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Los amantes pasajeros

Comedia Un grupo de estrafalarios pasajeros viaja de Madrid a Ciudad de México en un avión cuya tripulación es absolutamente esperpéntica. Durante el vuelo, una grave avería hace que los pasajeros de clase business, al verse inevitablemente al borde de la muerte, se sientan inclinados a revelar los asuntos más íntimos de su vida. Todo ello desembocará en una comedia caótica y disparatada. (FILMAFFINITY)
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8
8 de diciembre de 2013
5 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Almodóvar es un director de cine complicado para la mayoría del público y la crítica de este país. Lo es por su manera de escribir, totalmente ajena a las reglas de la narrativa cinematográfica más comercial, por las historias tan poco convencionales que parecen interesarle, por el tipo de personajes que las protagonizan y por el sello inconfundible que envuelve, para bien o para mal, todos sus largometrajes. También resulta complicado para un enorme sector de la población que no parece soportar su ideología política, su orientación sexual o su éxito allende los mares, pero eso es harina de otro costal. Yo en las fobias extra-cinematográficas de la peña no me meto porque no me interesan lo más mínimo. Allá cada cual con sus pataletas y sus prejuicios. De todos modos sería absurdo negar que este cúmulo de circunstancias no terminan perjudicando la percepción que la gente tiene de su cine, uno de los más interesantes, originales, arriesgados y fascinantes que se han hecho (y tal y como están las cosas, se harán) en este país llamado España. Bueno, eso y la promoción que el propio director hace de sus películas. Las campañas publicitarias que tratan de encorsetar en un género determinado (drama, melodrama, comedia, terror, noir…) un estilo cinematográfico que precisamente se caracteriza por no pertenecer a ninguno y pertenecer a casi todos al mismo tiempo, flaco favor le hace. No se puede vender el cine de autor (de un autor tan particular, además) del mismo modo que los norteamericanos venden sus productos fabricados en cadena y enfocados a las grandes audiencias. O sí se puede, pero claro, luego pasa lo que pasa: la brecha insalvable entre su obra y el público que la ve y no la termina de entender. Porque ése es el verdadero problema de Almodóvar: que no se le entiende. Así, en general. Sus películas son malinterpretadas y banalizadas hasta extremos francamente preocupantes. Alguno de los mejores títulos que se han hecho en los últimos años, no sólo en este país, sino en todo Europa, son despachados con comentarios despectivos, superficiales y cargados de prejuicios. En el caso de “Los amantes pasajeros” la cosa ya se ha salido de madre. Siguiendo la estela de ese “crítico” de cine y televisión llamado Carlos Boyero, que ya cimentó en su momento todos los lugares comunes por los que esta película iba a ser despedazada, cientos de espectadores se han lanzado a la yugular del director. O quizá debería decir a su entrepierna. Chocantes los “análisis” que hace la gente ¿De verdad nadie ha entendido nada? En el extranjero tampoco ha gustado la película, cierto, pero ellos al menos tienen una excusa: no viven en este país y no saben en qué se ha convertido. Pero nosotros, los españoles, sí, y por eso me sorprende que por aquí nadie le pille el punto. “Los amantes pasajeros” no es una simple comedia, del mismo modo que “La piel que habito” no era una película de terror o “Los abrazos rotos” una película romántica. Es una sátira sobre la sociedad española. Una representación totalmente absurda y teatralizada de lo que es España en este momento: un sainete que no tiene ni puñetera gracia. Para ello Almodóvar no sólo mezcla diferentes subgéneros cómicos teatrales de gran arraigo en nuestro país (aparte del sainete tenemos la astracanada, el vodevil –con sus derivaciones hacia el burlesque o el cabaret-, la comedia de figurón…), sino que se va hasta el mismo origen del género cómico: la comedia dionisíaca. Fue en las festividades del culto a Dionisio (dios del vino, el desenfreno, la bacanal y el éxtasis) donde surgió la comedia como género teatral. Piezas cómicas improvisadas en las que se pretendía ridiculizar las costumbres de la época (especialmente las de las clases dirigentes) mediante un lenguaje vulgar, cargado de referencias sexuales y escatológicas. Presididas por un coro y con el símbolo del falo masculino como emblema principal, los autores y los actores criticaban con sus representaciones a la sociedad del momento. Posteriormente la comedia evolucionó mucho, como es lógico, pero es esa comedia primigenia la que le sirve a Almodóvar de base y referencia principal para dar forma a su película. Los elementos característicos de la comedia clásica están presentes desde el principio hasta el final: el alcohol, las drogas, la orgía, el lenguaje de alto contenido sexual, el falo como símbolo (sí, de ahí que se hable tanto de pollas y mamadas) y, por supuesto, el coro: Joserra, Fajas y Ulloa. Los tres azafatos representan al coro de la comedia antigua y, como tal, son los que vertebran toda la acción. Eso es, entre otras muchas cosas, “Los amantes pasajeros”: la comedia dionisíaca pasada por el filtro de Pedro Almodóvar. Y la crítica social, en este caso, se abre por varios frentes.
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spoiler:
Mucho se ha criticado el humor de la película, hasta el punto de decir que carece de él. Y es cierto. No tiene un humor propiamente dicho. Tiene una representación de determinado tipo de humor: el de andaluces, el de maricas, el de marujas, el de retrasados, el de gordos, el de feos, el de tarados, el de sudacas, el de guarradas… es decir, el humor español. El que no esté de acuerdo con esto que le eche un rápido vistazo al tipo de humor que siempre ha triunfado por aquí. Reconozcámoslo: somos más de "Martes y 13", "Torrente" o "Aída" que de "Frasier", "Senfield" o cualquier muestra de humor "inteligente" ¿Es vulgar? Cierto, lo es. Y ahí está el quid de la cuestión ¡Bienvenidos a España! Pero ese muestrario forma parte de la sátira que nos presenta Almodóvar, no pretende que nadie se tronche de risa con ella. En este subgénero no es la carcajada del público lo que busca el autor, sino la crítica burlesca hacia una realidad que encuentra altamente cuestionable. Si el humor de la película es cutre (y en algunos momentos lo es) que alguien se pare a pensar qué nos quiere decir Almodóvar sobre la sociedad que está retratando. No voy a entrar ahora a hablar de las metáforas de las que se sirve el manchego para satirizar el país (sí, la compañía aérea se llama Península porque ese avión averiado que da vueltas y vueltas sin saber dónde y cómo aterrizará representa a la España actual), entre otras cosas porque creo que aquél al que le interese descubrirlas, aunque sólo sea para estar en desacuerdo con ellas, debería hacerlo por sí mismo, pero sí me he propuesto, aún sin entrar a fondo en los entresijos de la película, romper una pequeña lanza a favor de ella. Vaya por delante que “Los amantes pasajeros” no es una gran obra, ni muchísimo menos. Almodóvar tiene bastantes títulos superiores a éste, pero está a años luz de las comedias de Ozores y Cía con las que pretenden compararla. Denigrarla, más bien. Tomando como temas principales la mentira, la estafa y la simulación, Almodóvar habla, a través de un puñado de personajes deliberadamente estereotipados (puras caricaturas, en realidad), de algunos de los grandes males que nos tienen sumidos en una crisis que va más allá de lo meramente económico. Nos mienten, nos roban, nos duermen, nos idiotizan, nos estafan, nos distraen, nos llevan hasta el abismo, abusan de nosotros, nos desangran poco a poco. La realidad española es de todo menos graciosa. Sin embargo quizá sea en la comedia absurda y surrealista donde mejor se la puede representar sin caer en el tremendismo del drama social. La estética colorista y marcadamente pop de “Los amantes pasajeros” puede distraer a más de uno, también su final feliz obligado por las normas del género, pero el fondo de la película es amargo. Nuestra sociedad se ha convertido en algo demasiado sombrío como para pretender hacer chistes de ella. El humor, tosco y desnudo, sin florituras que lo puedan hacer más digerible, se nos presenta con la intención de provocar rechazo al mostrarnos en él nuestro propio reflejo. “Los amantes pasajeros” es también puro teatro del absurdo. Ni más ni menos. Una supuesta comedia luminosa que a duras penas hace reír. No hay nada más absurdo que eso. Bueno, sí, el erial en el que se ha convertido España, muy bien representado por ese aeropuerto vacío que sirve de salvación para los personajes de la película. El que quiera entender, que entienda. Y el que no, que se siga quedando con la imagen de tres gays emplumados hablando de sexo mientras se drogan y emborrachan. A estas alturas ya poco importa.
4
12 de marzo de 2013
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
No logra en absoluto el director manchego ninguno de sus objetivos: ni es una comedia loca, disparatada y genial, ni es una alegoría brillante a la situación social del país, ni hay destellos de cine kirch, original y trasgresor que había en sus primeras comedias. Todo queda en un humor bastante tosco y forzado carente de sarcasmo e ironía, en una falta total de enredo en la trama, plana como el vuelo del avión y en una interpretación coral notable de un nutrido grupo de buenos profesionales de la pantalla, que permiten salvar los noventa minutos de proyección de manera mas llevadera.

Los muchos y brillantes recursos cinematográficos de Almodóvar quedan absolutamente inutilizados en esta ocasión, perdidos en este intento de comedia sin ton ni son, donde el mundo almodovariano ni se llegue a identificar ahogado por su propio creador en un despropósito de cine ramplón, torpe y de poco fuste.
6
13 de marzo de 2013 3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Subirse a un avión capitaneado por Almodóvar requiere un mínimo de entrega pero sobre todo conocimiento. Hay que tener bien en cuenta que si en tu equipaje no has facturado la hipérbole que constituye toda su obra ni se te ocurra poner un pie en este finger que conduce al bostezo más decepcionante. Ahora bien, si lo tuyo es ir a contracorriente y consideras el lanzamiento en paracaídas un juego de niños, ve tomando asiento y no te levantes hasta que el vuelo haya alcanzado altura. En conclusión, apechuga porque este Almodóvar ni es el más lucido ni al parecer lo ha pretendido. Aspecto curioso el de definir a un hijo antes de haberlo parido. Pero, ya se sabe, para bien o para mal, el salvador del cine patrio sigue sorprendiendo.

Lejos de reencontrarse con la comedia disparatada de antaño que lo convirtió en icono de la movida madrileña, el manchego parece alcanzar el orgasmo autoparodiando el absurdo que en su día fue novedad. Ni resquicio de espontaneidad. Enseguida la neftalina carcome cada palabra de un guión, por llamarlo de alguna manera, carente de atracción. Un texto trillado, digno de cualquier encargo. Con una remarcada lectura a la crisis del sistema actual metida con calzador que deja ver las costuras de una historia sin pies ni cabeza. Torpemente estructurada y sin brío. Con estas piezas desgastadas es imposible llegar a buen puerto por muy competente que sea la tripulación. No cabe ninguna duda de que para los actores habrá sido un vuelo placentero. No todos los días se tiene la oportunidad de ser dirigido por Almodóvar.

La entrega y la ilusión de caras nuevas se unen a la experiencia de los veteranos. Esas chicas Almodóvar cuya presencia es garantía de buen hacer. Así se pasea como Pedro por su casa, una Lola Dueña medida, profesional, con un personaje carismático pero que no deja de ser la sombra de sus anteriores roles en Volver y Los abrazos rotos. Con Cecilia Roth ocurre algo peor. Una actriz de raza que ha tenido que verse encajonada en su asiento disfrazada de la Maura. Cierto es que la argentina le debe mucho a Almodóvar pero la deuda no debe ser tan cara. Sin embargo y como ya ocurriera en la menospreciada La mala educación, esta dirección se ha centrado más en el apartado masculino a sabiendas de su poca maña con ellos. Principalmente todo el peso de esta nave recae en tres actores (colosales Areces, Arévalo y Cámara) que logran, a golpe de chiste fácil, una maniobra para sostener en el aire un vuelo destinado a estrellarse. El aceite que pierden sus personajes es vital para que el engranaje funcione.

Los amantes pasajeros con sus taras estructurales y sus torpes maneras, con su reiteración narrativa y su reiteración emocional, con su falta de autoestima, no deja de ser un homenaje tristemente fallido a sus comedias. Pero no sólo sirve como elemento nostálgico. En ese reducido espacio donde se respira una desbordante mezcla de mescalina, mamadas, aguas de Valencia y pluma, mucha pluma, Almodóvar rinde tributo a voces silenciadas de día que por la noche ven todo su esplendor en shows cabareteros. Drag queens vomitando ironía con sus lenguas viperinas sin dejar títere con cabeza y que por morder se muerden a sí mismas con la maestría que las caracteriza. Almodóvar pletórico, convertido en una de ellas se calza el tacón de la inquisición. La corona, la corrupción política, la inercia de la clase obrera son objeto de una crítica bien intencionada pero poco subversiva.

No se sabe con exactitud a donde nos ha querido llevar su director en este periplo. Las continuas peticiones de su círculo más cercano para reencontrarse con la comedia han constituido la principal decisión de este nuevo rumbo. Muchos ven en estos pasajeros un entreacto de su último cine más arriesgado, más oscuro pero tan fascinante como transgresor. Esperemos que en el siguiente trayecto no nos tengamos que conformar con una compañía low cost y recuperemos el Almodóvar que nos merecemos.

Lo mejor: la sabia elección de la tripulación masculina.
Lo peor: su descarado desorden obliga al espectador a destriparla.
5
15 de marzo de 2013 3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
La verdad es que tengo en alta consideración a Pedro Almodóvar. Es, sin lugar a dudas, el director español con más personalidad y el mejor que hay con vida. Por otra parte, siempre recuerdo con mucho cariño “Aterrizas como puedas”, la película de los hermanos Zucker y Jim Abrahams. La vi en la Gran Vía madrileña, en tránsito de mi Zaragoza natal a mi Galicia de raíces maternas, a principios de los ochenta, y literalmente me partí de risa. No es que sea un gran film desde un punto de vista puramente cinematográfico, pero es un divertimiento muy sano, bastante irreverente, y en el límite bien buscado de lo absurdo.

Por todo lo dicho, no entiendo ahora a Almodóvar. Jugar con su merecido prestigio y con el recuerdo colectivo de esa película es algo que no se debería hacer en balde, y sin embargo, de una forma incomprensible, Almodóvar se arriesga a ser blanco de cualquier crítica despiadada, y no se podrá decir que no lo tiene merecido. La película es de una simplicidad y de una vulgaridad como pocas veces se ha podido ver en un director con fama reconocida. No es un regreso al Almodóvar de los inicios, es un hundimiento en el fango de lo chabacano a cambio de nada, de tener una película en cartelera unas semanas y estar en boca de todos. ¿Le hacía falta a estas alturas? ¿Le valía la pena? Y no me sirve que se quiera presentar como radiografía de la España actual, la España cañí que todos tenemos en mente.

De acuerdo que hay muchos argumentos para hacer una película denunciando la situación presente, pero una cosa es hacerlo y otra es mezclarlo todo sin criterio, ser procaz a más no poder con no se sabe qué objetivo y esperar que los demás lo aplaudamos; porque reír, lo que se dice hacernos reír, esta pretendida comedia no lo consigue más que en contadas ocasiones. Salvo del desastre a Javier Cámara. Con un papel de homosexual con mucha pluma, capaz de contarte todas sus intimidades y la de otros con tan solo preguntarle la hora, es capaz de salir airoso y de casi bordarlo; además de ser de los pocos que vocalizan en el film, que no es tanto pedir.
2
16 de julio de 2013 3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ni comedia, ni comedia negra, ni comedia absurda, ni aviones. Homosexualidad sí, metida con calzador, para que quede bien claro. Una homosexualidad muy de Almodóvar, convirtiendo a la causa a Areces (deplorable), Arévalo (igual de deplorable) y Cámara (tal vez el único que se salva); pero no contento, convierte también a de la Torre (antes hetero ahora gay convencido) y a Hugo Silva (los tíos la chupan mejor que las tías, ¡toma ya!). Este es el cine del oscarizado Almodóvar, el mito manchego por excelencia que inunda las pantallas con, por ejemplo, una de orgía aérea bautizada con mucho alcohol y rematada con suficiente ración de drogas. Este es el cine español que tanto añoran algunos, que viven anclados en una movida madrileña y unos años ochenta que sí que huelen a muerto (¡qué raro que el personaje de Lola Dueñas no lo hubiese olido!). Este es el genio Almodóvar, que droga,duerme y silencia a la clase turista para dar la prioridad a la primera clase, en donde se desata el desenfreno más envolvente, mientras los otros están allí, a oscuras, ajenos al marathón orgiástico de enfrente.

La película es mala. Trata de que en un avión que va a México hay unos problemas con el tren de aterrizaje y, ante el caos, todos empiezan a sentirse muy borrachos, muy drogados, muy cachondos y muy gays. Nada más.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
El número musical es deleznable y patético. De vergüenza ajena.
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