Una mujer para dos
1933 

7.3
2,760
Romance. Comedia
George Curtis, pintor, y Tom Chambers, autor teatral, que comparten un piso en París, conocen en el tren que se dirige a esta ciudad a Gilda Farrell, americana como ellos y dibujante publicitaria. Ambos se enamoran inmediatamente de ella y, como Gilda es incapaz de decidirse por uno, deciden vivir un 'menage à trois'. (FILMAFFINITY)
7 de febrero de 2008
7 de febrero de 2008
17 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esperaba más de una propuesta tan interesante como un menaje à trois en manos del genio de la sutileza, la insinuación y la ironía. Creo que los años, han pasado más deprisa para esta obra que para otras del quizá el mejor director de la historia. A mi juicio, pierde esta propuesta, sobre todo, en los diálogos que no poseen la velocidad ni la acidez de Lubitsch (a pesar del tema). Pero aún así, podemos contentarnos y gozar con esa forma de Lubitsch de llevar una historia tan comprometida de una manera tan elegante, de una forma, a la que no podríamos poner un pero.
Miriam Hopkins es aquí la encargada de repartir bacalao y algo más que peces. Posee una energía fascinante en pantalla. Su actitud, podría considerarse algo libertina, pero su director, consigue que ese comportamiento no perjudique a la estrella. Así la convierte en el alma de la fiesta y caemos rendidos por belleza, sabiduría y picaresca: que bomba de mujer. Repetía Lubitsch con ella después de esa mágica interpretación en “Un ladrón en la alcoba”.
Fredric March y Gary Cooper intentan aguantar el chaparrón de Hopkins que desde la primera escena se los come. Y mantienen un pulso atractivo con ella, a pesar de que la ausencia en algunas escenas de Hopkins se nota, los tres juntitos y revueltos consiguen camelarme.
Quedan también para el recuerdo la acción fuera de la cámara, con lo que privaba a los censores de echarle el diente, como cuando su marido sale de la habitación la mañana después de la noche de bodas y da una patada al macetero de los “bohemios” para que sepamos que la Hopkins no estaba por la labor de entregarse a su cónyuge con el recuerdo latente de los artistas. O cuando Fredric March sale con el esmoquin para desayunar (una escena para enmarcar y proyectar en cualquier escuela que se precie de enseñar cine).
Miriam Hopkins es aquí la encargada de repartir bacalao y algo más que peces. Posee una energía fascinante en pantalla. Su actitud, podría considerarse algo libertina, pero su director, consigue que ese comportamiento no perjudique a la estrella. Así la convierte en el alma de la fiesta y caemos rendidos por belleza, sabiduría y picaresca: que bomba de mujer. Repetía Lubitsch con ella después de esa mágica interpretación en “Un ladrón en la alcoba”.
Fredric March y Gary Cooper intentan aguantar el chaparrón de Hopkins que desde la primera escena se los come. Y mantienen un pulso atractivo con ella, a pesar de que la ausencia en algunas escenas de Hopkins se nota, los tres juntitos y revueltos consiguen camelarme.
Quedan también para el recuerdo la acción fuera de la cámara, con lo que privaba a los censores de echarle el diente, como cuando su marido sale de la habitación la mañana después de la noche de bodas y da una patada al macetero de los “bohemios” para que sepamos que la Hopkins no estaba por la labor de entregarse a su cónyuge con el recuerdo latente de los artistas. O cuando Fredric March sale con el esmoquin para desayunar (una escena para enmarcar y proyectar en cualquier escuela que se precie de enseñar cine).
21 de diciembre de 2008
21 de diciembre de 2008
11 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Marcas comerciales, slogans...
"¡Estoy harta de ser una marca comercial casada con un slogan!" (Miriam Hopkins a E.E.Horton).
Una de tantas frases absolutamente geniales que un gran Lubitsch regala a los espectadores inteligentes.
"No tengo una camisa limpia" (Gary Cooper)
"¿Porqué una camisa limpia? ¿Que sucede? ¿Un romance?" (Fredric March)
"No estoy hablando de un pijama. Solo de una camisa limpia" (G.Gooper)
Y más.. El resto descúbranlas por ustedes mismos, que la cosa vale la pena.
Lubitsch, igual que en Los peligros del flirt o Lo que piensan las mujeres, se mueve como pez en el agua en una de sus especialidades, la comedia de enredo, pero en el caso que nos ocupa, a diferencia de las anteriormente citadas, la propuesta amorosa, menage à trois incluido es todo menos convencional. Año 1933. No lo olviden. Y en tal año, suponer que la relación de una mujer (evidentemente "muy liberada") con dos hombres, artistas por más señas y con poco futuro, sea un "designe por living" (proyecto de vida) aceptado por una sociedad algo menos liberal, es mucho pedir.
Cosas como ésta hacen que Lubitsch sea distinto y nos guste. Lubitsch el travieso, diciendo "sin decir"... Llego a imaginármelo pensando como vestir a Fredric March para el desayuno en la casa de ella después de una noche que ha de suponerse "movidita"... ¿En paños menores, como el Napoleón de la campaña publicitaria? ¿Con un afeminado salto de cama? ¿Con el inapropiado smoking de la noche anterior? Todas las opciones eran válidas pero él siempre escoge la más sutil, la mas adecuada para su humor inteligente dirigido a espectadores inteligentes. ¿Porqué? Porque es Lubitsch y por eso sus películas han conseguido llegar hasta nuestros días sin esa fecha de caducidad que autolimita los productos perecederos de otros directores.
Pero el rey de la comedia glamorosa no sería nadie sin esos actores capaces de transmitirnos, cual materia conductora, el toque Lubitsch. Capaces de establecer con el espectador esa sintonía que diferencia el cine genial del cine sin adjetivos. Y este es el rol de Miriam Hopkins - la picardía por encima de la belleza - de Fredric March - la seriedad aparente - o del inigualable, inimitable y nunca repetido Edward Everett Horton.
¿Que me olvido de Gary Cooper?. No. Gary es inolvidable. Es nuestro legionario favorito (Beau Geste), nuestro vaquero por excelencia (El vaquero y la dama) el héroe más valiente y solitario del Far West cinematográfico (Solo ante el peligro), pero lo de larguirucho gracioso... como que no. Aunque estoy seguro de que habrá gustos para todo.
"¡Estoy harta de ser una marca comercial casada con un slogan!" (Miriam Hopkins a E.E.Horton).
Una de tantas frases absolutamente geniales que un gran Lubitsch regala a los espectadores inteligentes.
"No tengo una camisa limpia" (Gary Cooper)
"¿Porqué una camisa limpia? ¿Que sucede? ¿Un romance?" (Fredric March)
"No estoy hablando de un pijama. Solo de una camisa limpia" (G.Gooper)
Y más.. El resto descúbranlas por ustedes mismos, que la cosa vale la pena.
Lubitsch, igual que en Los peligros del flirt o Lo que piensan las mujeres, se mueve como pez en el agua en una de sus especialidades, la comedia de enredo, pero en el caso que nos ocupa, a diferencia de las anteriormente citadas, la propuesta amorosa, menage à trois incluido es todo menos convencional. Año 1933. No lo olviden. Y en tal año, suponer que la relación de una mujer (evidentemente "muy liberada") con dos hombres, artistas por más señas y con poco futuro, sea un "designe por living" (proyecto de vida) aceptado por una sociedad algo menos liberal, es mucho pedir.
Cosas como ésta hacen que Lubitsch sea distinto y nos guste. Lubitsch el travieso, diciendo "sin decir"... Llego a imaginármelo pensando como vestir a Fredric March para el desayuno en la casa de ella después de una noche que ha de suponerse "movidita"... ¿En paños menores, como el Napoleón de la campaña publicitaria? ¿Con un afeminado salto de cama? ¿Con el inapropiado smoking de la noche anterior? Todas las opciones eran válidas pero él siempre escoge la más sutil, la mas adecuada para su humor inteligente dirigido a espectadores inteligentes. ¿Porqué? Porque es Lubitsch y por eso sus películas han conseguido llegar hasta nuestros días sin esa fecha de caducidad que autolimita los productos perecederos de otros directores.
Pero el rey de la comedia glamorosa no sería nadie sin esos actores capaces de transmitirnos, cual materia conductora, el toque Lubitsch. Capaces de establecer con el espectador esa sintonía que diferencia el cine genial del cine sin adjetivos. Y este es el rol de Miriam Hopkins - la picardía por encima de la belleza - de Fredric March - la seriedad aparente - o del inigualable, inimitable y nunca repetido Edward Everett Horton.
¿Que me olvido de Gary Cooper?. No. Gary es inolvidable. Es nuestro legionario favorito (Beau Geste), nuestro vaquero por excelencia (El vaquero y la dama) el héroe más valiente y solitario del Far West cinematográfico (Solo ante el peligro), pero lo de larguirucho gracioso... como que no. Aunque estoy seguro de que habrá gustos para todo.
22 de noviembre de 2008
22 de noviembre de 2008
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde luego que Lubitsch fue un adelantado a los tiempos. Una película del año 33 no puede ser tan inmoral a no ser que de tan evidente, no lo pareciera o no se lo pudieran creer.
En todas sus comedias amor/humor el hombre sufre ante la mujer, que se divierte con ellos: así fue con la señora Tura: su marido y sus amigos aviadores. Con Clunny Brown: el inolvidable señor Belinsky y el farmacéutico. En Lo que piensan las mujeres: la mujer, el marido y el profesor Sebastian.
En Una mujer para dos ella comparte su corazón con un pintor y un escritor, pero es que encima se casa con un industrial. Dirán: ¿pero hay sexo o es una relación platónica? ¡Hombre, que sea el año 33 no quiere decir que se hiciera por medio del espíritu!
Ella les dice a sus dos hombres: "trabajaremos para triunfar, pero sin celos ni historias, esto es un pacto de caballeros". Y cuando está con uno de ellos a solas se tumba en el divan boca arriba (un pie apoyado en el suelo, la otra pierna arriba...) y aclara: "pero yo no soy un caballero".
Más claro, agua.
Además, cuando posteriormente a esto, en la noche de bodas, el marido, el tercero en discordia, sale de la habitación, da una patada al regalito de los dos amigos (un tiesto), está enfurecido al máximo (como cuando el profesor Sebastian se queda boquiabierto al ver salir al marido del cuarto en pijama pensando que ella estaba sola, en la película antes dicha); a ella dentro ni se la oye pero se adivina su indiferencia. Interprétese esta secuencia como se quiera, pero vamos, está telegrafiada.
Es el genio de Lubitsch, visionario. Sólo esta nota.
En todas sus comedias amor/humor el hombre sufre ante la mujer, que se divierte con ellos: así fue con la señora Tura: su marido y sus amigos aviadores. Con Clunny Brown: el inolvidable señor Belinsky y el farmacéutico. En Lo que piensan las mujeres: la mujer, el marido y el profesor Sebastian.
En Una mujer para dos ella comparte su corazón con un pintor y un escritor, pero es que encima se casa con un industrial. Dirán: ¿pero hay sexo o es una relación platónica? ¡Hombre, que sea el año 33 no quiere decir que se hiciera por medio del espíritu!
Ella les dice a sus dos hombres: "trabajaremos para triunfar, pero sin celos ni historias, esto es un pacto de caballeros". Y cuando está con uno de ellos a solas se tumba en el divan boca arriba (un pie apoyado en el suelo, la otra pierna arriba...) y aclara: "pero yo no soy un caballero".
Más claro, agua.
Además, cuando posteriormente a esto, en la noche de bodas, el marido, el tercero en discordia, sale de la habitación, da una patada al regalito de los dos amigos (un tiesto), está enfurecido al máximo (como cuando el profesor Sebastian se queda boquiabierto al ver salir al marido del cuarto en pijama pensando que ella estaba sola, en la película antes dicha); a ella dentro ni se la oye pero se adivina su indiferencia. Interprétese esta secuencia como se quiera, pero vamos, está telegrafiada.
Es el genio de Lubitsch, visionario. Sólo esta nota.
27 de enero de 2007
27 de enero de 2007
11 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
1933. Estados Unidos. Ambiente puritano. La autocensura de los grandes estudios está en plena vigencia apenas un año antes de que entre en vigor el famoso Código Hays. Y Ernst Lubitsch literalmente se lo pasa por el arco del triunfo a costa de transmitir una tensión sexual vaporosa de forma sutil y elegante, a la par que aguda, atrevida y mordaz. Con un trío protagonista radiante de simpatía convierte una historia sencilla en un 'ménage à trois' exquisito. Con todo, 'Una mujer para dos' es un ejemplo clarividente del porqué se añora tanto el irrepetible 'toque Lubitsch'.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La memorable última escena, en la que Miriam Hopkins reparte sendos besos a Fredich March y Gary Cooper, pilló al censor dormido. O sencillamente extasiado. Made in Lubitsch. Genio y figura.
22 de junio de 2006
22 de junio de 2006
12 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estamos ante una de las mejores películas del maestro entre maestros, Lubitsch.
Una comedia revolucionaria por el tema que trata, que tal vez en manos de otro director menos sutil que Lubitsch hubiera podido resultar escandalosa. Mostrar en cine en el lejano 1933 la relación triangular de una mujer enamorada de dos hombres parece impensable y, sin embargo, aquí está esta deliciosa obra maestra de ingenio, poblada de diálogos inmejorables y situaciones divertísimas, y un final...
Lo peor de que se muriera Lubitsch, como dijo Billy Wilder en su entierro, es que con él se acabaron sus películas, y esta película casi 75 años despúes es la mayor muestra del gran vacío que dejó. ¿O acaso alguién lo duda viendo las terribles, ñoñas e insulsas comedias románticas que nos deja en la cartelera el Hollywood actual?
Una comedia revolucionaria por el tema que trata, que tal vez en manos de otro director menos sutil que Lubitsch hubiera podido resultar escandalosa. Mostrar en cine en el lejano 1933 la relación triangular de una mujer enamorada de dos hombres parece impensable y, sin embargo, aquí está esta deliciosa obra maestra de ingenio, poblada de diálogos inmejorables y situaciones divertísimas, y un final...
Lo peor de que se muriera Lubitsch, como dijo Billy Wilder en su entierro, es que con él se acabaron sus películas, y esta película casi 75 años despúes es la mayor muestra del gran vacío que dejó. ¿O acaso alguién lo duda viendo las terribles, ñoñas e insulsas comedias románticas que nos deja en la cartelera el Hollywood actual?
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