Caballero sin espada
1939 

7.8
13,084
Drama
Jefferson Smith (James Stewart), un joven ingenuo e idealista, que parece fácilmente manipulable, es nombrado senador. Ignora que en Washington tendrá que vérselas con políticos y empresarios sin escrúpulos que le harán perder la fe. Sin embargo, gracias a su secretaria, una joven que conoce muy bien los entresijos de la política, protagoniza en el Senado una espectacular y maratoniana intervención en la que, además de defender ... [+]
16 de enero de 2021
16 de enero de 2021
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los que tengan unos años o sean amantes del cine clásico, comprobarán que el director y el protagonista son los mismos que la archiconocida Que bello es vivir. Pero no esperen nada parecido a aquella colaboración entre ambos. Caballero sin espada comienza bien desde el mismo título, imaginen por un momento esa frase, ¿qué utilidad tendría ese caballero? Poca o ninguna.
Pues por ahí van los tiros de ésta historia, Jefferson Smith, un hombre de pueblo, campechano, amigo de sus amigos y siempre presto a ayudar al prójimo es nombrado senador, con la intención de poder manipularlo a su antojo por los que cortan la tarta. Vamos, que vemos la realidad misma de nuestra época en la pantalla y tratándose del año 1939, increíble, pero cierto. La política "casi siempre" unida a la corrupción y a la manipulación de las personas. Lo que nunca imaginó Smith es que tendría que convivir mano a mano con políticos y empresarios que solo buscan enriquecerse cueste lo que cueste y para eso, él es la diana perfecta donde apuntar para conseguir sus propósitos. Pero no todo será tan sencillo para ambas partes. Su secretaría tendrá un papel primordial en la trama de la película.
Es curioso observar también el poder del que domina los medios de comunicación, la manipulación sobre la gente queda patente en el último tercio de la historia, da igual como pienses, si alguien te hace leer y pensar como ellos. Hoy día eso está a la orden del día. Cortina de humo lo llaman.
En mi opinión la dupla protagonista cuenta con la química perfecta y necesaria para que la historia funcione, James Stewart está en su línea, es imposible ver maldad en su persona, aunque se lo proponga y es el idóneo para interpretar a Jefferson Smith. Por otro lado insisto en recalcar a Jean Arthur, quien tiene un papel muy importante, nada de mujer florero.
El desenlace final es para enmarcar, con un mensaje muy positivo.
Pues por ahí van los tiros de ésta historia, Jefferson Smith, un hombre de pueblo, campechano, amigo de sus amigos y siempre presto a ayudar al prójimo es nombrado senador, con la intención de poder manipularlo a su antojo por los que cortan la tarta. Vamos, que vemos la realidad misma de nuestra época en la pantalla y tratándose del año 1939, increíble, pero cierto. La política "casi siempre" unida a la corrupción y a la manipulación de las personas. Lo que nunca imaginó Smith es que tendría que convivir mano a mano con políticos y empresarios que solo buscan enriquecerse cueste lo que cueste y para eso, él es la diana perfecta donde apuntar para conseguir sus propósitos. Pero no todo será tan sencillo para ambas partes. Su secretaría tendrá un papel primordial en la trama de la película.
Es curioso observar también el poder del que domina los medios de comunicación, la manipulación sobre la gente queda patente en el último tercio de la historia, da igual como pienses, si alguien te hace leer y pensar como ellos. Hoy día eso está a la orden del día. Cortina de humo lo llaman.
En mi opinión la dupla protagonista cuenta con la química perfecta y necesaria para que la historia funcione, James Stewart está en su línea, es imposible ver maldad en su persona, aunque se lo proponga y es el idóneo para interpretar a Jefferson Smith. Por otro lado insisto en recalcar a Jean Arthur, quien tiene un papel muy importante, nada de mujer florero.
El desenlace final es para enmarcar, con un mensaje muy positivo.
20 de mayo de 2021
20 de mayo de 2021
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Ahora se ve, ahora no se ve”, la política como si de un número de prestidigitación se tratara presenta a todos lo que todos quieren ver, banderas, patriotismo, valores, unidad y tradición, todo es bonito y perfecto en un discurso en el que los medios de comunicación en prensa, radio y televisión difunden y amplifican el mensaje, pero extienden un tupido velo sobre una realidad oscura como la noche detrás de todas estas tramoyas, corrupción, amiguismo, influencias, represión, extorsión y en definitiva abusos de todo tipo.
Los políticos solo son marionetas en manos de las pocas personas que mueven la economía del mundo, pendientes 24 horas al día todos los días del año de que los debates políticos tengan como único objetivo el bien común, aunque en realidad el beneficio auténtico como consecuencia de las medidas tomadas, es el que irremisiblemente irá a parar a las manos de los que dirigen los hilos de forma anónima.
Frank Capra no dudó en desvelar el misterio que siempre ha regido la política en cualquier país, denunciando alto y claro la existencia de una corrupción que permite que representantes de las Cámaras no ejerzan su derecho de emitir un juicio libremente sino de forma impuesta y al dictado de lo que se les ordene, solo por mantener sus escaños y un estatus social.
James Stewart en un magnífico papel pone el contrapunto al número de magia comúnmente aceptado asumiendo las actuaciones que de un nuevo político esperaría cualquier ciudadano de bien.
Solo el poder del cine nos permite soñar, al menos durante un par de horas, con el triunfo de la verdad sobre la mentira haciendo que la luz diáfana y poderosa anule por completo a la más terrible oscuridad.
Los políticos solo son marionetas en manos de las pocas personas que mueven la economía del mundo, pendientes 24 horas al día todos los días del año de que los debates políticos tengan como único objetivo el bien común, aunque en realidad el beneficio auténtico como consecuencia de las medidas tomadas, es el que irremisiblemente irá a parar a las manos de los que dirigen los hilos de forma anónima.
Frank Capra no dudó en desvelar el misterio que siempre ha regido la política en cualquier país, denunciando alto y claro la existencia de una corrupción que permite que representantes de las Cámaras no ejerzan su derecho de emitir un juicio libremente sino de forma impuesta y al dictado de lo que se les ordene, solo por mantener sus escaños y un estatus social.
James Stewart en un magnífico papel pone el contrapunto al número de magia comúnmente aceptado asumiendo las actuaciones que de un nuevo político esperaría cualquier ciudadano de bien.
Solo el poder del cine nos permite soñar, al menos durante un par de horas, con el triunfo de la verdad sobre la mentira haciendo que la luz diáfana y poderosa anule por completo a la más terrible oscuridad.
14 de septiembre de 2023
14 de septiembre de 2023
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Caballero sin espada” fue el título -tan poético como arbitrario, como ha sido costumbre aquí desde que se inventó el cine- que tuvo en España “Mr. Smith goes to Washington”, película de Frank Capra fechada en 1939 que se zambulle en las procelosas aguas de la política, parcela de la vida donde parece ser que encontrar a alguien honrado es más difícil que toparse con un ornitorrinco en el desierto de los Monegros.
Protagonizada por el bueno por antonomasia de Hollywood, ese yerno perfecto llamado James Stewart, la película se puede contextualizar resumidamente como un clásico David contra Goliat, o también de cómo un almacándida ve su inocencia interrumpida abruptamente y se transforma en adalid de las causas perdidas. “Intenta ver la vida que te rodea como si acabaras de salir de un túnel” es la frase buenista que autodefine a este don Quijote Smith, como le bautiza Saunders -la protagonista femenina espléndidamente interpretada por Jean Arthur-, quien, delante de su amigo periodista Diz Moore, afirma con lucidez: “Me pregunto si ese don Quijote no nos supera a todos. Si no es una maldición vivir siendo listos como tú y yo”.
Corrupción sistémica, libertad de prensa, limpieza en la democracia, integridad personal, ética política, voracidad empresarial, agujeros del sistema legal… muchos de estos conceptos aquí presentes los deglutiríamos más bien con escepticismo en cualquier película moderna, pero esto es el maravilloso universo Frank Capra, un lugar donde todo es posible y los hombres y mujeres de buena voluntad tienen muchas opciones de salir triunfantes, aunque sea de rebote o de forma un tanto peregrina.
Este caballero no tiene espada, ni la honda de David; sus armas sin filo son el idealismo, la nobleza y la integridad y con ellas va hasta el final sin miedo -por ignorancia o por valentía, da igual- a que la oscura selva humana le engulla y destruya. Armas que son referencias casi utópicas en este mundo pero a las que siempre merece la pena volver a encomendarse, más si es a través de una película brillante alumbrada en el terrible año de comienzo de la segunda guerra mundial.
No ganó en los Oscar a “Lo que el viento se llevó”, pero tampoco nos hace falta para colocar a Jefferson Smith en el altar de los personajes más entrañables y emblemáticos del cine de ayer, hoy y siempre.
Protagonizada por el bueno por antonomasia de Hollywood, ese yerno perfecto llamado James Stewart, la película se puede contextualizar resumidamente como un clásico David contra Goliat, o también de cómo un almacándida ve su inocencia interrumpida abruptamente y se transforma en adalid de las causas perdidas. “Intenta ver la vida que te rodea como si acabaras de salir de un túnel” es la frase buenista que autodefine a este don Quijote Smith, como le bautiza Saunders -la protagonista femenina espléndidamente interpretada por Jean Arthur-, quien, delante de su amigo periodista Diz Moore, afirma con lucidez: “Me pregunto si ese don Quijote no nos supera a todos. Si no es una maldición vivir siendo listos como tú y yo”.
Corrupción sistémica, libertad de prensa, limpieza en la democracia, integridad personal, ética política, voracidad empresarial, agujeros del sistema legal… muchos de estos conceptos aquí presentes los deglutiríamos más bien con escepticismo en cualquier película moderna, pero esto es el maravilloso universo Frank Capra, un lugar donde todo es posible y los hombres y mujeres de buena voluntad tienen muchas opciones de salir triunfantes, aunque sea de rebote o de forma un tanto peregrina.
Este caballero no tiene espada, ni la honda de David; sus armas sin filo son el idealismo, la nobleza y la integridad y con ellas va hasta el final sin miedo -por ignorancia o por valentía, da igual- a que la oscura selva humana le engulla y destruya. Armas que son referencias casi utópicas en este mundo pero a las que siempre merece la pena volver a encomendarse, más si es a través de una película brillante alumbrada en el terrible año de comienzo de la segunda guerra mundial.
No ganó en los Oscar a “Lo que el viento se llevó”, pero tampoco nos hace falta para colocar a Jefferson Smith en el altar de los personajes más entrañables y emblemáticos del cine de ayer, hoy y siempre.
23 de junio de 2014
23 de junio de 2014
17 de 34 usuarios han encontrado esta crítica útil
En general, los títulos que tienen como principal objetivo realzar la democracia son de lo más vergonzosos, repipis y pastelosos hasta el vómito, independientemente de que un servidor sea contrario a este sistema político. Aquí el amigo Frank Capra nos inyecta una sobredosis de liberalismo democrático, versión norteamericana, ingenua pero tenaz que tiene el efecto de una apisonadora en un recital de ballet. Retrato político infantil, bobo, propagandístico, torticero y en el fondo, siniestro. Por ejemplo, a eso que quiere hacer Jefferson Smith (James Stewart) les llaman en otros sitios "campos de reeducación", con el agravante de que le van a sacar el dinero a niños abandonados, pobres limpiabotas incluidos, para apartarlos de la calle un par de meses y lavarles el cerebro de paso. Chicos politizados, como si fueran disciplinados agentes del Partido Comunista, recitando discursos, repartiendo periódicos, hasta jugándose la vida por un pelele con voz de tonto, acorde con su personalidad, pero que es un "gran patriota que recita de memoria los discursos de Lincoln y Washington". Mi propuesta al respecto es que deberían nombrar a Clarissa Saunders (Jean Arthur) senadora porque asusta que un individuo con nula capacidad o conocimientos de ninguna materia pueda llegar a un cargo tan elevado. Pero de eso se trata, los bienintencionados cambiarán el mundo. Otra falacia más para engañar a la gente y causar una decepción tras otra.
Ahora bien, si como película sólo vale para la parodia que le hicieron en "Los Simpson", como documento histórico tiene algo que decir. La clave es que "Caballero sin espada" juega con varios mitos del liberalismo, como la del hombre honrado, cual Zapatero, capaz de cambiar el mundo con su sola voluntad. Más cosas. Qué bonito es eso de defender la libertad de creer y decir lo que uno quiera para a continuación liarse a puñetazos porque no me gusta lo que han dicho los periódicos. O ¿qué es esto de las causas perdidas? Ni siquiera se atreverán a decirlas porque no hay más causas perdidas que las reaccionarias. Hacer un campamento juvenil no es una causa perdida; que los ingleses recuperasen la América que perdieron vilmente en 1776-1783, sí lo es. La clave de todo esto reside en que el gran problema de la libertad es que es para todos y el de la igualdad, que tienes que quitar para poner en otro sitio. O sea, usted puede hacer lo que quiere pero ¡los políticos, empresarios o periodistas también! Encima, al que no esté de acuerdo lo liquidamos. El nacimiento de los Estados Unidos es el de la libertad pero también, va implícita en ella, el del primer genocidio de la historia moderna, que es el de los lealistas, es decir fieles al Rey y a Gran Bretaña, que tuvieron que abandonar por centenares de miles, en la mayor pobreza, el nuevo país para conservar sus vidas. No me olvido del exterminio de los indios o la esclavitud negra.
Ahora bien, si como película sólo vale para la parodia que le hicieron en "Los Simpson", como documento histórico tiene algo que decir. La clave es que "Caballero sin espada" juega con varios mitos del liberalismo, como la del hombre honrado, cual Zapatero, capaz de cambiar el mundo con su sola voluntad. Más cosas. Qué bonito es eso de defender la libertad de creer y decir lo que uno quiera para a continuación liarse a puñetazos porque no me gusta lo que han dicho los periódicos. O ¿qué es esto de las causas perdidas? Ni siquiera se atreverán a decirlas porque no hay más causas perdidas que las reaccionarias. Hacer un campamento juvenil no es una causa perdida; que los ingleses recuperasen la América que perdieron vilmente en 1776-1783, sí lo es. La clave de todo esto reside en que el gran problema de la libertad es que es para todos y el de la igualdad, que tienes que quitar para poner en otro sitio. O sea, usted puede hacer lo que quiere pero ¡los políticos, empresarios o periodistas también! Encima, al que no esté de acuerdo lo liquidamos. El nacimiento de los Estados Unidos es el de la libertad pero también, va implícita en ella, el del primer genocidio de la historia moderna, que es el de los lealistas, es decir fieles al Rey y a Gran Bretaña, que tuvieron que abandonar por centenares de miles, en la mayor pobreza, el nuevo país para conservar sus vidas. No me olvido del exterminio de los indios o la esclavitud negra.
18 de abril de 2012
18 de abril de 2012
3 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
La mejor película de temática política de la historia.
Todo aquel que tenga un mínimo de responsabilidad cívica, y por lo tanto decida ejercer su derecho a voto debería ver esta obra maestra y preguntarse que candidato se parece mas a Jefferson Smith, y no me refiero físicamente.
Merece la pena analizarla después de verla.
No es un despliegue espectacular de medios, pero creo que en eso radica su grandeza, muestra exactamente lo necesario.
Todo aquel que tenga un mínimo de responsabilidad cívica, y por lo tanto decida ejercer su derecho a voto debería ver esta obra maestra y preguntarse que candidato se parece mas a Jefferson Smith, y no me refiero físicamente.
Merece la pena analizarla después de verla.
No es un despliegue espectacular de medios, pero creo que en eso radica su grandeza, muestra exactamente lo necesario.
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