Los Fabelman
7.0
16,994
Drama
Film semiautobiográfico de la propia infancia y juventud de Spielberg. Ambientada a finales de la década de 1950 y principios de los años 60, un niño de Arizona llamado Sammy Fabelman, influido por su excéntrica madre, artista (Michelle Williams), y su pragmático padre, ingeniero informático (Paul Dano), descubre un secreto familiar devastador y explora cómo el poder de las películas puede ayudarlo a contar historias y a forjar su propia identidad. [+]
7 de febrero de 2023
7 de febrero de 2023
14 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
Años 60. Cincinatti. New Jersey. Arizona. Una familia de clase media judía. Unos padres completamente opuestos: el padre, Burt, ingeniero eléctrico obsesionado por la naturaleza exacta de las cosas. La madre, Mitzi, artista y núcleo de la familia, un espiritú libre, guiada por el amor al arte, a la emoción, a la evasión.Y fruto de esas contradicciones, vemos crecer a Sammy y su vocación precoz: el poder de soñar y contar historias.
Steven destapa el origen de su vocación y los traumas de su infancia en su cinta más personal en un gran homenaje póstumo a sus queridos padres.
La película empieza como termina. Con un homenaje al cine y sus padres fundadores. Con satories por doquier. De Cecil B. Demille a John Ford. De la importancia de la técnica a la importancia de la perspectiva. Del arte de contar historias y del control de la narrativa. Díganselo sino a Logan, en la cinta después del baile de fin de curso.
Más en lo personal, nos desvela también las entrañas del frágil y delicado equilibrio de la familia Fabelmans. Su condición de judíos que les persigue en aquellos años allá dónde se muden. O como el descubrimiento de la pasión cinéfila de Sammy trasciende en la pérdida de la inocencia añorada de la infancia. Esa escena, tierna y desgarradora donde Sammy capta y revela a través de su cámara a Mitzi (brillante Michele Williams) su desengaño amoroso con Benny.
En tiempos donde nuestra sociedad está dominada por la tiranía de la diversión y de lo digital, Steven nos brinda dos horas y media de largometraje donde la lentitud de las escenas nos mece y nos hace viajar a la nostalgia de una época pasada . Donde la variable tiempo significaba Tiempo para los demás. Tiempo para sí mismo. Tiempo fuera de sí mismo.Tiempo.
Menos retiros espirituales y más Stevens.
Como dice el tío Boris (un excelso Judd Hirsch), en su definición personal de la vocación artística, meter la cabeza en la boca del león es tener pelotas. Que no te la coma, eso, es arte.
Dominar la técnica y gobernar la emoción.
Sigue rugiendo Steven !
Steven destapa el origen de su vocación y los traumas de su infancia en su cinta más personal en un gran homenaje póstumo a sus queridos padres.
La película empieza como termina. Con un homenaje al cine y sus padres fundadores. Con satories por doquier. De Cecil B. Demille a John Ford. De la importancia de la técnica a la importancia de la perspectiva. Del arte de contar historias y del control de la narrativa. Díganselo sino a Logan, en la cinta después del baile de fin de curso.
Más en lo personal, nos desvela también las entrañas del frágil y delicado equilibrio de la familia Fabelmans. Su condición de judíos que les persigue en aquellos años allá dónde se muden. O como el descubrimiento de la pasión cinéfila de Sammy trasciende en la pérdida de la inocencia añorada de la infancia. Esa escena, tierna y desgarradora donde Sammy capta y revela a través de su cámara a Mitzi (brillante Michele Williams) su desengaño amoroso con Benny.
En tiempos donde nuestra sociedad está dominada por la tiranía de la diversión y de lo digital, Steven nos brinda dos horas y media de largometraje donde la lentitud de las escenas nos mece y nos hace viajar a la nostalgia de una época pasada . Donde la variable tiempo significaba Tiempo para los demás. Tiempo para sí mismo. Tiempo fuera de sí mismo.Tiempo.
Menos retiros espirituales y más Stevens.
Como dice el tío Boris (un excelso Judd Hirsch), en su definición personal de la vocación artística, meter la cabeza en la boca del león es tener pelotas. Que no te la coma, eso, es arte.
Dominar la técnica y gobernar la emoción.
Sigue rugiendo Steven !
12 de enero de 2023
12 de enero de 2023
10 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nunca olvidaré a Ewan McGregor meterse dos dedos en su garganta al leer la autobiografía del personaje del primer ministro británico que interpretaba Pierce Brosnan en la película ´El Escritor´ del 2010 dirigida por Roman Polanski. Porque no hay nada como creer que tu vida es tan importante, como para escribir tus memorias, escribir un libro o que te hagan una película. Ahora bien, en cada uno de estos medios se necesita de un traductor, un trasvase o de ciertas licencias para que el paso de algo escrito se convierta en lenguaje cinematográfico. Puedes adolecer de ser tal fiel a lo literario y a utilizar la prosa literaria que adorna los textos y las palabras, que no funcione en el lenguaje de las imágenes de cine. Puedes pecar de exceso de voz en off reverberando por encima de lo rodado y desvirtuando el lenguaje tan singular de las películas.
Steven Spielberg puede permitirse ir más lento ahora que en aquella gran etapa donde hizo (por ahora) sus grandes películas. Cuando se embarcó en volver a rodar ´West Side Story´ en el 2021, pensamos que ya no tenía más que contar, aun así demostró que podía mejorar lo inmejorable. Pero cuando inició el rodaje de ´Los Fabelman´ volvimos a temer que el veterano director ya no tenía más guiones originales en su mesa y echaba mano de su simple biografía. Horror y temor por ver algo así como ´Dolor y Gloria´ de Pedro Almodovar.
Pero haciendo honor a su alias del rey Midas, Spieiberg todo lo que toca lo convierte en oro. Viendo ´Los Fabelman´ de 2022 no deja uno de quitarse el sombrero ante esta película en la que demuestra el director todo lo que a aprendido con los años (y con John Ford). No he dejado de tener una sonrisa en mi rostro ante tal despliegue de maestria y sobre todo de acomodar al lenguaje cinematográfico su simple biografía. Haciendo sublime cualquier plano y cualquier escena.
Steven Spielberg puede permitirse ir más lento ahora que en aquella gran etapa donde hizo (por ahora) sus grandes películas. Cuando se embarcó en volver a rodar ´West Side Story´ en el 2021, pensamos que ya no tenía más que contar, aun así demostró que podía mejorar lo inmejorable. Pero cuando inició el rodaje de ´Los Fabelman´ volvimos a temer que el veterano director ya no tenía más guiones originales en su mesa y echaba mano de su simple biografía. Horror y temor por ver algo así como ´Dolor y Gloria´ de Pedro Almodovar.
Pero haciendo honor a su alias del rey Midas, Spieiberg todo lo que toca lo convierte en oro. Viendo ´Los Fabelman´ de 2022 no deja uno de quitarse el sombrero ante esta película en la que demuestra el director todo lo que a aprendido con los años (y con John Ford). No he dejado de tener una sonrisa en mi rostro ante tal despliegue de maestria y sobre todo de acomodar al lenguaje cinematográfico su simple biografía. Haciendo sublime cualquier plano y cualquier escena.
10 de enero de 2023
10 de enero de 2023
8 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine es por excelencia el arte integral de la humanidad, todos los saberes y bellezas en secuencias de imágenes reproducidas y asimiladas en las retinas de nuestro ojos y guardadas profundamente en nuestra mente; “The Fabelman” es el cuento agridulce del prologo de la vida de Spielberg con su pasión, narrando como a través del celuloide saboreaba la felicidad y relatividad de la misma como escapatoria a la disfuncionalidad familiar, el cine como escapatoria de la gris e inerte realidad; ambientada en la década de los 50, seguimos muy de cerca la vida de una familia judía promedio americana, sus convivencias, interacciones, luchas, creencias, dolores y contradicciones, reflejando que la convivencia en familia es siempre difícil y por definición contradictoria; la relación entre un musico, apasionada y radical Mitzi Fabelman, magistralmente interpretada por Michelle Williams y Burt Fabelman, un ingeniero informático, matemático por profesión y vocación, racional, calmado y conservador, inmortalizado por el muy correcto Paul Dano; ambos constantemente buscan la felicidad en medio de sus diferencias y desacuerdos, pero como toda convivencia es contradictoria por definición y recurrir a actividades que nos separen de la monotonía del desgate rutinario de la vida es esencial en la búsqueda de la paz y la tranquilidad.
El hijo mayor de Mitzi y Burt, Sammy es un niño promedio, educado, sincero y bueno en medio de la disfuncionalidad familiar, consigue en las películas, la escapatoria de la gris e inerte realidad, es a través de él donde su vida adquiere colores, luces y alegría, son las películas la magia viva de Sam Fabelman, lo hace mejor persona, conecta consigo mismo y su familia en sus complejas diferencias y le otorga el mayor regalo que todo ser humano anhela, sentido; cine en totalidad nutre la visión del protagonista y genera horizontes claros y definidos, quien a lo largo de su transformación como humano es el comienzo crepuscular de un nuevo amanecer.
Spielberg, no toca solamente la relación familiar y su obvio amor por las películas en el film, deja de manifiesto como las películas son también una puerta de entrada y difusión de lo que sentimos, percepción de un elemento de la realidad que puede ser distorsionado para mostrar en realidad quienes somos, un medio de expresión de nuestros deseos, sentimientos y sueños que como sociedad podemos compartir o discernir pero que en definitiva nos permita convivir. A modo de Biopic y drama familiar “The Fabelman” es el retrato final que Spielberg siempre nos debió, una reflexión sobre su pasado y su gran amor por el celuloide.
El hijo mayor de Mitzi y Burt, Sammy es un niño promedio, educado, sincero y bueno en medio de la disfuncionalidad familiar, consigue en las películas, la escapatoria de la gris e inerte realidad, es a través de él donde su vida adquiere colores, luces y alegría, son las películas la magia viva de Sam Fabelman, lo hace mejor persona, conecta consigo mismo y su familia en sus complejas diferencias y le otorga el mayor regalo que todo ser humano anhela, sentido; cine en totalidad nutre la visión del protagonista y genera horizontes claros y definidos, quien a lo largo de su transformación como humano es el comienzo crepuscular de un nuevo amanecer.
Spielberg, no toca solamente la relación familiar y su obvio amor por las películas en el film, deja de manifiesto como las películas son también una puerta de entrada y difusión de lo que sentimos, percepción de un elemento de la realidad que puede ser distorsionado para mostrar en realidad quienes somos, un medio de expresión de nuestros deseos, sentimientos y sueños que como sociedad podemos compartir o discernir pero que en definitiva nos permita convivir. A modo de Biopic y drama familiar “The Fabelman” es el retrato final que Spielberg siempre nos debió, una reflexión sobre su pasado y su gran amor por el celuloide.
10 de febrero de 2023
10 de febrero de 2023
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las películas serán interpretadas en el largo plazo desde una perspectiva universal, pero están condenadas a verse afectadas en la percepción de la audiencia y los medios por las contingencias del presente en el que se estrenan. Y todo hallazgo puede ser reducido o infravalorado por las características de la moda o corriente en las que los trabajos se entroncan. Resulta inevitable que la prensa se predisponga con una cierta actitud ante los próximos ejemplos de auto-ficción. Un conjunto reconocible de dramas biográficos dirigidos por nombres de prestigio ha procurado con desigual fortuna captar la atención de los focos en festivales o plataformas durante los últimos cinco años: Roma, Bardo, Belfast, Era la mano de Dios, Armageddon Time… Filmes siempre aplaudidos de antemano pero cuyo análisis, así como el paso del tiempo, evidenciaba vicios, condescendencias o egolatrías que las llevaban a ser exaltaciones decepcionantes o ejercicios de potencial desperdiciado.
Sería una insensatez que la acumulación de recelos hacia producciones de estas coordenadas suponga una mochila injusta que deba acarrear la que para un servidor es la película más lograda de esta corriente: Los Fabelman, último estreno de ese superviviente de los cineastas clásicos que es Steven Spielberg. Una película tan ambiciosa en su ejecución como transparente y honesta en sus intenciones, que brilla por su desempeño en dos frentes: la utilización de las formas para reflexionar sobre el proceso de creación cinematográfica, y la resonancia de verdad personal desde el entramado melodramático.
Aún si su trama apunta hacia otros derroteros, Los Fabelman casa directamente con las producciones fantásticas y populares que Spielberg filmó en los ochenta desde algo más que el logo de Amblin en los créditos iniciales. El tono familiar y azucarado nos devuelve a su entorno familiar, en un trabajo que tanto por sus estéticas como por su tempo parece más filmada entonces que ahora, lo que sin duda conllevará que sea recibida por rechazo por parte de la prensa. La atmósfera de ensoñación se preserva para un relato edulcorado pero anclado en el realismo, que pone el foco en una escala reducida: no debemos buscar tanto a Spielberg, pues la intención es realmente conocer a su familia. O más que a su familia, a la familia que fue durante sus años de infancia y juventud, y la que sin duda le marcó de por vida para la obra cinematográfica que estaba por venir.
El tono acolchado y familiar de Spielberg está tan presente como siempre, pero el filme se encuentra envuelto en cada fotograma por una amargura tan contrapuntística como evocadora. La película afronta una herida, y quizás sea a través de su realización como Spielberg intenta sanarla: el tejido familiar de los Fabelman se resquebraja, y Sammy asiste impotente a su descomposición gradual durante años, sintiéndose tanto espectador como parte de la caída de fichas de dominó. El aparato melodramático del filme es intenso, pero la implicación del espectador se logra por la carga emotiva de sus diálogos. La vida de los personajes no se trata con grandilocuencia, ni se adorna en aras del glamour cinematográfico. Personas sencillas de vidas sencillas, realzadas por un sentimiento de culpa en cada personaje que eleva los réditos del guion al notable, con un muestrario de secuencias emotivas, honestas y, pese a la tristeza, con un hálito último de esperanza. El código lingüístico es el de cine familiar de gran presupuesto, pero la esencia es la de una exposición humilde.
El conflicto familiar es fundamental en Los Fabelman, como lo es su discurso sobre el hambre para crear imágenes y la sensibilidad y mirada desde las que estas germinan. Desde la mas tierna edad el protagonista narra en imágenes con los medios modestos que tiene a su alcance, y es a través de ellas que crece a nivel emocional. Es una muestra de sabiduría y elegancia percatarse, y hacer ver al espectador, que la esencia misma de la magia del cine no se encuentra en fascinados virtuosismos o grandes ejercicios de coordinación de masas de trabajadores y aparatosos sets, sino en la inmediata y pasional filmación de lo que te rodea con tesón e inquietud. No es sólo la imagen en sí, sino los significados que provoca consigo, y, clara prioridad, el efecto que producen en la audiencia que las ve. En la reacción de las personas de su vida a las películas que el pequeño Sam filma, así como en la capacidad del realizador de manipular la percepción de una persona o modificar el relato de lo real desde el montaje, se encuentra una reflexión tan sutil como conmovedora.
Los Fabelman es una película trasnochada en el mejor sentido, que mira a una década pasada desde unas filosofías cinematográficas igualmente de salida. Un viaje emotivo que propone aquello tan generoso e improbable de ser, al mismo tiempo, un canto de cisne de una manera de entender el séptimo arte y un canto de esperanza para los jóvenes realizadores que estén por venir. Ya sólo por eso, nos encontramos ante un evento muy especial.
Sería una insensatez que la acumulación de recelos hacia producciones de estas coordenadas suponga una mochila injusta que deba acarrear la que para un servidor es la película más lograda de esta corriente: Los Fabelman, último estreno de ese superviviente de los cineastas clásicos que es Steven Spielberg. Una película tan ambiciosa en su ejecución como transparente y honesta en sus intenciones, que brilla por su desempeño en dos frentes: la utilización de las formas para reflexionar sobre el proceso de creación cinematográfica, y la resonancia de verdad personal desde el entramado melodramático.
Aún si su trama apunta hacia otros derroteros, Los Fabelman casa directamente con las producciones fantásticas y populares que Spielberg filmó en los ochenta desde algo más que el logo de Amblin en los créditos iniciales. El tono familiar y azucarado nos devuelve a su entorno familiar, en un trabajo que tanto por sus estéticas como por su tempo parece más filmada entonces que ahora, lo que sin duda conllevará que sea recibida por rechazo por parte de la prensa. La atmósfera de ensoñación se preserva para un relato edulcorado pero anclado en el realismo, que pone el foco en una escala reducida: no debemos buscar tanto a Spielberg, pues la intención es realmente conocer a su familia. O más que a su familia, a la familia que fue durante sus años de infancia y juventud, y la que sin duda le marcó de por vida para la obra cinematográfica que estaba por venir.
El tono acolchado y familiar de Spielberg está tan presente como siempre, pero el filme se encuentra envuelto en cada fotograma por una amargura tan contrapuntística como evocadora. La película afronta una herida, y quizás sea a través de su realización como Spielberg intenta sanarla: el tejido familiar de los Fabelman se resquebraja, y Sammy asiste impotente a su descomposición gradual durante años, sintiéndose tanto espectador como parte de la caída de fichas de dominó. El aparato melodramático del filme es intenso, pero la implicación del espectador se logra por la carga emotiva de sus diálogos. La vida de los personajes no se trata con grandilocuencia, ni se adorna en aras del glamour cinematográfico. Personas sencillas de vidas sencillas, realzadas por un sentimiento de culpa en cada personaje que eleva los réditos del guion al notable, con un muestrario de secuencias emotivas, honestas y, pese a la tristeza, con un hálito último de esperanza. El código lingüístico es el de cine familiar de gran presupuesto, pero la esencia es la de una exposición humilde.
El conflicto familiar es fundamental en Los Fabelman, como lo es su discurso sobre el hambre para crear imágenes y la sensibilidad y mirada desde las que estas germinan. Desde la mas tierna edad el protagonista narra en imágenes con los medios modestos que tiene a su alcance, y es a través de ellas que crece a nivel emocional. Es una muestra de sabiduría y elegancia percatarse, y hacer ver al espectador, que la esencia misma de la magia del cine no se encuentra en fascinados virtuosismos o grandes ejercicios de coordinación de masas de trabajadores y aparatosos sets, sino en la inmediata y pasional filmación de lo que te rodea con tesón e inquietud. No es sólo la imagen en sí, sino los significados que provoca consigo, y, clara prioridad, el efecto que producen en la audiencia que las ve. En la reacción de las personas de su vida a las películas que el pequeño Sam filma, así como en la capacidad del realizador de manipular la percepción de una persona o modificar el relato de lo real desde el montaje, se encuentra una reflexión tan sutil como conmovedora.
Los Fabelman es una película trasnochada en el mejor sentido, que mira a una década pasada desde unas filosofías cinematográficas igualmente de salida. Un viaje emotivo que propone aquello tan generoso e improbable de ser, al mismo tiempo, un canto de cisne de una manera de entender el séptimo arte y un canto de esperanza para los jóvenes realizadores que estén por venir. Ya sólo por eso, nos encontramos ante un evento muy especial.
11 de febrero de 2023
11 de febrero de 2023
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Parece que la nostalgia de la infancia hace mella en muchos directores últimamente que nos cuentan por medio de un film como fue por medio de los recuerdos que tienen de ella, Kenneth Branagh con "Belfast", Alfonso Cuaron con "Roma", James Gray "Armaggedon Time", Sorrentino "Fue la mano de Dios" o desde España Almodovar o Carla Simon. Ahora le toca al maestro Steven Spielberg.
Los padres del pequeño Sam Fabelman le llevan a cine por primera vez a ver "El fabuloso mundo del circo", sale conmocionado por una escena en la que se ve chocar dos trenes a toda velocidad. Comienza a emular con juguetes lo que ha visto y por casualidad su madre le compra una cámara de cine para captar los momentos familiares, pero él comienza a ir más allá...
Una película muy personal que ha calado fuerte entre los que adoramos a este magnífico realizador y que ha conseguido siete nominaciones a los Oscar. Un trabajo muy íntimo y personal en el que se centra en su infancia y adolescencia como creador de imágenes para contar algo, sus raíces hebreas que forjaron su identidad personal o el trauma que su puso el divorcio de sus padres.
Con su dominio habitual del ritmo y la narración, Spielberg maneja todo con la máxima precisión, a pesar de tener un presupuesto bajo. Vuelve a contar con la estupenda fotografía de Janusz Kaminski o la música de John Williams y ayudado por magníficas interpretaciones, de Michelle Williams, Paul Dano, Seth Rogen o el simpático cameo de David Lynch componen esta deliciosa y entrañable película del que posiblemente sea el mejor director vivo actual del planeta.
Destino Arrakis.com
Los padres del pequeño Sam Fabelman le llevan a cine por primera vez a ver "El fabuloso mundo del circo", sale conmocionado por una escena en la que se ve chocar dos trenes a toda velocidad. Comienza a emular con juguetes lo que ha visto y por casualidad su madre le compra una cámara de cine para captar los momentos familiares, pero él comienza a ir más allá...
Una película muy personal que ha calado fuerte entre los que adoramos a este magnífico realizador y que ha conseguido siete nominaciones a los Oscar. Un trabajo muy íntimo y personal en el que se centra en su infancia y adolescencia como creador de imágenes para contar algo, sus raíces hebreas que forjaron su identidad personal o el trauma que su puso el divorcio de sus padres.
Con su dominio habitual del ritmo y la narración, Spielberg maneja todo con la máxima precisión, a pesar de tener un presupuesto bajo. Vuelve a contar con la estupenda fotografía de Janusz Kaminski o la música de John Williams y ayudado por magníficas interpretaciones, de Michelle Williams, Paul Dano, Seth Rogen o el simpático cameo de David Lynch componen esta deliciosa y entrañable película del que posiblemente sea el mejor director vivo actual del planeta.
Destino Arrakis.com
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