El hoyo
2019 

6.4
41,811
Thriller. Ciencia ficción
El futuro, en una distopía. Dos personas por nivel. Un número desconocido de niveles. Una plataforma con comida para todos ellos. ¿Eres de los que piensan demasiado cuando están arriba? ¿O de los que no tienen agallas cuando están abajo? Si lo descubres demasiado tarde, no saldrás vivo del hoyo.
1 de abril de 2020
1 de abril de 2020
221 de 387 usuarios han encontrado esta crítica útil
AVISO: TODO ES SPOILER. Si no has visto la película, no leas mi crítica. De hecho, te voy a dar un consejo mejor: si aún no has visto la película, no la veas. Y dicho todo esto, vamos allá:
Hay dos posibilidades con esta película: que tenga sentido o que no lo tenga. A mí me parece obvio que esta mierda no tiene ningún sentido, es gore gratuito y, encima, pretencioso, una película hueca que pretende disimular su vacío siendo premeditamente ambigua y confusa, para que luego cada uno en su casa se haga sus pajas mentales intentando darle sentido a este disparate.
Al final de la crítica explicaré porque creo que esto no tiene ningún sentido, pero vamos a empezar suponiendo que sí lo tiene. Bien, ¿cuál es su significado?
Y aquí hay que hacer la primera aclaración: esta película no puede tener ningún mensaje serio porque la sociedad formada en el Hoyo no se parece en nada a ninguna sociedad humana que haya existido nunca. El Hoyo es un grupo de gente encerrada en una cárcel futurista, que no tienen ni puta idea de qué hacen ahí y que encima los matan de hambre. Si lo que pretende contar la película es que las personas, en esas condiciones desesperadas y absurdas, nos comportamos como bestias salvajes, vale, se lo compro. ¡Oh, qué trascendental revelación! ¡He visto la luz en la oscuridad! ¡Mi vida ha cambiado para siempre!
Pero, en realidad, yo supongo que la película pretende hacer algún paralelismo con la sociedad humana, así que pasaremos por alto que eso de que el Hoyo es una completa gilipollez (que ya es mucho pasar por alto, pero bueno).
Entonces, puede que el mensaje sea que las personas, en situación de necesidad, nos volvemos egoístas e insolidarias. El problema de esto es que es completamente falso. Las sociedades que han pasado más necesidades a lo largo de la Historia siempre han sido más cooperativas y solidarias. Las sociedades nómadas de cazadores recolectores, que vivían en las situaciones más precarias, eran sociedades igualitarias y altamente cooperativas, principalmente, porque si esa gente se hubiera comportado como los gañanes del Hoyo, la humanidad se hubiese extinguido antes que los mamuts. Y yo le reto a cualquiera a que se lea un libro de Historia para que compruebe que los seres humanos no nos hemos extinguido, por si tiene alguna duda. La otra opción es mirarse al espejo.
Pero es que ni siquiera hay que irse a la Prehistoria para ver eso, basta con observar a los inuits (esquimales), gente que vive en la más absoluta necesidad y que, sin embargo, son las sociedades más solidarias y cooperativas del planeta. Tanto es así que, cuando la naturaleza les aprieta más de lo que es habitual y sufren de extrema escasez, los ancianos de la tribu se suicidan para no ser una carga para lo demás. O también podemos fijarnos en los supervivientes del accidente aéreo reflejado en la película "Viven", gente que pasó penurias inimaginables y que, aun así, racionaron la comida y se preocuparon por la supervivencia de todos los miembros del grupo. Igualito que la gente del Hoyo, vamos. Así que este primer supuesto mensaje de la película, si me lo permitís, me lo voy a pasar por el forro de los huevos.
Pero alguna mente despierta estará pensando: "ya, ya, las personas nos preocupamos de la gente de nuestro alrededor, pero qué pasa con los demás? Qué pasa con el sufrimiento que no vemos?" Porque la película puede dar a entender eso: la gente de los primeros niveles no ve el sufrimiento de los últimos niveles, y sabe que su egoísmo no tendrá consecuencias, por eso se comportan así. Esto se puede comparar con las clases sociales, pero es que en Occidente nadie se muere de hambre, y nadie se va cagando encima de la gente inferior socialmente (como hacen en la película), así que este mensaje también me lo paso por el forro de los huevos.
O puede que la comparación sea a nivel global: los occidentales somos la gente de los primeros niveles, y nuestro consumo irresponsable provoca la escasez en el Tercer Mundo. Pues adivinad: este mensaje también me lo paso por el forro de los huevos. Van a terminar en carne viva.
Es absurdo pensar que la pobreza de África está causada porque los occidentales nos tomamos dos yogures de postre en vez de uno. Pero muy absurdo, de verdad. La pobreza del Tercer Mundo tiene mil causas: la desigualdad interna de esos países, las tasas de natalidad descontroladas, la guerra, el atraso tecnológico y productivo, consecuencia, entre otras cosas, de siglos de colonización, explotación y esclavitud por parte de los europeos; la anarquía de nuestro sistema de producción (DE PRODUCCIÓN, NO DEL CONSUMO), la falta de organización a nivel supraestatal, los bajos salarios, la falta de aparatos estatales modernos en estos países, etc. Mil putas causas, y ninguna de ellas es el consumo irresponsable de los occidentales de a pie.
Y el mensaje no es simplemente absurdo, sino repugnante. Porque cargar todos los males del mundo sobre la clase media occidental es RE-PUG-NAN-TE. Yo soy una persona muy crítica con la sociedad y con el mundo en general, pero si me estás diciendo que las personas de los primeros niveles, los que se comportan como bestias salvajes y se dedican a insultar y cagarse encima de la gente de abajo, representan a la clase media occidental, yo me siento gravemente insultado. Y que me insulten los payasos que han hecho esta película lo hace más hiriente todavía. Es como que el tonto del pueblo te llame tonto. Inaceptable.
Y no solo es repugnante por eso, sino por la conclusión que se extrae. que la gente somos una puta mierda y, en consecuencia, tenemos un mundo de mierda. Cojonudo. El problema es que si la gente somos una mierda y tenemos lo que nos merecemos, no hay posibilidad de progreso social. Por eso la película es reaccionaria y antisocial. Y encima lo es sin ningún fundamento, es un mensaje de odio totalmente gratuito. RE-PUG-NAN-TE. .
Hay dos posibilidades con esta película: que tenga sentido o que no lo tenga. A mí me parece obvio que esta mierda no tiene ningún sentido, es gore gratuito y, encima, pretencioso, una película hueca que pretende disimular su vacío siendo premeditamente ambigua y confusa, para que luego cada uno en su casa se haga sus pajas mentales intentando darle sentido a este disparate.
Al final de la crítica explicaré porque creo que esto no tiene ningún sentido, pero vamos a empezar suponiendo que sí lo tiene. Bien, ¿cuál es su significado?
Y aquí hay que hacer la primera aclaración: esta película no puede tener ningún mensaje serio porque la sociedad formada en el Hoyo no se parece en nada a ninguna sociedad humana que haya existido nunca. El Hoyo es un grupo de gente encerrada en una cárcel futurista, que no tienen ni puta idea de qué hacen ahí y que encima los matan de hambre. Si lo que pretende contar la película es que las personas, en esas condiciones desesperadas y absurdas, nos comportamos como bestias salvajes, vale, se lo compro. ¡Oh, qué trascendental revelación! ¡He visto la luz en la oscuridad! ¡Mi vida ha cambiado para siempre!
Pero, en realidad, yo supongo que la película pretende hacer algún paralelismo con la sociedad humana, así que pasaremos por alto que eso de que el Hoyo es una completa gilipollez (que ya es mucho pasar por alto, pero bueno).
Entonces, puede que el mensaje sea que las personas, en situación de necesidad, nos volvemos egoístas e insolidarias. El problema de esto es que es completamente falso. Las sociedades que han pasado más necesidades a lo largo de la Historia siempre han sido más cooperativas y solidarias. Las sociedades nómadas de cazadores recolectores, que vivían en las situaciones más precarias, eran sociedades igualitarias y altamente cooperativas, principalmente, porque si esa gente se hubiera comportado como los gañanes del Hoyo, la humanidad se hubiese extinguido antes que los mamuts. Y yo le reto a cualquiera a que se lea un libro de Historia para que compruebe que los seres humanos no nos hemos extinguido, por si tiene alguna duda. La otra opción es mirarse al espejo.
Pero es que ni siquiera hay que irse a la Prehistoria para ver eso, basta con observar a los inuits (esquimales), gente que vive en la más absoluta necesidad y que, sin embargo, son las sociedades más solidarias y cooperativas del planeta. Tanto es así que, cuando la naturaleza les aprieta más de lo que es habitual y sufren de extrema escasez, los ancianos de la tribu se suicidan para no ser una carga para lo demás. O también podemos fijarnos en los supervivientes del accidente aéreo reflejado en la película "Viven", gente que pasó penurias inimaginables y que, aun así, racionaron la comida y se preocuparon por la supervivencia de todos los miembros del grupo. Igualito que la gente del Hoyo, vamos. Así que este primer supuesto mensaje de la película, si me lo permitís, me lo voy a pasar por el forro de los huevos.
Pero alguna mente despierta estará pensando: "ya, ya, las personas nos preocupamos de la gente de nuestro alrededor, pero qué pasa con los demás? Qué pasa con el sufrimiento que no vemos?" Porque la película puede dar a entender eso: la gente de los primeros niveles no ve el sufrimiento de los últimos niveles, y sabe que su egoísmo no tendrá consecuencias, por eso se comportan así. Esto se puede comparar con las clases sociales, pero es que en Occidente nadie se muere de hambre, y nadie se va cagando encima de la gente inferior socialmente (como hacen en la película), así que este mensaje también me lo paso por el forro de los huevos.
O puede que la comparación sea a nivel global: los occidentales somos la gente de los primeros niveles, y nuestro consumo irresponsable provoca la escasez en el Tercer Mundo. Pues adivinad: este mensaje también me lo paso por el forro de los huevos. Van a terminar en carne viva.
Es absurdo pensar que la pobreza de África está causada porque los occidentales nos tomamos dos yogures de postre en vez de uno. Pero muy absurdo, de verdad. La pobreza del Tercer Mundo tiene mil causas: la desigualdad interna de esos países, las tasas de natalidad descontroladas, la guerra, el atraso tecnológico y productivo, consecuencia, entre otras cosas, de siglos de colonización, explotación y esclavitud por parte de los europeos; la anarquía de nuestro sistema de producción (DE PRODUCCIÓN, NO DEL CONSUMO), la falta de organización a nivel supraestatal, los bajos salarios, la falta de aparatos estatales modernos en estos países, etc. Mil putas causas, y ninguna de ellas es el consumo irresponsable de los occidentales de a pie.
Y el mensaje no es simplemente absurdo, sino repugnante. Porque cargar todos los males del mundo sobre la clase media occidental es RE-PUG-NAN-TE. Yo soy una persona muy crítica con la sociedad y con el mundo en general, pero si me estás diciendo que las personas de los primeros niveles, los que se comportan como bestias salvajes y se dedican a insultar y cagarse encima de la gente de abajo, representan a la clase media occidental, yo me siento gravemente insultado. Y que me insulten los payasos que han hecho esta película lo hace más hiriente todavía. Es como que el tonto del pueblo te llame tonto. Inaceptable.
Y no solo es repugnante por eso, sino por la conclusión que se extrae. que la gente somos una puta mierda y, en consecuencia, tenemos un mundo de mierda. Cojonudo. El problema es que si la gente somos una mierda y tenemos lo que nos merecemos, no hay posibilidad de progreso social. Por eso la película es reaccionaria y antisocial. Y encima lo es sin ningún fundamento, es un mensaje de odio totalmente gratuito. RE-PUG-NAN-TE. .
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Y lo mejor es que hay gente de izquierdas aplaudiendo esto, cuando esta película ridiculiza explícitamente a la izquierda "progresista", que está representada en la figura de la funcionaria, una subnormal que intenta racionar la comida mediante el diálogo con unos muertos de hambre, y que encima es tan gilipollas de meter a su perro en un lugar como ese.
Pintan a los progres como gente que vive en otro planeta y no tiene ni la más elemental noción de cómo funciona el ser humano, y que cuando se dan de bruces con la cruda realidad, pierden la esperanza (como le pasa a la funcionaria, que se termina suicidando). Y puede ser verdad que algunos progres tengan pájaros en la cabeza, pero de ahí a compararlos con uno de los personajes más estúpidos que ha parido el cine en toda su Historia, me parece un insulto. Si yo me considerase progresista, iría a la casa del guionista y le cagaría en la cara. Valiente canalla.
Ahora bien, recordemos que había dos posibilidades. que la película tuviera sentido o que no lo tuviera. Todo lo que he dicho era sobre la hipótesis de que la película tenía sentido... pero es que no lo tiene. Porque todos estos mensajes de falta de solidaridad y bla bla bla, tendrían sentido si hubiera comida suficiente para todos, pero es que resulta que no la hay, porque al final descubrimos que no hay 200 niveles, sino 333.
O es que es ese el mensaje de la película? Que no hay comida para todos y que hay que dejar que los pobres se mueran de hambre e incluso reprimirlos por la violencia si es necesario, como sostenía Malthus en el siglo XIX? Yo no creo que la película vaya por ahí, porque entonces, siguiendo la vieja y errónea teoría de Malthus, se tendría que explicar que el Hoyo aumenta de niveles más rápido que la bandeja de comida, y eso no aparece por ninguna parte.
Pero es lo maravilloso de esta basura: se puede interpretar desde una crítica a la insolidaridad hasta una crítica a la solidaridad. Es como un papel en blanco que cada uno puede llenar con sus pajas mentales. Qué maravilla, pero oye, digo yo que, entonces, el guionista nos tendrá que dar el dinero que ha ganado con esto, porque el trabajo lo estamos haciendo nosotros, no él. Él simplemente ha cogido una hoja en blanco y ha dibujado gente comiendo gente. Y a correr.
Pero el guionista, que es tonto pero no tanto, sabe que tiene que disimular el vacío de su historia, y por ello la película es premeditadamente confusa y ambigua. La prueba es que nunca se explica qué coño es ese Hoyo ni que pretende la Administración con aquel disparate.
Y lo peor es la niña asiática del último nivel. Esa niña existe o es producto de la imaginación del protagonista?
Pues resulta que no existe, pero entonces por qué cojones aparece esa niña? Qué mierda representa? Nada, NA-DA, está ahí simplemente para confundirte y añadirle misterio gratuito a esta tontuna.
Y cómo se sabe que no existe? Pues porque en mitad de la película, hay una escena donde vemos que los cocineros han recogido la pannacota, y se supone que ese es el final de la película. Por qué meten el final en medio de la película? Exacto, para confundirte..
El caso es que la niña se había comido la pannacota, así que si la pannacota sigue existiendo, es que la niña no existe. Influye en la trama que la niña exista o no? Absolutamente NA-DA.
Pero lo más acojonante de esta escena es que vemos que la Administración se cree que les han devuelto el postre... porque tiene un pelo! Pero qué me estás contando, no me jodas. Me estás diciendo que la Administración, que sabe que la gente del Hoyo se come la comida que ha sido previamente manoseada y mordisqueada por cientos de personas, y que se está muriendo de hambre, cree que le van a devolver una pannacota porque tiene un pelo???
Es lo más estúpido que he visto nunca. Y además, qué mierda de final es ese? Qué coño significa?
NADA. NA-DA. Es que esta película es indignante a todos los niveles, joder...
Pintan a los progres como gente que vive en otro planeta y no tiene ni la más elemental noción de cómo funciona el ser humano, y que cuando se dan de bruces con la cruda realidad, pierden la esperanza (como le pasa a la funcionaria, que se termina suicidando). Y puede ser verdad que algunos progres tengan pájaros en la cabeza, pero de ahí a compararlos con uno de los personajes más estúpidos que ha parido el cine en toda su Historia, me parece un insulto. Si yo me considerase progresista, iría a la casa del guionista y le cagaría en la cara. Valiente canalla.
Ahora bien, recordemos que había dos posibilidades. que la película tuviera sentido o que no lo tuviera. Todo lo que he dicho era sobre la hipótesis de que la película tenía sentido... pero es que no lo tiene. Porque todos estos mensajes de falta de solidaridad y bla bla bla, tendrían sentido si hubiera comida suficiente para todos, pero es que resulta que no la hay, porque al final descubrimos que no hay 200 niveles, sino 333.
O es que es ese el mensaje de la película? Que no hay comida para todos y que hay que dejar que los pobres se mueran de hambre e incluso reprimirlos por la violencia si es necesario, como sostenía Malthus en el siglo XIX? Yo no creo que la película vaya por ahí, porque entonces, siguiendo la vieja y errónea teoría de Malthus, se tendría que explicar que el Hoyo aumenta de niveles más rápido que la bandeja de comida, y eso no aparece por ninguna parte.
Pero es lo maravilloso de esta basura: se puede interpretar desde una crítica a la insolidaridad hasta una crítica a la solidaridad. Es como un papel en blanco que cada uno puede llenar con sus pajas mentales. Qué maravilla, pero oye, digo yo que, entonces, el guionista nos tendrá que dar el dinero que ha ganado con esto, porque el trabajo lo estamos haciendo nosotros, no él. Él simplemente ha cogido una hoja en blanco y ha dibujado gente comiendo gente. Y a correr.
Pero el guionista, que es tonto pero no tanto, sabe que tiene que disimular el vacío de su historia, y por ello la película es premeditadamente confusa y ambigua. La prueba es que nunca se explica qué coño es ese Hoyo ni que pretende la Administración con aquel disparate.
Y lo peor es la niña asiática del último nivel. Esa niña existe o es producto de la imaginación del protagonista?
Pues resulta que no existe, pero entonces por qué cojones aparece esa niña? Qué mierda representa? Nada, NA-DA, está ahí simplemente para confundirte y añadirle misterio gratuito a esta tontuna.
Y cómo se sabe que no existe? Pues porque en mitad de la película, hay una escena donde vemos que los cocineros han recogido la pannacota, y se supone que ese es el final de la película. Por qué meten el final en medio de la película? Exacto, para confundirte..
El caso es que la niña se había comido la pannacota, así que si la pannacota sigue existiendo, es que la niña no existe. Influye en la trama que la niña exista o no? Absolutamente NA-DA.
Pero lo más acojonante de esta escena es que vemos que la Administración se cree que les han devuelto el postre... porque tiene un pelo! Pero qué me estás contando, no me jodas. Me estás diciendo que la Administración, que sabe que la gente del Hoyo se come la comida que ha sido previamente manoseada y mordisqueada por cientos de personas, y que se está muriendo de hambre, cree que le van a devolver una pannacota porque tiene un pelo???
Es lo más estúpido que he visto nunca. Y además, qué mierda de final es ese? Qué coño significa?
NADA. NA-DA. Es que esta película es indignante a todos los niveles, joder...
10 de abril de 2021
10 de abril de 2021
40 de 42 usuarios han encontrado esta crítica útil
En su primicia como director, el euskaldun Galder Gaztelu-Urrutia salta al ruedo sin reparos, y con todo el equipo de producción esculpe, en su esencia, una imagen de la propia existencia humana.
“El Hoyo” presenta su núcleo argumental en un lenguaje narrativo que podemos entender, tanto bajo la óptica de la filosofía, como de la psicología, la literatura, la sociología, la política... incluso desde lo espiritual o religioso. Son múltiples, pues, los sistemas de significados con los que interpretar el código de símbolos y la relación entre ellos que articula el guión.
Luego, para poder tener una aproximación lo más clara posible a la realidad que describe esta pieza cinematográfica, es necesario verla en todo su conjunto poliédrico; permanecer enrocado en una única perspectiva, es más, en un posicionamiento (sobre todo si éste es de caràcter ideológico), atribuyéndole un sentido unívoco al contenido, una visión lineal y cerrada, implicará quedarse con una idea incompleta, mutilada, y supondría negar al espectador, la función que tiene toda forma de expresión artística, de establecer un vínculo de identificación. Equivaldría a hacer de ella una triste caricatura, a la que la industria del cine nos tiene acostumbrados con muchos de sus productos.
A mi modo de ver, el mérito de esta cinta queda avalado, no tanto por sus premios y nominaciones (que ya sabemos como funciona casi siempre eso de la farándula), sinó por la capacidad de trenzar una estructura, tras la cual se percibe un trabajado y dominado bagaje cultural y de conocimientos previos, por parte de sus creadores.
Gaztelu-Urrutia logra conjurar los diferentes recursos para ir desarrollando el discurso en sus distintas partes, sobre un esquema narrativo básico que se antoja sencillo y sin dificultades para seguir el hilo.
Lo encaja en unas coordenadas espacio-temporales definidas, pero sólo en apariencia; para que podamos figurar un contenido abstracto, de aplicación universal, pues lo que en esta película se trata ha sido, es actualmente, y será desde, y mientras, que el ser humano tenga consciencia del “sí mismo”, de su individualidad y de la relación de ésta con el colectivo social del que sienta que forma parte.
De modo que ese llamado “futuro distópico” en el que se sugiere ubicada la acción, no deja de ser un contexto atemporal con vigencia en cualquier época histórica (de hecho, el futuro no deja de ser una ilusión, un constructo de nuestra mente repleto de condicionantes y expectativas).
En el plano del espacio, lo que técnicamente es (a parte de la oficina de la empresa y la cocina en la presentación) una única localización; un único encuadre, claustrofóbico y asfixiante, solamente con variaciones en la iluminación y elementos accesorios del set (apenas sólo el estado en el que está la bandeja de comida según el nivel), consigue crear en nuestra imaginación, por efecto de extrapolación vertical, con el número de niveles que nombra, con la secuencia del montaje, un espacio virtual mucho más gigantesco, estremecedor por lo inmenso (y o infinito) de su fondo, y lo inalcanzable que se antoja el nivel superior.
Jon D. Domínguez (fotografía), maneja los encuadres, los planos, y las secuencias de los mismos de modo que convierte estas reducidas dimensiones en algo hiperdinámico, alimentando el ritmo narrativo, e infundiendo a la vez, el vértigo de lo insondable.
La banda sonora, discreta pero en harmonía con el resto de elementos del código que usa el guión para transmitirnos su mensaje, es el pedal con el que se mantiene la base de esta contínua atmósfera.
Destacable el trabajo de los personajes; papeles, sobretodo los de los protagonistas, de un alto nivel de exigencia; de interpretación, i en buena medida de caracterización de los mismos. Pues ellos condensan esa carga simbólica que se puede desplegar en infinidad de diferentes significados. La relevancia clave de su actuación, así como la de los secundarios, no radica solamente en unos diálogos bien construídos, aparentemente calculados y meditados, en los que no parece perder el tiempo en merodeos intranscendentes, sinó también en el juego de conductas y expresiones emocionales que constituyen una paralingüística más elocuente, y que también ayuda a desencriptar el código de lo hablado.
Habrá quién pueda pensar que las actuaciones, sobretodo en las escenas más crueles, despiadadas, descarnadas y truculentas, pueden rayar lo exagerado, lo grotesco. Pero esta guisa de histrionismo intencionado, no tiene otra función que la de dar relieve, con toques satíricos, al mensaje del argumento.
“El Hoyo” presenta su núcleo argumental en un lenguaje narrativo que podemos entender, tanto bajo la óptica de la filosofía, como de la psicología, la literatura, la sociología, la política... incluso desde lo espiritual o religioso. Son múltiples, pues, los sistemas de significados con los que interpretar el código de símbolos y la relación entre ellos que articula el guión.
Luego, para poder tener una aproximación lo más clara posible a la realidad que describe esta pieza cinematográfica, es necesario verla en todo su conjunto poliédrico; permanecer enrocado en una única perspectiva, es más, en un posicionamiento (sobre todo si éste es de caràcter ideológico), atribuyéndole un sentido unívoco al contenido, una visión lineal y cerrada, implicará quedarse con una idea incompleta, mutilada, y supondría negar al espectador, la función que tiene toda forma de expresión artística, de establecer un vínculo de identificación. Equivaldría a hacer de ella una triste caricatura, a la que la industria del cine nos tiene acostumbrados con muchos de sus productos.
A mi modo de ver, el mérito de esta cinta queda avalado, no tanto por sus premios y nominaciones (que ya sabemos como funciona casi siempre eso de la farándula), sinó por la capacidad de trenzar una estructura, tras la cual se percibe un trabajado y dominado bagaje cultural y de conocimientos previos, por parte de sus creadores.
Gaztelu-Urrutia logra conjurar los diferentes recursos para ir desarrollando el discurso en sus distintas partes, sobre un esquema narrativo básico que se antoja sencillo y sin dificultades para seguir el hilo.
Lo encaja en unas coordenadas espacio-temporales definidas, pero sólo en apariencia; para que podamos figurar un contenido abstracto, de aplicación universal, pues lo que en esta película se trata ha sido, es actualmente, y será desde, y mientras, que el ser humano tenga consciencia del “sí mismo”, de su individualidad y de la relación de ésta con el colectivo social del que sienta que forma parte.
De modo que ese llamado “futuro distópico” en el que se sugiere ubicada la acción, no deja de ser un contexto atemporal con vigencia en cualquier época histórica (de hecho, el futuro no deja de ser una ilusión, un constructo de nuestra mente repleto de condicionantes y expectativas).
En el plano del espacio, lo que técnicamente es (a parte de la oficina de la empresa y la cocina en la presentación) una única localización; un único encuadre, claustrofóbico y asfixiante, solamente con variaciones en la iluminación y elementos accesorios del set (apenas sólo el estado en el que está la bandeja de comida según el nivel), consigue crear en nuestra imaginación, por efecto de extrapolación vertical, con el número de niveles que nombra, con la secuencia del montaje, un espacio virtual mucho más gigantesco, estremecedor por lo inmenso (y o infinito) de su fondo, y lo inalcanzable que se antoja el nivel superior.
Jon D. Domínguez (fotografía), maneja los encuadres, los planos, y las secuencias de los mismos de modo que convierte estas reducidas dimensiones en algo hiperdinámico, alimentando el ritmo narrativo, e infundiendo a la vez, el vértigo de lo insondable.
La banda sonora, discreta pero en harmonía con el resto de elementos del código que usa el guión para transmitirnos su mensaje, es el pedal con el que se mantiene la base de esta contínua atmósfera.
Destacable el trabajo de los personajes; papeles, sobretodo los de los protagonistas, de un alto nivel de exigencia; de interpretación, i en buena medida de caracterización de los mismos. Pues ellos condensan esa carga simbólica que se puede desplegar en infinidad de diferentes significados. La relevancia clave de su actuación, así como la de los secundarios, no radica solamente en unos diálogos bien construídos, aparentemente calculados y meditados, en los que no parece perder el tiempo en merodeos intranscendentes, sinó también en el juego de conductas y expresiones emocionales que constituyen una paralingüística más elocuente, y que también ayuda a desencriptar el código de lo hablado.
Habrá quién pueda pensar que las actuaciones, sobretodo en las escenas más crueles, despiadadas, descarnadas y truculentas, pueden rayar lo exagerado, lo grotesco. Pero esta guisa de histrionismo intencionado, no tiene otra función que la de dar relieve, con toques satíricos, al mensaje del argumento.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Para nada resulta gratuito, pues, por muy estrafalario que nos parezca, el que el personaje de Iván massagué decida meterse voluntariamente en aquél berenjenal, que será un terrible suplicio para él, como “terapia” para dejar de fumar (¿acaso para muchos no supone un auténtico “infierno” dejarse los pitillos?)
Toda una metáfora del que haciendo uso de su libre albedrío decide dejar una zona de confort, en la que se vive de productos sustitutivos, pero que a la larga suponen un coste para el propio crecimiento personal (en el caso del tabaco, la salud y la economía), para adentrarse en la aventura del descubrimiento del “sí mismo”. Bucear en este mundo, y a según que profundidades, supone la mayoría de veces un alto precio en sufrimiento. El sacrificio, el “sacrum factum” (el sumo acto sagrado de todo ser humano que se enfrenta a sí, y lo hace por medio (y para) del “otro”. Descubrise a uno, es descubrir a los otros. Y en última instancia al Todo del que, con ellos, se forma parte.
En ello se fundamenta el llamado “mito del héroe”, que tenemos incrustado de milenios ha en nuestra genética psíquica, y que de forma tan recurrente, constante, casi siempre presente, queda plasmado en las manifestaciones artísticas del ser humano. Ese ser que se debate entre la utopía (el idealismo, las expectativas, el anhelo... “The Platform”) y la distopía (el principio de realidad... “El Hoyo”). Eterno conflicto que se nos desgrana disociado en los quijotescos personajes de Goreng y Trimagasi. El libro: la razón, el pensamiento, el sentimiento que une éstos a las emociones... el cuchillo, el instinto de supervivencia, el principal condicionante de nuestras conductas; lo que compartimos con el reptil... (a Zorion Eguileor sólo le faltan las escamas, unas alas y unas buenas garras para parecer uno de esos dragones a los que se enfrentará nuestro idealista caballero andante).
Después de una primera fase en el que el ideal, el caballero, vence a ese instinto básico, viene el momento de saltar a la plataforma; seguir el viaje tomando el control sobre ese azaroso condicionamiento del viaje de la vida que parece llevarnos después, de cada sueño, de momentos más tortuosos, a otros más fácilies y dulces (los niveles).
El héroe decide descender a lo más oscuro, a lo más profundo que piensa creer conocer, el nivel 273 (-273º C es la temperatura más baja científicamente registrada; el 0 absoluto en la escala Kelvin)... intentando salvar lo más puro de su espíritu (la niña), y preservar lo más fràgil, su integridad, su inocencia (la panacota). Pero tiene que descender más... traspasar lo conocido y adentrarse en la profunda oscuridad; tocar fondo. Ese nivel 333, que si acertamos a discernir su significado en las fuentes de la numerología, hallaremos el concepto del cumplimiento del ideal, alcanzar la plenitud, conseguir un destino escogido.
Ahi, en lo hondo, el infierno se convierte en luz más allá de los sueños. Y el caballero andante, el ideal, se reencuentra, se reconcilia con el principio de realidad del que había creído despojarse, mientras contempla la salvación de su alma (la niña), y el retorno de su frágil y vulnerable ser (la panacota), al origen (la cocina).
Sea en clave de Fausto, de Hamlet, de Lancelot buscando el Santo Grial... o de Don Quijote de la Mancha (de un lugar del que no quiero acordarme), en otro lenguaje, que nos retrotrae al que usaran los de la “Fura dels Baus”, tenemos el mismo cuento. Todas estas obras han sido traducidas a muchos idiomas: el de Galder Gaztelu-Urrutia, otro más que funde en eficaz aleaje a todas ellas.
Toda una metáfora del que haciendo uso de su libre albedrío decide dejar una zona de confort, en la que se vive de productos sustitutivos, pero que a la larga suponen un coste para el propio crecimiento personal (en el caso del tabaco, la salud y la economía), para adentrarse en la aventura del descubrimiento del “sí mismo”. Bucear en este mundo, y a según que profundidades, supone la mayoría de veces un alto precio en sufrimiento. El sacrificio, el “sacrum factum” (el sumo acto sagrado de todo ser humano que se enfrenta a sí, y lo hace por medio (y para) del “otro”. Descubrise a uno, es descubrir a los otros. Y en última instancia al Todo del que, con ellos, se forma parte.
En ello se fundamenta el llamado “mito del héroe”, que tenemos incrustado de milenios ha en nuestra genética psíquica, y que de forma tan recurrente, constante, casi siempre presente, queda plasmado en las manifestaciones artísticas del ser humano. Ese ser que se debate entre la utopía (el idealismo, las expectativas, el anhelo... “The Platform”) y la distopía (el principio de realidad... “El Hoyo”). Eterno conflicto que se nos desgrana disociado en los quijotescos personajes de Goreng y Trimagasi. El libro: la razón, el pensamiento, el sentimiento que une éstos a las emociones... el cuchillo, el instinto de supervivencia, el principal condicionante de nuestras conductas; lo que compartimos con el reptil... (a Zorion Eguileor sólo le faltan las escamas, unas alas y unas buenas garras para parecer uno de esos dragones a los que se enfrentará nuestro idealista caballero andante).
Después de una primera fase en el que el ideal, el caballero, vence a ese instinto básico, viene el momento de saltar a la plataforma; seguir el viaje tomando el control sobre ese azaroso condicionamiento del viaje de la vida que parece llevarnos después, de cada sueño, de momentos más tortuosos, a otros más fácilies y dulces (los niveles).
El héroe decide descender a lo más oscuro, a lo más profundo que piensa creer conocer, el nivel 273 (-273º C es la temperatura más baja científicamente registrada; el 0 absoluto en la escala Kelvin)... intentando salvar lo más puro de su espíritu (la niña), y preservar lo más fràgil, su integridad, su inocencia (la panacota). Pero tiene que descender más... traspasar lo conocido y adentrarse en la profunda oscuridad; tocar fondo. Ese nivel 333, que si acertamos a discernir su significado en las fuentes de la numerología, hallaremos el concepto del cumplimiento del ideal, alcanzar la plenitud, conseguir un destino escogido.
Ahi, en lo hondo, el infierno se convierte en luz más allá de los sueños. Y el caballero andante, el ideal, se reencuentra, se reconcilia con el principio de realidad del que había creído despojarse, mientras contempla la salvación de su alma (la niña), y el retorno de su frágil y vulnerable ser (la panacota), al origen (la cocina).
Sea en clave de Fausto, de Hamlet, de Lancelot buscando el Santo Grial... o de Don Quijote de la Mancha (de un lugar del que no quiero acordarme), en otro lenguaje, que nos retrotrae al que usaran los de la “Fura dels Baus”, tenemos el mismo cuento. Todas estas obras han sido traducidas a muchos idiomas: el de Galder Gaztelu-Urrutia, otro más que funde en eficaz aleaje a todas ellas.
21 de marzo de 2020
21 de marzo de 2020
78 de 119 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los fantasmas de Cuento de Navidad de Dickens, los 9 círculos infernales de la Divina Comedia de Dante... ideas sumamente interesantes pero que a la hora de jugar con ellas, es fácil quemarse.
En El Hoyo no se queman. Es más, casan a la perfección las obras de Dickens y Dante de una forma muy elegante, coherente y bella. Además, añaden un componente todavía màs tétrico de supervivencia a costa de la del prójimo que deja en pañales a los Juegos del Hambre.
Hasta aquí lo bueno. Por el otro lado, me encantan los finales abiertos al estilo Origen (sigue en la realidad o en su subconsciente?) o Infinito (han salido del bucle o no?) pero lo que no me gusta nada son los finales en los que no hay duda, sino una fatal falta de pistas o indicios para tan siquiera tener claro cuáles son las posibilidades de lo que ha podido pasar.
En definitiva, una gran película con un final que no le hace justicia.
Lo mejor: el concepto, el experimento, la reflexión
Lo peor: final abierto no, oceánico
En El Hoyo no se queman. Es más, casan a la perfección las obras de Dickens y Dante de una forma muy elegante, coherente y bella. Además, añaden un componente todavía màs tétrico de supervivencia a costa de la del prójimo que deja en pañales a los Juegos del Hambre.
Hasta aquí lo bueno. Por el otro lado, me encantan los finales abiertos al estilo Origen (sigue en la realidad o en su subconsciente?) o Infinito (han salido del bucle o no?) pero lo que no me gusta nada son los finales en los que no hay duda, sino una fatal falta de pistas o indicios para tan siquiera tener claro cuáles son las posibilidades de lo que ha podido pasar.
En definitiva, una gran película con un final que no le hace justicia.
Lo mejor: el concepto, el experimento, la reflexión
Lo peor: final abierto no, oceánico
10 de octubre de 2019
10 de octubre de 2019
127 de 220 usuarios han encontrado esta crítica útil
Allá por 1997, tuve una revelación que apareció de la nada en el Canal Plus recién adquirido por mis padres. Un viernes, a las 22:00 horas, empezó Cube, y me quedé fascinado con la tensión conseguida con los personajes y situaciones vividas en un espacio cerrado. Siempre ha quedado como una referencia para mi. Posteriormente, ha habido muchas películas de temática de "gente encerrada que no entiende nada y se ponen nerviosos".
Pero ninguna tan ingeniosa y que te enganche como El hoyo, la cual demuestra que con medios modestos se puede crear una película interesantísima, con personajes redondos, un buen guión y un diseño de producción excelente.
Suspense, diálogos ingeniosos, mensaje social... no puedo pedir nada más. Lo mejor de Sitges 2019. Por suerte, después de la proyección en cines en Noviembre-Diciembre 2019, Netflix ha adquirido la distribución mundial para que todo el mundo la pueda disfrutar.
Así si.
Pero ninguna tan ingeniosa y que te enganche como El hoyo, la cual demuestra que con medios modestos se puede crear una película interesantísima, con personajes redondos, un buen guión y un diseño de producción excelente.
Suspense, diálogos ingeniosos, mensaje social... no puedo pedir nada más. Lo mejor de Sitges 2019. Por suerte, después de la proyección en cines en Noviembre-Diciembre 2019, Netflix ha adquirido la distribución mundial para que todo el mundo la pueda disfrutar.
Así si.
23 de marzo de 2020
23 de marzo de 2020
121 de 213 usuarios han encontrado esta crítica útil
A veces no dejo de sorprenderme (o sí) ante tan altas valoraciones para proyectos tan pobres como el que nos ocupa, pero sin duda es algo que forma parte de la industria del entretenimiento o por lo menos de aquello que es digno de caer bajo esta clasificación. Lo peor, sin embargo, no es precisamente el objetivo de simplemente entretener, sino hacer un cine que se autoinviste con intenciones de ir más allá y resulta ser nada más que un festival de pretensión y efectismo sanguinolento con mensaje introducido con fórceps. 'El hoyo' es un buen ejemplo de ello a pesar de su noble objetivo, y una muestra más de un tipo de cine distópico de clara denuncia social en línea con películas como 'Snowpiercer'. Dejando de lado la pésima interpretación de algunos de sus actores (a los que por otro lado cuesta entender lo que dicen, algo tristemente llamativo en gran parte del cine español), una manida dirección, y una nada sólida trama, la panfletaria obsesión del director con la denuncia y el mensaje sacrifica todos los elementos de la cinta a tal propósito. No hay personajes vivos en los que encontrarse, en los que se pueda intuir una biografía, una historia y una vida interior, no hay dimensión poética, sino tan solo un repertorio de personajes-tipo envueltos en una sórdida liturgia, que actúan de acuerdo a lo que el "brillante" guión les exige para poder cumplir su siniestro deseo de depositar un determinado mensaje panfletario en la alienada perspectiva del espectador. No es por tanto sorprendente que su pertinaz idea de dejar ese mensajito se plasme incluso en el propio guión de la película, que obsesivamente martillea en la segunda parte y al final como colofón y guinda de la panacota. Y es que a pesar de su supuesta atrevida denuncia de las jerarquías sociales o de vayamos a saber qué, su forma es tan conservadora, tan doctrinaria, tan pobre y tan gratuita que todo el metraje solo destila el hedor propio del cine con mensaje, o en otras palabras: el olor propio de un cadáver.
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