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Mala mujer

Cine negro. Drama Nueva York, año 1934. Christopher Cross es un simple cajero, infelizmente casado, cuya única pasión es la pintura. Una noche conoce a Kitty March, una atractiva buscavidas de la que se enamora y le hace creer que es un pintor de éxito. La chica y su novio Johnny, un tipo sin escrúpulos, aprovechan la ocasión para intentar explotar al pobre hombre, pues creen que sus cuadros valen mucho dinero.
(FILMAFFINITY)
Críticas 120
Críticas ordenadas por utilidad
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7
11 de enero de 2016 4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película clave del cine negro clásico, menos perfecta de lo que cabría esperar debido a un guión con demasiados giros oportunistas, en una trama que se podría situar cerca del drama psicológico. Lo más llamativo es el machismo del que hace gala, con frases lapidarias donde la "femme fatale" es un objeto que goza siendo maltratada, al igual que el protagonista masculino, que no disfruta, pero que es utilizado por quienes le rodean. Todo ello en un tono caricaturesco, desde las actuaciones hasta algunas situaciones, lo cual está hecho a propósito para plasmar ciertas actitudes, pero le quita seriedad a una película considerada una obra maestra que en manos de otro director habría pasado más desapercibida.

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9
5 de noviembre de 2014 3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Joan Bennett y Edward G. Robinson funcionan juntos. Es un hecho innegable, hay algo en esa imposible pareja que refleja muchas cosas del cine negro. Cuando a la suma se añade la dirección magistral de Fritz Lang, la palabra obra maestra comienza a sondear la mente de muchos espectadores. "Perversidad" es una de las piezas claves de un género, una historia original muy buena y mejor llevada a cabo, una reflexión de las pequeñas fronteras morales que se van cruzando hasta descender a los infiernos internos.

Dan Duryea, ¿quién si no?, acompaña a la pareja con un personaje que recuerda muy poderosamente al de "La mujer del cuadro". "Lazy legs" y este truhán conseguirán arrancar a un modesto y honrado trabajador, con un secreto gran talento para la pintura, indecentes sumas de dinero que no son fáciles de obtener por el amedrentado segundo marido de una fiera viuda de un inspector de policía.

Rodada en un delicioso blanco y negro, "Perversidad" es un relato que atrapa y respeta al público con giros de argumento muy inteligentes y que no defraudan, tan sorprendentes como posibles dentro del espejo deformado de la realidad que muestra. El conflicto interno que ocurre en la cabeza del protagonista está impecablemente mostrado, en una portentosa exhibición de Robinson, cómodamente apoyado por un elenco de secundarios extraordinarios.

A diferencia de su tocaya en la nostalgia, "La mujer del cuadro", la censura no mutiló ferozmente el lienzo, aunque la moral de la época obligase a mayores sutilezas (si bien esto en ocasiones es una ventaja para los realizadores de gran sensibilidad como es el caso de Lang).

Para encontrar su DVD bordado en un lazo rojo en un callejón apenas iluminado por unas pocas farolas.
10
18 de octubre de 2016 3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Inolvidable película del enorme Fritz Lang, un director crucial en la historia del cine y una de esas personalidades que te hace amar de verdad este arte. Simplificando un poco podría decirse que se especializó en el cine negro, si bien exploró otros géneros. Pero aquí tenemos otra soberbia muestra de su manejo por estos pagos, y en concreto de su "etapa americana".

Si bien la idea es escasamente suya, pues se trata de una especie de remake de una película de Renoir (a su vez adaptación de una novela), todo lo demás tiene el "sello Fritz Lang", especialmente perceptible en los movimientos de cámara, los juegos de sombras, ciertos tics recuerdo del expresionismo y el fenomenal trabajo de actores y actrices, muy profesionales (el austríaco fue el prototipo de director tirano, intransigente y exigente, que demandaba hasta la última gota de sangre, sudor y lágrimas).

Y es que junto al ácido y negro guión de Dudley Nichols (plagado de "perlas" y golpes impensables en la España de 1945, por ejemplo) y el ritmo que no decae, el gran fuerte del film es el espléndido trío protagonista:

- El infravalorado Edward G. Robinson, perfecto como el tímido, apocado, dominado e ingenuo Chris Cross, que se enamora de quien le menos le conviene.
- La intachable Joan Bennett como la terrible Kitty, tan irresistible como cruel. Realmente es una de las "femme fatales" más redondas de la historia del cine.
- Y un competente Dan Duryea encarnando al avispado, ambicioso e indeseable Johnny, el novio de Kitty, que tan pronto te está sonriendo como dando un puñetazo. A ella también, por cierto.

En fin, un viaje a lo peor de la condición humana y un intensísimo drama, tan perfecto y de final tan soberbio que uno hasta le perdona ciertas incongruencias. De 10.
9
24 de mayo de 2020 3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Qué fácil es caer en la tentación, con qué reprochables argucias una persona puede ver manipulados sus sentimientos y ser lanzado al camino de la perdición.

¿Quién nos hizo así? ¿Quién arrancó de nuestras almas la moral, la compasión y la honestidad y nos impidió vislumbrar la senda del bien?...¡qué fracasados y cobardes son los hombres, qué zorras y manipuladoras son las mujeres! La tentación, uno de los más antiguos males que han estado atormentando a la Humanidad, de sabor amargo y pérfido en su interior y aroma dulce en su exterior con el cual logra embaucar hasta al más cauto de los seres; la tentación engaña, traiciona, manipula, se burla, destruye todo lo que encuentra y ni las cenizas quedan tras su paso.
Y como la codicia o la venganza, también es uno de los motivos que mayor juego han dado en la ficción, y por consiguiente en la industria cinematográfica, y claro estaba que iba a tener un papel muy importante en el nuevo proyecto en el cual iba a embarcarse Fritz Lang, cuando el maestro del expresionismo llevaba ya casi una década afincado en territorio americano y su popularidad crecía tanto como sus polémicos puntos de vista e ideales (pese a su romántica ingenuidad) y sus tiránicas actitudes entre los profesionales del mundillo...

"La Mujer del Cuadro" logra el gran éxito de crítica y público estableciéndose como una de las obras emblemáticas de su trayectoria estadounidense; tras esto la MGM, compañía por la que firmó al llegar a EE.UU., es sustituida por Universal y Walter Wanger le respalda en la realización de un film independiente que reúne al reparto protagonista del anterior cuyo guión de Dudley Nichols se basa en la novela de Georges de la Fouchardière "La Chienne", ya llevada al cine por el gran Jean Renoir, con la que aquél facturaría su primera obra maestra del cine sonoro, en 1.931.
Mientras el francés recurre a la ironía abriendo su historia con la representación de un teatro de marionetas, Lang la inicia a ras de calle antes de entrar en un lujoso restaurante donde está teniendo lugar una fiesta de empresa cuyo invitado de honor es Christopher (Legrand en la original), un cajero de mediana edad que lleva sirviendo veinticinco años; tras un mal presagio encarnado en esa joven muchacha con la que su anciano jefe se marcha, podemos averiguar la condición del personaje a simple vista: se trata de un hombre timorato, de andares y gestos dudosos, demasiado amable y considerado. Un hombre susceptible de ser manipulado o engañado...

Su encuentro fortuito con una dama que está siendo agredida en plena calle será el comienzo de una tortuosa aventura en la que se embarcará sin proponérselo, pues desde el primer momento en que se cruza con esta mujer llamada Katherine (antes Lulú), de aires vanidosos, tremendo desparpajo y palabras aduladoras lo intuimos con facilidad.
Algo no marcha bien, y este algo, que la voz del destino anuncia, desencadenará terribles consecuencias para ambos, más aún teniendo en cuenta que su amistad se inicia con un doble engaño: ella afirma ser actriz, cualidad de la que se servirá para manipularle a él, quien dice ser pintor, verdad a medias en este caso.

(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)

A cada paso que dan los personajes más siniestra y turbia se vuelve la atmósfera, y más se percibe la ausencia de una salida, de una salvación. El descubrimiento de la gran estafa de la trama (el adueñarse de la obra de Chris cortándole la única vía de libertad de la que gozaba) y la materialización de un mal presentimiento nacido de los celos y el miedo lo conducen todo hacia una auténtica fatalidad (esa última y desgarradora parte donde la película se revela más poderosa que nunca), fácil de intuir desde hacía tiempo.
Mientras Lang, apoyado en la música de Hans Salter y la fotografía de Milton Krasner, imprime pinceladas del más puro y elegante cine negro (sobre todo en el último tramo) a su mítica tragedia, Edward G. Robinson, sustituyendo magníficamente a Michel Simon, nos rompe el corazón en la piel de un hombre que sólo inspira compasión y lástima y en cuyo rostro no podría estar escrito la palabra "perdedor" con tal claridad. Por su parte, la preciosa Joan Bennett logra con su Katherine un modelo opuesto y más complejo de la "femme fatale" de la época (siempre transmitirá el efecto opuesto de este personaje-tipo) y Dan Duryea demuestra de nuevo gran talento como villano de tres al cuarto.

Rematada con una delirante conclusión que le hace a uno añicos el alma, de pura vena expresionista y colmado de trazos que arañan el inconsciente donde el peso de las sombras de la muerte se llevan arrastrando en los pies para toda la eternidad, "Perversidad" se configura como un tenebroso relato de obsesión, vileza, repulsión y sordidez abierto a símbolos e interpretaciones cuyo fin último es el descenso a los infiernos de la perdición.
Por desgracia, debido a sus similitudes con "La Mujer del Cuadro" no obtendría el beneplático de la crítica (ni el del mismo Robinson), a lo que no ayudó la severa intervención del Código Hays, que la censuró por considerarla moralmente peligrosa, y es que el austriaco, al trabajar en terrenos independientes, se reveló desatado en cuanto a no conceder concesiones absolutamente a nada ni nadie (pareciera que deja atrás su ingenuidad y hace lo que no le dejaron en "La Mujer del Cuadro").

El tiempo la ha sabido colocar en el lugar donde se merece figurar: entre los mejores y más influyentes dramas psicológicos enroscado en las turbias esferas del "noir" que se han realizado.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
En efecto, para Chris el arte significa su único medio de expresión vital, la vía para escapar de una tediosa rutina a la cual se ha resignado, con un trabajo que no le reconforta pese a ser el único lugar donde se siente útil y un matrimonio que es enteramente una farsa, viviendo en un hogar claustrofóbico como esclavo de una esposa déspota y siempre bajo la atenta mirada del autorretrato del ex-marido de ella, la cual aplasta aún más su ya de por sí acentuada inseguridad (cuadro cuyo estilo es diametralmente opuesto al de sus obras). Chris encuentra en la inocente Katherine un incentivo para volver a sonreír.
Aunque terribles intenciones se oculten bajo las apariencias, ya que ésta se aprovechará del talento del pobre enamorado por beneficio propio, como haría cualquier "femme fatale". Pero se evita caer en el estereotipo del género (al que el mismo Lang contribuyó) con la intromisión de Johnny, maestro de ceremonias responsable de todas las perfidias cometidas. Este tipo repugnante (bien representado como una amenazante serpiente en el cuadro de Chris) será el que guíe los actos de la mujer, que con su chabacanería y vulgaridad se distancia de ese personaje femenino tan propio del "noir" popularizado poco antes por la modélica Barbara Stanwyck.

Un trío amoroso alimentado de codicia y maldad por el cual planean las inevitables sombras de la tragedia, cada vez más tangibles con la posibilidad de que esa tan bien confeccionada red de mentiras se haga pedazos por los viles actos de Johnny y la torpeza de Katherine, mientras Chris se convierte casi sin saberlo en víctima de los mordaces giros del destino, que irán descargando su ira contra él. Nada ni nadie escapa a la implacable radiografía de Nichols y Lang.
Los hombres (cobardes, maltratadores, ladrones) no son peores que las mujeres (mentirosas, ambiciosas, dominantes), y viceversa. Chris será poco más que un desafortunado espectador cuya única acción es la de observar impotente este guiñol, en cuyo centro se halla indefenso, protagonizado por fracasados que encarnan a la perfección las mezquindades de la condición humana...
6
22 de enero de 2021 3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los triángulos amorosos no son nunca equiláteros, y en este caso el triángulo es escaleno, ninguna de sus relaciones es igual, nadie parece estar totalmente satisfecho con lo que recibe.

Esta película es un claro ejemplo del efecto que la belleza produce en la mayoría de los seres humanos, cuando la belleza está presente en alguien que se tiene delante, esa belleza ejerce un poder inhibidor sobre la percepción y la inteligencia de quien la contempla, de forma y manera que la mente y las alarmas que facilita la precaución pasan a estar “fuera de servicio”, se pasa entonces a hacer una labor de Don Quijote en busca de su Dulcinea con lo que las posibilidades de ser engañado y quedar absolutamente frustrado ascienden exponencialmente.

Esta lección magistral la llevan a la pantalla un gran Edward G. Robinson y la bella Joan Bennett que dirigidos con la mano maestra de Fritz Lang escenifican esta grotesca historia.
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