El juicio de Nuremberg
1961 

8.2
14,114
Drama
En 1948, tres años después del final de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), cuatro jueces, cómplices de la política nazi de esterilización y limpieza étnica, van a ser juzgados en Nuremberg. Sobre Dan Haywood (Spencer Tracy), un juez norteamericano retirado, recae la importante responsabilidad de presidir este juicio contra los crímenes de guerra nazis. (FILMAFFINITY)
30 de agosto de 2020
30 de agosto de 2020
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El de juicios es un subgénero cinematográfico que ha dado a luz películas memorables, como “Doce hombres sin piedad” (“12 Angry Men”, 1957), “Testigo de cargo” ("Witness for the Prosecution”, 1957) o “Anatomía de un asesinato” (“Anatomy of a Murder”, 1959). Sin duda, esta “¿Vencedores o Vencidos?” se cuenta también entre las más destacadas.
Stanley Kramer adapta un episodio de la serie de TV “Playhouse 90” (ídem, 1956) —donde, por cierto, hicieron sus primeras armas cineastas de la talla de John Frankenheimer, Franklin J. Shaffner o Arthur Penn—conservando, de hecho, a Maximilian Schell en el controvertido y oscarizado papel de Hans Rolfe, abogado defensor de los jerarcas nazis. También se aprecian texturas televisivas y documentales en el manejo algo deslavazado de la cámara, con profusión de zooms y desenfocados con los que —supongo— se pretendió reproducir la inmediatez típica del noticiario. Ello resalta especialmente durante las escenas del tribunal, sobre todo cada vez que se abre el plano, calcadas, cuando no confundidas en el imaginario colectivo con las imágenes de los Procesos de Nuremberg reales. Antes señalé que Maximilian Schell fue galardonado con el Óscar al mejor actor. Premio sin duda merecido, pero que podían habeser llevado, asimismo, un Richard Widmark encarnación de la cándida arrogancia americana, Burt Lancaster con la prestancia y la dignidad que engalanaron su madurez y, más que ninguno, Spencer Tracy, superlativo en la cuarteada piel de ese juez de distrito sacado del retiro para presidir el juicio más importante de su carrera. Pero no sólo ellos entregan trabajos asombrosos, porque las aportaciones, impagables, de Marlene Dietrich, Judy Garland y un Montgomery Clift arrasado por la vida hacen de “¿Vencedores o vencidos?” un festín actoral sin parangón.
Por supuesto, la cinta de Stanley Kramer constituye una acertada y desgarradora reflexión en torno a la “obediencia debida” —falaz argumento al que suelen agarrarse los acusados de crímenes contra la humanidad— y la “banalidad del mal” definida por Hannah Arendt para explicar (se) cómo en la nación más civilizada de Europa y, por ende, del mundo pudieron tener lugar las aberraciones perpetradas por el III Reich y sus secuaces. Estos últimos la mayoría del pueblo alemán, según la pensadora de Hannover y el fiscal Lawson interpretado por Richard Widmark, cuando afirma sarcástico que “no hay nazis en Alemania”, o el arrepentido Ernst Janning que compone Burt Lancaster, quien sacude conciencias con un discurso para la historia del cine, culminado con sendas preguntas en absoluto retóricas: “¿Dónde estábamos?” y “¿Estábamos sordos, mudos, ciegos?”. Que el saldo del complejísimo proceso fuera un centenar corto de condenas ilustra la perenne sumisión de la moral a los intereses geopolíticos y supone, en fin, una broma de pésimo gusto.
Stanley Kramer adapta un episodio de la serie de TV “Playhouse 90” (ídem, 1956) —donde, por cierto, hicieron sus primeras armas cineastas de la talla de John Frankenheimer, Franklin J. Shaffner o Arthur Penn—conservando, de hecho, a Maximilian Schell en el controvertido y oscarizado papel de Hans Rolfe, abogado defensor de los jerarcas nazis. También se aprecian texturas televisivas y documentales en el manejo algo deslavazado de la cámara, con profusión de zooms y desenfocados con los que —supongo— se pretendió reproducir la inmediatez típica del noticiario. Ello resalta especialmente durante las escenas del tribunal, sobre todo cada vez que se abre el plano, calcadas, cuando no confundidas en el imaginario colectivo con las imágenes de los Procesos de Nuremberg reales. Antes señalé que Maximilian Schell fue galardonado con el Óscar al mejor actor. Premio sin duda merecido, pero que podían habeser llevado, asimismo, un Richard Widmark encarnación de la cándida arrogancia americana, Burt Lancaster con la prestancia y la dignidad que engalanaron su madurez y, más que ninguno, Spencer Tracy, superlativo en la cuarteada piel de ese juez de distrito sacado del retiro para presidir el juicio más importante de su carrera. Pero no sólo ellos entregan trabajos asombrosos, porque las aportaciones, impagables, de Marlene Dietrich, Judy Garland y un Montgomery Clift arrasado por la vida hacen de “¿Vencedores o vencidos?” un festín actoral sin parangón.
Por supuesto, la cinta de Stanley Kramer constituye una acertada y desgarradora reflexión en torno a la “obediencia debida” —falaz argumento al que suelen agarrarse los acusados de crímenes contra la humanidad— y la “banalidad del mal” definida por Hannah Arendt para explicar (se) cómo en la nación más civilizada de Europa y, por ende, del mundo pudieron tener lugar las aberraciones perpetradas por el III Reich y sus secuaces. Estos últimos la mayoría del pueblo alemán, según la pensadora de Hannover y el fiscal Lawson interpretado por Richard Widmark, cuando afirma sarcástico que “no hay nazis en Alemania”, o el arrepentido Ernst Janning que compone Burt Lancaster, quien sacude conciencias con un discurso para la historia del cine, culminado con sendas preguntas en absoluto retóricas: “¿Dónde estábamos?” y “¿Estábamos sordos, mudos, ciegos?”. Que el saldo del complejísimo proceso fuera un centenar corto de condenas ilustra la perenne sumisión de la moral a los intereses geopolíticos y supone, en fin, una broma de pésimo gusto.
9 de noviembre de 2020
9 de noviembre de 2020
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Impresionante elenco de actores Un ramillete impresionante, difícil quedarse con uno pero me dejo impresionado la actuación de Montgomery Clift en el que dudas si es el mismo el personaje destrozado por la vida y la no aceptación de su drama. Una intrepretación de Oscar, aunque el que se lo llevó fue Maximilian Schell como el abogado de lo indefendible.
Una Judy Garland irreconocible, Marlene Dietrich divina independientemente de su edad, no es extraño que tenga prendado al juez Spencer Tracy que transmite sabiduría sin abrir siquiera la boca.
Burt Lancaster no me gusta, está demasiado hierático y estirado y no es necesario para su papel.
Y que decir del jovencísimo capitán Kirk en seguramente uno de sus primeros papeles.
En fin, una película placentera y que trata un momento histórico tan interesante que, aunque estuviera hecha con menos derroche de casting hubiera sido igualmente interesante.
Una Judy Garland irreconocible, Marlene Dietrich divina independientemente de su edad, no es extraño que tenga prendado al juez Spencer Tracy que transmite sabiduría sin abrir siquiera la boca.
Burt Lancaster no me gusta, está demasiado hierático y estirado y no es necesario para su papel.
Y que decir del jovencísimo capitán Kirk en seguramente uno de sus primeros papeles.
En fin, una película placentera y que trata un momento histórico tan interesante que, aunque estuviera hecha con menos derroche de casting hubiera sido igualmente interesante.
7 de diciembre de 2021
7 de diciembre de 2021
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"¿Qué es la justicia?"
De una pregunta tan absolutamente compleja parte la reflexión principal que aborda esta película (Basada en la historia real de los juicios de Nuremberg) y dónde se ahonda, en todo momento, ante esa idea de la justicia y su relación inherente con la culpabilidad. Dónde se explora hasta que punto fueron culpables o inocentes de lo que ocurría no sólo los acusados de este juicio (En este caso, unos jueces alemanes que trabajaron durante el tercer Reich) sino la sociedad en general.
Creo firmemente que lo mejor que hace esta cinta, y por lo que me parece casi una obra maestra es saber mover el foco de los acusados alemanes hacia toda la sociedad, ya sea alemana o no. Al final, Hitler no llegó a esa posición sin ayudas externas y es algo que todos deberían haberse preguntado en aquélla época. (No creo que sea una obra maestra únicamente porque tengo la sensación que se excede en su metraje de forma innecesaria, pero vamos, se queda rozándolo)
Por otro lado, mencionar que esa forma de poner al espectador ante al espejo de los horrores propios y ajenos y cuyas reflexiones de ese binomio de justicia-culpabilidad podemos retrotraer al presente es la mayor maravilla que creo que consigue la cinta durante todo su metraje.
El reparto en general está maravilloso aunque, sin duda, destaca Maximilian Schell en su papel de abogado defensor. La fiereza con que afronta todo lo que hace en esa sala del juzgado es difícilmente olvidable.
No creo que haga falta añadir mucho más. Creo que esta es una de esas películas que buscan que el espectador reflexione ante lo que tiene delante. Que no únicamente se contenta con funcionar de una forma "Cuasi-documental" (Aunque funciona bien en ese aspecto meramente informativo de los hechos) sino que va un pasito más allá lanzando reflexiones al aire y ya cada uno de nosotros decidirá las que quiere o puede recoger. Muy recomendable su visionado.
De una pregunta tan absolutamente compleja parte la reflexión principal que aborda esta película (Basada en la historia real de los juicios de Nuremberg) y dónde se ahonda, en todo momento, ante esa idea de la justicia y su relación inherente con la culpabilidad. Dónde se explora hasta que punto fueron culpables o inocentes de lo que ocurría no sólo los acusados de este juicio (En este caso, unos jueces alemanes que trabajaron durante el tercer Reich) sino la sociedad en general.
Creo firmemente que lo mejor que hace esta cinta, y por lo que me parece casi una obra maestra es saber mover el foco de los acusados alemanes hacia toda la sociedad, ya sea alemana o no. Al final, Hitler no llegó a esa posición sin ayudas externas y es algo que todos deberían haberse preguntado en aquélla época. (No creo que sea una obra maestra únicamente porque tengo la sensación que se excede en su metraje de forma innecesaria, pero vamos, se queda rozándolo)
Por otro lado, mencionar que esa forma de poner al espectador ante al espejo de los horrores propios y ajenos y cuyas reflexiones de ese binomio de justicia-culpabilidad podemos retrotraer al presente es la mayor maravilla que creo que consigue la cinta durante todo su metraje.
El reparto en general está maravilloso aunque, sin duda, destaca Maximilian Schell en su papel de abogado defensor. La fiereza con que afronta todo lo que hace en esa sala del juzgado es difícilmente olvidable.
No creo que haga falta añadir mucho más. Creo que esta es una de esas películas que buscan que el espectador reflexione ante lo que tiene delante. Que no únicamente se contenta con funcionar de una forma "Cuasi-documental" (Aunque funciona bien en ese aspecto meramente informativo de los hechos) sino que va un pasito más allá lanzando reflexiones al aire y ya cada uno de nosotros decidirá las que quiere o puede recoger. Muy recomendable su visionado.
6 de octubre de 2023
6 de octubre de 2023
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Película sobre uno de los juicios de Nuremberg tras la II Guerra Mundial. En este caso asistimos a un juicio en que tres jueces americanos deben juzgar a varios altos magistrados del III Reich. Como telón de fondo tenemos la naciente guerra fría y la pronta necesidad de las autoridades americanas de pasar página ¿en falso? para no poner en riesgo el necesario apoyo alemán ante la amenaza soviética.
Como toda película de juicios la acción se desarrolla en pocos decorados, aunque asistimos a acertados pasajes de la historia desarrollados fuera de los muros del Palacio de Justicia, con un Spencer Tracy como un juez estadounidense de provincias que llega de rebote al proceso, y que convive con ciudadanos locales, más o menos simpatizantes de Hitler en sus buenos tiempos.
La película es de obligado visionado para cualquier estudiante de derecho, no digamos ya de derecho internacional, así como para cualquier aficionado a la historia, pero hablando de términos cinematográficos resulta de obligado visionado para cualquier aspirante a actor. Porque en esta película asistimos a un auténtico espectáculo interpretativo. Es imposible poder decir quien está mejor en un duelo de titanes, sobresalientes Spencer Tracy, Burt Lancaster y Maximilian Schell como los tres principales protagonistas, pero es que los secundarios están igual o mejor, Marlene Dietrich, Judy Garland, Montgomery Clift y Richard Widmark, todos ellos están de Oscar. Y no es una exageración.
Y no olvidemos el debate moral o ético al que nos enfrenta la película. Con unos argumentos por ambas partes totalmente lógicos y debatibles, y es que entrados en materia lo que parece fácil como condenar a un alto funcionario nazi resulta no serlo tanto, con conceptos como obediencia debida a la autoridad, lealtad al estado... sobrevolando la sala.
Y todo en 3 horas, 3 horas pocas veces más vibrantes, emocionantes y tensas ante una pantalla. Que lección de historia, que lección de CINE con mayúsculas. Imprescindible y necesaria.
Como toda película de juicios la acción se desarrolla en pocos decorados, aunque asistimos a acertados pasajes de la historia desarrollados fuera de los muros del Palacio de Justicia, con un Spencer Tracy como un juez estadounidense de provincias que llega de rebote al proceso, y que convive con ciudadanos locales, más o menos simpatizantes de Hitler en sus buenos tiempos.
La película es de obligado visionado para cualquier estudiante de derecho, no digamos ya de derecho internacional, así como para cualquier aficionado a la historia, pero hablando de términos cinematográficos resulta de obligado visionado para cualquier aspirante a actor. Porque en esta película asistimos a un auténtico espectáculo interpretativo. Es imposible poder decir quien está mejor en un duelo de titanes, sobresalientes Spencer Tracy, Burt Lancaster y Maximilian Schell como los tres principales protagonistas, pero es que los secundarios están igual o mejor, Marlene Dietrich, Judy Garland, Montgomery Clift y Richard Widmark, todos ellos están de Oscar. Y no es una exageración.
Y no olvidemos el debate moral o ético al que nos enfrenta la película. Con unos argumentos por ambas partes totalmente lógicos y debatibles, y es que entrados en materia lo que parece fácil como condenar a un alto funcionario nazi resulta no serlo tanto, con conceptos como obediencia debida a la autoridad, lealtad al estado... sobrevolando la sala.
Y todo en 3 horas, 3 horas pocas veces más vibrantes, emocionantes y tensas ante una pantalla. Que lección de historia, que lección de CINE con mayúsculas. Imprescindible y necesaria.
13 de noviembre de 2024
13 de noviembre de 2024
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Stanley Kramer dirigió en 1961 esta película que recoge los verdaderos juicios de Nuremberg, unos juicios que se realizaron para procesar a cuatro jueces alemanes cómplices de las políticas nazis de limpieza étnica a través de los campos de concentración. La película es una lograda crónica del proceso muy intensa y apasionante en la que se incluyen imágenes reales del holocausto nazi brillantemente interpretada por un reparto estelar repleto de caras conocidas entre las que destacan Spencer Tracy, Burt Lancaster, Richard Widmark, Marlene Dietrich, Maximilan Schell, Montgomery Clift, Judy Garland o William Shatner.
No solo se trata de una película judicial si no que es principalmente una lección de ética y justicia, además de un recordatorio de las locuras llevadas a cabo por el partido nazi con la desconcertante pasividad del pueblo alemán. Una película en definitiva muy interesante y necesaria que a través de su extenso metraje invita a reflexionar y debatir sobre las atrocidades que es capaz de cometer el ser humano sin importarle las consecuencias.
No solo se trata de una película judicial si no que es principalmente una lección de ética y justicia, además de un recordatorio de las locuras llevadas a cabo por el partido nazi con la desconcertante pasividad del pueblo alemán. Una película en definitiva muy interesante y necesaria que a través de su extenso metraje invita a reflexionar y debatir sobre las atrocidades que es capaz de cometer el ser humano sin importarle las consecuencias.
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