Los Fabelman
7.0
16,995
Drama
Film semiautobiográfico de la propia infancia y juventud de Spielberg. Ambientada a finales de la década de 1950 y principios de los años 60, un niño de Arizona llamado Sammy Fabelman, influido por su excéntrica madre, artista (Michelle Williams), y su pragmático padre, ingeniero informático (Paul Dano), descubre un secreto familiar devastador y explora cómo el poder de las películas puede ayudarlo a contar historias y a forjar su propia identidad. [+]
12 de noviembre de 2023
12 de noviembre de 2023
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dirigida por Steven Spielberg y escrita por el mismo junto al dramaturgo y guionista estadounidense Tony Kushner. Basada en gran parte en la vida de Spielberg (el nacimiento de su amor por el cine, la transición de la niñez a la adolescencia y luego a la adultez, su relación con sus padres y como es crecer en el seno de una familia judía).
Sammy Fabelman (Gabriel LaBelle) siendo todavía un niño pequeño, es llevado al cine por sus padres Mitzi Schildkr (Michelle Williams) y Burt Fabelman (Paul Dano) y este queda impresionado con la película, luego animado por su madre comienza hacer pequeñas películas en casa con la cámara de su padre, lo que hace que el niño valla fomentado su amor por este arte mientras crece.
En general una película muy completa, con su dosis de drama y su toque de humor, algunas buenas actuaciones, que la hacen amena y divertida, y una escenografía fiel a su época.
Lo que no terminó de encajar fue la actuación de Williams, la sentí muy exagerada y escandalosa, casi rayando en lo sobreactuado.
En cambio, Judd Hirsch aunque su participación en la película fue muy corta, en su papel del tío Boris Podgormy fue una de las mejores cosas del film.
Sammy Fabelman (Gabriel LaBelle) siendo todavía un niño pequeño, es llevado al cine por sus padres Mitzi Schildkr (Michelle Williams) y Burt Fabelman (Paul Dano) y este queda impresionado con la película, luego animado por su madre comienza hacer pequeñas películas en casa con la cámara de su padre, lo que hace que el niño valla fomentado su amor por este arte mientras crece.
En general una película muy completa, con su dosis de drama y su toque de humor, algunas buenas actuaciones, que la hacen amena y divertida, y una escenografía fiel a su época.
Lo que no terminó de encajar fue la actuación de Williams, la sentí muy exagerada y escandalosa, casi rayando en lo sobreactuado.
En cambio, Judd Hirsch aunque su participación en la película fue muy corta, en su papel del tío Boris Podgormy fue una de las mejores cosas del film.
10 de diciembre de 2023
10 de diciembre de 2023
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Spielberg vuelve a crear otra joya de lo simple, narrada con trazo cásico (como pocos saben hacer en la actualidad). El director con los años ha ganado en maestría a la hora de presentar el entorno y la trama, con trazos simples y a veces casi invisibles nos hace intuir todo un mundo de verdades y de sensaciones.
Biopic de su infancia y adolescencia, un canto a su amor por el cine; y el director lo hace a través de escenas de gran poesía y maestría sin necesidad de grandes efectos, haciendo gala del dominio de lo simple para transportarnos a donde quiere él.
Biopic de su infancia y adolescencia, un canto a su amor por el cine; y el director lo hace a través de escenas de gran poesía y maestría sin necesidad de grandes efectos, haciendo gala del dominio de lo simple para transportarnos a donde quiere él.
22 de diciembre de 2023
22 de diciembre de 2023
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando comenzó la película pensé que no sería capaz de llegar hasta el final. A estas alturas de la vida ando un poco empachado de estos planteamientos auto biográficos.
Sin embargo, cuando terminó la película me sentí muy contrariado, porque quería más y se me había hecho muy corta. Es la magia del cine, te atrapa a veces sin darte cuenta y aunque tú no quieras.
Destacadísima y convincente interpretación de Michelle Williams .
Sin embargo, cuando terminó la película me sentí muy contrariado, porque quería más y se me había hecho muy corta. Es la magia del cine, te atrapa a veces sin darte cuenta y aunque tú no quieras.
Destacadísima y convincente interpretación de Michelle Williams .
22 de agosto de 2024
22 de agosto de 2024
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mario C. Gentil / 18.02.2023
Los Fabelmans comienza con un movimiento de grúa que recoge las colas para entrar en un cine de Nueva Jersey. En el recorrido, lo que parece como una voz en off resulta ser la de un padre que le habla a su hijo temeroso ante la primera vez que acude a ver una película, en el que se detiene la cámara. Acto seguido su padre se pone a su altura, entra en el encuadre y le explica cómo funciona el cine: «son sólo fotografías pasadas muy rápido por la luz, 24 por segundo»; mientras la madre agarra al chico por los hombros atrayéndolo para sí, entra en plano agachándose igual que el padre y le dice: «las películas son sueños que nunca se te olvidan». Finalmente, la grúa reanuda el recorrido y se para en la marquesina en la que en letras gigantes se anuncia un estreno de Cecil B. DeMille del año 1952 en el que comienza la cinta de Spielberg: El mayor espectáculo del mundo.
Este plano introductorio nos resume toda la película: está perfumado con el aroma clásico del que se va a ver impregnado todo el metraje; rebela las identidades de los tres personajes; anuncia la doble mirada que puede tener el milagro del hecho fílmico (técnica y artística), así como que hace también un compendio de las virtudes del cine del propio Spielberg. La cinta supone tanto un testimonio con tintes autobiográficos como una abierta declaración de amor al arte de la cinematografía. En esta doble hélice entroncada que supone el A.D.N. del cine, tanto el dominio de los apartados técnicos como la genialidad artística están simbolizados en las figuras de sus padres: él un cerebro de la computación que trabaja para IBM, que realiza un innegable esfuerzo por su trabajo y que es solidario; ella, una mujer díscola con mucha sensibilidad y aptitud tocando el piano, algo egoísta, pero a su vez muy alentadora, comunicativa, y una persona muy incomprendida.
Desde este enfoque se puede hacer una doble lectura de la cinta: en una de ellas vemos sin obstáculos la perpetua lucha entre la practicidad y la vocación, una de las grandes elecciones vitales que todos debemos pasar y en las que el mundo se divide. En la segunda, y que supone un paso más, cómo ambas se tienen que dar en el mundo del cine para que se posibilite. Esto nos lleva a la mirada de Spielberg y a la senda de su propio cine, que siempre ha ido en un equilibrado balance: entre el entretenimiento que posibilita sueños, y una marca autoral con sus significados. Significados que a la vez resultan prácticos para el público en forma de moraleja, como práctica es la mágica construcción de diversas películas donde la creación fílmica es el resultado de un ingenioso andamiaje, más moderno, pero que tiene la misma esencia de Méliès. Se desliza también una bonita reflexión sobre cómo una película puede crear desde el artificio imágenes irreales que nos conmuevan, o cómo, por el contrario, el cine puede captar realidades que si no se enfocan con un objetivo pasan desapercibidas delante de nuestros ojos.
Aun con todo, podemos encuadrar Los Fabelmans en su filmografía bajo el mal utilizado tópico como “menor”; pero de esas selecciones menores nada despreciables que todo cineasta tiene y donde hay oro y sorpresas que, escondidos, se desvelan en ciertos momentos. Esta no es una cinta épica ni que alcance las cotas de su época dorada, que abrió en 1975 con Tiburón, y que cerró en 1993 con Jurassic Park y La lista de Schindler, donde E.T. (1982), La trilogía de Indiana Jones (1981, 1984, 1989) o El color púrpura (1985), entre otras, certificaron la apoteosis de Spielberg al olimpo del arte audiovisual, generando a la vez una vastísima religión de fieles. Sino que resulta una mirada a sí mismo, hacia el cine y hacia su cine. No es un canto de cisne, ni mucho menos, pero sí una obra planeada en la nostalgia. Da la sensación de que Spielberg quería dejar este volumen en la repisa del conjunto de su obra como muestra; para coleccionarla, para atesorarla, para utilizarla como álbum fotográfico al que acudir cuando los recuerdos distantes pidan paso. Asimismo, en ella, según el grado de cinefilia del espectador se reconocerán los guiños a los Lumière, a William Wellman, a John Ford… y a Steven Spielberg. Se ganó hace tiempo hacerse una película así.
testigodecine.com
Los Fabelmans comienza con un movimiento de grúa que recoge las colas para entrar en un cine de Nueva Jersey. En el recorrido, lo que parece como una voz en off resulta ser la de un padre que le habla a su hijo temeroso ante la primera vez que acude a ver una película, en el que se detiene la cámara. Acto seguido su padre se pone a su altura, entra en el encuadre y le explica cómo funciona el cine: «son sólo fotografías pasadas muy rápido por la luz, 24 por segundo»; mientras la madre agarra al chico por los hombros atrayéndolo para sí, entra en plano agachándose igual que el padre y le dice: «las películas son sueños que nunca se te olvidan». Finalmente, la grúa reanuda el recorrido y se para en la marquesina en la que en letras gigantes se anuncia un estreno de Cecil B. DeMille del año 1952 en el que comienza la cinta de Spielberg: El mayor espectáculo del mundo.
Este plano introductorio nos resume toda la película: está perfumado con el aroma clásico del que se va a ver impregnado todo el metraje; rebela las identidades de los tres personajes; anuncia la doble mirada que puede tener el milagro del hecho fílmico (técnica y artística), así como que hace también un compendio de las virtudes del cine del propio Spielberg. La cinta supone tanto un testimonio con tintes autobiográficos como una abierta declaración de amor al arte de la cinematografía. En esta doble hélice entroncada que supone el A.D.N. del cine, tanto el dominio de los apartados técnicos como la genialidad artística están simbolizados en las figuras de sus padres: él un cerebro de la computación que trabaja para IBM, que realiza un innegable esfuerzo por su trabajo y que es solidario; ella, una mujer díscola con mucha sensibilidad y aptitud tocando el piano, algo egoísta, pero a su vez muy alentadora, comunicativa, y una persona muy incomprendida.
Desde este enfoque se puede hacer una doble lectura de la cinta: en una de ellas vemos sin obstáculos la perpetua lucha entre la practicidad y la vocación, una de las grandes elecciones vitales que todos debemos pasar y en las que el mundo se divide. En la segunda, y que supone un paso más, cómo ambas se tienen que dar en el mundo del cine para que se posibilite. Esto nos lleva a la mirada de Spielberg y a la senda de su propio cine, que siempre ha ido en un equilibrado balance: entre el entretenimiento que posibilita sueños, y una marca autoral con sus significados. Significados que a la vez resultan prácticos para el público en forma de moraleja, como práctica es la mágica construcción de diversas películas donde la creación fílmica es el resultado de un ingenioso andamiaje, más moderno, pero que tiene la misma esencia de Méliès. Se desliza también una bonita reflexión sobre cómo una película puede crear desde el artificio imágenes irreales que nos conmuevan, o cómo, por el contrario, el cine puede captar realidades que si no se enfocan con un objetivo pasan desapercibidas delante de nuestros ojos.
Aun con todo, podemos encuadrar Los Fabelmans en su filmografía bajo el mal utilizado tópico como “menor”; pero de esas selecciones menores nada despreciables que todo cineasta tiene y donde hay oro y sorpresas que, escondidos, se desvelan en ciertos momentos. Esta no es una cinta épica ni que alcance las cotas de su época dorada, que abrió en 1975 con Tiburón, y que cerró en 1993 con Jurassic Park y La lista de Schindler, donde E.T. (1982), La trilogía de Indiana Jones (1981, 1984, 1989) o El color púrpura (1985), entre otras, certificaron la apoteosis de Spielberg al olimpo del arte audiovisual, generando a la vez una vastísima religión de fieles. Sino que resulta una mirada a sí mismo, hacia el cine y hacia su cine. No es un canto de cisne, ni mucho menos, pero sí una obra planeada en la nostalgia. Da la sensación de que Spielberg quería dejar este volumen en la repisa del conjunto de su obra como muestra; para coleccionarla, para atesorarla, para utilizarla como álbum fotográfico al que acudir cuando los recuerdos distantes pidan paso. Asimismo, en ella, según el grado de cinefilia del espectador se reconocerán los guiños a los Lumière, a William Wellman, a John Ford… y a Steven Spielberg. Se ganó hace tiempo hacerse una película así.
testigodecine.com
27 de noviembre de 2024
27 de noviembre de 2024
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Todo huele a cine en esta preciosa película. Spielberg hace otro regalo cinematográfico retratando una historia de juventud basada en su propia vida. Todos los actores que aparecen en la película muestran una gran frescura y vitalidad en su actuación incluso los mas novatos.
Se podría decir que a veces menos es más, una historia cotidiana tan simple me hace estar pegado a la pantalla más de dos horas y sin darme cuenta.
Una historia con aroma y dedicada al cine en manos de un gran director y actuaciones sobresalientes, por favor que más se puede pedir.
Se podría decir que a veces menos es más, una historia cotidiana tan simple me hace estar pegado a la pantalla más de dos horas y sin darme cuenta.
Una historia con aroma y dedicada al cine en manos de un gran director y actuaciones sobresalientes, por favor que más se puede pedir.
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