Las dos caras de la verdad
7.3
34,352
Intriga. Drama
Martin Vail (Richard Gere), un ambicioso abogado de Chicago, es capaz de aceptar cualquier caso con tal de salir en la prensa. Un día decide ocuparse de uno que parece imposible de ganar: la defensa de Aaron (Edward Norton), un joven que es acusado del asesinato del arzobispo de Chicago, tras ser detenido mientras huía del escenario del crimen. (FILMAFFINITY)
20 de julio de 2017
20 de julio de 2017
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Será que ya la he visto varias veces y es de esas que cuando sabes cómo terminan pierden mucho. Será que he visto muchos thrillers tanto antes como después de verla, y yo necesito mucho más para que me sorprendan e impacten en este género. O será que la intriga judicial, salvo contadas ocasiones, no suele apasionarme.
El caso es que no veo que esta película sea para tanto, ni muchísimo menos. Y me refiero concretamente al 7 de nota media que tiene en esta página en el momento actual, que me parece muy exagerado.
Hay títulos de juicios y abogados muchísimo más interesantes que este, el cual se centra en un extraño asesinato que no está nada claro y que al principio parece que va a dar bastante más de sí.
Gere nunca me ha parecido ni un gran actor ni un garante de la calidad del trabajo en el que participa, a pesar de su grandísima popularidad. Aquí cumple sin más.
El argumento, como digo, al principio promete, pero luego no está lo suficientemente aprovechado, quedando simplemente la cosa en una larga sucesión de escenas en la que básicamente lo único que hacen es hablar con jerga de tribunales de justicia. A lo mejor un estudiante de derecho aprecie mejor el desarrollo de este caso, a ritmo de la canción en portugués “Canción de mar”, que es muy bonita pero cuando la escucho mucho rato a mí me cansa.
Eso sí, hay que hacer un punto y aparte con ese actor secundario al que pudimos conocer aquí. El único valor seguro que tiene este film tiene nombre y apellidos y es Edward Norton. El tremendo actor se dio a conocer aquí con un papel realmente memorable que le valió su primera nominación al Oscar. Rápidamente, Norton llegó al mundo del cine con este título y ya se hizo un nombre propio para siempre, algo que no pueden decir muchos. Su actuación es tremenda y logra que solo por eso el film sea recordado. Sin embargo, si somos justos, sale muy pero que muy poco, y en mi opinión no compensa la lentitud del desarrollo de la historia.
En cuatro palabras: no es para tanto.
El caso es que no veo que esta película sea para tanto, ni muchísimo menos. Y me refiero concretamente al 7 de nota media que tiene en esta página en el momento actual, que me parece muy exagerado.
Hay títulos de juicios y abogados muchísimo más interesantes que este, el cual se centra en un extraño asesinato que no está nada claro y que al principio parece que va a dar bastante más de sí.
Gere nunca me ha parecido ni un gran actor ni un garante de la calidad del trabajo en el que participa, a pesar de su grandísima popularidad. Aquí cumple sin más.
El argumento, como digo, al principio promete, pero luego no está lo suficientemente aprovechado, quedando simplemente la cosa en una larga sucesión de escenas en la que básicamente lo único que hacen es hablar con jerga de tribunales de justicia. A lo mejor un estudiante de derecho aprecie mejor el desarrollo de este caso, a ritmo de la canción en portugués “Canción de mar”, que es muy bonita pero cuando la escucho mucho rato a mí me cansa.
Eso sí, hay que hacer un punto y aparte con ese actor secundario al que pudimos conocer aquí. El único valor seguro que tiene este film tiene nombre y apellidos y es Edward Norton. El tremendo actor se dio a conocer aquí con un papel realmente memorable que le valió su primera nominación al Oscar. Rápidamente, Norton llegó al mundo del cine con este título y ya se hizo un nombre propio para siempre, algo que no pueden decir muchos. Su actuación es tremenda y logra que solo por eso el film sea recordado. Sin embargo, si somos justos, sale muy pero que muy poco, y en mi opinión no compensa la lentitud del desarrollo de la historia.
En cuatro palabras: no es para tanto.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Vale que nadie se esperaba que Norton fuera el asesino, pero ¿solo por esos minutos del final ya hay que encumbrar este tedioso caso judicial que dura más de dos horas? Yo creo que no.
14 de noviembre de 2017
14 de noviembre de 2017
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con “Las dos caras del a verdad” encontramos uno de los tantos jugosos dramas judiciales que con gran éxito triunfaron en las taquillas de la década de los 90, como “Pena de muerte” (Tim Robbins, 1995), “El dilema” (Michael Mann, 1999), e incluso Sleepers (Barry Lenson 1996) o desde un aspecto político “En el nombre del padre” (Jim Sherindam, 1993). Además, el film supuso la primera aparición estelar de Edward Norton en la gran pantalla, y, pese a resultar una película de empaque y logro, termina resultando un producto demasiado lineal como para sobresalir entre tanta clase del género.
Por ello podemos decir que el largometraje es resultón, realmente ameno pero fallido en su composición. No deja de seguir un curso funcional bajo una factura correcta sin más, que no permite ofrecer algo extraordinario, sin salirse de un guión que pueda mostrarnos algo sorprendente, nunca antes visto, o que tome ciertos aires de riesgo. Sin embargo, se aprecia el afán de Gregory Hoblit por los entramados ambiguos y ocultos de sus obras, en una interpretación sublime de Norton y un Richard Guere que, reconozcámoslo, se gusta en su papel de protagonista. Puede que hasta te parezca un tanto predecible pero no cabe duda de que, si logras dejarte atrapar por su entretenido desarrollo, puedas apreciar que la película sobresale por encima de otras muchas propuestas, aunque quede lejos de ser una obra inolvidable. Ustedes dirán si se fían o no de Aaron.
Por ello podemos decir que el largometraje es resultón, realmente ameno pero fallido en su composición. No deja de seguir un curso funcional bajo una factura correcta sin más, que no permite ofrecer algo extraordinario, sin salirse de un guión que pueda mostrarnos algo sorprendente, nunca antes visto, o que tome ciertos aires de riesgo. Sin embargo, se aprecia el afán de Gregory Hoblit por los entramados ambiguos y ocultos de sus obras, en una interpretación sublime de Norton y un Richard Guere que, reconozcámoslo, se gusta en su papel de protagonista. Puede que hasta te parezca un tanto predecible pero no cabe duda de que, si logras dejarte atrapar por su entretenido desarrollo, puedas apreciar que la película sobresale por encima de otras muchas propuestas, aunque quede lejos de ser una obra inolvidable. Ustedes dirán si se fían o no de Aaron.
29 de diciembre de 2019
29 de diciembre de 2019
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es interesante la perspectiva de un abogado cínico convencido de que no importa la verdad, sólo ganar el caso. La trama complementaria incide en un turbio asunto de corrupción eclesiástica, como de pasada, sin ser el tema central. La cuestión es que al defender a un presunto psicópata asesino, el protagonista entra en conflicto con su propia conciencia, al no poder evitar ciertos remordimientos, poniendo en entredicho su cinismo profesional. Dilema de difícil solución. El título hace referencia a que, judicialmente hablando, la verdad se puede fabricar, independientemente de cual sea la realidad. Como siempre, surge la duda de hasta qué punto la locura puede eximir a un supuesto criminal. Nuevamente, el código de enjuiciamiento norteamericano evidencia sus debilidades. Richard Gere y Edward Norton hacen tan bien su trabajo que la cinta resulta convincente
2 de agosto de 2022
2 de agosto de 2022
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me gustaría haberla visto por primera vez ahora, para comprender si me hubiera parecido igual de fascinante que ocho años atrás o si la hubiera encontrado tan previsible como dicen.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Como me sabía ya el truco, estaba todo el rato escudriñando, analizando, a ver si hay alguna evidencia o fallo que invite a prever lo que va a ocurrir.
Como es lógico, me pareció encontrar bastantes: miradas, insinuaciones casi clamorosas... Lo que me llamó la atención es que la 'psiquiatra' no lo viese venir.
En cualquier caso me sigue pareciendo entretenida, aunque obviamente ya no es lo mismo, hasta el proceder de los actores lo veo algo forzado (toda esa jerga jurística, tan embelesadora y oportuna que parece de pega -ahí es cuando se empieza a tener la noción de que el espectáculo es falso-). Pero cuando la vi por primera vez me lo pasé muy bien y el desenlace impacta por muchas veces que se haya visto la escena.
Gere me cae bien, sé que practicamente todos lo odiáis pero he llegado a la conclusión de que muchas veces puede ser por envidia. Aquí es un abogado arrogante, encantado de haberse conocido (esa faceta es la que le reporta su abultado jornal) que cuando se emborrachó una noche en un bar, dijo lo que probablemente algunas veces le gustaría (proceder desde la bondad y el idealismo) ser en su profesión, pero eso es imposible y contradictorio (cobra y solo le importa ganar, lo vemos en la última escena, cuando se acuerda de la injusta multa de diez mil dólares por el desacato).
Si Gere es arrogante para mantener un nivel de vida privilegiado, la arrogancia de Norton nace de un elemental instinto de supervivencia frente a los abusos a los que por precariedad absoluta se vio obligado a tolerar. Cuando se hizo mayor tomó conciencia de que de alguna forma tendría que revertir su situación, lo que pasa es que por el camino se volvió un perturbado del todo, perdiendo toda la humanidad: como el mundo lo había tratado tan mal, acabo pagando a todos, sin discriminar, con la misma moneda. Pero en mi opinión es algo comprensible y el engaño como tal ni siquiera se puede tildar de amoral. ¿Acaso él le pidió a Gere que lo defendiera? No. Su suerte pasaba por que un abogado arrogante viniera a él y estuviera dispuesto a defenderlo gratis, para así ganar fama y prestigio gracias a que es un caso mediático. Gere no dejó escapar la ocasión. Norton solo podría llegar a manipular a alguien (y salvarse) de existir alguna persona que quisiera entrar al juego y aprovecharse (una vez más) de su situación.
(Es obvio que los de oficio no se iban a complicar, se limitarían a hacer lo mínimo para cobrar el sueldo del día e irse a casa cuanto antes).
Lo que falla de todo esto es que un plan tan maquiavélico se le haya ocurrido a un chaval de dieciocho años.
Recuerdo que en su día me gustó mucho la frasecita de marras del principio, la de si quieres que te jodan ve a un tribunal de justicia y si quieres justicia vete a una casa de putas... Pues bien, ciertas experiencias me ayudaron a darme cuenta de que es una gran idiotez. Y eso que nunca he estado detenido.
Como es lógico, me pareció encontrar bastantes: miradas, insinuaciones casi clamorosas... Lo que me llamó la atención es que la 'psiquiatra' no lo viese venir.
En cualquier caso me sigue pareciendo entretenida, aunque obviamente ya no es lo mismo, hasta el proceder de los actores lo veo algo forzado (toda esa jerga jurística, tan embelesadora y oportuna que parece de pega -ahí es cuando se empieza a tener la noción de que el espectáculo es falso-). Pero cuando la vi por primera vez me lo pasé muy bien y el desenlace impacta por muchas veces que se haya visto la escena.
Gere me cae bien, sé que practicamente todos lo odiáis pero he llegado a la conclusión de que muchas veces puede ser por envidia. Aquí es un abogado arrogante, encantado de haberse conocido (esa faceta es la que le reporta su abultado jornal) que cuando se emborrachó una noche en un bar, dijo lo que probablemente algunas veces le gustaría (proceder desde la bondad y el idealismo) ser en su profesión, pero eso es imposible y contradictorio (cobra y solo le importa ganar, lo vemos en la última escena, cuando se acuerda de la injusta multa de diez mil dólares por el desacato).
Si Gere es arrogante para mantener un nivel de vida privilegiado, la arrogancia de Norton nace de un elemental instinto de supervivencia frente a los abusos a los que por precariedad absoluta se vio obligado a tolerar. Cuando se hizo mayor tomó conciencia de que de alguna forma tendría que revertir su situación, lo que pasa es que por el camino se volvió un perturbado del todo, perdiendo toda la humanidad: como el mundo lo había tratado tan mal, acabo pagando a todos, sin discriminar, con la misma moneda. Pero en mi opinión es algo comprensible y el engaño como tal ni siquiera se puede tildar de amoral. ¿Acaso él le pidió a Gere que lo defendiera? No. Su suerte pasaba por que un abogado arrogante viniera a él y estuviera dispuesto a defenderlo gratis, para así ganar fama y prestigio gracias a que es un caso mediático. Gere no dejó escapar la ocasión. Norton solo podría llegar a manipular a alguien (y salvarse) de existir alguna persona que quisiera entrar al juego y aprovecharse (una vez más) de su situación.
(Es obvio que los de oficio no se iban a complicar, se limitarían a hacer lo mínimo para cobrar el sueldo del día e irse a casa cuanto antes).
Lo que falla de todo esto es que un plan tan maquiavélico se le haya ocurrido a un chaval de dieciocho años.
Recuerdo que en su día me gustó mucho la frasecita de marras del principio, la de si quieres que te jodan ve a un tribunal de justicia y si quieres justicia vete a una casa de putas... Pues bien, ciertas experiencias me ayudaron a darme cuenta de que es una gran idiotez. Y eso que nunca he estado detenido.
14 de agosto de 2022
14 de agosto de 2022
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estamos ante un thriller judicial que funciona pese a tener sus defectos. La trama gira en torno al asesinato de un famoso arzobispo en la ciudad de Chicago. Este suceso desencadena una feroz batalla por la vida de un joven que está muy implicado. Las 2 horas y pico pesan un poco a causa de sobreexplotar la premisa del filme. Aun así, la historia logra ser interesante mediante un ritmo envidiable y unas sorpresas que dejan al espectador con la boca abierta. En cuanto al reparto, este realiza un notable trabajo; Richard Gere brilla en un papel que le viene como anillo al dedo, sin duda, se trata de una de sus mejores interpretaciones. Luego está Laura Linney, que también está realmente bien. Sin embargo, quien más sobresale es un jovencísimo y casi desconocido por aquel entonces Edward Norton. El protagonista de El club de la lucha y American History X nos ofrece otra clase magistral al encarnar a un chico aparentemente inofensivo. Sé que su carácter problemático le ha privado de tener una carrera aún más exitosa de la que ha tenido. No obstante, no se puede negar que este hombre posee un talento descomunal para actuar. Por algo le considero 1 de los mejores actores que he visto. Volviendo con la cinta, se puede decir que es entretenida. Le faltan escenas que muestren mayor dramatismo, pero, por suerte, se sostiene.
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