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Tráfico

Thriller. Drama El juez Robert Wakefield es nombrado por el Presidente de los Estados Unidos supervisor de los grupos de lucha contra la droga y de su coordinación con las autoridades mexicanas. Sin embargo, su satisfacción inicial por su prestigioso cargo se esfumará cuando descubra que su hija de 16 años se ha convertido en una drogadicta. Mientras tanto, al sur de la frontera, el agente mexicano Javier Rodríguez intenta librar su propia batalla contra la droga. (FILMAFFINITY) [+]
Críticas 82
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9
13 de abril de 2024 0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
En Traffic (2000), de Steven Soderbergh, con guion de Stephen Gaghan, se radiografiaba la tramoya del negocio de la droga, sumergiéndose en sus entresijos, trenzados por los intereses creados y la hipocresía, y con la ignorancia como contrapunto. Un relato que transcurre a dos lados de una frontera geográfica, donde, paradójicamente, las fronteras entre ley y delincuencia se difuminan, y en donde quién instituye (regula, condena y persigue el qué) descubre que ignora el por qué (de quienes la consumen y llegan a ser adictos). La preocupación de este personaje institucional, Wakefield (Michael Douglas), el juez elegido para dirigir la Oficina nacional de control de las drogas, es erradicar las drogas (como negocio e inclinación de consumo) como si fuera un virus pernicioso (ajeno a las entrañas de la propia sociedad), pero no todo es tan simple en un retorcido teatro de cínicos intereses, porque, por ejemplo, la estigmatización del consumo no es mas que otra cortina de humo para ocultar los citados intereses, y en donde, más bien, el consumidor no es que sea alguien que se desvía del camino (el camino del provecho), sino que se convierte en reflejo indirecto de las carencias de toda una sociedad, vaciada en su preeminente teleología del éxito, el beneficio económico y el irreflexivo consumo, más bien recreador de un círculo vicioso (la rentabilidad para los poderosos) que recreativo incluso. Ese presunto Orden crea esas reacciones de rechazo. Irónico es que sea su propia hija, Caroline (Erika Christensen), quien caiga en la adicción, por una realidad que nada la motiva, pero qué va a saber él si no conoce a su hija. Wakefield dispone de una concepción abstracta de lo que persigue sin comprensión de su especificidad circunstancial. Comprenderá, a través del percance personal, que el problema no es la adicción en sí, sino las circunstancias que la determinan. Para su hija es una placentera fuga del vacío de una normalidad mustia, puro simulacro, regida por la doblez, magníficamente reflejado ese estado fronterizo de desubicación y malestar ante una sociedad en las que las relaciones se rigen por las conveniencias (formalismos que son ausencia), expuesto, a través de una descentrada planificación fragmentada, en la secuencia en la que Caroline y sus tres amigos se drogan, entre disertaciones sobre ese vacío que advierten o sienten en las relaciones (en los modelos y valores que oferta la sociedad), y uno de ellos sufre un colapso. El trayecto de Wakefield, en el desarrollo narrativo, será del que en principio meramente condena para ser el que busca respuestas para comprender (las razones emocionales y el entramado de conveniencias económicas a muy diversas escalas).

Sorderbergh sabe elevarse sobre lo arquetípico o representativo de cada personaje, creando una envolvente atmósfera (un trance), un estado perceptivo y emocional, en donde un plano de larga duración sobre un personaje (el personaje de Michael Douglas tomando consciencia de su ignorancia) o la fragmentación sincopada de la secuencia citada de la hija y sus amigos colocándose, y atropellándose en un diálogo que refleja su desorientación vital, no exenta de desguarnecida lucidez, por no hablar de la preeminencia de un color en cada una de las tres subtramas, lograban ser más elocuentes que un explicito discurso. Se palpa una textura emocional, comprendemos y percibimos los estados y circunstancias emocionales de los personajes, su relieve. En los otros dos personajes que protagonizan las otras dos subtramas, Javier (Benicio del Toro), policía de Tijuana, representante, a pequeña escala, de la corrupción generalizada de los representantes de la ley (compinchados con los capos o queriendo usurpar incluso el dominio de éstos), y Helena (Catherine Zeta Jones), cuya vida, de lujos y privilegios, se ha tambaleado al descubrir que su esposo, Carlos (Steven Bauer), debe su fortuna a sus negocios ilegales como capo de la droga en Estados Unidos relacionado con el Cartel de Tijuana, se ejemplifican qué fácilmente se pueden cruzar ambas líneas, la de la honestidad o integridad y la corrupción.
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spoiler:
El recorrido, en uno y otro caso, es inverso. Javier se redime y Helena se corrompe. Hay una extraordinaria secuencia en que coinciden sus procesos de transformación, el respectivo cruce, en dirección contraria, de esa frontera moral. Javier, tras ser testigo de cómo su compañero y amigo, Manolo (Jacob Vargas) es ejecutado en el desierto, con un tiro en la nuca, ante una fosa que han cavado, hecho con el que también querían poner a prueba los del Cartel de Juárez, comandados por el general Salazar (Thomas Millian), a Javier y su fidelidad hacia ellos, conduce su furgoneta por las calles de la ciudad, y se detiene ante un semáforo. Soderbergh le dedica un largo primer plano en el que apreciamos el dolor y la desesperación de Javier (admirable y sobrecogedor Del Toro) que le determina a una decisión. Abandona el coche y se pierde entre las calles (ya decidido a colaborar con la DEA para desmontar el Cartel de Juárez, aunque, por otra parte, se siga sintiendo traidor), y en una esquina se cruza precisamente con Helena, quien ha tomado la decisión de adoptar el papel de su esposo y negociar con el Cartel de Tijuana, proponiendo el paso de cocaína en juguetes.

Hay otros personajes en los que también se evidencia ese difuso relativismo, como en la relación entre el policía que espía a Helena, Montel (Don Cheadle), y el traficante que detuvo al principio de la película, Ruiz (espléndido Miguel Ferrer), que delató a Carlos, y que fue capturado por Montel y su compañero Ray (Luís Guzmán), curiosamente, en un parque infantil (escondido entre globos). La honestidad de Montel, su afán por desmantelar una corrupción, se ve contrapunteada por los lúcidos comentarios de Ruiz, quien le ofrece otro ángulo con el que le hace ver que su tarea casi es inútil porque hasta se puede decir que con su detención está colaborando con los intereses del cartel de Juárez para eliminar a sus contrincante ( lo que de alguna manera, le convierte casi en esbirro de aquellos contra los que él lucha). La resolución de las diversas tramas combina logros y derrotas. El cambio de actitud de Wakefield, que abandona su cargo como asunción de su ignorancia, para por fin escuchar a su hija ( y lo que ello representa, comprender en vez de prejuzgar), o el pequeño pero grande logro de Javier de conseguir un campo de beisbol para los niños de la ciudad, se combina con la liberación del capo Carlos, al ser asesinado su testigo principal, aunque Montel proseguirá perseverante en su lucha. Traffic, mediante una exquisita narrativa sensorial (un extraordinario montaje) que a su vez teje afinados vínculos entre las diversas subtramas, sin imponer una mirada, establece interrogantes, una visión movediza en el que las certidumbres se difuminan en las frágiles líneas que separan las fronteras morales en un entramado (montaje) de una sociedad ( a uno y otro lado de la frontera de dos países tan diferentes) enmarañada en la corrupción y el vacío, las promesas de lujos y la banalidad.

Alexander Zárate
elcinedesolaris.blogspot.com
1
9 de agosto de 2010
14 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pocas veces vi una película tan lenta y aburrida. Como no, tenía que tener nominaciones a los Oscar. No hay mucho que comentar aquí salvo que de las tres historias no salvo ninguna y como mucho de los actores a Michael Douglas porque es un cachondo que siempre me ha caido bien. La hija de Douglas no lo hace mal de yonki pero su interpretación se limita simplemente a sudar y poner cara de colgada.
El film se limita a presentar una serie de personajes y vemos el desarrollo de una parte de sus vidas a ritmo de tortuga, todo ello relacionado en mayor o menor medida con el tráfico de drogas. Los primeros minutos aventuran una película decente pero rápidamente nos sumergimos en el lodo y a rezar.
Este film de no haber sido nominado a los Oscar a buen seguro se hubiese comido un rosco en la taquilla del pestiño inaguantable que es, pero supongo que queda bien ir a ver esta basura y luego decir, no estaba mal. Te debes sentir como más intelectual. Aunque en el fondo has perdido dos horas de tu vida viendo esta lechuga.
Una auténtica bazofia que no se la recomiendo ni a Satanás.
7
19 de enero de 2011 1 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Comedia de enredos. ¿Comedia de enredos? Drama social en el que se le añade a lo clásico ofertado por un Iñarritu cualquiera (historias entrelazadas, mejor si son de diferentes clases sociales) la denuncia de la situación política en México (y que sirve, de paso, para que los yankees se laven las manos en el tema del interncambio de droga con dicho país).

Así, durante gran parte de la cinta se respiran dos ambientes, el de Benicio del Toro y el de Michael Douglas, con sus respectivos desdoblamientos (el de Catherine Zeta-Jones y el de Don Cheadle) e interacciones en los mismos ambientes (como el cambio de clase social de ciertos personajes a lo largo del film).

Lo peor.- Las dos horas y media de festival del horror.
Lo mejor.- Las geniales conclusiones que se pueden sacar, y la calidad con la que está grabada la cinta. Así como el buen papel de un Douglas, que aunque infravalorado, se destapa cada vez como un buen actor.
7
8 de mayo de 2006 0 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película es sin duda la mejor del 2000 (de las nominadas), y sólo el capricho de los académicos la dejó sin la estatuilla. Pero tampoco es una maravilla, lo cual deja al resto de nominadas en mal lugar. A pesar de su innegable calidad y su excelente guión (oscarizado), tiene por contra ser muy lenta, tener un final demasiado idílico y ser una americanada más. Tampoco ayuda la actuación de algunos de sus protagonistas, por ejemplo la de Michael Douglas o la de Catherine Zeta-Jones. Es poco entretenida, y coquetea con el estilo pseudodocumental de ciertas películas como "JFK", "Uno de los nuestros", "Casino", "Missing", "La ley del silencio", "La lista de Schindler", "Pena de muerte", "El síndrome de China" o "Arde Mississippi". Son películas que tratan hechos históricos o historias ficticias que describen algún aspecto sórdido de la sociedad. Otro ejemplo podría ser "French connection". O las españolas "La noche más larga" y "El caso Almería". Estas películas tienen el problema de representar una realidad ficticia que se aleja de la fábrica de sueños que pretende ser Hollywood, retratando aspectos que te puedes encontrar en cualquier telediario, aunque más o menos manipulados. Si bien no quita que algunas de las películas mencionadas, y muchas otras similares, no sólo puedan ser excelentes, sino además entretenidas. Lo malo es que son películas que pretenden ser crónica del siglo XX más que otra cosa. Y se acercan tanto a la realidad que pierden la gracia, aunque esta realidad esté manipulada. Son casi material de propaganda: contra los nazis, contra el racismo, contra los narcotraficantes, contra las centrales nucleares, contra la pena de muerte, contra la tortura. Sin embargo, una película tan documental desde el principio mediante un narrador como "Violentos años veinte", y en general la mayoría de películas de mafiosos y otras especies de la época, no tienen ese tono de realidad que hace pensar que no estás viendo una película convencional, sino un film propagandístico.
7
14 de febrero de 2009 0 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando Soderbergh se pone, puede hacer una buena película...pero no una obra maestra.
Este drama sobre el mundo del tráfico de drogas está algo sobrevalorado. Es una de esas películas de viaje sin final y está en la lista de las que mejoran en cada visionado por culpa de su envoltorio.

Lo que hace de esta película algo especial es sobre todo la fotografía, las actuaciones y la cinematografía. Soderbergh nos regala una de las mejores maneras de manejar una cámara de cine con un estilo arriesgado y personal.

Respecto a las interpretaciones: no hay un protagonista concreto, pero las tres historias tienen un nexo común: El tráfico de drogas. Destacan un Benicio Del Toro en su mejor interpretación llena de sutileza en su mirada. Pero las interpretaciones de Don Cheaddle y Tomás Milián (interpretando al general Salazar) también son destacables y nunca tuvieron la fama que merecieron.

Lo negativo de esta película es que en ocasiones deja de ser un drama para pasar al "documental dramático". El director se centra demasiado en la observación de los personajes y en sus mundanas tristes vidas, para privarnos de sorpresas en los diálogos y más emoción en el guión. Los puntos negativos podrían ser exactamente esos límites entre documental y drama. Porque hay momentos en los que decae la narración y el drama.

Lo peor: No tiene diálogos excitantes, en ocasiones parace más un documental y es lenta por momentos.
Lo mejor: La fotografía y...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
El final: Una obra de arte cinematográfica. El realismo de la cinta es hasta el final, con un final común y ordinario, pero envuelto en una hermosa fotografía y ambientación.
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