Lion
7.3
22,423
Drama
Narra la historia real de cómo el pequeño Saroo Brierley, con tan sólo cinco años, se montó solo en un tren para, dos días después, perderse en las calles de Calcuta, a miles de kilómetros de casa. Tras un largo periplo acabó siendo adoptado por una pareja australiana. Veinticinco años después, con la única ayuda de Google Earth, Saroo intentará encontrar a su familia biológica... (FILMAFFINITY)
16 de febrero de 2017
16 de febrero de 2017
7 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Escribo esta crítica aunque Luis Martinez de El Mundo la resumen casi a la perfección:
"Lo que bien podría haber sido una reflexión sobre la pobreza moral del mundo, pronto se transforma en un melodrama irritante"
Y efectivamente, yo he sido otro de los ingenuos que después de esos desgarradores 20 minutos ya esperaba la llegada de la Alemania Año Cero del siglo XXI:
"Increíble este señor Garth Davis, ya me está poniendo los pelos de punta y no he hemos ni empezado, este bebe de Las Tortugas también vuelan, pero a su estilo".
"Wow, y qué me dices de la frustrante escena de la pasividad de esas masas que no hacen el mínimo esfuerzo por ayudar al niño".
"VALE. Hasta aquí he llegado, tengo que dejar mi trabajo en el primer mundo y ayudar niños como esos, Garth Davis ha conseguido grabar con tal frialdad la escena del pasadizo que no tengo otra opción. ¡Dios! Realmente se viene la Alemania Año Cero de Rosellini! Por películas como estas el mundo tiene que dar gracias a que existe el cine"
Pero no, lo bueno no dura mucho, y lo descrito hasta ahora se convierte en ya un recuerdo demasiado bonito para ser verdad, sobre todo para ser verdad en una película nominada para los oscars; en una utopía cinematográfica que muere muy pronto, y cuando aparece por primera vez Nicole Kidman en pantalla ya nos podemos poner oficialmente el traje de luto y contar los minutos hasta que llegue el momento de la total falta de interés por un resto de trama tan ofensivamente típica, tópica y convencional que nos haga apagar la pantalla.
El mío llegó hacia la hora y poco de película. Menos mal que las cartas se revelan rápido y por lo menos te sales a tiempo para evitar la pérdida de dos horas completas de vida.
Le pongo un tres para no parecer muy extremo y por los primeros 20 minutos de metraje, porque en realidad el director se merece por esta película un uno, por ser un cómplice más del asesinato a lo que conocemos como cine (y malgastar esos fondos en una película que si podría habernos removido las tripas).
"Lo que bien podría haber sido una reflexión sobre la pobreza moral del mundo, pronto se transforma en un melodrama irritante"
Y efectivamente, yo he sido otro de los ingenuos que después de esos desgarradores 20 minutos ya esperaba la llegada de la Alemania Año Cero del siglo XXI:
"Increíble este señor Garth Davis, ya me está poniendo los pelos de punta y no he hemos ni empezado, este bebe de Las Tortugas también vuelan, pero a su estilo".
"Wow, y qué me dices de la frustrante escena de la pasividad de esas masas que no hacen el mínimo esfuerzo por ayudar al niño".
"VALE. Hasta aquí he llegado, tengo que dejar mi trabajo en el primer mundo y ayudar niños como esos, Garth Davis ha conseguido grabar con tal frialdad la escena del pasadizo que no tengo otra opción. ¡Dios! Realmente se viene la Alemania Año Cero de Rosellini! Por películas como estas el mundo tiene que dar gracias a que existe el cine"
Pero no, lo bueno no dura mucho, y lo descrito hasta ahora se convierte en ya un recuerdo demasiado bonito para ser verdad, sobre todo para ser verdad en una película nominada para los oscars; en una utopía cinematográfica que muere muy pronto, y cuando aparece por primera vez Nicole Kidman en pantalla ya nos podemos poner oficialmente el traje de luto y contar los minutos hasta que llegue el momento de la total falta de interés por un resto de trama tan ofensivamente típica, tópica y convencional que nos haga apagar la pantalla.
El mío llegó hacia la hora y poco de película. Menos mal que las cartas se revelan rápido y por lo menos te sales a tiempo para evitar la pérdida de dos horas completas de vida.
Le pongo un tres para no parecer muy extremo y por los primeros 20 minutos de metraje, porque en realidad el director se merece por esta película un uno, por ser un cómplice más del asesinato a lo que conocemos como cine (y malgastar esos fondos en una película que si podría habernos removido las tripas).
2 de febrero de 2017
2 de febrero de 2017
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Enorme trabajo de Dev Patel y Nicole Kidman (sí, sí, Kidman, esa actriz la que muchos llevan años dando por muerta por haberse metido botox en la cara y que sin embargo ha hecho excelsos trabajos) para coronar una bonita historia de una vuelta a casa.
Lion no es esa extraordinaria película de la que todos están hablando. Es sentimentalista, excesiva, tópica hasta la extenuación. Su guión no es nada del otro mundo. La parte australiana está menos lograda. Pero sí es una película notable, sobre todo en su primer tercio, el de la India, y sobre todo es una hermosa historia. Muy disfrutable para quien no le pida más que emoción a raudales.
Lo mejor: Dev Patel, maravilloso, y Nicole Kidman, sobrecogedora.
Lo peor: En absoluto es una película sobresaliente.
Lion no es esa extraordinaria película de la que todos están hablando. Es sentimentalista, excesiva, tópica hasta la extenuación. Su guión no es nada del otro mundo. La parte australiana está menos lograda. Pero sí es una película notable, sobre todo en su primer tercio, el de la India, y sobre todo es una hermosa historia. Muy disfrutable para quien no le pida más que emoción a raudales.
Lo mejor: Dev Patel, maravilloso, y Nicole Kidman, sobrecogedora.
Lo peor: En absoluto es una película sobresaliente.
25 de enero de 2017
25 de enero de 2017
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Gracias a Diamond Films pude acudir a los Cines Renoir Princesa de Madrid a ver un pase de prensa a una de las películas más nominadas de la próxima edición de los óscar: la australiana León, basada en hechos reales. Una historia que volvía a la India (capitalizando en el recuerdo de Slumdog Millionaire en su márketing para captar espectadores) para narrar una historia de pobreza y cine social, apelando al vínculo familiar y al reencuentro con la familia extraviada. Una película de la que, como en otros pases, no esperaba nada, pero el aspecto visual y su argumento prometían que como poco vería una película muy interesante. Y la película resultante, una obra muy emotiva dirigida al gran público (que sin duda llorará con este muy accesible drama), demuestra que una vez más la realidad supera la ficción. Pese a cierta manipulación emocional y un tono sensiblero transmitido a gritos, su estupenda factura técnica y lo excepcional de su argumento consiguen que nos derrumbemos emocionalmente con una película muy correcta.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Saroo (un excelente Sunny Pawar) es un infante hindú de cinco años de edad que, junto con su hermano Guddu (una figura paterna para él), malvive en un poblado de adobe del norte de la India sacando dinerillo vendiendo carbón o rescatando las propinas abandonadas en el suelo de los vagones de tren. Cuando no cuidan a su hermana pequeña cuando no puede su madre, acarreadora de piedras. Una noche de rapiña en la estación, Saroo queda dormido en un banco y Guddu parte con la promesa de volver. Preocupado por la demora, Saroo le busca dentro de un tren vacío, dónde cae dormido. Al día siguiente asistirá impotente a la salida de este tren de mercancías que parte vacío sin paradas en su recorrido. Dos días después se hallará en Calcuta, a 1600 km de su hogar, perdido y sin conocer palabra del bengalí. Tras días vagando por las calles, es transportado a un orfanato y posteriormente adoptado por una familia australiana (con una madre inspiradamente interpretada por Nicole Kidman), con la que llevará una vida de ensueño con su hermano adoptivo Mantosh. Años después, le atormentará el recuerdo de sus orígenes y la necesidad de reencontrarse con los suyos. Una historia de vínculos familiares, amor más allá de la distancia y el tiempo y los azares del destino, que bien te hunden en la miseria o bien te sacan de tu vida y te insertan en otra mejor. Una película sobre la fuerza del vínculo genético y la marca que los primeros años de vida dejan en un individuo. Un amor tan poderoso que supera todas las barreras geográficas, logísticas y lógicas que pueda haber. Un relato tan sorprendente (increíble que sea cierto) que por sí sólo logra que el espectador se introduzca en la diégesis con pleno interés y que no decaiga su atención. Pero además de este estupendo guión de Luke Davies, adaptación de la novela autobiográfica A long way home, la película está muy bien realizada. El realizador debutante Garth Davis filma con vigor y variedad visual, aprovechándose de otro trabajo fotográfico notable de Greg Fraser. La envolvente y melodramática música de Dustin O´Halloran y Hauschka contribuyen de manera palpable (quizás excesiva) a inducir al espectador a un estado de ternura y compungimiento. Y apoyándose en Sunny Pawar, el filme relata con acierto y potencia narrativo una primera parte excelente, en la que seguimos al infante extraviado y sus penurias.
Si bien las elecciones de casting fueron muy acertadas en el resto de personajes (que tanto se parecen físicamente como captan la personalidad de sus personajes), elegir a Dev Patel supone, por tanto, un error, pese al empeño interpretativo que exhibe. Y una vez pasan 20 años, el filme se detiene y se centra únicamente en el pesar y la culpa de Saroo encerrado en su hogar con el Google Maps, en unas secuencias plagadas de flahbacks y recreaciones mentales reiterativas y plagadas de piano y afectación en pos de la lágrima fácil, aderezando este período de tiempo tan comprimido con una historia de amor con Rooney Mara que no va a ningún sitio. La manipulación emocional es total, y el mensaje de duda familiar y remordimientos por hacer un bien rompiendo las familias de unos niños que no son hojas en blanco se transmite sin sutilidad alguna.
Cinematográficamente, León no presenta nada memorable a nivel formal, y su impacto palidecerá pronto, pero el interés obsesivo que despierta por la vida que relata es tal que bien la hace merecedora de nuestra atención.
Si bien las elecciones de casting fueron muy acertadas en el resto de personajes (que tanto se parecen físicamente como captan la personalidad de sus personajes), elegir a Dev Patel supone, por tanto, un error, pese al empeño interpretativo que exhibe. Y una vez pasan 20 años, el filme se detiene y se centra únicamente en el pesar y la culpa de Saroo encerrado en su hogar con el Google Maps, en unas secuencias plagadas de flahbacks y recreaciones mentales reiterativas y plagadas de piano y afectación en pos de la lágrima fácil, aderezando este período de tiempo tan comprimido con una historia de amor con Rooney Mara que no va a ningún sitio. La manipulación emocional es total, y el mensaje de duda familiar y remordimientos por hacer un bien rompiendo las familias de unos niños que no son hojas en blanco se transmite sin sutilidad alguna.
Cinematográficamente, León no presenta nada memorable a nivel formal, y su impacto palidecerá pronto, pero el interés obsesivo que despierta por la vida que relata es tal que bien la hace merecedora de nuestra atención.
30 de enero de 2017
30 de enero de 2017
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Peli nominada a varios Oscars, de los cuales en mi opinión lo que más destaca es la fotografía, empezando con unos planos cenitales al estilo "La isla mínima".
Va de un niño indio, con menos saber hacer o suerte que Marco, que no termina de encontrar a su madre. Aunque tiene más suerte que la mayoría de niños indios y encuentra sustitutos.
La primera parte es mucho más potente que la segunda, que da bastantes tumbos.
Gustará a: Google, australianos, Steven Spielberg
No gustará a: hermanos mayores, vigilantes de trenes, secuestradores de niños
Va de un niño indio, con menos saber hacer o suerte que Marco, que no termina de encontrar a su madre. Aunque tiene más suerte que la mayoría de niños indios y encuentra sustitutos.
La primera parte es mucho más potente que la segunda, que da bastantes tumbos.
Gustará a: Google, australianos, Steven Spielberg
No gustará a: hermanos mayores, vigilantes de trenes, secuestradores de niños
6 de febrero de 2017
6 de febrero de 2017
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como valor extra cinematográfico, Lion nos recuerda por yuxtaposición que la inmensa mayoría de historias sobre niños perdidos como el León protagonista de esta película, no acaban en una reunión emotiva, sino, en el mejor de los casos, en las acequias de una sociedad tan enferma que es capaz de robar la infancia, la dignidad y el destino, a esos niños. Sólo en la India, unos 80.000 niños (sobre)viven a esa tragedia año tras año, y si la historia que aquí nos cuentan es extraordinaria es debido a las pocas posibilidades que se dan para que pueda ocurrir.
Dicha historia, que bien podría adornar cualquier telefilme basado en hechos reales con el llanto como el Santo Grial de sus intenciones, en Lion adquiere otros valores y otros matices gracias a la narración de Garth Davis en el que es su debut en la pantalla grande, pero que ya con la miniserie Top of the Lake (co dirigida por Jane Campion y Ariel Kleiman), con una inmensa Elisabeth Moss, se perfiló como un creador especial y dotadísimo para la sutileza y la introspección de sus personajes, confinados a remotos espacios en el mundo, pero buscando su lugar en él. Porque Lion, aunque lleve implícita la denuncia a una situación global y mucho más grande, es una película que se fija en su protagonista, en su historia y en su odisea. Y la aparente linealidad a la hora de contar esta odisea, una decisión casi posdramática en el cine de hoy, adquiere proporciones gigantes y muy emocionantes cuando, después de una primera parte de la película en la que asistimos al extravío del Saroo niño (un extraordinario Sunny Pawar) y de que hayamos pasado a la segunda parte de la película, cuando conocemos al Saroo adulto (un extraordinario Dev Patel), en realidad Garth Davis no sólo nos ha contado la odisea de ese niño, sino que también ha implantado en nuestras cabezas sus recuerdos, y por tanto la obsesión como adultos por saber de dónde venimos y quiénes somos. Con sensibilidad, sin grandes giros dramáticos, el director y los dos imprescindibles intérpretes que dan vida a Saroo, personalizan la gran tragedia de ese niño en los recuerdos de cada niño interior que vea Lion, y los grandes temas de su guión, en algo tan constante y de fácil empatía, como son los fugaces recuerdos y la constante inquietud por descubrir nuestros orígenes.
Lion, que viene avalada al mismo tiempo que perjudicada por la carrera de premios de este año, evita en todo momento la mirada turista sobre la desgracia, esa especie de exposición de la pobreza que tantas veces se ve en el cine occidental cuando aborda contextos como este. En su lugar, vira hacia la fábula, sin serlo del todo, pues la visión del mundo viene condicionada por la mirada del niño de 5 años que vive en esa pobreza, pero también por la resolución final de sus problemas de la vida. Podría ser una historia más grande (se echa en falta más desarrollo en algún personaje, como los del padre y el hermano adoptivos de Saroo) más cruda, tener peor suerte, pero entonces ésta sería otra película. La música y la fotografía alimentan los matices de Davis como narrador y el tono de una película en realidad más profunda de lo que parece.
Y como película que es, en sus dos partes, la constante búsqueda de esa Ítica simbólica que es nuestra madre, de la mujer que nos dio la vida (poética, real y figurativamente hablando) como respuesta a quiénes somos en el mundo, el papel de Nicole Kidman y su trabajo con él, es mucho más que la representación del Hollywood estelar en su reparto. Porque hay algo arrolladoramente especial en la forma en que Kidman da cuerpo a esa vocación como madre, a su discurso como mujer sobre adoptar hijos que necesiten lo que han perdido (es decir, una ayuda a tanta desgracia sería dejar el instinto biológico a un lado en favor de tantos niños perdidos), y simplemente, al amor incondicional por Saroo (con el rostro y el alma de Pawar o Patel, no importa, porque ambos son igual de auténticos, igual de conmovedores), la parte de ella que ya siempre, definirá quién es y de dónde viene su hijo, que a su vez busca como haríamos cualquiera, su origen en el vasto mundo.
Dicha historia, que bien podría adornar cualquier telefilme basado en hechos reales con el llanto como el Santo Grial de sus intenciones, en Lion adquiere otros valores y otros matices gracias a la narración de Garth Davis en el que es su debut en la pantalla grande, pero que ya con la miniserie Top of the Lake (co dirigida por Jane Campion y Ariel Kleiman), con una inmensa Elisabeth Moss, se perfiló como un creador especial y dotadísimo para la sutileza y la introspección de sus personajes, confinados a remotos espacios en el mundo, pero buscando su lugar en él. Porque Lion, aunque lleve implícita la denuncia a una situación global y mucho más grande, es una película que se fija en su protagonista, en su historia y en su odisea. Y la aparente linealidad a la hora de contar esta odisea, una decisión casi posdramática en el cine de hoy, adquiere proporciones gigantes y muy emocionantes cuando, después de una primera parte de la película en la que asistimos al extravío del Saroo niño (un extraordinario Sunny Pawar) y de que hayamos pasado a la segunda parte de la película, cuando conocemos al Saroo adulto (un extraordinario Dev Patel), en realidad Garth Davis no sólo nos ha contado la odisea de ese niño, sino que también ha implantado en nuestras cabezas sus recuerdos, y por tanto la obsesión como adultos por saber de dónde venimos y quiénes somos. Con sensibilidad, sin grandes giros dramáticos, el director y los dos imprescindibles intérpretes que dan vida a Saroo, personalizan la gran tragedia de ese niño en los recuerdos de cada niño interior que vea Lion, y los grandes temas de su guión, en algo tan constante y de fácil empatía, como son los fugaces recuerdos y la constante inquietud por descubrir nuestros orígenes.
Lion, que viene avalada al mismo tiempo que perjudicada por la carrera de premios de este año, evita en todo momento la mirada turista sobre la desgracia, esa especie de exposición de la pobreza que tantas veces se ve en el cine occidental cuando aborda contextos como este. En su lugar, vira hacia la fábula, sin serlo del todo, pues la visión del mundo viene condicionada por la mirada del niño de 5 años que vive en esa pobreza, pero también por la resolución final de sus problemas de la vida. Podría ser una historia más grande (se echa en falta más desarrollo en algún personaje, como los del padre y el hermano adoptivos de Saroo) más cruda, tener peor suerte, pero entonces ésta sería otra película. La música y la fotografía alimentan los matices de Davis como narrador y el tono de una película en realidad más profunda de lo que parece.
Y como película que es, en sus dos partes, la constante búsqueda de esa Ítica simbólica que es nuestra madre, de la mujer que nos dio la vida (poética, real y figurativamente hablando) como respuesta a quiénes somos en el mundo, el papel de Nicole Kidman y su trabajo con él, es mucho más que la representación del Hollywood estelar en su reparto. Porque hay algo arrolladoramente especial en la forma en que Kidman da cuerpo a esa vocación como madre, a su discurso como mujer sobre adoptar hijos que necesiten lo que han perdido (es decir, una ayuda a tanta desgracia sería dejar el instinto biológico a un lado en favor de tantos niños perdidos), y simplemente, al amor incondicional por Saroo (con el rostro y el alma de Pawar o Patel, no importa, porque ambos son igual de auténticos, igual de conmovedores), la parte de ella que ya siempre, definirá quién es y de dónde viene su hijo, que a su vez busca como haríamos cualquiera, su origen en el vasto mundo.
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