Tiene buenos momentos, es verdad, como cuando la abuela se queda con el chico que lleva a casa y se salva milagrosamente, pero le falta esa vida que caracteriza las producciones de Murphy o cuando el asesino convence a la policía de que su futura víctima es su novio, a pesar de que es obvio que es un menor.

Entiendo que la forma de contarlo sea un poco como la mente de este asesino (muy pensada, detallada, sin apenas ataques de ira), pero me siguen sobrando minutos, incluso horas.

Añadido una semana después:

El momento en el que por fin lo detienen y las partes en las que se habla de su perfil psicológico, comparándolo con Ed Gain o con Gaisy, que aparecen con muy poca diferencia de años es aterrador. Dahmer llega a preguntar por qué creen (la policía) que ahora hay tantos como él, a lo que le responden que puede ser por las autovías, relativamente una novedad en Estados Unidos y que hace que las personas puedan moverse más y más rápido. Pero también están los que habían llegado de Vietnam y antes de la Segunda Guerra Mundial.

Los pensamientos y cómo decide Dahmer contarlo todo y ayudar a identificar a las víctimas me ha resultado mucho más interesante que los asesinatos en sí, que son lentísimos.

No puedo imaginar la cara en la vida real de la vecina que estuvo denunciando al Carnicero durante tantísimo tiempo y cómo no la escucha absolutamente nadie por racismo. Escalofriantes momentos.

Aunque mejora con el tiempo sigo manteniendo mi nota inicial porque Murphy lo sabe hacer mucho mejor.