinero estalló en una carcajada providencial para el despertar general.

El maestro de ceremonias (se vio claro desde su aparición triunfal) se creía mucho más guapo, listo y divertido de lo que realmente era, pero precisamente en este alarde de cara dura estaba parte -significativa- de su encanto. Más importante todavía: gracias a su arrojo, saber estar, presencia y, sobre todo, gracia, consiguió que en casa de Robert Redford saltara a la palestra, una vez más, el tema estrella de aquel año por aquellas latitudes. Con el permiso de Jack Kerouac, pongámonos en situación. Se tiene que estar en un entorno tranquilo en el que nada ni nadie vaya a molestarnos. Hay que controlar el grado de luminosidad hasta alcanzar el punto ideal y volver a comprobar, por si acaso, que ningún ser vivo osará invadir nuestro espacio vital. A continuación, toca calentar ligeramente la mano. La buena, claro. Mirar a izquierda y derecha, fijar la vista en nuestro querido objeto de deseo (en su defecto, cerrar los ojos)... y proceder.

Hay quien lo llama acostarse consigo mismo; hay quien se refiere a ello como la única manera de hacer el amor con quien realmente se ama, pero el caso es que el noble arte del onanismo ha sido, desde tiempos ancestrales, una fuente inagotable de placer para aquellas personas que o bien no encuentran a su media naranja, o bien se aburren, o bien se sienten más a gusto navegando entre sus más secretas e inconfesables fantasías. El proceso es tan universal que negar su práctica habitual sería como negar que Joseph Blatter es más de Messi que de Cristiano Ronaldo. A lo que íbamos y a lo que fuimos. Los segundos (o minutos, o cuartos de hora, o...) sagrados en los que transcurre el no menos sagrado tocamiento de las aún más sagradas partes íntimas resulta ser uno de los rasgos más distintivos de la personal y ligeramente gamberrilla revisión Donjuanesca llevada a cabo por Joseph Gordon-Levitt, quien aparte de dar vida al personaje en cuestión delante de las cámaras, debuta en el largometraje en calidad de director y guionista.

'Don Jon’s Addiction' (''La adicción de Don Juan'', título originalísimo del filme que ahora nos ocupa) nos habla precisamente de esto, de las adicciones de un Don Juan moderno que como tal parece salido de la mismísima Jersey Shore, y se vale de herramientas como las redes sociales para llevar a cabo sus fechorías. Entre los vicios irrefrenables de tan singular personaje se encuentra el cuidado y culto a su propio cuerpo, las fiestas en discotecas, las visitas a la iglesia para purgar de forma rápida y segura sus pecados... y el porno. Porque hasta los más machotes tienen que darle duro al manubrio. El que ahora nos concierne tal vez lo haga muchas más veces de lo que en realidad le pide su voraz mástil, y éste va a ser precisamente uno de los mayores obstáculos que deberá superar a la hora de conquistar el corazón de la que tiene todos los números para convertirse en el gran amor de su vida.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Acompañado por la exuberancia de Scarlett Johansson y por la agudeza de Julianne Moore, Gordon-Levitt tira de carisma y se luce en su papel de macarrilla tan casposo y despreciable como, a la postre, adorable. Detrás de las cámaras firma la obra de alguien cuyo talento todavía espera la eclosión final, pero que sin duda ya atestigua la madera suficiente como para reírse de los clichés del género (genial el acaramelado cameo al efecto de Anne Hathaway y Channing Tatum) y no caer después en ellos. Así, entre nalgas, pechos operados y falsos gemidos orgásmicos transcurre una comedia romántica cuya lascivia frontal no debería tapar su falta de mordiente; cuya potente presentación formal no debería ocultar su controversia con impacto casi nulo (olvídense de ver aquí el si acaso insinuado puñetazo a la carnaza caduca de nuestros tiempos). Aun así, sobresale, por encima de cualquier posible queja, el excelente sentido del ritmo, el sabio aprovechamiento de la anécdota, el buen racionamiento de la irreverencia y el magnetismo del alumno, sin duda adquirido de los maestros con los que ha tenido la suerte de trabajar.

'Don Jon', mejor no engañarse, se cree mucho más guapo, y listo, y divertido (y ágil, y valiente, y especial, y...) de lo que realmente es, lo cual no quita que sea poseedor de todas estas virtudes. Las apariencias son traicioneras sí, pero en la cantidad, no en la calidad. Aceptamos. Porque viendo a Mr. Gordon-Levitt engominado, enfundado en una camiseta imperio y gruñéndole a su calco Tony Danza, se le quita a uno el sueño y las penas. O porque comprobar, por enésima vez, que no hay manera humana de que Julianne Moore no nos enamore, tiene los mismos efectos reconfortantes. O porque, en este tipo de propuestas, saber encontrar el punto intermedio entre el manual y el toque personal (y en esto último, salta a la vista, por el tipo de sonrisas en la audiencia, que estamos ante un producto más de autor que de estudio) es algo más que un simpático alivio De momento, es una manera ideal para darle un nuevo aire a una carrera artística que acaba de ponerse aún más interesante. Y ya pueden todas las pajas del mundo ir aniquilando al factor humano, que este pequeño placer no nos lo quita nadie.
7
4 de noviembre de 2013
3 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Recuerdo lo primera vez que vi a Joseph Gordon-Levitt. Yo era bastante pequeña y estaba viendo "10 razones para odiarte", y estaba mucho más interesada en mirar a mi adorado Heath Ledger (¡pobrecico mio!) que en mirar a Joseph, sin embargo, ya resulta entrañable y encantador, y los mejores momentos de su carrera estaban aun por llegar.
Este polifacético hombre lleva en el negocio del cine desde pequeño, y ha actuado en películas tan geniales como "500 días juntos", "Origen" o "El caballero oscuro: la leyenda renace", pero ha sido hace poco y con este película que voy a tratar, cuando ha dado el gran salto a la dirección (ya ha rodado algún corto anteriormente).

Don Jon trata sobre un joven algo macarra (Joseph Gordon-Levitt) que dedica su vida a ir al gimnasio a ponerse mazado, a limpiar su casa, a ir a la iglesia a confesarse, a ligar (arrimar cebolleta en la discoteca más bien), y sobre todo, a ver porno para masturbarse cada dos por tres. Su vida se ve trastocada cuando conoce a Barbara (Scarlett Johanson), una chica a la que le cuesta más de lo normal llevarse a la cama, y este tira y afloja hace que le resulte aun más tentadora. Johanson nos deleita con el papel más choni de toda su vida, en serio, es una auténtica choni calientabraguetas. Además, es adicta a la comedias románticas insulsas, totalmente opuestas al porno duro que ve Jon. Por otra parte, está Esther (Julianne Moore), a quien Jon conoce en sus clases nocturnas. Estas dos mujeres le harán replantearse su estilo de vida.

Con envoltorio de comedia romántica, o mas bien comedia dramática, Gordon-Levitt nos da que pensar. La película es una crítica al porno (Don Jon cree que es real, cree que la vida debería ser como el porno, y que hay gente que vive así...), pero también es una crítica a las comedias con final "made in Hollywood", pues evidentemente la vida tampoco es así. Sin embargo, la crítica que más me ha gustado es la que hace a la Iglesia y a la ridiculez que supone la confesión y el perdón posterior a la misma (si la veis comprenderéis a que me refiero).
A parte de todo esto, me han gustado mucho las actuaciones, los actores están muy bien elegidos y les pega perfectamente su papel, especialmente a Tony Danza, como el pervertido padre de Jon. También me ha gustado como está realizada, la banda sonora es perfecta, los encuadres y movimientos de cámara... tampoco me quiero adentrar en tecnicismos.

Así pues una película totalmente recomendable, no entiendo como pudo haber dos parejas en el cine que se largaran de la película (¿Demasiado explicita?, ¿Con más miga de la esperada?...).
9
11 de noviembre de 2013 2 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Que Joseph Gordon-Levitt es uno de los nombres esenciales del cine americano actual es un echo indiscutible. No sólo ha entrado en la liga de las grandes producciones, sino que ha sabido codearse con lo mejor del cine independiente (ahí están Mysterious Skin o 500 días juntos, dos obras maestras, cada una en su campo), sino que ha sabido, muy inteligentemente, aprovechar su imagen pública para sacar adelante proyectos artísticos de cualquier gama (con su plataforma, HitREcord), al modo de James Franco o George Clooney, pero sin la ocasional petulancia del primero o el rendimiento mainstream del segundo.

Porque hay algo que sí ha definido la ecléctica carrera de Gordon-Levitt desde su inicio, y para mí es la aplastante sinceridad y humildad con la que aparentemente aborda cada trabajo. Eso vuelve a ocurrir con Don Jon, una película tal vez difícil de clasificar, demasiado arriesgada (según para quién, por triste que sea) al tratar el tema del sexo; o demasiado blanca para ser tomada tan en serio como en realidad es.

Pero en Don Jon hay, además de puro entretenimiento y una comedia que funciona como el mecanismo de un reloj, la profundidad de lo cotidiano, y una definición de personajes meridiana.

Ahí está ese halcón de gimnasio, ese devorador de pesas y minifaldas con encanto, ese desprejuiciado joven que se pajea ante su ordenador, interpretado con carisma y soltura por un Gordon-Levitt que vale para cualquier personaje, que manteniendo siempre su irresistible encanto pero lleva a cada personaje a un universo, un físico y un corazón particular. O esa irresistible y lozana espontaneidad de Scarlett Johansson jugando con su imagen y con un personaje que explosivo, con el que de la actriz da rienda suelta a una vis cómica tronchante. O Julianne Moore, a la que ya se echaba mucho de menos en la gran pantalla, que en apenas unos trazos de guión regala un papel profundo y sencillo, una mirada llena de bondad y sinceridad que desarmaría al mayor Don Juan.

Este triángulo (y el porno, claro) vertebra una trama en la que su realizador, guionista y actor, sabe apoyarse tanto en su reparto (al completo: los secundarios están maravillosos), como en su montaje (resuelto con sabiduría y sutileza), para crear una historia sencilla y honesta más sobre las dificultades de relacionarse afectivamente que sobre la adicción al porno, una comedia amarga pero luminosa sobre todo aquello a lo que renunciamos o sobre todo aquello que exigimos cuando amamos o somos amados. Resulta con gracia, con mimo al detalle y a los personajes, este debut no debería minusvalorarse por su ligereza: en esa ligereza, Gordon-Levitt ha captado la verdad de muchas relaciones, la soledad de muchas parejas, la plenitud de muchos momentos.
2
23 de abril de 2016 2 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si en un mundo ilusorio los púberes de tercero de ESO dejaran de memorizar alienantes y tuvieran la asignatura de cinematografía libre, el guión del arrogante Gordon-Levitt hubiera quedado entre los primeros en un concurso insignificante de un instituto diminuto de un barrio anónimo de un extrarradio cualquiera.
Sí, el documento es naíf, malo, muy malo. Pero muy a pesar del crítico gana un punto por tres razones: por haber conseguido la perpretación de Johansson y la actuación de Moore, por haber obtenido la financiación y por habernos hecho disfrutar solo ochenta minutos.
Quedará para siempre en nuestro recuerdo la genial idea de las penitencias arbitrarias, los padres gárrulos y la novia masca-chicles, la hermana y el sutil paradigma de la incomunicación y los amigos horteras puntuando hembras.
Por cierto, ¿es Scarlett Johansson efectivamente un diez?
Miradla, os reiréis.
7
23 de diciembre de 2013 1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Yo no hubiese visto DON JON sino no es por la presencia de Julianne Moore y Scarlett Johansson, dos actrices de primer nivel. Eso me intrigó al principio, luego, el tema alrededor de la pornografía, ya que me confieso pornógrafo, y no sé si adicto también. Lo cierto del caso es que DON JON sin ser una gran película tiene la valentía de plantear un tema escabroso, casi tabú, mirándolo cara a cara aunque su resultado final es un tanto vulnerable, por no decir, endeble. La película arranca con fuerza y al final se va diluyendo en ciertos clichés que aminoraran su irreverencia. Quizás la juventud de su Director y principal actor sea la causa de esto, y es que Joseph Gordon-Levitt tiene apenas 32 años. La película trata el tema de la pornografía en Internet y como la misma produce serias adicciones en la vida “ordenada” de un joven “bello” de vida convencional y hasta cierto punto, un tanto solitaria. DON JON es un relato en primera persona sobre la búsqueda del amor verdadero. Es más, al final se condena a la pornografía como algo dañino con relación a ésta búsqueda. Y esa contradicción es lo que hace endeble a la película. La pornografía no es mala per se, de hecho es quizás la principal industria del “entretenimiento” por el Internet, con una clientela masculina asidua y entusiasta. La pornografía representa una especie de democratización del sexo, la posibilidad oblicua de acceder a las mujeres más atractivas del mundo mediante un clip y de forma barata. Además, la pornografía es transgresora de una manera abierta porque derrumba mitos y convenciones alrededor del sexo monogámico y unas rutinas de dormitorio un tanto aburridas por reiterativas. Esta apología de la pornografía tiene que estar acompañada por otra apología a la masturbación, algo que nuestro protagonista considera hasta mucho más satisfactorio que el coito “normal”. Por si acaso, nuestro protagonista, un hombre joven de familia conservadora, se confiesa todas las semanas para limpiar cualquier atisbo de pecado ante el sacerdote de turno. El rezar mecánicamente tantos padres nuestros y tantas aves marías lo redime de una mala conciencia, si es que acaso, la llega a tener. DON JON en el fondo es un ser extraviado e inmaduro que no sabe distinguir entre una convicción genuina y una impostura. La pornografía que consume es pura impostura, (como lo es toda la pornografía, aquí no hay subterfugios que valgan) un teatro de gestos y contorsiones, que busca una clientela llena de carencias y necesidades afectivas y sexuales. Y es que si nuestras vidas sexuales fuesen sanas y plenas, la pornografía no tendría cabida en nuestra cotidianidad. La pornografía es un sucedáneo, legitimo o ilegitimo, dependiendo de los casos, a una sexualidad deficitaria. Y aquí la película peca de romántica cuando asocia el sexo con el amor, y esto es una discusión de larga hondura que el gran Woody Allen decantó a favor del sexo cuando señaló que las personas decimos amor cuando realidad lo que queremos es sexo. No voy a seguir filosofando porque no es la idea, lo cierto del caso es que el personaje deprimido que hace Julianne Moore, y que se parece más a una sabia y ultra madura mujer, capaz de conjugar sexo con amor, ilumina al desdichado protagonista salvándolo de la injuriosa adicción a la pornografía. El final es moralmente reparador y de corte estimulante, algo que le quita fuerza al planteamiento inicial que se hace.
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