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Pompeya

Aventuras. Drama Pompeya, año 79 d.C. Milo (Kit Harington), un esclavo convertido en gladiador, ve cómo a su amor, la joven Cassia (Emily Browning), la obligan a prometerse con Corvus (Kiefer Sutherland), un corrupto senador. Cuando el Vesubio entra en erupción amenazando con destruirlo todo, Milo intentará salvarla... mientras todo se derrumba. (FILMAFFINITY)
Críticas 112
Críticas ordenadas por utilidad
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7
22 de junio de 2014
4 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Por los efectos especiales, por lo que entretiene, por cómo transcurre y por cómo acaba. Sí, un 7 más que merecido. De verdad que no entiendo qué buscaban aquellos que ahora se jactan de saber qué mala era la película, aquellos que critican hasta la tipología de las letras de los créditos, hacedores de críticas fundamentalistas que demonizan aquello que no comulga con sus ideas. De lástima, de verdad.

Si bien es cierto que la historia de amor subyacente queda minimizada por la grandiosidad del furor del volcán, también hay que reconocer que el verdadero alimento de la película es el volcán propiamente dicho. Es Pompeya, señores. Harington da a entender que aún le falta arrestos para protagonizar una película de semejante calibre, pero en líneas generales cumple. Me gustaron mucho Carrie-Anne Moss y Emily Browning, al igual que un Kiefer Sutherland que da la talla por lo buen actor que es.

Así que ni caso a las críticas escupidas desde el rencor y la inopia. Disfruten como yo de este gran producto de entretenimiento que dejará unos buenos efectos especiales y un final agradecido.
3
23 de abril de 2014
3 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Plúmbica. Es el único adjetivo que se me ocurre para describir esta película. Es de esas que cansan y dan ganas de salir del cine y meterse en cualquier bar. No hay absolutamente ninguna emoción creíble. En ningún momento empatizamos con ninguna de sus situaciones ni personajes.
Y eso es todo, amigos.
7
12 de mayo de 2014
3 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde que comienza hasta su final no dejé de encontrar similitudes. Una catástrofe como telón de fondo para una historia de amor (quizás un poco más insulsa que la de Leo y Kate) entre un niño guapo de tercera clase, aquí covertido en esclavo, y una niña rebelde de la nobleza, un malo de risa (es más, Kiefer Sutherland me convence más que Billy Zane), un primer tramo de película que lejos de ofrecer interpretaciones inolvidables, me parece correcto y con escenas de gladiadores aceptables, véase los Juegos antes de la erupción.

El segundo tramo, lo mismo que sucedió con el trasatlántico, antológico. Gran festival de efectos y fuegos de artificio. Gente de distintas clases huyendo. Gritos y muerte. Lucha entre el niño guapo y el malo por amor y orgullo en mitad de la catástrofe. El niño guapo tiene también aquí un cómplice al que se le termina por coger cariño y podría continuar con tantas otros parecidos.

Interesante película de catástrofes, una ambientación correcta, una BSO también aceptable, que me entretuvo. E insisto. No entiendo a cuento de qué las malas críticas. Si Titanic ganó 11 Oscar, Pompeya no se queda atrás. Claro que Titanic tuvo la virtud y suerte de llegar antes.Y eso también se valora.
4
6 de mayo de 2014 2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Qué se podría esperar de una película sobre Pompeya y dirigida por Paul W S Anderson? Pues una especia de Gladiator mezclado con Un Pueblo Llamado Dante's Peak, al que se le ven las costuras técnicas por todos lados y esta un poco escaso de talento.

Podríamos esperar al menos una película entretenida, y lo es su última media hora, mientras está ahí estática, y recordándote que podrías estar viendo la epopeya dirigida por Ridley Scott.

Es curioso como secundarios como Ático o Próculus, sean más interesantes y tengan más carisma que los protagonistas. Incluso Sutherland está sobre actuado hasta la saciedad. En muchos aspectos siguen siendo una mala copia de muchos personajes de...otra vez...Gladiator.

También la película tiene un cierto regusto a producto televisivo, donde posiblemente habría quedado mejor. Sus efectos visuales no son del todo malos, pero en más de una ocasión no dan la talla.

Una película entretenidilla pero olvidable
2
16 de septiembre de 2014 2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Otro excelente largometraje como hubiera dicho el “Chuncho” Miranda al anunciar un bodrio norteamericano por la TV, pero este es además un nuevo aporte “histórico” del cine yanqui, que nos explica que Pompeya no solo fue destruida por la erupción del volcán Vesubio el año 79 DC siendo emperador el hijo de un experto en urinarios, Tito Flavio Vespasiano, el mismo que años antes destruyó Jerusalén, ya que aparte de la ceniza y lava que la cubrió totalmente borrando de ella todo vestigio de vida, sufrió un maremoto, además se abrieron grietas que metódicamente se iban tragando a los carruajes que huían, y los que lograban salvarse eran aniquilados por certeros proyectiles teledirigidos que con certera puntería los “Hombres Lava” lanzaban desde el cráter del volcán. Esta ciudad era algo así, como La Serena, Pucón o Cachagua, es decir un balneario, un lugar de recreo y sano esparcimiento, frecuentado mayormente por políticos, pero romanos, que eran tan siniestros como los nuestros y por eso mismo, allí reinaba la corrupción, la mafia del juego, la sodomía, las caras bonitas de sus pinturitas, musculosos gladiadores de aceitados torsos, que hoy día son emulados por fornidos “profesionales” de los “reality”, y amariconados pisaverdes.
Milo, un esclavo celta de reluciente torso y avinagrado rostro es conducido a Pompeya en una caravana para que como gladiador luche en la “Movistar arena” de la época. En esa caravana, pero en un cómodo carruaje, viaja también Cassia, la hija del dirigente deportivo de aquel entonces y su asistente, una bella morenita algo pasada para la punta. Un caballo mete la pata en un hoyo quedando mal herido y es Milo, quien lo sacrifica de manera indolora, lo que causa la admiración y el instantáneo amor de Cassia, pues, mientras este muchacho celta le daba el bajo al noble bruto, torciéndole el cogote igual que a las gallinas, subrepticiamente cruzó algunas miradas con la hija del mafioso y el amor nació entre ambos de manera instantánea y explosiva. Pero tanto Milo como Cassia no contaban que en Pompeya se encontraba Corvus un senador corrupto que ya en Roma trató de atracarle el bote, pero sin resultado, cuando la virginal doncella se hallaba cursando el tercer semestre de Teocracia en la “Et ecce omnes cadavera mortuorum pii dolor linguae mori”. Y entonces civilizadamente para no causar alboroto, como buen político que dispone de todo el dinero que religiosamente pagan los contribuyentes, Corvus ofreció al padre de la muchacha un nuevo circo, a cambio de su hija. El viejo dijo “güeno ya” pero la muchacha que tenía sus ojos puestos en el valiente gladiador matador de caballos, dijo nones. Y Corvus echando mano a la fuerza pública rapta a la muchacha, pero entonces explota un Vesubio de cartón piedra y plumavit dejando una cagá de proporciones en la que no faltan las grietas gigantescas que se tragan hasta lo inimaginable; humo asfixiante; nubes piroclásticas y hasta un tsunami que eligió solo las calles con transito oriente de Pompeya, y es aquí donde nuestro ágil gladiador de rostro avinagrado al grito de “síganme los güenos”, montado en pelo en un brioso corcel, esquivando los proyectiles lanzados por el volcán y las casas que milagrosamente se iban derrumbada tras él, galopa en pos de la honra de Cassia a quien el pérfido senador ya tenía con los churrines en el duro suelo.
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